LOS ARRIEROS DE ARMALLONES
Llevaron los productos de la localidad al Norte y Sur de España
Con anterioridad a que las carreteras vertebrasen la piel de nuestra provincia, la autopista universal que la recorrió de un extremo a otro fue la de las aguas del Tajo por las que, al menos desde los años finales del siglo XV, comenzaron a navegar los troncos talados en las espesas serranías de Molina, llegando a flote hasta Aranjuez o Toledo. Las maderadas que surcaron el lomo de las aguas del Tajo hicieron popular a algunos de nuestros hombres y a tanto llegó la industria, que ocasiones hubo en las que los grandes pensadores del reino trataron de buscar la manera de hacer navegable la totalidad del río desde su nacimiento hasta Lisboa.
Por estas tierras escabrosas patearon lo suyo don Francisco Javier de Cabanes, como lo hicieron los comisionados de don Carlos de Simón Pontero, don José Briz y don Pedro Simón cuando lo recorrieron palmo a palmo para emitir el informe que debía hacerse llegar a la real majestad a fin de que, como sucediese con el Canal de Castilla, vertebrador hacía el Cantábrico, el Tajo lo hiciese hacia Portugal, dejando antes sus estaciones en Aranjuez, Toledo y lugares intermedios. El veintiocho de julio de mil setecientos cincuenta y cinco pasaron por Armallones y, a juzgar por sus escritos, como las cabras ascendieron los riscos y descendieron a los llanos: “El veintiocho salimos de Baltablado, pasando con un trabajo increíble el término de Armallones hasta la Peña Abujereada, que es donde está la Tomellera de Ocentejo y Armallones, subiendo por peñas y riscos que ni aun los guías se atrevían a seguirnos, siempre a pie o a nado, porque no hay camino para caballerías”.
De alguna cosa curiosa nos dan cuenta Briz y Simón como que, por aquel tiempo, los comisionados madrileños del carbón habían arrasado los montes de Valtablado, para aplicarlos a su industria; hermosos montes de sabina y roble; algo que no pudieron hacer con los de Armallones, porque al ser de pino no servían al fin de su comercio; en cambio sí que permitían que los vecinos de la villa se empleasen en utilizarlos para su propia industria, la de la trementina y el aguarrás.
Contaba Armallones por entonces con una población de ciento cuarenta vecinos, unos quinientos habitantes. Nada que ver con la actualidad; por entonces la villa, que hubo de hipotecarse de lo lindo, en mil ducados, para eximirse de la justicia de Cuenca, gozaba, a más de la industria de la resina y la trementina, de otra que fue popular en su comarca, la del vidrio. Tratando de rivalizar con las fábricas de Arbeteta y El Recuenco. Armallones, y don Manuel Antonio López, el último industrial del vidrio en la localidad, perdieron la partida en beneficio de Arbeteta.
El hundido de Armallones
Para cuando Briz y Simón pasaron por aquí, hacía algo más de doscientos años que se había producido el famoso “hundido de la Tomellera de Armallones”, situado por debajo del lugar en el que se ubicaron las famosas salinas de Ocentejo, que fueron propiedad de don Cándido Arralde, a quien le proporcionaron un mediano capital.
El hundido, como tradicionalmente ha pasado a la historia el corrimiento de tierras que tuvo lugar al mediar el siglo XVI, quedó reflejado en la Relación que los hombres de Ocentejo enviaron a Felipe II en 1578 o 79. Relación que no deja de tener su amena curiosidad: “Acaesció el río Tajo en el término de esta Villa que con ser el dicho río muy caudaloso y yendo a gran crecida se hundió una gran parte de un cerro do dicen la Tomellera de hacía término de Armallones, y atajó el dicho río, y volvió la repuya a zaga una legua, y abajo acaso estaban esperando abajase la furia de la crescida quince o veinte carretas de bueyes que iban con lana y querían pasar por un vado que acostumbraban y por la gran crescida no se atrevían y estando ansí vieron estándose el agua en que vino a quedar en seco el vado y a gran priesa los carreteros uncieron y pasaron sus carretas. E yo el presente escribano vecino que fue desta villa que se halló presente en el dicho río cuando esto pasó, y que veyía la pesca ir en capa de agua saltando y que tomó el alguna y por temor de que había de venir gran crescida horadado lo que se había hundido, se subían en los cerros altos las gentes porque temían había de subir mucho el agua en alto”. El Escribano de marras no fija la fecha en que acaeció, pero cercana en el tiempo había de estar.
El cronista que fue de la provincia, don Francisco Layna, viajó a esta parte de nuestras tierras en 1944, guiado por un espolique que con unas mulas le mandó el alcalde de Ocentejo, don Ruperto Sánchez, a recogerlo a Esplegares, hasta donde el Sr. Layna llegó por sus medios. Y nuestro cronista se hizo lenguas de la belleza del entorno, de las poblaciones y de una parte de la provincia a la que, como el otro dijera, a la gente no le daba la gana ir, pero que bien debiera hacerlo, para descubrir la hermosura de una provincia que, se mire por donde se mire, nos sobrepasa.
Y, entre otro mucho, escribe Layna: “Las distintas tonalidades del verde en árboles, arbustos y plantas que contrasta con el blanco amarillento rojizo de los peñascales y se enlaza al de pinos y matorrales asomados al precipicio, constituyen una subyugadora sinfonía cromática, más encantadora al servirle de marco el paisaje circundante, bravío, hosco y atormentado; al atractivo de la vegetación lujuriosa que trepa por las cuestas, recubre las piedras, brota en grietas de acantilados o se baña en las aguas del Tajo, se une el de múltiples arroyuelos murmuradores ocultos por matojos, el de manantiales que nacen al pie de los cantiles, y el de otros que formando pequeñas cascadas en épocas lluviosas o húmedos manchones en tiempo seco, surgen a diversa altura en las fallas de los estratos rocosos. Con justeza califiqué este paraje de insospechada maravilla, pues insospechado es encontrar en plena serranía de inviernos crudos y prolongados un edén que recuerda en dosis homeopática la jungla india o la selva del Amazonas…”.
Y los arrieros de Armallones
Pueblo el de Armallones que se dedicó, como decíamos, a la industria de la resina, la trementina y el aguarrás, a más de la miel, puesto que llegó a tener establecidas en el término en torno a las dos mil colmenas, como una de las poblaciones punteras de la provincia. Miel que los de Armallones transportaron a lomos de sus mulas a Madrid, donde fue apreciada por encima de la de otros lugares.
Del mismo modo que los productos de estos montes abastecieron el comercio y la industria madrileña en los siglos XVIII y XIX de trementina, resina o aguarrás, que en grandes cantidades salió de aquí, tras elaborarse o transformarse en sus cerca de medio centenar de hornos. Como medio centenar, en números redondos, eran los que la llevaban, con buenos ingresos en sus portes, a la corte y más allá, hasta los puertos norteños de Bilbao, desde donde regresaban, quienes hasta allá acudían, con buenas cargas de pescado, mayoritariamente en seco y ahumado y, ocasionalmente, en fresco, traído en tinajas vivito y coleando, principalmente besugos, como nos dan cuenta los viejos escritos. Hombres, mujeres y niños, trabajaron la resina, que fue riqueza en el entorno.
Y es que, miremos por donde miremos, nuestra provincia lo continúa siendo, rica en historia, tradiciones y, sin duda, memoria del ayer, a la que siempre agrada volver.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara,7 de noviembre de 2025
ARMALLONES (Guadalajara)
En torno a ARMALLONES (Guadalajara), y el hundido de la Tomellera
ARMALLONES es, al día de hoy, una población la comarca del Señorío de Molina, en la provincia de Guadalajara, con un proceso demográfico decreciente.
El autor, a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, en su recorrido por los pueblos de Guadalajara, nos adentra en el ayer de Armallones y su entorno; tomando los textos publicados por aquellos, junto a otros que nos hablan de él, para darnos cuenta de la importancia que estas tierras alcanzaron a través de los siglos; acompañando la obra con los textos de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.
Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.
Como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como de las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias.
Sin duda, las páginas siguientes, como otras anteriormente publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una detenida mirada.
ARMALLONES, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
EL LIBRO:
- ASIN : B0DMS9S4L2
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 149 páginas
- ISBN-13 : 979-8346244165
- Peso del producto : 249 g
- Dimensiones : 13.97 x 0.97 x 21.59 cm


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