El santoral unido a la vida diaria de
nuestros pueblos, o al revés, que viene a ser lo mismo, ya que desde que
tenemos memoria de nuestros antepasados estos unieron sus vidas, y sus
trabajos, al santoral, o a las señales que el tiempo a través de la Naturaleza
les fue enviando, coincidiendo con el santoral que, utilizado a modo de
calendario marcó las etapas de vida y trabajo.
El Arcángel San Miguel es uno de esos
personajes a tener en cuenta en el santoral rural. Ya que fue el comienzo, y el
final, de muchas de esas etapas que se fueron ajustando al medio rural. Ante
todo, y al coincidir con la del final del verano y el comienzo del otoño, la de
ajustar cuentas, de ahí que en muchos lugares sea señalado como “el santo
pagador”. Coincidiendo con la festividad era habitual el ajuste, y pago, de cuentas
pendientes, una vez llevada a cabo la recolección, con el médico, el
veterinario, el panadero, el herrero…, todos aquellos que en otro lenguaje,
rural también, cobraban “a cosecha vencida”.
No tenemos más que darnos una vuelta a
través de los contratos médicos que los distintos municipios llevaban a cabo en
tiempo pasado con los médicos municipales para comprobar que el pago, a la
inmensa mayoría de ellos, se les hacía en dos partes, una al comienzo de su
contrato y otra “en San Miguel de Septiembre”. Una parte en dinero y la otra en
grano, a cobrar en las eras al tiempo final de la recolección. Así estaba hecho
el ajuste en el molinés pueblo de Traid, Prados Redondos, Solanillos, Checa y,
por supuesto, en todos los pueblos de la Serranía de Atienza, donde los
contratos se ajustaban en esta fecha, 29 de septiembre.
La festividad fue, igualmente, la elegida
para la reposición de cargos en toda la legislación medieval, municipal,
reuniones de concejo, a campana repicada para la elección de alcaldes,
alguaciles y oficiales, e incluso para ajustar el toque de las campanas a tente
nublo, o simplemente a nublo, para la temporada siguiente; para hacer recuento
del ganado lanar a la hora de determinar el pago de impuestos y, por supuesto,
para que el ganado trashumante abandonase la montaña en busca del valle.
También la administración, hasta finales del
siglo XIX, aconsejaba ajustar los cargos de los diferentes cuerpos con
antelación al verano, a pesar de que los contratos no comenzasen a regir hasta
el “San Miguel de Septiembre”, fecha en la que igualmente comenzaba el nuevo
curso de los maestros; pasado este día sin renuncia de parte, los contratos se
entendían prorrogados por un año más.
San Miguel, una festividad importante para
el medio rural, y para todos aquellos que tenían que cobrar.
Tomás Gismera Velasco
Tomás Gismera Velasco