RUTA DE LOS ENMASCARADOS DEL CARNAVAL
DE GUADALAJARA
ALBALATE DE ZORITA
Botargas danzantes de San Blas.
Una de las mayores manifestaciones
coloristas en cuanto a botargas se refiere, son los así titulados con el
añadido de danzantes, que reunidos en torno a San Blas, hacen aparición en
Albalate de Zorita, siendo además uno de los grupos más numerosos y mejor
documentados de la provincia desde hace dos o tres siglos, todos pertenecientes
a la Cofradía de Mayordomos de San Blas, gobernada por un presidente, un
tesorero y un secretario.
Cierto es también que desde sus comienzos a
la época actual han sufrido innumerables cambios, lógicos por otra parte en
cualquier celebración de éste tipo, aún conservando incólumes sus señas de
identidad propias que le dan un carisma individual y alejado en muchos casos de
las representaciones carnavalescas de otro tipo de botargas, cuyo fin primordial
es el entretenimiento del pueblo, con los añadidos esotéricos de cada
localidad.
Hasta no hace demasiados años éstos botargas
danzantes no superaban, como hoy lo
hacen la docena, que acompañados por el penetrante sonido de tambores y
castañuelas, recorrían el pueblo ejecutando sus danzas, al tiempo que
ejercitando toda una serie de exagerados
gestos comunes al personaje representado, pero sin careta, cencerros u otros
utensilios afines a las demás, y que en éste caso entorpecerían sus movimientos.
Del mismo modo, ni antes ni después de la
procesión, ni durante la misa, se desprenden del gorro o montera que cubre sus
cabezas, conformando un grupo homogéneo dentro y fuera del templo, procediendo
a veces durante la procesión, cuando el tiempo era lluvioso y las calles
estaban sin pavimentar, a untarse de barro y manchar con éste a los asistentes
o simplemente danzar sobre los charcos con idéntico resultado, en similitud de
actos tantas veces repetido en otras botargas, visto aquí como la gracia
añadida a la función, de donde surgió el dicho popular de: "Un san Blas
sin barro no es san Blas".
Los orígenes de la fiesta de san Blas en
Albalate se remontan a los siglos XVII o XVIII, si bien es conocido que ya en
épocas anteriores existió alguna devoción, ya que hacia 1500 era conocida una
imagen del santo en la ermita de la Virgen de las Cubillas, lugar ocupado en la
actualidad por el cementerio. No habrá más noticias hasta 1762, cuando ya la
venerada imagen está en la iglesia parroquial. No obstante ésta imagen, del
escultor madrileño José de Oñate, no era la primitiva, ni será la definitiva,
pues años adelante y ante la duda planteada por el obispado alegando que la
procesionada era una imagen de San Nicolás, el propio obispo, a finales del pasado
siglo, regaló una, desaparecida durante la guerra, de gran peso, con el único
fin de acortar el tiempo empleado en el recorrido procesional, que supera las
tres horas y ha llegado en ocasiones a las cinco.
No obstante la danza en torno al patrón tiene
un pasado tan incierto como el de tantos grupos de danzantes que pueblan el
mapa provincial.
Para llevar a cabo con buen final la fiesta
de San Blas, el 23 de enero, festividad de San Ildefonso, día denominado
"de las cachiporras", por aporrear con éstas las puertas de las
casas, algunos miembros de la Hermandad, que está compuesta por más de
doscientos mayordomos, en compañía de los cargos municipales, recorren las
casas del pueblo solicitando donativos a los vecinos para confeccionar la
caridad del santo, donativos que antaño eran en harina o trigo y hoy lo son por
lo general en metálico. Caridad que será repartida a todo el vecindario una vez
bendecidos los panecillos anisados de tres picos que la componen, como remedio
a sus futuros males de garganta. Las caridades actualmente preparadas en los
hornos de la localidad, lo eran hasta no hace demasiados años por las mujeres
devotas del santo como particular ofrenda, a las que ayudaban algunas
mozas del pueblo, dependiendo de la
cantidad de panecillos a hornear, y a las que como premio a su colaboración,
aquellas mujeres les pagaban un baile, el de la caridad.
El acto principal en torno a los botargas
danzantes comienza cuando el santo inicia la procesión a las puertas de la
iglesia el día de su festividad, 3 de febrero, allí mismo se inician los
habituales gritos de "Viva San Blas", que le acompañan a lo largo del
recorrido, mezclados con otros más irreverentes: "Viva San Blas, glorioso
en el cielo y aquí te sacan los cuatro borrachos del pueblo".
Igualmente con los vivas se mezclan las
alabanzas de desigual contenido: "Pero que ojos de puterete tienes, San
Blas bendito", o bien: "Viva San Blas, con el culo atrás, y la tripa
alante, pa que no se espante".
Es habitual que al paso de la procesión por
las diferentes calles, los vecinos ofrezcan a botargas y devotos los
"torcios", típicos bollos, acompañados de vino, como lo es también
que los devotos ofrezcan diferentes cantidades de dinero para detener la
procesión, para que retroceda, o para que el santo mire hacia la casa del
ofertante.
El ritmo danzarín de los botarga aumenta con
el discurrir de la procesión. Bailan delante del santo, solos unas veces y por
parejas otras, mientras siguen las alabanzas, los piropos, e incluso los
"insultos", que aluden a la vida pecadora del patrón, al tiempo que
los niños más pequeños son colocados sobre las andas de San Blas para recibir
de éste su protección.
Tras la procesión, de nuevo ante las puertas
de la iglesia son subastadas las borlas del santo en reñida puja, y éste es
introducido en el templo de cara al pueblo para que sobre él derrame su última
bendición, mientras las botargas apuran sus últimas alabanzas.
Continúa la fiesta al día siguiente, de San
Blasillo, con la recogida de donativos que serán posteriormente subastados ante
las puertas del Ayuntamiento, mientras se reparte la caridad. Con la subasta de
las ofrendas se subastaban también el vestuario de los botargas, tambores,
porras, castañuelas y todo aquello que voluntariamente se quisiera aportar, y
aún continúa la fiesta el 5 con Santa Agueda, el 6 con santa Aguedilla, y si el
tiempo está lluvioso, puede prolongarse para los desocupados con san Gandumbas
y san Gandumbillas.
ALEAS
Botarga de la Candelaria.
La Botarga de Aleas, hasta época reciente
estuvo unida a la festividad que en la población celebraban en el tercer
domingo de enero con motivo de la festividad del Santo Niño. Tras los
turbulentos acontecimientos de 1936, se dejó de celebrar aquella festividad y
reapareció con motivo de La Candelaria.
Viste el traje multicolor afín al personaje
y cubre su rostro con una careta de madera, utiliza la clásica cachiporra y los
cencerros, con los que producir ruido persiguiendo a los chiquillos.
ALMIRUETE
Botargas y Mascaritas.
Como en tantas otras localidades de la
provincia, y tras un buen número de años de silencio, reapareció en 1985 con un
ímpetu similar al de tiempos pasados, rescatándose así acertadamente el
tradicional carnaval local, que en forma de comparsa enmascarada recorre la
población con el colorista atuendo que a ella aportan mascaritas y botargas,
reunidos bajo la denominación de Cofradía de Botargas y Mascaritas de
Almiruete.
No están adscritos a ningún patronazgo del
santoral y han de ser tenidos como máscaras propias del tiempo de carnaval,
representando eso si, un conjunto uniforme y pastoril, con el que se trata de
dar rienda suelta a la diversión. Las máscaras empleadas en cubrir sus rostros
son mayoritariamente representaciones de animales, cabras, cerdos, jabalíes,
etc.
Tanto el número de botargas como el de
mascaritas ha ido progresivamente aumentando con el paso de los años, en la
actualidad son más de dos docenas de cada uno de los dos grupos, que por
separado reaparecen en la festividad más cercana al martes de carnaval.
Los botargas, hombres, solían vestirse en
lugar secreto, con atuendo propiamente de pastor, para llegar al pueblo por el
paraje llamado de la Linde, tras anunciar su presencia con un insistente toque de cuerna, el mismo
toque con el que antaño los pastores anunciaban su salida o llegada a las poblaciones.
Visten las botargas trajes semejantes, de
color blanco, gorro mitrado y floreado, la careta correspondiente y una ristra
de cencerros a la cintura, con los clásicos atributos propios del pastor,
abarcas, garrote, o polainas.
La aparición de éstos, que es tenida como el
despertar de la vida primaveral, es a primeras horas de la tarde descendiendo
del cerrillo en ordenada comparsa, gobernados por el alcalde de los mozos, y
guiados por el constante retumbar de sus cencerros, para hacer su entrada en el
pueblo y recorrerlo por dos veces, hasta encontrarse al cabo de éstas en la
plaza con las mascaritas.
Son las mascaritas mujeres ataviadas
igualmente con vestidos blancos orlados de flores, con mantones igualmente
floreados, cubren su cabeza con una pañoleta sobre la que ponen un sombrero de
paja, y su cara se oculta tras una redecilla o arpillera. Se visten igualmente
en un lugar secreto y esperan a los botargas en la plaza para dar todos juntos
una vuelta más al pueblo, para las mascaritas la única y para los botargas la
tercera, recogiendo del lugar en el que previamente han sido depositadas,
bolsas con tiznes y pelusas, que arrojan
sobre el público a su entrada en la plaza. Tras esto todos se desprenden
de sus caretas y se colocan los botargas un típico sombrero serrano de paño
negro sobre sus cabezas, para compartir con los vecinos una bota de vino que va
pasando de mano en mano.
En 1998 reapareció entre el grupo un nuevo
personaje, el de la vaquilla, a semejanza del mismo figurante que encontraremos
en otras localidades, y que aquí se emplea en acometer a botargas, mascaritas y
espectadores, provocando las risas unas veces y el temor las demás.
Al cabo de la tarde mascaritas y botargas
solicitan entre los vecinos el somarro, antiguamente carnes de cerdo de la
última matanza, que eran empleadas en
hacer para los participantes una cena en
lugar secreto, ya que de ser conocido les era habitualmente taponada la
chimenea de la casa en la que se reunían a cenar, provocando su salida ante el
humo que de esa manera llenaba el interior.
ARBANCON
Botarga de la Candelaria.
Comienza la fiesta de la localidad el día de
la víspera, 1 de febrero, cuando los mozos del pueblo suelen traer de la Dehesa
la cantidad necesaria de leña como para hacer una gran hoguera en la plaza, la
Candelaria, que permanece encendida prácticamente toda la noche, hoguera en la
que antiguamente se solían echar los trastos viejos, y se quemaban en ella las
botas o botillos de pez, que ya habían quedado inútiles, con éstos ardiendo y
pinchados en un palo largo, se recorría la plaza al grito de :
Botas,
botillos,
canastas
y canastillos...
Viste un traje arlequinado de colores
chillones, que fue reconstruido, a semejanza del anterior, tras la guerra
civil, por el sastre de la localidad Jesús Valenciano, y porta una careta de
madera tallada por el artesano de la localidad Hermenegildo Alonso, en la mano
derecha lleva una gran porra y en la izquierda una naranja, mientras que a la
cintura se une unos cuantos cencerros con los que producir el característico
ruido.
Concluida la jornada festiva, la botarga
entrega su traje y correspondientes arreos al alcalde, que ha de guardarlo
hasta el siguiente año.
BELEÑA DE SORBE
Botarga de la Candelaria
Es la de Beleña de Sorbe una botarga de
carácter municipal, encargada por el Ayuntamiento de recaudar los fondos
necesarios para costear la fiesta, y posteriormente reunir a las autoridades,
para con el arcipreste local, acudir todos juntos, sin máscara ni campanillas,
a los oficios religiosos.
Aparece de madrugada, denostando su
presencia el insistente soniquete de sus campanillas con el fin de despertar a
quienes duermen, correteando en solitario por las calles, haciendo un recorrido
en torno al pueblo por tres veces consecutivas, para finalizar ante la casa del
mayordomo primero de la Cofradía de la Candelaria, y posteriormente en compañía
de éste acudir en busca del mayordomo segundo, para en unión de ambos, cuando
ya amanece, recorrer nuevamente el pueblo pidiendo de casa en casa, y
procurando entrar en las que hay mozas, con el fin de despertarlas.
La botarga se viste y ejecuta sus actos como
una promesa, viste un traje arlequinado, capucha cubriendo su cabeza, careta de
madera que simula un chivo o cabra joven, calza las clásicas abarcas, y rodea
su cintura con unas cuantas campanillas que producen un sonido acompasado y
agradable. En su mano derecha porta una gran castañuela en la que se depositan
los donativos y un garrote con el que defenderlos en la izquierda.
A lo largo de la mañana recorre el pueblo
pidiendo, ya a los vecinos ya a los forasteros, a los que baila graciosamente
en busca del donativo, dando saltos de alegría cuando los consigue y seguida
siempre por la chiquillería local, que constantemente le insultan con
cancioncillas como:
Botarga
la larga,
la
cascarulera,
mejor
quiero pan,
que
todas tus tetas.
Siguiendo el cometido propio de las
municipales, se encarga de dirigir la subasta de las andas de la Virgen de las
Candelas, marchando en silencio en la procesión, y sin careta, como otra de las
autoridades del municipio, hasta el momento en el que se apodera de una de las
naranjas ofrecidas a la patrona, iniciando entonces una especie de juego,
dándola a oler a los vecinos, a los que al intentar hacerlo, golpea con ella en
la nariz, al tiempo que hace sus mojigangas.
Continúa tras la misa y procesión con su
actitud petitoria hasta el caer de la noche, que desaparece, para volver al día
siguiente, San Blas, con idéntico cometido.
FUENCEMILLAN
Botarga de San Pablo.
La botarga de Fuencemillán surgió en 1988,
retomándola del pasado de la villa, de donde desapareció a principios de siglo,
sin dejar apenas huella de su paso, por lo que tuvo que ser recompuesta en la
práctica totalidad de sus aspectos.
Hace su aparición el 25 de enero, festividad
de San Pablo, queriendo recrear un aspecto de la vida del santo, ejercitando
los mismos papeles grotescos que las botargas de las poblaciones vecinas, con
semejante actitud y vestuario, que fue compuesto por las mujeres de la
Asociación de vecinos La Fuente, que confeccionaron el traje.
LUZON
Diablos y mascaritas de carnaval.
Tras 25 años de silencio, reapareció el grupo
canavalesco en la década de los años 80 como personajes afines al carnaval
local, si bien su salida tiene lugar en las primeras horas de la tarde del fin
de semana anterior al martes de carnaval.
Sus figurantes son representaciones
pastoriles que se encuadran dentro del más puro estilo costumbrista y
carnavalesco de la provincia. Un numeroso grupo de diablos, entre ocho y doce,
e idéntico grupo de mascaritas.
Tenemos aquí, al igual que en Almiruete, dos
grupos separados con fines en alguna manera semejantes. Los diablos, hombres, y
las mascaritas, mujeres, aparecen por
separado para unirse en una única
comparsa.
Unos y otros se atavían en lugares
independientes y por supuesto desconocidos para el resto del vecindario que los
ha de descubrir cuando les delate el sonido de zumbas y cencerros que en atronadora comparsa acompaña a los
diablos desde el cercano paraje en campo abierto, conocido como "el
gallinero del tío Carlos".
El grupo de diablos está integrado por
jóvenes o mozos de la localidad, ataviados con largos sayones de color negro
que cubren todo su cuerpo,
embadurnándose la cara en aceite y hollín hasta parecer igualmente
negra, colocándose sobre sus cabezas unas enormes cuernas de vaca o de buey,
que les dan un aspecto tenebroso, al tiempo que enseñan en su boca una
dentadura hecha de patata, atándose a la cintura ristras de cencerros y de
zumbas con las que acompañan su diablesco aspecto.
Desde el paraje señalado y a la carrera hacen su entrada en la población que no tarda
en verse sacudida por el sonido que éstos producen en su carrera, recorriendo
de ésta manera las calles del pueblo.
Por otro lado han salido las mascaritas,
mujeres que cubren sus rostros con telas finas o arpillera, y llevan vestidos
blancos adornados de flores, mantones igualmente floreados y pañoleta, y a las
que los diablos se emplean en acometer, como lo hacen con los chiquillos y
espectadores a los que tiznan de hollín.
Desde la plaza Mayor, lugar de encuentro
para ambos grupos, darán una vuelta más al pueblo para retornar a aquella, donde tiene lugar la posterior
merienda de hermandad y fiesta consiguiente en la que los enmascarados
descubren sus rostros.
MALAGA DEL FRESNO
Botarga de los casados.
La botarga de los casados, en Málaga del
Fresno, reapareció el 26 de enero de 1997, por iniciativa de un buen número de
personas, incluida la corporación municipal, y un grupo de mujeres que
confeccionaron el nuevo traje, ya que el antiguo había quedado en el olvido.
Hacía entonces 79 años que ésta botarga había recorrido por última vez las
calles del municipio con ocasión de las festividades de la Virgen de la Paz y
de San Sebastián.
El proceso para la recuperación de la
botarga fue harto complicado, pues dada la distancia en el tiempo de su
desaparición y la escasez de noticias en cuanto a sus funciones, vestuario,
etc., eran pocos los datos que había para llevar a cabo con resultado exitoso,
la nueva implantación. No obstante se localizaron a las personas que por última
vez habían ejercido no como botargas "mayores", sino como botargas
infantiles, gente por supuesto de edad, que rememorando los tiempos pasados,
hicieron un buen aporte documental para que esta retornase, siendo en honor
suyo, aquellos botargas, en la actualidad personas de avanzada edad, quienes
habían de cumplir el encargo de "resucitar", digámoslo así, aquella
botarga.
Uno de aquellos personajes fue Félix Pérez
García, quien hizo memoria de como la botarga de los casados la vio salir por última vez en 1918, continuando la
infantil hasta el de 1931, y fue precisamente uno de aquellos entonces niños,
Hipólito San Martín, el encargado de dar nueva vida a ésta botarga de los
casados, cuando contaba con 76 años de edad.
A éste acompañaron dos
"Mujigangas", otra especie de botarga, integradas también por
personas de avanzada edad, recorriendo las principales calles de la localidad
ante la expectación y la añoranza de grandes y pequeños.
Tiene ésta similares características a las
ya vistas, con la excepción de ser acompañada por los mujigangas, que la
acompañan en su ronda petitoria por las calles de la localidad, y ante la
puerta de la iglesia, donde solicita el correspondiente donativo a fin de
permitir el paso al interior.
Botarga Infantil de Nuestra Señora de
la Paz.
La botarga infantil salió por última vez en
1931, integrada por Bernardo Camino, Florentino Sánchez, Tomás Bernal, Hipólito
San Martín y Feliciano Merino.
Tenía ésta un sentido de fiesta infantil, a
semejanza de la que con las mismas características se sigue manteniendo en
Robledillo de Mohernando.
Vestía la botarga, según Sinforiano García
Sanz, un traje de bayeta en colores amarillos, con estrellas, círculos y otras
figuras, que le hacían contraste con los diferentes colores de su indumentaria,
cubriéndose con un gorro rojo, y llevando cruzados en su pecho, dos bandoleras
de campanillas. Saliendo en compañía de tres músicos, uno tocando la guitarra,
el segundo los hierros, y un tercero las cañas, llamadas ginebras, todos
elegidos por el maestro de la escuela entre los más adelantados de la clase.
Otro llevaba el emblema de Nuestra Señora de la Paz, siendo seguidos por todos
los chiquillos del colegio, la mayoría de ellos tocando, como acompañamiento
musical, unas castañuelas.
Recorrían el pueblo ejecutando danzas y
bailes, con el fin de reunir el suficiente dinero, o los ingredientes
respectivos, con los que hacer una buena merienda, generalmente a base de
tortillas, para todos los chiquillos en edad escolar, a las puertas de la
iglesia, con el acompañamiento de sus maestros, encargados al propio tiempo de
su vigilancia.
Entre las coplillas que éstos interpretaban,
haciendo siempre referencia a los patronos del municipio, quedan algunas
recogidas en el Cancionero popular de Guadalajara, como:
San
Ildefonso a los cielos sube,
capellán
de los cielos, santo glorioso.
Santa
Pascasia a los cielos sube,
con
la rueca y el huso, buscando el ascua.
MEMBRILLERA
Vaquillas de carnaval.
Una de las más arraigadas costumbres del
carnaval provincial, fue desde siempre, la comparsa de vaquillas, de las que a
lo largo de la serranía de Atienza, continuando hacia el Alto Rey y Ocejón, e
incluso pasando las rayas provinciales de Madrid y Segovia, quedó buena muestra
a lo largo de los siglos, muchas de ellas salían con ocasión de las fiestas de
carnaval, otras incluso, lo hacían en las fiestas patronales, ejerciendo, como
el caso de Peralejos, funciones propias, como si de una auténtica corrida de
toros tradicional se tratase. No solamente en Peralejos existió ésta costumbre,
también la hubo en un buen número de poblaciones de las que queda recuerdo en algunas
localidades próximas al pico Ocejón.
Las vaquillas de Membrillera, tras un largo
letargo, reaparecieron finalmente en el costumbrismo local el día 10 de marzo
del año 2000.
Por supuesto, llevaban el rostro
convenientemente oculto tras una máscara o un trozo de piel o de tela que como
todo su vestuario ocultase su identidad, que desvelaban al finalizar la fiesta,
tras haber recorrido el pueblo entre el miedo y la sorpresa de quienes los
encontraban a su paso, llegando en ocasiones a trepar por ventanas o balcones,
para así atemorizar más si cabe a quienes ocultaban sus miradas tras los
visillos, pues eran muchas las mozas que en ésta ocasión elegían quedarse en
casa para no ser acosadas por semejantes personajes.
Rescatándolas del olvido, y con idéntico
sentido, volvieron a salir.
MOHERNANDO
Los Bufones de Palacio.
Hacen su aparición con ocasión de la
festividad de San Sebastián vistiendo un traje arlequinado, llevando un gorro o
caperuza del que les cuelgan pequeños cascabeles, son dos especie de
duendecillos que tras la misa y durante el reparto de la caridad del santo, pan
con queso, bacalao y vino, no dejan de danzar, realizando correrías en torno a
la hoguera que se enciende en la plaza Mayor.
MONTARRON
Botarga de San Sebastián.
Tradicional de algunas localidades, es que
el personaje de la botarga sea representado año tras año por la misma persona,
e incluso que el cargo vaya pasando de padres a hijos de generación en
generación, como es el caso de Montarrón, donde la misma persona, Félix Megía,
lleva representando a la botarga desde hace poco más de cuarenta años, como
antes lo hiciera su padre, perseguido por la chicolearía local al grito de:
Botarga
la larga,
la
cascarulera.
Viste un traje de colores chillones y lleva una especie de joroba o zurrón a la
espalda, una caperuza a la cabeza, un rabo erizado y claveteado de alfileres
para que los chiquillos no puedan tirar
de él, cubre su cara con careta de cartón, en la mano derecha lleva una gran
castañuela donde recoge las limosnas que le dan, y en la izquierda una porra
con una cabeza tallada con la que pega o amenaza, a la cintura y al borde de la
chaqueta campanillas.
Su
cometido principal es el de recoger
limosnas con las que costear la fiesta del patrón, así como para la cera y
caridad, que se reparte la víspera por autoridades, sacerdote y botarga,
consistente en anisillos, pan, vino y queso, distribución que se hace por
edades, y donde se emplea la botarga en hacer gracias, al tiempo que mantiene
el orden.
El día de la fiesta patronal, San Sebastián,
la botarga aparece a primeras horas de la mañana haciendo sus gracias y
pidiendo de puerta en puerta entre los vecinos la consabida limosna hasta la
hora de la misa, cuando al oír las campanadas se traslada a la iglesia para
solicitar entre los asistentes la correspondiente contribución previa a su
ingreso en el templo, donde entra con la cara descubierta para con una naranja
tocar la nariz de las mujeres que le resultan más familiares o conocidas, en
gesto que trata de ser signo de fertilidad.
Tras la ceremonia religiosa vuelve a las
calles, continuando en su actitud petitoria, e intentando que los vecinos no alcancen
a tocarla, gesto común en tantas otras, pues de alcanzar su joroba o chepa,
aquellos que lo consigan tendrán salud y suerte para el resto del año, lo que
trata de impedir en su gesto demoníaco.
PEÑALVER
Botarga de San Blas.
Como ocurre en otros municipios, también la
ancestral representación de la botarga de Peñalver nace en la creencia de que
éste personaje fue el gracioso vestido estrafalariamente que sirvió de
distracción para que la Virgen pasase inadvertida en su camino hacia el templo
en el acto de presentación del niño Dios.
No obstante el patronazgo de San Blas para
la villa de Peñalver está en el origen de su pasado industrial en cuanto al
cultivo y elaboración de cáñamo siglos pasados, dándose el caso de que el santo
es patrón de los cardadores, de donde hubo de pasar a ser uno de los patronos
mayores de la población, dado que un gran número de sus habitantes se ocupaban
en aquella industria, adaptando sin duda la botarga, proveniente de otra
celebración a ésta festividad.
Esta botarga es tenida como una especie de
diablillo o fantasma dispuesto a poner orden en las celebraciones, e
igualmente, empleada municipal, pues recoge a los miembros del Ayuntamiento,
así como al sacerdote, a los que abre camino a través de las calles, para
acompañarlas hasta la iglesia, repartiendo a la salida del templo la
correspondiente caridad, uvas pasas, previamente recogidas y bendecidas durante
la celebración, que servirán posteriormente como alivio a los males de
garganta.
Era ésta una botarga ejercida por
ofrecimiento devocional a lo largo de los años, dando en cada ocasión el
correspondiente disfrazado su toque personal, en la memoria de los nativos de
Peñalver queda el recuerdo de legendarias botargas, a través de sus
intérpretes, vigorosa la encarnada por Feliciano Sánchez tras la pasada guerra,
divertida la representada por Julián Sedano en 1947, terrorífica la de Ezequiel
Sanz...
Y dentro de ese cometido, estaba igualmente
el carácter iniciático que para la juventud suponía enfrentarse al enmascarado,
ya que éste ejercía el papel diablesco común a una buena serie de éstos
personajes, iniciación que servia para que los chiquillos del pueblo al
enfrentarse a él perdiesen los miedos que a lo largo de los años de infancia
habían ido adquiriendo mientras le cantaban:
Botarga
la larga.
que
a mi no me alcanzas.
Recorre las calles desde primeras horas de
la mañana, correteando por la localidad, mientras pide los donativos para la
fiesta, hasta que se escucha el sonido de las campanas que anuncian el comienzo
de la misa, momento en el que irá reuniendo de puerta en puerta a las
autoridades.
Viste prácticamente de blanco, con el único
aditamento colorista de unas tiras en color rojo que cuelgan de su vestimenta.
Porta cachiporra con la que defenderse, y en la actualidad, tributo a los tiempos modernos, cobra un pequeño
salario que paga la Hermandad del santo.
RETIENDAS
Botarga de la Candelaria.
Da comienzo la fiesta con el encendido de la
hoguera de las Candelas, hoguera que permanecerá encendida a lo largo de tres
días con sus noches.
Aparece la víspera de la Candelaria, vestida
a semejanza de las ya conocidas, y portando una gran castañuela y una
cachiporra, con la que golpeará a cuantos vecinos o visitantes no le entreguen
el correspondiente donativo, para conseguirlo recorre las calles de la
población tras pedir el correspondiente permiso a las autoridades locales,
siendo éste día y el siguiente, festividad de la patrona, una especie de
autoridad con poder y mando en el pueblo.
Se ha convertido en un personaje singular a
través de los tiempos, dando imagen propia al municipio, hasta ser en éstos
días un señalado y legendario emblema, que en las primeras horas de la mañana
del día de la Candelaria irá de puerta de puerta despertando a las autoridades
municipales, y por supuesto, con su ruidoso comportamiento, a todo el pueblo,
que recorre a lo largo de la mañana, persiguiendo a los chiquillos y
visitantes, y pidiendo el correspondiente óbolo, hasta que a la media mañana se
subasten los cohetes que se lanzarán al aire como anuncio del comienzo y
desarrollo de la procesión de la Virgen de las Candelas, procesión en la que
patrona y botarga comparten protagonismo de una manera semejante, cada una de ellas con sus respectivos papeles,
pues mientras la Virgen es procesionada, la botarga no dejará de bailar
lanzándola alabanzas, y mirándola siempre de frente con la consiguiente
expectación de los asistentes, ya que camina de espaldas.
Mientras, el mayordomo de la Cofradía se
encarga de ir reteniendo la procesión, con objeto de alargar el tiempo de su
recorrido sujetando las andas o presionando a los portadores, para que éstos
caminen con parsimonia y lentitud.
Como el endiablado personaje que representa,
si bien acude y forma parte importante del recorrido procesional, la botarga no
entra en el interior de la iglesia, quedando a la puerta del templo en espera
de la salida de los asistentes a los que insistentemente acosará en busca de la
limosna.
Uno de los actos más singulares de la
celebración tiene lugar en las primeras horas de la tarde, durante la subasta
de ofrendas hechas a la Virgen, a las puertas de la iglesia.
Uno de los principales objetos a subastar
serán las llamadas "caracolas", dulces típicos de la localidad,
especie de ensaimadas. Entre ellas hay una de mayor tamaño coronada por la
figura de un pajarillo de masa similar
al mazapán, como el resto de los dulces, pajarillo que tras un descuido
intencionado robará el botarga para salir corriendo hacia el cerro próximo, en éste, clavando su
cachiporra en la tierra y poniendo sobre ésta el objeto de su robo, espera
desafiante a la población, especialmente a la chiquillería, que corre tras ella
con el único ánimo de recuperar el objeto robado, sin acercarse al endemoniado
botarga, derribándolo a pedradas de la cachiporra. Quien lo consigue, vencedor
de ésta especie de prueba, volverá victorioso al pueblo, mientras que la
botarga, sintiéndose indefensa, y por llegar antes que ellos, se arroja por el
terraplén rodando para a proteger los donativos reunidos durante el día, en la
creencia de que las botargas de las poblaciones vecinas vendrán a
arrebatárselas.
La botarga aparece dando gritos en medio de
la fiesta desde los cerros cercanos a la población, es designada por el
Ayuntamiento, durante la víspera, y en la hoguera, se revuelca entre las
cenizas intentando posteriormente rozarse con el público con el fin de
mancharles, arrojándoles ceniza en caso de negativa a su petición de limosna.
ROBLEDILLO DE MOHERNANDO
Botarga de San Sebastián.
Hace su aparición la víspera del santo, 19
de enero, y es inmediatamente seguida por los chiquillos que la acosan al grito
de:
Botarga, botarga.
Recorre las calles solicitando limosnas para
el santo, mientras los niños tratan de arrebatarle su cachiporra.
A la mañana siguiente, festividad del santo,
vuelve a recorrer las calles en aptitud petitoria, interponiéndose ante las
puertas de la iglesia, para franquear el paso tras recibir la correspondiente propina.
Vaquillones de carnaval.
Recorren las calles el domingo de carnaval a
la caída de la noche. Visten el atuendo clásico común al personaje
representado, cubriendo su cuerpo con largos sayones de serillos. Sobre los
hombros llevan las amugas, en cuya parte delantera sujetan los cuernos de vaca
y en la trasera los cencerros.
VALDEPEÑAS DE LA SIERRA
Botarga de San Sebastián.
Hacia su primera aparición coincidiendo con
las vísperas, en la tarde noche del día 19, para continuar el 20, día del santo,
fiesta local en el municipio.
Marchaba a cara descubierta y durante todo
el tiempo que actuaba no dejaba de tocar un tambor que llevaba en la mano en
demanda de limosnas durante los dos o tres días que duraba la fiesta.
VILLARES DE JADRAQUE.
Vaquillones de Carnaval.
Tras un Buen número de años de interrupción,
la reaparición definitiva de los vaquillones de Villares de Jadraque, tuvo
lugar en 1988.
Hacen su aparición en la tarde del domingo
de carnaval, formando un grupo compacto, delatado por el trepidante sonido de
sus enormes cencerros que alertan a la población, que los rehúye, pues
simbolizando el animal que representan, éstos tratan de cornearlos.
Cubren sus rostros con caretas de esparto o
aspilleras, y la cabeza con un sombrero de paja, el cuerpo lo cubren con
cobertores rojos, semejantes a los utilizados antaño para las caballerías.
Sobre los hombros llevan las amugas, en cuya
parte delantera sujetan los cuernos, y los cencerros en la trasera.
Desde hace tres o cuatro años se acompañan
del "zorramango", un personaje enmascarado vestido con pieles viejas
de animales, especialmente de zorro, de donde proviene su nombre, y al que los
vaquillones embisten y persiguen, y del "hombre de paja", un muñeco hecho
de serillos, relleno de paja, que se emplean en acometer, y al que en tiempos
pasados los ancianos del lugar, convirtiéndolo en leyenda, atribuían
legendarios poderes.