NUESTROS PUEBLOS, EL ATANCE
por
Tomás Gismera Velasco
Estaba situado en una pequeña cuesta, a la
falda de un monte, donde sufría la inclemencia del viento N. que hacía su clima
frío pero sano, aunque alguna vez se desarrollaban fuertes dolores de estómago,
debido a las aguas, que eran saladas y muy gruesas.
Tenía, en 1886, 56 vecinos, dos fuentes y
una buena Iglesia parroquial con órgano, rural de primera clase, dedicada a
Ntra. Sra. de la Asunción.
A corta distancia del pueblo, hay una ermita
de La Soledad, y el cementerio público. Confinaba el término con los de
Santamera, Huérmeces, Carabias y Baides. Comprendía unas 1.400 fanegas de
tierra, de las cuales eran 300 de primera calidad; 600 de segunda y 500 de
tercera.
Se cultivaban 1.000 que alternaban por mitad
cada año, destinadas a cereales, garbanzos, melones, etc., quedando las
restantes destinadas a pastos.
El terreno, era bastante fértil, desigual y
de secano, a pesar de que le cruzaban dos riachuelos, y había también algunos
manantiales, son sus aguas tan saladas, que para nada servían.
Tenía casa rectoral y correspondía al
partido y audiencia de Sigüenza, que también era su arciprestazgo, distando de
ella dos leguas.
(Nomenclátor de la diócesis, 1886).
El pueblo desapareció en la década de 1980,
bajo las aguas del embalse que lleva su nombre, quedando abandonado, y siendo
su iglesia desmontada, piedra a piedra, para ser trasladada y reconstruida
nuevamente en uno de los modernos barrios de Guadalajara capital.