viernes, septiembre 30, 2022

LA SAL DE ESTAS TIERRAS

LA SAL DE ESTAS TIERRAS

Por estos, primeros días del otoño, concluía el trabajo de recolección en las salinas provinciales.

 

    Sin duda fue la de Guadalajara la provincia que mayor número de explotaciones salineras llegó a registrar en pleno rendimiento, desde más allá del año mil de nuestra era. Por lo general nos solemos quedar en la época de los romanos, como que aquellos tiempos fueron muy antiguos; a pesar de que la explotación de la sal provincial podemos atrasarla unos cuantos siglos, quizá miles de años más. La sal fue, cuando no se conocían otros, el mejor conservante, sobre todo para los alimentos, aunque tiene otras muchas aplicaciones.

   Por estos días concluían las labores de recolección y almacenamiento de la sal, liberada el agua por el efecto del calor, para dar paso a otras: la limpieza de las albercas, de las eras, de los estanques, de las acequias…, las reparaciones de las murallas, pozos o edificios.


 LAS SALINAS DE GUADALAJARA. UN MUNDO POR DESCUBRIR (Pulsando aquí)


   Claro que, dependiendo de las zonas, la estación podía prolongarse unos días más, llegando incluso los trabajos, ocasiones hubo, hasta mediados del mes de octubre, debido a las características climáticas de algunos valles; sobre todo los del Salado del entorno de La Olmeda, que llegan a registrar dos o tres grados de temperatura por encima de lo que ofrecen los de los partidos de Cifuentes o Molina. Mayor temperatura que permitía, además de alargar la temporada, obtener mayores rendimientos en la recolección.

   Este año, con los calores, aconteció en otras épocas, la cosecha de sal hubiese sido, como en otros lugares ha ocurrido, histórica, por su cantidad y calidad.

 

Los grandes salinares provinciales

   Sin lugar a dudas, cinco fueron las grandes explotaciones con las que contaron las tierras de la hoy provincia de Guadalajara, tres en la comarca del Salado/Sigüenza, las del Gormellón, Imón y La Olmeda; y dos más al otro extremo, las de Tierzo y Saelices. En algunos momentos de la historia se añadieron a estas las no menos conocidas de La Soga, a la vera de Medinaceli, que pertenecieron al Obispado de Sigüenza.

   Las otras cinco, descontadas las del obispado anduvieron, como la falsa moneda, de mano en mano, con su en ocasiones truculento rondar histórico; como les sucedió a las del Gormellón, en Cercadillo, que fueron, desde los tiempos en los que hay noticia escrita, de algunos Mendoza que las legaron a una doña María, hija del conde de Fresno de Torote casada con un Vargas madrileño, don Gaspar Ramírez de Vargas, a quienes el rey don Felipe II se las expropió en 1563 a cambio de los señoríos de Castillejo, Acedrón, Villarubio y Saelices, en la provincia de Cuenca.

   Por aquellos años don Felipe, recién alcanzado el trono, andaba a la búsqueda de capitales que le engordasen las arcas con las que guerrear por medio mundo, cerrando la mayoría de las explotaciones salinas de la provincia, y centrando la producción, para encarecer el resultado final, en las grandes explotaciones de Imón y La Olmeda, de las que llegaron a salir millones de fanegas de sal para ser distribuidas por ambas Castillas, Extremadura y parte de Aragón. Fue uno de los numerosos estancos que se dieron a lo largo de estos casi mil años que median entre la reconquista y el siglo XIX, cuando sus señorías, los diputados del Congreso, tras no pocas discusiones, dejaron en libertad la producción y venta de la sal. En el siglo XIX llegó el definitivo desestanco.

   Algo bueno dejó también para el futuro de las explotaciones salineras don Felipe II, bajo su reinado se mejoró la calidad de la sal a cuenta de la orden que se dio de empedrar el suelo de las albercas, de esa manera la sal dejaba de ir mezclada con la tierra o el barro de los fondos.

 

El desestanco de la sal

   El rey Sabio, don Alfonso X, fue quien ordenó que las salinas, hasta su decreto en manos de particulares, pasasen a depender de la Hacienda Real. Al Rey Sabio, o a sus consejeros, se les ocurrió decir que las salinas, con las otras cosas que ofrecía la Naturaleza bajo la tierra, las puso Dios en ella porque reyes y emperadores hubiesen de que mantenerse honradamente en sus despensas…

   Y en ellas siguieron, salvo algunos pocos años que tuvieron libertad de comercio, para volver, cuando las arcas reales mermaban, a poder de la Corona, hasta aquel año de gracia de 1870 en que iniciaron la nueva y agónica historia que las ha llevado hasta el presente.


 Historia de las Salinas de Guadalajara (Pulsando aquí)


   Para entonces únicamente se encontraban en funcionamiento, por decreto real, las salinas de Imón y La Olmeda, a partir de aquí se abrieron decenas de pozos, hasta llegar a los cerca de doscientos que horadaron los valles seguntinos, cifontinos y molineses. La mayoría de ellos nacieron de nueva fábrica sobre los antiguos saladares que don Felipe II mandó a su tiempo encenagar, arruinar o devastar. Tan sólo las grandes explotaciones de Imón y La Olmeda salieron a pública subasta, claro que no al alcance de cualquiera. La Real Hacienda tasó las Salinas de Imón en algo así como seis millones de reales; las de La Olmeda en uno menos.

   Por supuesto que quienes accedieron a ellas fueron grandes personajes, y que quien hizo la ley hizo la trampa, puesto que se las apañaron para que las dos primeras subastas quedasen desiertas con lo que, finalmente, ambas salinas fueron adquiridas con un importante descuento que, en números redondos, ascendió a un millón de reales cada una. Por supuesto que los adquirentes fueron personajes ligados, principalmente, a las altas esferas del Estado y su política.

   Las de La Olmeda fueron adquiridas por un consorcio de políticos comerciantes de Soria y Logroño, diputados a Cortes, por supuesto, encabezados por don Miguel de Uzuriaga; la de Imón por otro no menos importante consorcio de políticos e industriales catalano-aragoneses, a cuyo frente figuró don José María Hueso, hasta entonces uno de los más renombrados comerciantes del mundo del chocolate, con fábrica en Ateca (Zaragoza). Con el tiempo, ambos consorcios se unirían para pasar a ser el “Condominio de las Salinas de Imón y de La Olmeda”.

 

El triste futuro

   Observar al día de hoy el conjunto de ambas explotaciones, Imón y La Olmeda, sin duda que nos hace cerrar los ojos para no ver cómo el tiempo ha ido desgastando la historia, o arruinándola, puesto que en su inmensa mayoría los grandes almacenes que fueron la esencia de estas fábricas han ido desplomándose con el pesar, mejor que con el pasar, de los años. Las albercas, eras o estanques continúan generando sal, que tiende su manto blanco a lo largo y ancho de la línea de demarcación de ambas, y las traspasa, a pesar de que ya no se observe el movimiento de hombres, carretas, mulas o bueyes, dispuestos a iniciar el camino hacia los grandes alfolíes de Burgos, Zamora, Ávila, Segovia o Salamanca.

  Este verano, tal vez, la sal, a través de cientos, miles de fanegas, hubiese llenado los almacenes. Por estas fechas, de los inicios del otoño, los arrieros o carreteros de la Real Carretería Castellana, comenzarían a llegar a Imón y La Olmeda a través del Camino Salinero de Castilla. No vendrán, por supuesto. Aunque la historia, y la memoria, los recuerde.

   Ahí están dos de las grandes muestras de la que fuese, desde más allá de mil años atrás, una de las industrias más conocidas de la provincia, la que más riqueza generó a lo largo de los siglos, pero…

   ¡Si don Alfonso X el Sabio, o don Felipe II, levantaran la cabeza! De cualquier modo, siempre merecen una mirada.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 30 de septiembre de 2022

 

EL VALLE DE LA SAL. LA NOVELA QUE DESCUBRE UNA TIERRA (Pulsando aquí)

 

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