LA BATALLA VECINAL DE SOPETRÁN
A lo largo de los siglos, Hita y Torre del Burgo se disputaron la posesión de la Virgen de Sopetrán
Se libró en torno a uno de los más cautivadores parajes, por su naturaleza y monasterio, de la provincia de Guadalajara, en el valle del Badiel, allá donde, muchos siglos atrás, cuenta la historia, se apareció la Virgen, a Petrán o Alimemón, o… Sobre una peñasca, o al amparo de una higuera, la tradición ha ido tejiendo historias, desde entonces a nuestros días.
Por medio, a algunos reyes, tal que a Felipe V, allí se les apareció la Virgen cuando, al ir el primer Borbón de los reinos españoles a organizar sus tropas, en Sopetrán reunidas bajo el mando del duque de Wervick, prometió en 1706 que no abandonaría la batalla mientras las fuerzas lo acompañasen, y aquella noche la Virgen le dijo que reinaría.
TORRE DEL BURGO Y EL MONASTERIO DE SOPETRÁN (Más sobre el libro, pulsando aquí)
El Monasterio de Sopetrán
Las muchas fundaciones por las que ha pasado el Monasterio de Sopetrán, dan una ligera idea de su historia. Se cuenta que la primera tuvo lugar por el siglo séptimo u octavo; la última, en el siglo XIV, cuando por estas tierras venteaban los escudos de los Mendoza, que lo tomaron bajo su manto.
El Marqués de Santillana, don Íñigo, nos dice la historia que fue su gran mecenas, y que en parte, colaboró a que se alzase uno de los más magníficos edificios de esta parte de la provincia. E hizo más, donó al Monasterio la imagen de Nuestra Señora de Sopetrán, que debió de sustituir a la Virgen de las Batallas que es tradición dejaron en el lugar el rey Alfonso VI o su yerno, el Batallador de Aragón. La Virgen de Sopetrán, se cuenta, la adquirió el Marqués a unos comerciantes flamencos en las ferias de Medina del Campo; a ellos habría encargado igualmente unas tablas, en pintura flamenca, que fueron en la ermita de la Fuensanta, y hoy en el Museo del Prado de Madrid, piezas a tener en cuenta, como claves de un arte irrepetible.
Hoy el Monasterio es un cascarón de ruinas vacío. Su inmensa mole hiere los vientos. La Virgen de Sopetrán desapareció consumida por el fuego de la incultura; y las tablas flamencas, se encuentran lejos.
HITA EN SU HISTORIA (Más sobre el libro, aquí)
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Torre del Burgo, y la ermita de la Fuensanta
Es, la ermita de la Fuensanta, en Torre del Burgo, una de esas pequeñas y desconocidas joyas que nos encontramos a la vera de un camino, o al margen de un arroyo. Levantada en derredor del pozo, o Fuente Santa, a la que llevaron y continúan llevando a los chiquillos a sanar sus quebraduras. El agua milagrosa tiene fuerzas sobrenaturales. Tanto que desde cualquier punto de España han acudido a implorar la sanación quienes, creyentes en lo divino por encima de lo humano, confiaron.
La primitiva ermita se alzó con maderos del lugar que terminaron sucumbiendo al fuego por el siglo XV; levantándose entonces la actual joyita gótica que reúne en su torno a los vecinos de las poblaciones aledañas.
Fue, desde que se tiene noticia, Torre del Burgo, una de las numerosas aldeas que crecieron al compás que lo hizo la villa de Hita, a la que perteneció, y con ella a los López de Orozco antes que a los Mendoza, alzándose la población, alrededor de una de las numerosas torres que crecieron en las fronteras que separaron los reinos cristiano y musulmán.
La Torre del Vulgo, llevó por nombre el pueblo; que alternó con el de “La Torrecilla”, e incluso por algunas partes se nos habla de “La Torre de Sopetrán”. Hoy es uno de esos pueblos con sabor campiñero, tan diferente en arquitectura a los serranos o alcarreños. De calles amplias en torno a su desdichada iglesia que, sin duda, nació románica, se renovó por el siglo XVI o XVII, a punto estuvo de sucumbir a la ruina mediado el XIX y, finalmente, un día de mediados del mes de diciembre de 1982, se desplomó.
La Virgen de Sopetrán
El tejado de la iglesia, cuando se actuaba sobre ella a fin de consolidar muros y evitar el desastre, se desmoronó dejando a un lado, y salvo, el lugar en el que se encontraba la Virgen de Sopetrán. La nueva imagen que vino a sustituir a la que la incultura de las gentes y los tiempos echó al fuego.
De aquella se conservan algunas imágenes, y la memoria guarda algunos hechos en torno a la devoción que mantuvieron desde que se tiene conocimiento los vecinos de Torre del Burgo. También los de Heras, Cañizar y, por supuesto, Hita, que siempre buscó los medios para que la imagen milagrosa fuese a parar a alguno de sus templos.
La historia escrita nos dice que en 1820 alguien mandó a algunos operarios para que, sacando a la patrona del monasterio, la trasladasen a Hita, de noche y en silencio para que nadie lo advirtiese.
Ocurrió que, enterados los vecinos de Torre del Burgo de lo que estaba a punto de suceder, se presentaron a decenas en el monasterio un 4 de diciembre, con la pretensión de conocer; los comisionados del Arzobispo de Toledo, que a él competía la tierra, se negaron a dar explicaciones; así pues, los de Torre del Burgo, descerrajaron las puertas y a la fuerza se llevaron dicha imagen…
Desde Guadalajara, Madrid y Toledo, tuvieron que enviar los responsables civiles y militares nuevas gentes a poner orden. Lo impusieron los del Regimiento de Infantería de Valencia.
Y es que, desde siempre, se tuvo Torre del Burgo por titular de la imagen. Además de ser, la iglesia de Torre del Burgo, parroquia del Monasterio; y los abades, sus clérigos de decirles misa.
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La última batalla
La postguerra se llevó de nuestra tierra demasiadas cosas. No pocas tradiciones y muchas gentes, que emigraron a otras partes del reino. También a la comarca de Hita comenzó a llegar el silencio y soledad en aquellos últimos años de la década de 1950 y primeros de la siguiente, que comenzaron a dejar las plazas mayores en vela.
Los Festivales Medievales de Hita, en los inicios de la década de 1960 quisieron traer una recuperación a la comarca, en la idea de su creador, Manuel Criado de Val, quien trató de extender los festejos a Torija a través de la cetrería y a Sopetrán a través del Monasterio.
Es por ello que, en 1964, a las puertas del mes de junio, se organizó, tiempo hacía que no se llevaba a cabo, la gloriosa romería que había de trasladar desde la iglesia de Torre del Burgo, a la ermita, a Nuestra Señora de Sopetrán, con el acompañamiento de las autoridades y pueblo de Jarandilla de la Vera, en la hermosa Extremadura, donde también se venera a la Virgen de Sopetrán, y la bailan sus danzantes. Y de la iglesia de Torre del Burgo salió la procesión…; hasta que, en un momento… Se notó un intenso revuelo en la gente. Los danzantes retrocedieron, avanzaron de nuevo y al fin se pararon repitiendo los pasos. Un grupo de mujeres se separó y emprendió el regreso hacía el pueblo de Torre del Burgo…
La procesión había de pisar tierra de Hita para entrar en las del monasterio, antes de llegar a la Fuensanta y, a eso, no estaban dispuestas las mujeres de Torre del Burgo. La procesión continuó, pero ellas llegaron a la Fuensanta por el camino de siempre, sin salir de la tierra de sus mayores.
Las desdichas no terminaron ahí. Las gentes de Jarandilla, con sus autoridades al frente, llegaron a Madrid, pero no a Torre del Burgo. Se quedaron a la espera de los autocares que los habían de traer desde la plaza de Oriente. La empresa de autobuses equivocó la hora y, en lugar de recogerlos por la mañana pretendieron hacerlo por la tarde, cuando los extremeños se encontraban de retorno a su tierra. Cosas que pasan.
Tomás Gismera Velasco/Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 25 de noviembre de 2022
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