BOTARGA LA LARGA, CARNAVAL EN
GUADALAJARA
Por
Tomás Gismera Velasco
Tradicionalmente el carnaval es el período
de tiempo que precede a la cuaresma; durante éste se celebran fiestas
populares, máscaras, comparsas, bailes, comidas y toda una serie de ritos, a
veces exagerados, que anteceden al abandono de la carne, al recogimiento para
la celebración de la Pascua, el silencio y el luto ante la conmemoración de la
muerte del Redentor.
El tiempo de carnaval es propicio a la
realización de una serie de actos que con frecuencia tienen un ritmo violento
desde el punto de vista social, tiempo en el que se invierte el orden de las
cosas conformando una época de alegría, al tiempo que de confusión, que queda resumido
en las siguientes estrofas de Gaspar Lucas de Iranzo:
Martes
era, que no lunes,
martes
de carnestolendas,
víspera
de la ceniza,
primer
día de cuaresma...
Las prácticas carnavalescas conllevan una
serie de acciones que a través de distintos personajes afines a éstos días, se
han mantenido, como arrojar pelusa, ceniza, paja o harina, quemar trastos
viejos, correr gallos, mantear animales, principalmente gatos y perros, producir ruidos e incluso centrar las iras en
un ensañamiento con determinadas personas, generalmente dispuestas para asumir
el papel de víctimas, y cargar sobre su cuerpo las culpas de una sociedad que
se ve de esa manera liberada.
Se ha demostrado la identidad del carnaval
con otras festividades invernales, San Nicolás, Santos Inocentes, Reyes, San
Antón, Candelaria, San Blas o Santa Agueda. En todas ellas se repiten actos
similares, libertades y bromas, peticiones de aguinaldos, corrida o muerte de
animales..., y ante todo las máscaras. Representaciones y burlas que llevan en muchos
casos la tentación, el intento de romper las normas y por supuesto saltar la
barrera de lo prohibido entregándose al exceso.
Es el caso de los Chocolateros de Cogolludo,
que recorren la población en la noche del miércoles de ceniza.
Esta peculiar representación daba comienzo
con "la burla del pregón", para ello se revestían varios animales,
borricos, mulas y caballos, con colchas y mantas, tratando de ser un remedo de
los tratantes, feriantes y charlatanes de las ferias, de ese modo eran conducidos
a la plaza, donde dos hombres, uno disfrazado de judío y el otro de cura,
usando por vestimenta los cobertores de los animales y por estolas sus cinchas,
con sombrero de paja y una larga vara, como signo del báculo del obispo,
congregado el pueblo en torno suyo, procedía a darles "el sermón del padre
Fabián".
En Semillas se paralizaban las labores
agrícolas y los hombres que se dedicaban al pastoreo se disfrazaban con pieles
de animales, acudiendo al pueblo para producir el susto y la sorpresa entre sus
habitantes, y así podríamos seguir con un incontable número de ejemplos.
Por lo que se refiere al carnaval
propiamente dicho, son muchos los estudios que le dan unas fechas fijas,
determinadas en unos pocos días o llegando incluso a semanas, las anteriores a
la Cuaresma, situando su inicio en el jueves llamado "gordo",
"lardero" o de "comparsas", según las zonas, no obstante
esto al menos en algunos puntos de Guadalajara, bien puede decirse que tiene su
comienzo en los días posteriores a Navidad, fechas en las que hacen aparición
las primeras máscaras, para terminar generalmente en las vísperas previas al
Domingo de Ramos, día en el que siguen manteniéndose costumbres acordes a éstas
jornadas.
Otras localidades, especialmente de las
serranías del Ocejón y Alto Rey, vieron éstos mismos personajes los días de
Navidad, con anterioridad y después de la Misa del Gallo, integrando comparsas
de mozos, en algunas poblaciones ha desaparecido totalmente, y en otras se ha
ido ajustando a festividades diferentes, San Sebastián, San Blas, la
Candelaria...e incluso fiestas veraniegas o patronales, principalmente para
contar así con un mayor número de participantes o de espectadores.
Gran importancia dentro de los actos
relativos al carnaval tuvo el gallo, que en el bestiario cristiano es símbolo
de la lujuria, asimilado habitualmente a la sexualidad y tradicionalmente unido
al paso de las edades, por lo que se encuentra en muchos festejos,
esencialmente en las fiestas de mozos y de quintos.
El rito del gallo es por lo general
sangriento, y salvo raras excepciones unido al carnaval, principalmente en dos
días, jueves lardero y domingo de carnaval, también llamado "domingo de
gallo" en algunas localidades, como Hita.
En muchas poblaciones las carreras de
gallos, por lo sangriento del espectáculo han sido sustituidas por carreras de
cintas, en otros han desaparecido totalmente, y los que siguen manteniendo la
costumbre, con ligeros matices sobre su forma original, se han recuperado
recientemente, tras muchos años de silencio.
El origen del rito del gallo pertenece al
misterio de los tiempos, en Salas de los Infantes, en la provincia de Burgos,
lo sitúan en la época celta. En San Bartolomé de Pinares, Avila, en la
medieval. En Guarrate, Zamora, en la romana, y en Morcillo, Cáceres, en los primeros años de la era cristiana. En
Alhóndiga, en nuestra provincia, lo enlazan con la decapitación de San Juan
Bautista. De donde se deduce que en cada lugar tiene su propia interpretación,
más de lo que no cabe la menor duda es que en todos los casos fue asimilado a
la suerte, a la superstición y a los cambios.
Quien mataba al gallo quedaba en posesión
de la cabeza, sirviendo el resto para una vez cocinado emplearlo en la
merienda, así ocurrió en Atienza hasta
los años veinte, o en Trillo, Sacedón, Cifuentes, Chiloeches, y tantos otros,
en los que con éste se mezclaban gatos o
perros, que metidos en cántaros, escapaban de ellos cuando eran rotos, también
a garrotazos y con los ojos vendados, y a los que para evitar carreras y zarpazos, y prolongar la fiesta,
se les habían previamente metido las patas o las garras en cáscaras de nuez
pegadas con pez. La voz popular, a veces alterada, terminó con alguno de éstos
ritos. Actualmente este día en los
lugares en los que se sigue celebrando es festivo para los niños, que por la
tarde no asisten al colegio y marchan al campo a merendar tortillas y
empanadas, panecillos o tortas rellenas de chorizo, el lardero, junto al
maestro del pueblo, encargado en la mayoría de los casos de llevar a buen
término la celebración.
En Hita no hace muchos años que se rescató
del olvido el llamado "Domingo de Gallo", si bien con ligeras
variantes en cuanto a su original forma de celebración, de la que participaban
los mozos, que en muchas ocasiones, y como premio a su valentía o destreza,
eran paseados a hombros por las calles del pueblo, o llevados de aquella manera
a recorrer las tabernas donde continuaba la fiesta.
En la actualidad son los chiquillos en edad
infantil quienes en el palenque corren en semejante día tras el gallo o los
gallos a los que se da libertad, siendo posteriormente paseado por las calles
del pueblo, mostrando al vecindario que el ave en cuestión no ha sufrido daños,
siempre a cambio de una "propina", con la que posteriormente se
costeará la merienda.
En Espinosa de Henares la fiesta era de las
mujeres coincidiendo con el domingo de carnaval, también aquí denominado
Domingo de Gallo.
La festividad tenía en sí dos sentidos, por
uno la celebración del carnaval propiamente dicho, y por el otro averiguar a
través del rito las querencias entre mozos y mozas, a
cambio de recibir el hombre la peor parte.
Reunidas un grupo de solteras, llevando una
de ellas un gallo convenientemente engalanado a base de lazos de colores en
cuello, alas y patas, e incluso repintadas sus plumas, y atado con un cordel,
mientras una de ellas lo pasea las demás se encargarán de defenderlo a
garrotazos del intento de arrebatárselo de los mozos, a los que no se les
permite acercarse, salvo a aquél que pretenda a una de las mozas de la
cuadrilla, que recibirá por su atrevimiento la correspondiente
"paliza". El gallo es así paseado y defendido a lo largo de la tarde,
siendo posteriormente ocultado, pues ha de servir de merienda para las
participantes en el "martes de carnaval", siempre y cuando el
escondite no sea descubierto por algún mozo que "robe" el gallo.
Y junto al gallo, y por las mismas fechas,
otro animal, la cabra, o "el cabro", como es denominado el macho
cabrío en Membrillera, tuvo no menor importancia a la hora de hacer de éstos
unos días de alegre diversión.
La celebración se perdió a raíz de la
emigración, concretamente en 1955, si bien ha sido recientemente recuperada,
con ligeras variantes en cuanto a forma y fecha, antes de su desaparición tenía lugar la representación en los
días previos a la Navidad, en la
actualidad se celebra por el mes de octubre, y mientras en aquella fecha el
"cabro" era sacrificado, ahora es devuelto intacto a su propietario,
ya que a falta de animales de éste tipo en la población, suele ser alquilado en
algún pueblo comarcano.
De cualquier manera la fiesta consistía en
revestir lujosamente a un macho cabrio, que era paseado por las calles del
pueblo convenientemente engalanado con mantas de borlones rojos, campanillas y
un espejo entre los cuernos. Tras la ronda, que solía durar varias horas, el
animal era sacrificado. La noche del 24 de diciembre se comía la asadura y el
resto se dejaba para guisarlo con patatas los días 25 de diciembre y 1 y 6 de
enero.
Antes la cena congregaba a toda la juventud,
que era dirigida por un "alcalde de los mozos", que ordenaba el orden
correspondiente, imponiendo multas entre risas y veras, costumbre que sigue
manteniéndose, aún meramente representativa, que consiste en que al concluir la ronda, y llegada la
hora de la cena, en la plaza de la localidad se dibujan dos círculos, el uno
pequeño en torno al cual se sitúa el caldero de las patatas y el de la carne,
preparada en caldereta, no la del cabro, como ya antes indiqué. En el círculo
más amplio se colocan los comensales, que han de ir prevenidos de su
correspondiente pan, cuchara o tenedor y por supuesto vino. Ambos círculos son
divididos en cuatro cuadrantes y en cada uno de ellos se sitúa un llamado
"alguacil", que es a su vez el responsable de la cobranza de las
multas que se puedan imponer a los comensales si éstos no cumplen las normas
dictadas por el "alcalde", que es en sí un eje central dentro de la
fiesta, pues es quien ordena comer o dejarlo de hacer, quien manda hablar a uno
o callar a los otros, quienes han de pedirle el correspondiente permiso. Es
igualmente quien comienza y concluye la cena, y quien dice lo que se ha de
comer, "blanca", patata, o "negra", carne. Las multas que
se imponen, en pequeñas cantidades, se emplean en pagar posteriormente la cena.
Costumbre similar había en Semillas, donde
eran las mujeres las encargadas de buscar la "machorra" más hermosa
entre los rebaños, una cabra inútil para ser madre, que era sacrificada y
guisada para servir de cena comunal mientras a su alrededor evolucionaba
"la vaquilla", un personaje disfrazado de éste animal, al igual que
en otras poblaciones, esencialmente serranas.
En Ruguilla, de similar característica,
tenía lugar la fiesta aquí denominada "de los aguinaldos de Santa
Agueda", teniendo igualmente como eje central un macho cabrio, en una
festividad propiamente de los mozos, dirigidos igualmente por un
"alcalde" y varios "concejales", una de las escasas fiestas dedicadas a Santa
Agueda, de las que participaban prácticamente
los mozos y jóvenes del pueblo, encargados a su vez de invitar a las
mujeres, éstas a su vez invitaban a los mozos a la comida del gallo el martes
de carnaval.
El carácter de agravio e injuria del
carnaval queda reflejado en la provincia en dos ejemplos, "La Carta
Candelas" y "El Ahorcado", de ellos es éste último el más
llamativo e incluso cruel, seguido en otros puntos de la península y en la
actualidad prácticamente desaparecido.
Este ensañamiento, por extraño que resulte,
también se ejecutaba en ciudades populosas. En Oviedo, por ejemplo, se
elegía entre los pobres e indigentes el
personaje en cuestión, que cubierto de andrajos era paseado por las calles,
cayendo sobre él toda clase de desperdicios, para terminar la función
arrojándolo a una alberca, un pozo o un charco de agua sucia.
Sin embargo éstos rituales, que hoy podemos
considerar exagerados y sin sentido, por supuesto, eran comunes en los pueblos
primitivos englobados dentro de las
denominadas purificaciones.
Estas eran de dos clases, generales y
particulares o extraordinarias y ordinarias.
Las generales ordinarias se practicaban cuando en una
asamblea antes del sacrificio, un sacerdote después de haber mojado una rama de
laurel o un tronco de verbena, planta sagrada para los celtas, en el agua
lustral, hacia la aspersión al pueblo.
Las purificaciones generales extraordinarias
se verificaban en las épocas de peste, hambre o calamidad pública. Entonces
éstas purificaciones eran crueles, especialmente en el pueblo griego. Para
llevarlas a cabo elegían a aquél de los habitantes de la ciudad que tenía peor
aspecto y destacaba por su fealdad o deformaciones y lo conducían con pompa
triste y fúnebre al lugar del sacrificio, donde era inmolado y quemado,
arrojando sus cenizas al mar.
En Mandayona el sujeto elegido, y dado su
conformidad para ello, era mantenido a expensas del pueblo durante la semana
previa a la celebración de la festividad de la Virgen de la Paz, 24 de enero,
día en el que era paseado por las calles de la población sobre unas parihuelas,
recibiendo los insultos e improperios de la comparsa acompañante, que iba a
grandes voces dando cuenta de la sentencia de ejecución:
"Pobladores
de la villa,
venid
a oír la sentencia
que
ha dictado la justicia.
Por
mangante y por tramposo,
por
mujeriego y bribón,
del
holgazán se ordena su ejecución".
De aquella manera llegaban hasta la plaza,
donde con gran pompa era manteado y posteriormente se procedía a su "ejecución",
simulando su ahorcamiento del árbol central, mientras la comparsa acompañante
solicitaba de los presentes un donativo para mantener a la viuda y a los hijos
del "ejecutado". La costumbre fue suprimida tras la guerra de 1936,
si bien permanece en el recuerdo de un buen número de sus pobladores, y en las
coplillas que de aquella tradición se dedicaron:
El
viejo olmo se secó,
no
habrá ya más ahorcados,
que
son ya los tiempos pasados,
y
todo en historia se quedó.