lunes, octubre 02, 2023

EL PAÍS DE LA PLATA, DE BIBIANO CONTRERAS

 

EL PAÍS DE LA PLATA, DE BIBIANO CONTRERAS

Dejó escrito el relato histórico del descubrimiento de las minas de plata de Hiendelaencina

 

   Rondan los ciento veinte años desde que don Eduardo Contreras reuniese los escritos de su padre, D. Bibiano, en torno al descubrimiento e inicio de la explotación de las minas de plata del entorno de Hiendelaencina; y pronto se cumplirán los doscientos de aquel hecho que, de alguna manera, cambió el sentir y vivir de una parte importante de los pueblos que se ciñen a la montaña del Alto Rey, desde la propia Hiendelaencina a Gascueña de Bornova; o desde Villares de Jadraque a La Bodera, pasando por la propia capital del entorno, Jadraque donde, a la cercanía de la vía férrea, crecieron los negocios.

   Don Bibiano Contreras fue escribiendo en algunos casos su memoria personal, en otros la de su progenitor, don Ignacio, que formó parte de aquella iniciativa como uno de los primeros accionistas o inversores de la minería, antes de que a Hiendelaencina y su comarca comenzasen a llegar aventureros de cualquier parte de España, y de Europa; llegando a ser, el propio Don Bibiano, uno de los más hábiles inversores y estudiosos mineros de la segunda mitad del siglo XIX, ya que llegaría a registrar unos cuantos pozos en Hiendelaencina y pueblos vecinos, cuya explotación gestionó personalmente antes de ponerlos en manos de otros inversores.

   Su nombre se recuerda a través de su actuación como médico y alcalde de Jadraque, donde una calle conserva su memoria.

 

 


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Los orígenes de la gran aventura

   Hijo de una modesta y “honrada familia alcarreña, nació D. Bibiano Contreras, en Torremocha del Campo el día 2 de diciembre de 1822, distinguiéndose constantemente por su amor al estudio en los prolegómenos de su educación literaria, y estudiando después con notable aprovechamiento la carrera de Medicina, en cuya facultad se licenció en el año 1853. Otro más ambicioso o menos delicado de gusto hubiera continuado en Madrid y tal vez hecho más carrera; pero D. Bibiano era hombre reflexivo, buen hijo y buen alcarreño y apenas autorizado para ejercer, volvió a su provincia dedicándose al sacerdocio de sanar los cuerpos y ejerciendo como médico en las minas de Hiendelaencina”. Contaba su hijo don Eduardo al reunir los escritos del padre para darlos a la imprenta, en Guadalajara, en 1904.

   Don Bibiano comenzó a escribir su historia, con los recuerdos de su padre, en los últimos años de la década de 1870, fechando la conclusión de su trabajo, en Jadraque, el 1º de noviembre de 1882; iniciándolo con lo que él llamó “Historia de Hiendelaencina, antes de 1844”. Y es que, para muchas de nuestras gentes dedicadas a la investigación histórica a partir de ese siglo XIX, la historia de Hiendelaencina comienza en el mes de junio de 1844, por mucho que ya su nombre aparezca en los primeros siglos que continuaron a la reconquista de esta parte de la tierra castellana.

   Con habilidad y ciencia, don Bibiano fue capaz de desterrar a través de su libro todas aquellas leyendas que hablaban de sueños proféticos a la hora del descubrimiento de las minas de plata, debidas a un intenso trabajo y conocimiento del terreno, tanto por quien registró aquella conocida y famosa Santa Cecilia, como por quienes le acompañaron en la ventura: “dífilamente puede darse crédito a la profecía monástica, pues hay que recordar que los frailes de aquella época no estaban al corriente de la química, y mucho menos de la geología”, escribió al hilo de contarse que un fraile vaticinó las riquezas en el lugar del Canto Blanco.

   Siete fueron los pioneros de la gran aventura minera, el propio Pedro Esteban Górriz; Francisco Salván, natural de Murcia y con un talento natural superior a todo encomio; Ignacio Contreras, natural de Torremocha, muy aficionado a las minas, que desempeñaba en aquel pueblo el cargo de sacristán, fiel de fechos y profesor de instrucción primaria; Galo Vallejo, natural de Ledanca, hombre formal, muy tratable y consecuente en sus empresas; Eugenio Pardo Adán, natural de Bujarrabal, contador de la Catedral de Sigüenza; Francisco Cabrerizo, natural de Rivilla, en la provincia de Soria, empleado del presidio de Valladolid al que fue a parar Esteban Górriz;  y el no menos inteligente inversor Antonio Orfila; Alcalde de Guadalajara; Gobernador de la provincia y administrador de los Duques del Infantado.

 

El Licenciado don Bibiano Contreras

   Con los dineros ganados por su padre, D. Ignacio, Bibiano Contreras pudo estudiar el bachillerato en Guadalajara, y licenciarse en Medicina y Cirugía, profesiones que desempeñó entre los mineros de Hiendelaencina entre las décadas de 1850 y siguientes. Aquí vivió, en Hiendelaencina, la virulenta epidemia de cólera que a punto estuvo de concluir en revolución, al ser conminados los mineros a permanecer en sus poblados, ante el temor de que fuesen ellos quienes extendiesen el cólera en la comarca. Sin embargo, el cólera llegó a Hiendelaencina a través de un carretero que hizo el viaje desde la capital, Evaristo Alcalá se llamaba. Dejaría en la población en torno al centenar de muertos en apenas un mes.

   Tras ello, don Bibiano Contreras sería elegido alcalde de la población, cargo que desempeñó entre 1873 y 1874; año este último en el que dejó Hiendelaencina por Jadraque, donde comenzó a desempeñar sus labores médicas, en la villa y algunas poblaciones aledañas.

   También en Jadraque ascendió hasta el primer puesto de las gradas concejiles, ocupando la alcaldía entre 1877 y 1878. En este tiempo los ayuntamientos se renovaban anualmente por mitades, permaneciendo el Alcalde en su puesto, como media, un plazo de dos años; buscando evitar corruptelas y otros asuntos de no menor interés.

   En Jadraque se mostró don Bibiano como gran coleccionista de fósiles y minerales, afición que transmitiría a su hijo don Eduardo, quien llegaría a montar lo que en Jadraque fue conocido como “Museo Contreras”. Y no solo a la geología se dedicó nuestro Médico, sino que también se manejó a capricho en el arte de la taxidermia, disecando animales salvajinos de la comarca que expuso en la tan famosa “Exposición provincial” de 1876.

   En Jadraque le atropelló la nueva epidemia de cólera que llegó a la villa en 1885, en esta ocasión a bordo del ferrocarril, a través de los géneros destinados al establecimiento de tejidos, ubicado en la plaza Mayor, de don Faustino Jimeno; el retraso en comunicar el mal, ante el temor que podía provocar en la población, hizo que en Jadraque los fallecidos superasen en esta ocasión el centenar, desatándose una batalla por las consecuencias de la decisión entre el médico titular, don Bibiano, y el entonces poco menos que aprendiz, don Félix Layna quien, dejando enterrados en su cementerio a alguno de sus hijos, abandonó la población al término de la epidemia.

 


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El recuerdo de un hombre de acción

   Don Bibiano falleció en Jadraque, el 24 de abril de 1894; al día siguiente sus restos fueron trasladados al cementerio de Hiendelaencina, donde recibieron sepultura y reposan a lo eterno bajo una placa de metal con sus títulos grabados a fuego.

   A partir de entonces se inició el trabajo de su hijo por dar a conocer su labor, y sus escritos. Como uno de los pioneros, no sólo en el estudio de la minería, también en el de la geología provincial, dejando impreso el que ha de ser sin duda el primer estudio en torno a nuestros ríos y su entorno, salido de aquí: “Apuntes para una memoria sobre Hidrografía de la provincia de Guadalajara”, que a través de su hijo vería la luz en Guadalajara en 1906; dos años después de que lo hiciese su: “País de la Plata”, en el que nos traza, con ciencia y saber, la verdadera historia del inicio de la minería de la plata en nuestra provincia; siempre gustoso de leer o descubrir.

   Poco después, en Jadraque se tributaría un homenaje a su memoria, dando su nombre a la calle en que vivió.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 29 de septiembre de 2023

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