viernes, marzo 08, 2024

GUADALAJARA CON NOMBRE DE MUJER

 

GUADALAJARA, CON NOMBRE DE MUJER

Mujeres que dejaron huella, y que se recuerdan en fechas como estas

 

   Sin duda, Ana de Mendoza, nuestra princesa de Éboli, es el nombre de mujer que a todos suena cuando de Guadalajara se trata. Sin embargo, muchos son los nombres que desde hace años se nos han ido uniendo a la larga lista de ilustres. Guadalajareños y guadalajareñas que pueblan, y lo han hecho desde distintos ámbitos de la vida, el libro de la historia provincial. Algunas de ellas nacieron fuera de la provincia, como Micaela Silva, que lo hizo en Oviedo el 8 de mayo de 1809, poeta de prestigio, que vino a apagar sus últimos años a la paz de Jadraque. Otras, a través de la pintura, trataron de dar el salto al mundo, como lo hizo Librada Pardo, quien vio la luz primera en Budia, en época de revueltas políticas, como lo fue el año de su nacimiento, 1869; para asentarse en Madrid a lado de su padre. No pocas son las que nos vienen al recuerdo en fechas como estas, en las que predominan, en los libros y revistas, nombres de mujer. Maestras y benefactoras, artistas y, ante todo, luchadoras en un mundo que en tantas ocasiones les fue adverso. Y muchos son los nombres que a todos nos vienen a la memoria; mujeres con nombres sonoros que ilustran calles y paseos; otras han quedado en el silencio de sus obras; también son dignas de recuerdo, entre ellas:

 

 

Mujeres en Guadalajara, un libro, y mil historias (Pulsando aquí)

 

Consuelo Sanz Villanueva

   Que nació por tierras molinesas en los inicios del siglo XX. Consuelo, o Consolación, estudió las primeras letras en Molina, trasladándose a Madrid, en cuya Universidad se licenció en Filosofía e Historia, una de las primeras mujeres de la provincia en hacerlo, en el curso 1927/28. Fue colaboradora de uno de los grandes paleontólogos de este tiempo, Hugo Obermaier. Consuelo acompañó al sabio científico en algunas excursiones, así llamadas entonces los viajes de estudios, cuando en 1928 lo Obermaier a Santander para conocer las cuevas de Altamira y llevar a cabo alguno de los primeros estudios seriamente conocidos en torno a tiempos primitivos. Tampoco faltó su mano y pluma a la hora de la búsqueda en Madrid de los restos de Lope de Vega, junto a Joaquín de Entrambasaguas. Sin duda, los tiempos que eligió para sus estudios no eran los más apropiados para labrarse un futuro, por lo que en 1929 hizo oposiciones a funcionaria en el Gobierno Civil de León, donde obtuvo plaza de oficial. Posteriormente se trasladó a Madrid, en cuya ciudad vivió a partir de 1939, alternando sus estancias con Santander, de donde fue Gobernador civil uno de sus hermanos. En Madrid falleció en la década de 1960.

   Escribió artículos sobre el arte rupestre en la prensa madrileña, habitualmente relacionados con la provincia de Guadalajara, e igualmente fue colaboradora de las entidades culturales provinciales surgidas en Madrid.

 

Felisa García Checa

   Molinesa de nacimiento fue también Felisa García Checa, quien vino al mundo en el año1878, destacando a muy corta edad en el mundo de la literatura; dejando volar su pluma e imaginación a través de los múltiples periódicos y revistas que desde Molina de Aragón salieron al mundo, uniendo su pluma a la de molineses ilustres, como Claro Abánades, Sanz y Díaz o Ángel Monterde, quien firmaba sus escritos como “Negra del Monte”, fundadores, al final de la década de 1920, de “La Voz de Molina”, entre cuyas páginas no faltaba la firma de Felisa García, ya escritora de fama prácticamente nacional desde que, a través de las páginas del “Correo Español”, se diese a conocer como autora de novelas por entregas, “describiendo escenas de costumbres con una sencillez encantadora” En las páginas del Correo dejaría uno de sus primeros trabajos, “Fe en Dios o Los Hijos de la Caridad”, que comenzó a publicarse en el mes de diciembre del convulso año de 1914, y continuó en los siguientes.

   Sin dejar de residir en Molina de Aragón, desde donde lanzó al mundo su novela de mayor éxito: “La mejor de las madres o los niños del milagro”, aunque editase la novela en el Madrid de 1918.

 

 

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Manuela García Sacó

   Sin duda, como hija de maestros, doña Manuela estuvo destinada, desde su más tierna infancia, a forjarse un futuro de maestra, tras su nacimiento en Guadalajara en 1861; así pues, a los 15 años ya era Maestra elemental, tras realizar sus estudios en Guadalajara, obteniendo después el título de Maestra Superior en la Escuela Central, haciendo oposiciones a la dirección de las Escuelas Normales, que se encontraban vacantes, y obteniendo la plaza. Se especializó en corte y confección, dibujo, arte florista y tejido. Participó en la Exposición Universal de 1877, siendo premiada por los trabajos que presentó.

   Después sería Directora de la Escuela Normal de la ciudad, y una gran difusora de la educación para la mujer, ofreciendo innumerables conferencias en el Ateneo, así como pedagógicas en varios pueblos de la provincia, a fin de que las mujeres accediesen a una educación que casi se les negaba. Fue persona muy apreciada en Guadalajara, donde falleció, a causa de una pulmonía, el 29 de octubre de 1896.

 

Concepción Aparicio Bueno

   Maestra lo fue también doña Concepción Aparicio, coetánea de doña Manuela, pues nació en Guadalajara en 1866, en donde llevó a cabo sus estudios, y en donde, andado el tiempo, fundó la Cantina Escolar, que procuró alimento a muchos guadalajareños cuando los comedores escolares comenzaban a expandirse a través de las ciudades, en tiempos de necesidad.

   Estuvo casada con el también Maestro, y director del Instituto de Guadalajara, don Salvador de Prado, con quien tuvo tres hijos, Salvador, Ernesto y Dolores.

   Se dedicó en Guadalajara a todo tipo de fundaciones, siendo una de las primeras presidentas, y promotoras, de la Comisión Provincial de damas de la Cruz Roja, bajo cuyo mandato se propuso la edificación en el Paseo de las Cruces de un Hospital Clínico. Que llegaría andado el tiempo.

 

Y más nombres…

   Adela Lozano dirigía, en los inicios del siglo XX, los espectáculos musicales y teatrales que tenían lugar en Molina de Aragón, algo que continuó haciendo hasta la década de 1920; Amparo Bravo y Bartolomé, hija que fue del escritor y periodista, a la sazón Presidente de la Asociación de la Prensa de Guadalajara, Tomás Bravo y Lecea, fue la primera mujer que en Guadalajara obtuvo el título de Bachiller, “dando un mentis a las obtusas teorías de la incapacidad femenina”, cuando corría el mes de mayo de 1917, con veintitrés sobresalientes y diecinueve matrículas de honor; Ascensión Guijarro Pascual, alumna que en Guadalajara fue de D. Apolinar Barbero, natural de Hita, está entre las primeras mujeres que obtuvieron el título de Profesora de Música, por el Conservatorio de Madrid, cuando concluía el siglo XIX; Aquilina María Morterero Felipe, natural de Trijueque, donde nació en 1879, fundó junto a quien más tarde sería gran pedagogo, don  Isidro Almazán Francos-Rodríguez, la primera mutualidad provincial de maestros conocida, y fue la única mujer que formó parte de la Junta Directiva de una Asociación de Maestros, fundada por ambos profesores en Atienza, en l910; Felipa Polo Asenjo, nacida en 1911 en Loranca de Tajuña, dirigió en Madrid una de las más prestigiosas librerías de la conocida calle de los Libreros; Adela Castellanos de Pinazo, natural de Guadalajara, fue prestigiosa cantante de ópera en el Madrid de la restauración Borbónica; Pilar Garrido, de Brihuega, triunfó en los escenarios del Teatro Real entre los últimos años del siglo XIX y los inicios del XX, cuando la muerte le arrebató la vida, en pleno éxito; y junto a ellas, muchas más… la escritora Aurora Quintana; la poetisa Soledad Solís; la profesora de música Ángela Mazo… Nombres de ayer, y de siempre, dignos de recordar, más allá de aquellas que, con letras de molde, se nos asoman de manera habitual.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 8 de marzo de 2024

 

 

 

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