jueves, marzo 26, 2015

RUTA DE LOS ENMASCARADOS DEL CARNAVAL DE GUADALAJARA



RUTA DE LOS ENMASCARADOS DEL CARNAVAL DE GUADALAJARA

ALBALATE DE ZORITA
Botargas danzantes de San Blas.
   Una de las mayores manifestaciones coloristas en cuanto a botargas se refiere, son los así titulados con el añadido de danzantes, que reunidos en torno a San Blas, hacen aparición en Albalate de Zorita, siendo además uno de los grupos más numerosos y mejor documentados de la provincia desde hace dos o tres siglos, todos pertenecientes a la Cofradía de Mayordomos de San Blas, gobernada por un presidente, un tesorero y un secretario.

   Cierto es también que desde sus comienzos a la época actual han sufrido innumerables cambios, lógicos por otra parte en cualquier celebración de éste tipo, aún conservando incólumes sus señas de identidad propias que le dan un carisma individual y alejado en muchos casos de las representaciones carnavalescas de otro tipo de botargas, cuyo fin primordial es el entretenimiento del pueblo, con los añadidos esotéricos de cada localidad.

   Hasta no hace demasiados años éstos botargas danzantes  no superaban, como hoy lo hacen la docena, que acompañados por el penetrante sonido de tambores y castañuelas, recorrían el pueblo ejecutando sus danzas, al tiempo que ejercitando toda  una serie de exagerados gestos comunes al personaje representado, pero sin careta, cencerros u otros utensilios afines a las demás, y que en éste caso entorpecerían sus movimientos.

   Del mismo modo, ni antes ni después de la procesión, ni durante la misa, se desprenden del gorro o montera que cubre sus cabezas, conformando un grupo homogéneo dentro y fuera del templo, procediendo a veces durante la procesión, cuando el tiempo era lluvioso y las calles estaban sin pavimentar, a untarse de barro y manchar con éste a los asistentes o simplemente danzar sobre los charcos con idéntico resultado, en similitud de actos tantas veces repetido en otras botargas, visto aquí como la gracia añadida a la función, de donde surgió el dicho popular de: "Un san Blas sin barro no es san Blas".

   Los orígenes de la fiesta de san Blas en Albalate se remontan a los siglos XVII o XVIII, si bien es conocido que ya en épocas anteriores existió alguna devoción, ya que hacia 1500 era conocida una imagen del santo en la ermita de la Virgen de las Cubillas, lugar ocupado en la actualidad por el cementerio. No habrá más noticias hasta 1762, cuando ya la venerada imagen está en la iglesia parroquial. No obstante ésta imagen, del escultor madrileño José de Oñate, no era la primitiva, ni será la definitiva, pues años adelante y ante la duda planteada por el obispado alegando que la procesionada era una imagen de San Nicolás, el propio obispo, a finales del pasado siglo, regaló una, desaparecida durante la guerra, de gran peso, con el único fin de acortar el tiempo empleado en el recorrido procesional, que supera las tres horas y ha llegado en ocasiones a las cinco.

   No obstante la danza en torno al patrón tiene un pasado tan incierto como el de tantos grupos de danzantes que pueblan el mapa provincial.

   Para llevar a cabo con buen final la fiesta de San Blas, el 23 de enero, festividad de San Ildefonso, día denominado "de las cachiporras", por aporrear con éstas las puertas de las casas, algunos miembros de la Hermandad, que está compuesta por más de doscientos mayordomos, en compañía de los cargos municipales, recorren las casas del pueblo solicitando donativos a los vecinos para confeccionar la caridad del santo, donativos que antaño eran en harina o trigo y hoy lo son por lo general en metálico. Caridad que será repartida a todo el vecindario una vez bendecidos los panecillos anisados de tres picos que la componen, como remedio a sus futuros males de garganta. Las caridades actualmente preparadas en los hornos de la localidad, lo eran hasta no hace demasiados años por las mujeres devotas del santo como particular ofrenda, a las que ayudaban algunas mozas  del pueblo, dependiendo de la cantidad de panecillos a hornear, y a las que como premio a su colaboración, aquellas mujeres les pagaban un baile, el de la caridad.

   El acto principal en torno a los botargas danzantes comienza cuando el santo inicia la procesión a las puertas de la iglesia el día de su festividad, 3 de febrero, allí mismo se inician los habituales gritos de "Viva San Blas", que le acompañan a lo largo del recorrido, mezclados con otros más irreverentes: "Viva San Blas, glorioso en el cielo y aquí te sacan los cuatro borrachos del pueblo".

   Igualmente con los vivas se mezclan las alabanzas de desigual contenido: "Pero que ojos de puterete tienes, San Blas bendito", o bien: "Viva San Blas, con el culo atrás, y la tripa alante, pa que no se espante".

   Es habitual que al paso de la procesión por las diferentes calles, los vecinos ofrezcan a botargas y devotos los "torcios", típicos bollos, acompañados de vino, como lo es también que los devotos ofrezcan diferentes cantidades de dinero para detener la procesión, para que retroceda, o para que el santo mire hacia la casa del ofertante.

   El ritmo danzarín de los botarga aumenta con el discurrir de la procesión. Bailan delante del santo, solos unas veces y por parejas otras, mientras siguen las alabanzas, los piropos, e incluso los "insultos", que aluden a la vida pecadora del patrón, al tiempo que los niños más pequeños son colocados sobre las andas de San Blas para recibir de éste su protección.

   Tras la procesión, de nuevo ante las puertas de la iglesia son subastadas las borlas del santo en reñida puja, y éste es introducido en el templo de cara al pueblo para que sobre él derrame su última bendición, mientras las botargas apuran sus últimas alabanzas.

   Continúa la fiesta al día siguiente, de San Blasillo, con la recogida de donativos que serán posteriormente subastados ante las puertas del Ayuntamiento, mientras se reparte la caridad. Con la subasta de las ofrendas se subastaban también el vestuario de los botargas, tambores, porras, castañuelas y todo aquello que voluntariamente se quisiera aportar, y aún continúa la fiesta el 5 con Santa Agueda, el 6 con santa Aguedilla, y si el tiempo está lluvioso, puede prolongarse para los desocupados con san Gandumbas y san Gandumbillas.

ALEAS
Botarga de la Candelaria.
   La Botarga de Aleas, hasta época reciente estuvo unida a la festividad que en la población celebraban en el tercer domingo de enero con motivo de la festividad del Santo Niño. Tras los turbulentos acontecimientos de 1936, se dejó de celebrar aquella festividad y reapareció con motivo de La Candelaria.

   Viste el traje multicolor afín al personaje y cubre su rostro con una careta de madera, utiliza la clásica cachiporra y los cencerros, con los que producir ruido persiguiendo a los chiquillos.

ALMIRUETE
Botargas y Mascaritas.
   Como en tantas otras localidades de la provincia, y tras un buen número de años de silencio, reapareció en 1985 con un ímpetu similar al de tiempos pasados, rescatándose así acertadamente el tradicional carnaval local, que en forma de comparsa enmascarada recorre la población con el colorista atuendo que a ella aportan mascaritas y botargas, reunidos bajo la denominación de Cofradía de Botargas y Mascaritas de Almiruete.

   No están adscritos a ningún patronazgo del santoral y han de ser tenidos como máscaras propias del tiempo de carnaval, representando eso si, un conjunto uniforme y pastoril, con el que se trata de dar rienda suelta a la diversión. Las máscaras empleadas en cubrir sus rostros son mayoritariamente representaciones de animales, cabras, cerdos, jabalíes, etc.

   Tanto el número de botargas como el de mascaritas ha ido progresivamente aumentando con el paso de los años, en la actualidad son más de dos docenas de cada uno de los dos grupos, que por separado reaparecen en la festividad más cercana al martes de carnaval.

   Los botargas, hombres, solían vestirse en lugar secreto, con atuendo propiamente de pastor, para llegar al pueblo por el paraje llamado de la Linde, tras anunciar su presencia  con un insistente toque de cuerna, el mismo toque con el que antaño los pastores anunciaban su salida  o llegada a las poblaciones.

   Visten las botargas trajes semejantes, de color blanco, gorro mitrado y floreado, la careta correspondiente y una ristra de cencerros a la cintura, con los clásicos atributos propios del pastor, abarcas, garrote, o polainas.

   La aparición de éstos, que es tenida como el despertar de la vida primaveral, es a primeras horas de la tarde descendiendo del cerrillo en ordenada comparsa, gobernados por el alcalde de los mozos, y guiados por el constante retumbar de sus cencerros, para hacer su entrada en el pueblo y recorrerlo por dos veces, hasta encontrarse al cabo de éstas en la plaza con las mascaritas.

   Son las mascaritas mujeres ataviadas igualmente con vestidos blancos orlados de flores, con mantones igualmente floreados, cubren su cabeza con una pañoleta sobre la que ponen un sombrero de paja, y su cara se oculta tras una redecilla o arpillera. Se visten igualmente en un lugar secreto y esperan a los botargas en la plaza para dar todos juntos una vuelta más al pueblo, para las mascaritas la única y para los botargas la tercera, recogiendo del lugar en el que previamente han sido depositadas, bolsas con tiznes y pelusas, que arrojan  sobre el público a su entrada en la plaza. Tras esto todos se desprenden de sus caretas y se colocan los botargas un típico sombrero serrano de paño negro sobre sus cabezas, para compartir con los vecinos una bota de vino que va pasando de mano en mano.

   En 1998 reapareció entre el grupo un nuevo personaje, el de la vaquilla, a semejanza del mismo figurante que encontraremos en otras localidades, y que aquí se emplea en acometer a botargas, mascaritas y espectadores, provocando las risas unas veces y el temor las demás.

   Al cabo de la tarde mascaritas y botargas solicitan entre los vecinos el somarro, antiguamente carnes de cerdo de la última matanza, que eran  empleadas en hacer  para los participantes una cena en lugar secreto, ya que de ser conocido les era habitualmente taponada la chimenea de la casa en la que se reunían a cenar, provocando su salida ante el humo que de esa manera llenaba el interior.

ARBANCON
Botarga de la Candelaria.

   Comienza la fiesta de la localidad el día de la víspera, 1 de febrero, cuando los mozos del pueblo suelen traer de la Dehesa la cantidad necesaria de leña como para hacer una gran hoguera en la plaza, la Candelaria, que permanece encendida prácticamente toda la noche, hoguera en la que antiguamente se solían echar los trastos viejos, y se quemaban en ella las botas o botillos de pez, que ya habían quedado inútiles, con éstos ardiendo y pinchados en un palo largo, se recorría la plaza al grito de :

Botas, botillos,
canastas y canastillos...

   Viste un traje arlequinado de colores chillones, que fue reconstruido, a semejanza del anterior, tras la guerra civil, por el sastre de la localidad Jesús Valenciano, y porta una careta de madera tallada por el artesano de la localidad Hermenegildo Alonso, en la mano derecha lleva una gran porra y en la izquierda una naranja, mientras que a la cintura se une unos cuantos cencerros con los que producir el característico ruido.

   Concluida la jornada festiva, la botarga entrega su traje y correspondientes arreos al alcalde, que ha de guardarlo hasta el siguiente año.


BELEÑA DE SORBE
Botarga de la Candelaria
   Es la de Beleña de Sorbe una botarga de carácter municipal, encargada por el Ayuntamiento de recaudar los fondos necesarios para costear la fiesta, y posteriormente reunir a las autoridades, para con el arcipreste local, acudir todos juntos, sin máscara ni campanillas, a los oficios religiosos.

   Aparece de madrugada, denostando su presencia el insistente soniquete de sus campanillas con el fin de despertar a quienes duermen, correteando en solitario por las calles, haciendo un recorrido en torno al pueblo por tres veces consecutivas, para finalizar ante la casa del mayordomo primero de la Cofradía de la Candelaria, y posteriormente en compañía de éste acudir en busca del mayordomo segundo, para en unión de ambos, cuando ya amanece, recorrer nuevamente el pueblo pidiendo de casa en casa, y procurando entrar en las que hay mozas, con el fin de despertarlas.

   La botarga se viste y ejecuta sus actos como una promesa, viste un traje arlequinado, capucha cubriendo su cabeza, careta de madera que simula un chivo o cabra joven, calza las clásicas abarcas, y rodea su cintura con unas cuantas campanillas que producen un sonido acompasado y agradable. En su mano derecha porta una gran castañuela en la que se depositan los donativos y un garrote con el que defenderlos en la izquierda.

   A lo largo de la mañana recorre el pueblo pidiendo, ya a los vecinos ya a los forasteros, a los que baila graciosamente en busca del donativo, dando saltos de alegría cuando los consigue y seguida siempre por la chiquillería local, que constantemente le insultan con cancioncillas como:

Botarga la larga,
la cascarulera,
mejor quiero pan,
que todas tus tetas.

   Siguiendo el cometido propio de las municipales, se encarga de dirigir la subasta de las andas de la Virgen de las Candelas, marchando en silencio en la procesión, y sin careta, como otra de las autoridades del municipio, hasta el momento en el que se apodera de una de las naranjas ofrecidas a la patrona, iniciando entonces una especie de juego, dándola a oler a los vecinos, a los que al intentar hacerlo, golpea con ella en la nariz, al tiempo que hace sus mojigangas.

   Continúa tras la misa y procesión con su actitud petitoria hasta el caer de la noche, que desaparece, para volver al día siguiente, San Blas, con idéntico cometido.

FUENCEMILLAN
Botarga de San Pablo.
   La botarga de Fuencemillán surgió en 1988, retomándola del pasado de la villa, de donde desapareció a principios de siglo, sin dejar apenas huella de su paso, por lo que tuvo que ser recompuesta en la práctica totalidad de sus aspectos.

   Hace su aparición el 25 de enero, festividad de San Pablo, queriendo recrear un aspecto de la vida del santo, ejercitando los mismos papeles grotescos que las botargas de las poblaciones vecinas, con semejante actitud y vestuario, que fue compuesto por las mujeres de la Asociación de vecinos La Fuente, que confeccionaron el traje.

LUZON
Diablos y mascaritas de carnaval.
   Tras 25 años de silencio, reapareció el grupo canavalesco en la década de los años 80 como personajes afines al carnaval local, si bien su salida tiene lugar en las primeras horas de la tarde del fin de semana anterior al martes de carnaval.

   Sus figurantes son representaciones pastoriles que se encuadran dentro del más puro estilo costumbrista y carnavalesco de la provincia. Un numeroso grupo de diablos, entre ocho y doce, e idéntico grupo de mascaritas.

   Tenemos aquí, al igual que en Almiruete, dos grupos separados con fines en alguna manera semejantes. Los diablos, hombres, y las mascaritas, mujeres,  aparecen por separado  para unirse en una única comparsa.

   Unos y otros se atavían en lugares independientes y por supuesto desconocidos para el resto del vecindario que los ha de descubrir cuando les delate el sonido de zumbas y cencerros  que en atronadora comparsa acompaña a los diablos desde el cercano paraje en campo abierto, conocido como "el gallinero del tío Carlos".

   El grupo de diablos está integrado por jóvenes o mozos de la localidad, ataviados con largos sayones de color negro que cubren todo su cuerpo,  embadurnándose la cara en aceite y hollín hasta parecer igualmente negra, colocándose sobre sus cabezas unas enormes cuernas de vaca o de buey, que les dan un aspecto tenebroso, al tiempo que enseñan en su boca una dentadura hecha de patata, atándose a la cintura ristras de cencerros y de zumbas con las que acompañan su diablesco aspecto.

   Desde el paraje señalado y a la carrera  hacen su entrada en la población que no tarda en verse sacudida por el sonido que éstos producen en su carrera, recorriendo de ésta manera las calles del pueblo.

   Por otro lado han salido las mascaritas, mujeres que cubren sus rostros con telas finas o arpillera, y llevan vestidos blancos adornados de flores, mantones igualmente floreados y pañoleta, y a las que los diablos se emplean en acometer, como lo hacen con los chiquillos y espectadores a los que tiznan de hollín.

   Desde la plaza Mayor, lugar de encuentro para ambos grupos, darán una vuelta más al pueblo para retornar  a aquella, donde tiene lugar la posterior merienda de hermandad y fiesta consiguiente en la que los enmascarados descubren sus rostros.

MALAGA DEL FRESNO
Botarga de los casados.
   La botarga de los casados, en Málaga del Fresno, reapareció el 26 de enero de 1997, por iniciativa de un buen número de personas, incluida la corporación municipal, y un grupo de mujeres que confeccionaron el nuevo traje, ya que el antiguo había quedado en el olvido. Hacía entonces 79 años que ésta botarga había recorrido por última vez las calles del municipio con ocasión de las festividades de la Virgen de la Paz y de San Sebastián.

   El proceso para la recuperación de la botarga fue harto complicado, pues dada la distancia en el tiempo de su desaparición y la escasez de noticias en cuanto a sus funciones, vestuario, etc., eran pocos los datos que había para llevar a cabo con resultado exitoso, la nueva implantación. No obstante se localizaron a las personas que por última vez habían ejercido no como botargas "mayores", sino como botargas infantiles, gente por supuesto de edad, que rememorando los tiempos pasados, hicieron un buen aporte documental para que esta retornase, siendo en honor suyo, aquellos botargas, en la actualidad personas de avanzada edad, quienes habían de cumplir el encargo de "resucitar", digámoslo así, aquella botarga.

   Uno de aquellos personajes fue Félix Pérez García, quien hizo memoria de como la botarga de los casados la vio  salir por última vez en 1918, continuando la infantil hasta el de 1931, y fue precisamente uno de aquellos entonces niños, Hipólito San Martín, el encargado de dar nueva vida a ésta botarga de los casados, cuando contaba con 76 años de edad.

   A éste acompañaron dos "Mujigangas", otra especie de botarga, integradas también por personas de avanzada edad, recorriendo las principales calles de la localidad ante la expectación y la añoranza de grandes y pequeños.

   Tiene ésta similares características a las ya vistas, con la excepción de ser acompañada por los mujigangas, que la acompañan en su ronda petitoria por las calles de la localidad, y ante la puerta de la iglesia, donde solicita el correspondiente donativo a fin de permitir el paso al interior.

Botarga Infantil de Nuestra Señora de la Paz.
   La botarga infantil salió por última vez en 1931, integrada por Bernardo Camino, Florentino Sánchez, Tomás Bernal, Hipólito San Martín y Feliciano Merino.

   Tenía ésta un sentido de fiesta infantil, a semejanza de la que con las mismas características se sigue manteniendo en Robledillo de Mohernando.

   Vestía la botarga, según Sinforiano García Sanz, un traje de bayeta en colores amarillos, con estrellas, círculos y otras figuras, que le hacían contraste con los diferentes colores de su indumentaria, cubriéndose con un gorro rojo, y llevando cruzados en su pecho, dos bandoleras de campanillas. Saliendo en compañía de tres músicos, uno tocando la guitarra, el segundo los hierros, y un tercero las cañas, llamadas ginebras, todos elegidos por el maestro de la escuela entre los más adelantados de la clase. Otro llevaba el emblema de Nuestra Señora de la Paz, siendo seguidos por todos los chiquillos del colegio, la mayoría de ellos tocando, como acompañamiento musical, unas castañuelas.

   Recorrían el pueblo ejecutando danzas y bailes, con el fin de reunir el suficiente dinero, o los ingredientes respectivos, con los que hacer una buena merienda, generalmente a base de tortillas, para todos los chiquillos en edad escolar, a las puertas de la iglesia, con el acompañamiento de sus maestros, encargados al propio tiempo de su vigilancia.

   Entre las coplillas que éstos interpretaban, haciendo siempre referencia a los patronos del municipio, quedan algunas recogidas en el Cancionero popular de Guadalajara, como:

San Ildefonso a los cielos sube,
capellán de los cielos, santo glorioso.
Santa Pascasia  a los cielos sube,
con la rueca y el huso, buscando el ascua.

MEMBRILLERA
Vaquillas de carnaval.
   Una de las más arraigadas costumbres del carnaval provincial, fue desde siempre, la comparsa de vaquillas, de las que a lo largo de la serranía de Atienza, continuando hacia el Alto Rey y Ocejón, e incluso pasando las rayas provinciales de Madrid y Segovia, quedó buena muestra a lo largo de los siglos, muchas de ellas salían con ocasión de las fiestas de carnaval, otras incluso, lo hacían en las fiestas patronales, ejerciendo, como el caso de Peralejos, funciones propias, como si de una auténtica corrida de toros tradicional se tratase. No solamente en Peralejos existió ésta costumbre, también la hubo en un buen número de poblaciones  de las que queda recuerdo en algunas localidades próximas al pico Ocejón.

   Las vaquillas de Membrillera, tras un largo letargo, reaparecieron finalmente en el costumbrismo local el día 10 de marzo del año 2000.

   Por supuesto, llevaban el rostro convenientemente oculto tras una máscara o un trozo de piel o de tela que como todo su vestuario ocultase su identidad, que desvelaban al finalizar la fiesta, tras haber recorrido el pueblo entre el miedo y la sorpresa de quienes los encontraban a su paso, llegando en ocasiones a trepar por ventanas o balcones, para así atemorizar más si cabe a quienes ocultaban sus miradas tras los visillos, pues eran muchas las mozas que en ésta ocasión elegían quedarse en casa para no ser acosadas por semejantes personajes.

   Rescatándolas del olvido, y con idéntico sentido, volvieron a salir.

MOHERNANDO
Los Bufones de Palacio.
   Hacen su aparición con ocasión de la festividad de San Sebastián vistiendo un traje arlequinado, llevando un gorro o caperuza del que les cuelgan pequeños cascabeles, son dos especie de duendecillos que tras la misa y durante el reparto de la caridad del santo, pan con queso, bacalao y vino, no dejan de danzar, realizando correrías en torno a la hoguera que se enciende en la plaza Mayor.


MONTARRON
Botarga de San Sebastián.
   Tradicional de algunas localidades, es que el personaje de la botarga sea representado año tras año por la misma persona, e incluso que el cargo vaya pasando de padres a hijos de generación en generación, como es el caso de Montarrón, donde la misma persona, Félix Megía, lleva representando a la botarga desde hace poco más de cuarenta años, como antes lo hiciera su padre, perseguido por la chicolearía local al grito de:

Botarga la larga,
la cascarulera.

   Viste un traje de colores chillones  y lleva una especie de joroba o zurrón a la espalda, una caperuza a la cabeza, un rabo erizado y claveteado de alfileres para  que los chiquillos no puedan tirar de él, cubre su cara con careta de cartón, en la mano derecha lleva una gran castañuela donde recoge las limosnas que le dan, y en la izquierda una porra con una cabeza tallada con la que pega o amenaza, a la cintura y al borde de la chaqueta campanillas.

   Su cometido  principal es el de recoger limosnas con las que costear la fiesta del patrón, así como para la cera y caridad, que se reparte la víspera por autoridades, sacerdote y botarga, consistente en anisillos, pan, vino y queso, distribución que se hace por edades, y donde se emplea la botarga en hacer gracias, al tiempo que mantiene el orden.

   El día de la fiesta patronal, San Sebastián, la botarga aparece a primeras horas de la mañana haciendo sus gracias y pidiendo de puerta en puerta entre los vecinos la consabida limosna hasta la hora de la misa, cuando al oír las campanadas se traslada a la iglesia para solicitar entre los asistentes la correspondiente contribución previa a su ingreso en el templo, donde entra con la cara descubierta para con una naranja tocar la nariz de las mujeres que le resultan más familiares o conocidas, en gesto que trata de ser signo de fertilidad.

   Tras la ceremonia religiosa vuelve a las calles, continuando en su actitud petitoria, e intentando que los vecinos no alcancen a tocarla, gesto común en tantas otras, pues de alcanzar su joroba o chepa, aquellos que lo consigan tendrán salud y suerte para el resto del año, lo que trata de impedir en su gesto demoníaco.

PEÑALVER
Botarga de San Blas.
   Como ocurre en otros municipios, también la ancestral representación de la botarga de Peñalver nace en la creencia de que éste personaje fue el gracioso vestido estrafalariamente que sirvió de distracción para que la Virgen pasase inadvertida en su camino hacia el templo en el acto de presentación del niño Dios.

   No obstante el patronazgo de San Blas para la villa de Peñalver está en el origen de su pasado industrial en cuanto al cultivo y elaboración de cáñamo siglos pasados, dándose el caso de que el santo es patrón de los cardadores, de donde hubo de pasar a ser uno de los patronos mayores de la población, dado que un gran número de sus habitantes se ocupaban en aquella industria, adaptando sin duda la botarga, proveniente de otra celebración a ésta festividad.

   Esta botarga es tenida como una especie de diablillo o fantasma dispuesto a poner orden en las celebraciones, e igualmente, empleada municipal, pues recoge a los miembros del Ayuntamiento, así como al sacerdote, a los que abre camino a través de las calles, para acompañarlas hasta la iglesia, repartiendo a la salida del templo la correspondiente caridad, uvas pasas, previamente recogidas y bendecidas durante la celebración, que servirán posteriormente como alivio a los males de garganta.

   Era ésta una botarga ejercida por ofrecimiento devocional a lo largo de los años, dando en cada ocasión el correspondiente disfrazado su toque personal, en la memoria de los nativos de Peñalver queda el recuerdo de legendarias botargas, a través de sus intérpretes, vigorosa la encarnada por Feliciano Sánchez tras la pasada guerra, divertida la representada por Julián Sedano en 1947, terrorífica la de Ezequiel Sanz...

   Y dentro de ese cometido, estaba igualmente el carácter iniciático que para la juventud suponía enfrentarse al enmascarado, ya que éste ejercía el papel diablesco común a una buena serie de éstos personajes, iniciación que servia para que los chiquillos del pueblo al enfrentarse a él perdiesen los miedos que a lo largo de los años de infancia habían ido adquiriendo mientras le cantaban:

Botarga la larga.
que a mi no me alcanzas.

   Recorre las calles desde primeras horas de la mañana, correteando por la localidad, mientras pide los donativos para la fiesta, hasta que se escucha el sonido de las campanas que anuncian el comienzo de la misa, momento en el que irá reuniendo de puerta en puerta a las autoridades.

   Viste prácticamente de blanco, con el único aditamento colorista de unas tiras en color rojo que cuelgan de su vestimenta. Porta cachiporra con la que defenderse, y en la actualidad, tributo  a los tiempos modernos, cobra un pequeño salario que paga la Hermandad del santo.


RETIENDAS
Botarga de la Candelaria.
   Da comienzo la fiesta con el encendido de la hoguera de las Candelas, hoguera que permanecerá encendida a lo largo de tres días con sus noches.

   Aparece la víspera de la Candelaria, vestida a semejanza de las ya conocidas, y portando una gran castañuela y una cachiporra, con la que golpeará a cuantos vecinos o visitantes no le entreguen el correspondiente donativo, para conseguirlo recorre las calles de la población tras pedir el correspondiente permiso a las autoridades locales, siendo éste día y el siguiente, festividad de la patrona, una especie de autoridad con poder y mando en el pueblo.

   Se ha convertido en un personaje singular a través de los tiempos, dando imagen propia al municipio, hasta ser en éstos días un señalado y legendario emblema, que en las primeras horas de la mañana del día de la Candelaria irá de puerta de puerta despertando a las autoridades municipales, y por supuesto, con su ruidoso comportamiento, a todo el pueblo, que recorre a lo largo de la mañana, persiguiendo a los chiquillos y visitantes, y pidiendo el correspondiente óbolo, hasta que a la media mañana se subasten los cohetes que se lanzarán al aire como anuncio del comienzo y desarrollo de la procesión de la Virgen de las Candelas, procesión en la que patrona y botarga comparten protagonismo de una manera semejante,  cada una de ellas con sus respectivos papeles, pues mientras la Virgen es procesionada, la botarga no dejará de bailar lanzándola alabanzas, y mirándola siempre de frente con la consiguiente expectación de los asistentes, ya que camina de espaldas.    

   Mientras, el mayordomo de la Cofradía se encarga de ir reteniendo la procesión, con objeto de alargar el tiempo de su recorrido sujetando las andas o presionando a los portadores, para que éstos caminen con parsimonia y lentitud.

   Como el endiablado personaje que representa, si bien acude y forma parte importante del recorrido procesional, la botarga no entra en el interior de la iglesia, quedando a la puerta del templo en espera de la salida de los asistentes a los que insistentemente acosará en busca de la limosna.

   Uno de los actos más singulares de la celebración tiene lugar en las primeras horas de la tarde, durante la subasta de ofrendas hechas a la Virgen, a las puertas de la iglesia.

   Uno de los principales objetos a subastar serán las llamadas "caracolas", dulces típicos de la localidad, especie de ensaimadas. Entre ellas hay una de mayor tamaño coronada por la figura de un pajarillo de  masa similar al mazapán, como el resto de los dulces, pajarillo que tras un descuido intencionado robará el botarga para salir corriendo  hacia el cerro próximo, en éste, clavando su cachiporra en la tierra y poniendo sobre ésta el objeto de su robo, espera desafiante a la población, especialmente a la chiquillería, que corre tras ella con el único ánimo de recuperar el objeto robado, sin acercarse al endemoniado botarga, derribándolo a pedradas de la cachiporra. Quien lo consigue, vencedor de ésta especie de prueba, volverá victorioso al pueblo, mientras que la botarga, sintiéndose indefensa, y por llegar antes que ellos, se arroja por el terraplén rodando para a proteger los donativos reunidos durante el día, en la creencia de que las botargas de las poblaciones vecinas vendrán a arrebatárselas.

   La botarga aparece dando gritos en medio de la fiesta desde los cerros cercanos a la población, es designada por el Ayuntamiento, durante la víspera, y en la hoguera, se revuelca entre las cenizas intentando posteriormente rozarse con el público con el fin de mancharles, arrojándoles ceniza en caso de negativa a su petición de limosna.

ROBLEDILLO DE MOHERNANDO 
Botarga de San Sebastián.
   Hace su aparición la víspera del santo, 19 de enero, y es inmediatamente seguida por los chiquillos que la acosan al grito de:

         Botarga, botarga.

   Recorre las calles solicitando limosnas para el santo, mientras los niños tratan de arrebatarle su cachiporra.

   A la mañana siguiente, festividad del santo, vuelve a recorrer las calles en aptitud petitoria, interponiéndose ante las puertas de la iglesia, para franquear el paso tras recibir la correspondiente propina.

Vaquillones de carnaval.
   Recorren las calles el domingo de carnaval a la caída de la noche. Visten el atuendo clásico común al personaje representado, cubriendo su cuerpo con largos sayones de serillos. Sobre los hombros llevan las amugas, en cuya parte delantera sujetan los cuernos de vaca y en la trasera los cencerros.

VALDEPEÑAS DE LA SIERRA
Botarga de San Sebastián.
  
   Hacia su primera aparición coincidiendo con las vísperas, en la tarde noche del día 19, para continuar el 20, día del santo, fiesta local en el municipio.

   Marchaba a cara descubierta y durante todo el tiempo que actuaba no dejaba de tocar un tambor que llevaba en la mano en demanda de limosnas durante los dos o tres días que duraba la fiesta.

VILLARES DE JADRAQUE.
Vaquillones de Carnaval.
   Tras un Buen número de años de interrupción, la reaparición definitiva de los vaquillones de Villares de Jadraque, tuvo lugar  en 1988.

   Hacen su aparición en la tarde del domingo de carnaval, formando un grupo compacto, delatado por el trepidante sonido de sus enormes cencerros que alertan a la población, que los rehúye, pues simbolizando el animal que representan, éstos tratan de cornearlos.

   Cubren sus rostros con caretas de esparto o aspilleras, y la cabeza con un sombrero de paja, el cuerpo lo cubren con cobertores rojos, semejantes a los utilizados antaño para las caballerías.

   Sobre los hombros llevan las amugas, en cuya parte delantera sujetan los cuernos, y los cencerros en la trasera.

   Desde hace tres o cuatro años se acompañan del "zorramango", un personaje enmascarado vestido con pieles viejas de animales, especialmente de zorro, de donde proviene su nombre, y al que los vaquillones embisten y persiguen, y del "hombre de paja", un muñeco hecho de serillos, relleno de paja, que se emplean en acometer, y al que en tiempos pasados los ancianos del lugar, convirtiéndolo en leyenda, atribuían legendarios poderes.