jueves, marzo 26, 2015

RUTAS DE NUESTRO ENTORNO, LA RUTA DE LA LANA CIFUENTES,



RUTAS DE NUESTRO ENTORNO, LA RUTA DE LA LANA
CIFUENTES,
por Tomás Gismera Velasco

   Desde la lejanía se aprecia que Cifuentes es villa importante, con un caserío que se extiende y crece entre las arboledas que riegan las aguas de sus famosas cien fuentes, más o menos, que le dieron nombre. Un pueblo limpio, hermoso y bien urbanizado.

   Hoy Cifuentes lucha como tantos pueblos de Guadalajara por mantenerse, aunque sea a la sombra del castillo de los Silva, cuyos muros protectores emergen del libro de la historia, olvidado su palacio, que el primer rey Borbón de la historia peninsular, Felipe V, ordenó derribar y sembrar su solar de sal, por castigar al conde cuando en la Guerra de Sucesión apoyó a su enemigo, el de Austria.

   Las calles de Cifuentes tienen ese aire que mezcla lo rural con lo moderno; los caserones de piedra y argamasa con el ladrillo y el cemento, pero como sucede con tantos otros pueblos, la combinación entona, respetando lo que se ha de respetar. Una placa en el antepecho del muro de la iglesia recuerda que en Cifuentes nació; a su lado otro dice que allí fue proclamado Hijo Adoptivo de la Villa el Cronista Provincial por excelencia, don Francisco Layna Serrano.

   Junto al convento de San Blas, la grandiosa nave de la desaparecida iglesia acicala su interior para convertirse en sala de exposiciones, como lo es ya una parte del edificio, donde se muestran las obras que año a año, han dado a Cifuentes fama nacional en sus concursos de pintura. Hay en el conjunto y la palabra una evocación, como si todas las miradas tuviesen una obligada perspectiva del pasado cuando nos visita el recuerdo; pero la evocación de la historia se prolonga a través de la magnífica portada románica de la iglesia del Salvador, donde los personajes parecen jugar a un equilibrio que les hace presentes desde su remoto ayer, mostrando a través de sus a veces grotescas estampas, la vida de toda una época, con sus diversiones, trabajos y poderes mundanos.

    Desde el patio de la iglesia se tiene una de las mejores vistas de la villa; ésta al pie; el castillo al frente; a un lado los umbrosos parajes de la Cueva del Beato y alrededor la Alcarria

   A un paso se escuchan salir al mundo, al arrullo del naciente río, las aguas de alguna de las cien fuentes que formarán el suntuoso caudal que riegue huertos y al que le crezcan estiradas arboledas camino del padre Tajo, el río Cifuentes, que nace claro, austero y cantarín, remansándose en la Balsa, donde es obligado beber para volver, como en tantos otros lugares donde el agua es vida. Acompaña el recuerdo, en la salida de la villa, la figura enigmática del ermitaño de la cueva, Bibiano, que fue a morir a manos de quien menos lo esperaba, los santeros de la ermita de Loreto. Cuentan las crónicas que descubierto el crimen y sus culpables, mientras escuchaba la sentencia la mujer del santero, cómplice del homicidio, al conocer su pena en años de cárcel y que no habría remisión por indulto, gritó a los cuatro vientos:

   - ¡En este país no existe la justicia!