SACEDÓN: ROMÁN SANZ Y LA CARA DE DIOS
En Sacedón se unieron, de la mano de Román Sanz, la pintura y la devoción
Tiene Sacedón en la distancia una orla de aire capitalino incrustado en el corazón de la Alcarria; con el fondo plateado de las aguas que anegaron sus valles y buscaron que esta parte de Guadalajara fuese un lejano día “el Mar de Castilla”. Nadie podía imaginar que otro lejano día dejase de llover como solía, o que las aguas de aquí se fuesen allá, cambiando el curso de la historia, o de los ríos, arroyos y fuentes que fueron parte de la naturaleza de esta Alcarria que cada primavera se viste de verde y que desde la puerta, o la boca del Infierno, nos recuerda aquella triste historia de mala ventura que tuvo por aquí don Apóstol de Castilla, cuya desgracia se contó en coplas y una cruz recordó su desdicha sobre una lastra del camino.
La Cara de Dios
También destaca en Sacedón la mole de la ermita, capilla o santuario de la Cara de Dios, o del Santo Rostro, que por algún tiempo se convirtió en iglesia parroquial, cuando en aquellos tiempos de gracias y desgracias que acompañaron la década de 1840, la iglesia de Sacedón fue pasto del fuego en los últimos alientos de la primera guerra carlista y, tan mal parada quedó, que se debieron de emplear varios años en volver a darle el aire que solía; no del todo, pues la desgracia acompañó su sino hasta el punto de que en los primeros años del siglo XX la torre se vino abajo.
En aquel empeño de volver a darle el aire que solía, tras la desgracia de la tarde del 21 de enero de 1840, tuvo arte y parte el presbítero de la villa, don Francisco Corona, quien ejerció de albañil, tejero, pintor, carpintero, y mil oficios más, a fin de rescatar de la ruina la enseña de Sacedón. Hasta la tarde de la víspera de su reinauguración, el 8 de julio de 1852, estuvo don Francisco trabajando para que el Sr. Obispo de Cuenca, don Fermín Sánchez Artesero, la hallase como debía.
Aquel día, de gloria para Sacedón, quedó reflejado en la crónica que el Sr. Corona dejaría para la historia, dando cuenta de la desdicha del invierno de 1840, y la gracia de la mañana de julio de 1852 en que Sacedón vivió una de las mayores fiestas que sus gentes pudieron recordar.
Las autoridades locales encabezaron la procesión que devolvió al Santísimo, desde el santuario del Santo Rostro a su histórica morada, e intervinieron igualmente en que la reliquia acompañase a los sacedonenses en el altar. Lo venía haciendo desde aquella fecha mítica del 29 de agosto de 1689 cuando, tras un golpe en la pared, apareció al otro lado, en el hospitalillo de la Virgen de Gracia, la imagen del Salvador, “que según una piadosa tradición, es una de las que se reprodujeron en el lienzo con el que le enjugó el rostro la Verónica cuando iba camino del Calvario”, que escribiese don Gabriel María Vergara.
El tiempo convirtió la festividad del Santo Rostro en una de las más señaladas de la Alcarria y, por supuesto, la primera de Sacedón. Tal vez compartida con la romería de la Virgen del Socorro, de las más señaladas por esta parte de la alcarreña tierra, reuniendo en a la mayoría de los pueblos de la tierra. Aquí, en la ermita de la Virgen del Socorro dejó don Román Sanz una parte de lo mejor de su ser a través de las pinturas que ornaron el camarín de la Virgen; también dejó que sus pinceles corriesen por las de la capilla que en Salmerón levantase el Sr. Alviñá; y aún se pueden contemplar, desvaídas por el paso del tiempo, las que plasmó en la capilla de la Misericordia de la iglesia madrileña de San Sebastián, iglesia que guarda el recuerdo de numerosos hijos de la provincia que por ella pasaron, a desposarse unos y a eternizarse otros, que bajo sus losas recibieron sepultura.
Román Sanz, el pintor de Sacedón
Sin duda, la casa taller de don Román, en la calle del Prado número 10, fue de las más visitadas en el último tercio del siglo XIX por aquellos que deseaban que un pintor de renombre los plasmase en folio o tela. Román Sanz destacó en la pintura de retratos, y como acuarelista, desde que obtuviese el reconocimiento público por su copia de la pintura mural que en el Museo de Berlín ejecutó el pincel de Guillermo Kaulback. Esta, y otras obras, le hicieron acreedor a una medalla de bronce en la famosa Exposición de Guadalajara de 1876, y a figurar en el cuadro de destacados artistas del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Había nacido en Sacedón, el 28 de febrero de 1829 y cuando pudo se trasladó a Madrid, en donde ya figuraba como alumno de la Real Academia de San Fernando, en 1842.
El historiador de los artistas de ese siglo, Ossorio y Bernard, nos dirá de nuestro hombre que, en este tiempo, “Al lado de D. Juan Gálvez, y de D. Antonio Brabo, en la primera época de su vida artística, llegó a alcanzar gran manejo en la pintura al temple”; y de esta época son sus primeras obras en la tierra natal.
La vida de los artistas en este tiempo hubo de ser dura, y de lucha, pues no fueron pocos los que trataron de destacar en el arte del pincel, en el que contemporáneos en el tiempo, fueron nuestros paisanos Alejo Vera o Casto Plasencia, entre otros destacados hombres que dedicaron su vida a la pintura. Román Sanz, como otros de sus paisanos, al par que trató de abrir camino en el mundo del óleo, hizo sus apaños en la prensa y la revista, retratando imágenes o personajes para los semanarios, siendo habituales sus plumillas en La Ilustración, en cuyas páginas también se distinguió el seguntino Badillo, quien ya paseó por esta página.
Tras ello: “ha pintado al óleo muchos y muy parecidos retratos, entre los que sobresalen los del Gobernador que fue de Guadalajara, D. Matías Bedoya; el catedrático D. Julián Bruno de la Peña, y el rico propietario D. Juan de Dios González; un gran número de cuadritos de género, de los que merecen especial mención el “Bateo o salida del templo de un bautizo”, y los cuadros que presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1860, representando la Opulencia y la Miseria; el matapuercos y Una contienda a la puerta de una taberna, imitación del estilo de Alenza”.
Su popularidad le llevará a ser conocido dentro del círculo artístico madrileño, abriendo estudio de pintura en el que exponer sus obras, con “una variada exposición de acuarelas firmadas por todos aquellos de nuestros pintores que mayor gloria y fama han alcanzado en el ejercicio de tan difícil arte”. Era, en 1879, miembro de la Sociedad de Acuarelistas, y se decía que sus obras competían con las nacientes de la fotografía, de forma que, en ocasiones, resultaba harto difícil distinguir. Las últimas noticias nos trasladan a la Exposición que se establece en Madrid en el mes de enero de 1897 para contribuir al socorro de los soldados heridos y enfermos en las guerras coloniales que se libraban en este tiempo, en donde Román Sanz participó con varias obras; luego, el silencio.
Que se rompe todos los agostos con el disparo de cohetes cuando, por tierras de Sacedón, que conserva ese aire de orbe capitalina, comienzan las celebraciones festivas en torno al Santo Rostro, o la Cara de Dios, que, sin duda, con devoción hubo de celebrar el hombre que puso color a estas devociones, Román Sanz, el pintor de Sacedón.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 8 de agosto de 2024
HISTORIA DE SACEDÓN EN SUS CRÓNICAS
HISTORIA DE SACEDÓN EN SUS CRÓNICAS
Es SACEDÓN, una delas principales poblaciones de la Alcarria de la provincia de Guadalajara; habitada desde la más lejana antigüedad y con una historia densa, vinculada al obispado de Cuenca primero y a la familia Mendoza después.
En su término se encontraron los afamados Baños de la Isabela, en cuyas aguas buscó remedio a sus males, de cuerpo y mente, el rey Fernando VII, quien las puso de moda entre las clases altas y aristocráticas del Madrid de los inicios del siglo XIX, y continuaron en aumento después.
Por su tierra pasaron historias guerreras e historias de hombres; fiesta y devoción, extraños hechos tenidos como milagrosos y, por supuesto, el discurrir de un río, el Tajo, que de alguna manera cambió el sentido y ser de esta parte de la provincia.
De todo ello, de historia, crónicas y memorias, van las páginas de este libro que nos acerca una tierra siempre amable con la historia, y con el visitante.
Sumario General:
-I-
La tierra, la geografía y el entorno
Pág.9
La Alcarria de Sacedón
El partido de Sacedón
Demografía de Sacedón
El Topónimo
Sacedón en los manuales: Los Diccionarios
-II-
Sacedón, entre los tiempos remotos, y la reconquista
Pág.27
Páginas para la Historia
Alvar Fáñez de Minaya
Alfonso VIII, tras la conquista de Cuenca
-III-
Sacedón en la Edad Moderna
Pág.39
Las Relaciones Topográficas de Felipe II
Sacedón entre dos siglos
El Catastro de Ensenada. Sacedón, 1752
-IV-
El turbulento Siglo XIX
Pág.55
El 2 de mayo
El paso del Rey
Las guerras carlistas
Sacedón: La vida local y municipal en el siglo XIX
El Pósito
La asistencia médica y farmacéutica
Horno de pan cocer
La Cárcel del Partido
Zofra y adra o hacendera (prestación personal)
1552. La inauguración de la Iglesia
Sacedón, en los tiempos del cólera
Sacedón con el Papa
La última ejecución
La feria de Sacedón
1889: Sacedón en fiestas
El final del siglo XIX en Sacedón
La llegada de la luz eléctrica
Y la fiesta
La Romería de la Virgen del Socorro
El Siglo XIX en Sacedón, a través de los años
-V-
Sacedón, crónica del siglo XX
Pág. 127
La Fiesta en Sacedón. Notas de Etnografía y Folclore
La Santa Cara de Dios
Nombres para la Historia de Sacedón
El Siglo XX en Sacedón, a través de los años
APÉNDICES:
Pág. 179
CONSAGRACIÓN IGLESIA; Sacedón, 1852
La Peña de don Astolfo. (Tradición alcarreña).
ORÍGENES DEL NOMINATIVO DON APÓSTOL
SACEDÓN Y SU PARTIDO
La Virgen del Socorro y los Baños de La Isabela
El libro
- ASIN : B0BV2RRKLS
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 234 páginas
- ISBN-13 : 979-8376406373
- Peso del producto : 417 g
- Dimensiones : 15.24 x 1.5 x 22.86 cm
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