MEMORIA DE DON LORENZO ARRAZOLA
Natural de Checa, alcanzó los puestos más altos en la administración del Estado
El 10 de agosto de 1795 nació don Lorenzo Arrazola García, en Checa, para ser, sin duda, uno de aquellos caballeros que surgen de la humildad de los pueblos pequeños y llegan a lo más alto del escalafón social, político y cultural de una nación.
Hasta entonces, hasta la llegada de don Lorenzo, la inmensa mayoría de los personajes provinciales que alcanzaron renombre tenían en su sangre cierto pedigrí. Don Lorenzo parece ser que no tanto como para llegar hasta donde lo hizo.
Cuentan los paisanos eruditos en esto de biografiar a personajes patrios, principalmente don Juan Diges y don Manuel Sagredo, que los padres de don Lorenzo, aunque de noble abolengo en los orígenes familiares, algo que todos tenemos en mayor o menor medida, no poseían, cuando nuestro hombre llegó al mundo, más recursos que los indispensables para atender a las primeras necesidades de la vida. Aunque supieron acomodar al muchacho.
Los primeros pasos
No tardó la familia de don Lorenzo en apreciar las dotes que para el estudio comenzó a desarrollar el muchacho desde la más temprana infancia. Por lo que su padre buscó entre sus allegados los medios para proporcionarle unos estudios que lo llevasen a futuro prometedor.
De la mano de su tío don José García Huarte, corregidor que fuese de Benavente, pasó a estudiar en aquella localidad en los primeros años del siglo XIX, iniciándose en el conocimiento del Latín y las Humanidades. Posteriormente pasaría al seminario de San Mateo de Valderas (León) donde continuó estudiando Filosofía y Teología, y más tarde Derecho Político, licenciándose también en Jurisprudencia. A partir de aquí su vida será un compendio de números, y de cargos. Mucho más después de su matrimonio, que tendría lugar en 1829, con Micaela Guerrero Barrio. Enlace que tuvo lugar en Villanueva del Campo (Zamora), y de cuya unión nacerían trece hijos.
Quizá la necesidad de atender a tan numerosa familia le haría prodigarse, a partir del matrimonio y del inicio del nacimiento de sus descendientes, con el fin de emplearse de la mejor manera posible, e irse abriendo camino en un mundo difícil, y complejo en aquellos como en todos los tiempos, como lo era el de la política.
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Mundo al que accedió encontrándose en Valladolid, ciudad por la que en 1835 fue designado Procurador Síndico, y no sólo eso: la Sociedad de Amigos del País le nombró su censor; la Academia de Nobles Artes, Socio Honorario; la Milicia Nacional, Capitán de una de sus compañías; la Academia grecolatina, individuo de su seno; la inspección de estudios comisionado para examinar el sistema de enseñar latinidad en seis meses por D. Cirilo González; y el Gobierno del Reino, juez privativo del Canal de Castilla.
Toda una vida, al servicio de la política
Se inició así en una intensa vida política con el partido moderado en aquel año de 1835, para ser designado poco tiempo después Ministro de Gracia y Justicia, comenzando una carrera profesional y política que llegaría a su cima en 1864, cuando fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros. Claro está que, tras ser designado Procurador por Valladolid, y posteriormente elegido Diputado en Cortes, su vida se desarrollaría en adelante en la capital del reino; en Madrid. Casi siempre, al servicio de la corona y de quien la ostentó a lo largo de una buena parte del siglo que le tocó vivir, la reina doña Isabel II.
Entre uno y otro nombramiento pasará una importante etapa de la historia de España, desde la Primera Guerra Carlista, iniciada en el otoño de 1833, a los pronunciamientos militares, estando a punto de perder la cabeza en alguno que otro; pronunciamientos de los que, de alguna manera, en alguno de ellos hubo de participar, como hombre de confianza que fue de aquel intrigante militar a quien apodaron "el espadón de Loja", don Ramón María de Narváez y Campos quien, entre unas y otras ascensiones al poder, echó mano de nuestro paisano para hacerlo, como anteriormente apuntamos, ministro de Gracia y Justicia hasta en seis ocasiones, desde 1838 a 1867, ejerciendo igualmente como ministro de Estado y Ultramar, de forma ocasional e interina, a lo largo de este tiempo, y culminando su carrera con el nombramiento de Presidente del Consejo de Ministros en los dos primeros meses de 1864 pues, apenas llegado al cargo, las Cortes generales le nombraron sustituto en don Alejandro Mon y Menéndez, a quien el general Narváez sustituiría al poco.
Académico de prestigio
No sólo a la política dio nombre, también ejerció como Académico de las Reales de Jurisprudencia y Legislación, así como de la de Ciencias Morales y Políticas. Ocupó cargo en el Ateneo Madrileño; colgó sobre su pecho las más altas condecoraciones del reino, y orló su cuello con el famoso y real collar del Toisón de Oro. Además de presidir el más alto tribunal del reino, el Tribunal Supremo.
Autor de buen número de obras en prosa, sobre la situación política de la España del siglo XIX, dio igualmente a la imprenta no pocos tratados sobre leyes o jurisprudencia, entre las que figuran la Enciclopedia Española de Derecho y Administración o Nuevo Teatro Universal de la Legislación de España e Indias, que vio la luz en 1848, compuesta de varios volúmenes. Compuso en latín numerosos discursos de apertura de la universidad de Valladolid; por ejemplo, la del 1836 (Oratio in auguratione studiorum Universitatis Vallisoletanae) y la Oratio in regia vallisoletana universitate pro solemni studior: apertura (1839), así como un Promptuarium in que praecipua et selectiora institutionum philosophicarum continentur (1828). Se interesó por el vulcanismo (Ensayo sobre volcanes y terremotos, 1829), e incluso escribió un volumen de poemas: Poesías o Cantos lúgubres a la sensible y prematura muerte de nuestra soberana María Josefa Amalia, en 1829.
EPISODIOS DE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA EN GUADALAJARA. La guerra y sus personajes. (El libro, pulsando aquí)
Su biografía, hasta aquí esbozada, fue recogida por los hombres más sesudos de su tiempo al momento de su muerte, como resumen de su vida, pues según aquellas crónicas, fue:
“Uno de los hombres más respetables y más dignos de elogio por su talento, aplicación y honradez, cuya biografía es un ejemplo que puede servir de aliciente a muchos jóvenes que por falta de recursos y de protección desconfían de obtener una recompensa en el porvenir".
Falleció en Madrid a las nueve y cuarto de la noche del 23 de febrero de 1873, a los 78 años de edad. Fue enterrado, igualmente en Madrid, la mañana del día 25, en el cementerio de San Luis y San Ginés.
Sin duda, uno de los grandes hombres, naturales de la provincia de Guadalajara, que dejaron su nombre inscrito, con letras de molde, en la gran Historia de España, y que siempre merecen un recuerdo.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 5 de agosto de 2022
Para conocer una tierra, sus pueblos, su historia, sus tradiciones, sus gentes... (Pulsando aquí)
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