NUEVA ALCARRIA, HACE CUARENTA AÑOS
Memoria de una primera vez; la de ver el nombre debajo un escrito
Entre los antiguos archivos que los escribidores conservamos, se nos amontonan con frecuencia los antiguos papeles. Este escribidor conserva, con especial cariño, algunas páginas, amarillentas y con olor a papel viejo, de aquellos antiguos periódicos, entonces semanarios, que ilustraron el sentir y vivir de la provincia en las últimas décadas del siglo XX.
Entre estas páginas de la memoria guarda, con especial sentimiento, cuatro planas del Nuevo Alcarria correspondiente al 27 de marzo de 1982. Cuarenta años cumplen. Las que median entre la 17 y la 20. Contiene, la página 17, una de aquellas “notas de la Historia Contemporánea de Guadalajara”, que escribía, con ciencia y arte, el profesor Bartrina Lozano; la 18, por entero, se dedicaba a la Plaza Mayor, de Serrano Belinchón, que en aquella ocasión se encontraba en Tortuera, por tierras de Molina. En la 19, Paco (Cortijo Ayuso) daba cuenta, desde Pastrana, que la señora Adriana cumplió cien años aquel 12 de marzo y, en la 20, Ernesto Baraibar Gardoqui escribía de lo suyo, del refranero. Sí, claro está que había más asuntos: anuncios comerciales, institucionales, políticos… y, entre las páginas del resto del periódico se encontraban, de alguna manera atiborradas, aquellas memorias del tiempo que va quedando atrás: la galería literaria de M. de Prada; la Alcarria Poética, de Julie Sopetrán; el Reloj Municipal, de Domingo Cardero; la Ventana Cultural de Nin de Cardona; los “sermones”, de don Salvador; la Alcarria histórica y cultural de Herrera Casado; las reflexiones (páginas de la vida y la memoria de una provincia), de Monje Ciruelo…
También escribían los numerosos corresponsales de los pueblos dando cuenta de lo que por ellos acaeció y, por supuesto, quienes trataban de dar a conocer que querían escribir, sobre lo que fuera…
La Sima de Paredes
Ya ha quedado olvidado en el tiempo y la memoria la ocurrencia que conmocionó a la provincia, y especialmente a Paredes de Sigüenza; aquella especie de ¡Se nos acaba el mundo!, que provocó el hundimiento de la tierra. Como si las fuerzas sobrenaturales de la profundidad de nuestras ciénagas se hubiesen puesto de acuerdo para, cada día un poco más, abrir las entrañas de lo profundo. Sucedió en el mes de agosto de 1979. La tarde del día 7, para ser precisos. Recién concluida la cosecha, la tierra se abrió y… se fue tragando la superficie de un gran barbecho hasta llegar a tener unas considerables dimensiones y amenazar no sólo con llevarse por delante el entorno, sino que también se temía que alcanzase la carretera de Sigüenza a Soria, aquella que se abrió por vez primera, como camino de carros, en 1861 con uno de esos presupuestos que, para su tiempo, asustaron: 2.091 reales y medio. La carretera amenazada, tal y como hoy la conocemos, se empedró por vez primera en 1919, cuando ya la transitaban vehículos a motor de cuatro ruedas.
El peligro de que la dichosa sima se acercase a la carretera hizo que, desde la Jefatura de Obras Públicas de Guadalajara, se pidiese a los entonces vigilantes de carretera que, día a día, mañana o tarde, pasasen por el lugar a medir el ancho y largo del agujero. Por si había que tomar otras medidas. Dos vigilantes de carretera tenía entonces la provincia, dependientes del parque de Atienza y, ¡mira por donde!, uno de ellos era el padre del escribidor; así que, coincidiendo con el solaz vacacional, en más de una ocasión, este que lo es, acompañó a su padre a medir la sima de Paredes; convertida a lo largo del mes en una nueva atracción turística provincial.
Alcolea de las Peñas, y Morenglos
A este que lo es, que disfrutaba con aquello de escribir, se le ocurrió que podía contar lo que sucedía en la sima de Paredes; en la villa de su nombre y en los pueblos del entorno, así que, una de aquellas tardes de medición de la barranquera, por la que comenzaba a salir y subir el agua salitrosa del entorno, entramos a bordo del coche oficial del progenitor del escribidor, en la villa de Alcolea de las Peñas, tan hermosa entonces como lo es ahora; aunque con menos alboroto ahora que por aquel entonces. La intención era conocer el pueblo y que el escribidor escribiera sobre él. Los entonces vecinos se volcaron en contarle cosas, y le abrieron la iglesia para que viese la escalera de caracol que sube a la torre, el San Martín a lomos de su cabalgadura, o los viejos papeles de Morenglos; sus cuevas y sus sepulturas antropomorfas, que entre montículos de piedras todavía conservaban, sin duda por aquello del respeto a los tiempos, los huesos de quienes las ocuparon.
De guía les sirvió, ya lo contó en alguna otra ocasión, Quiterio de Miguel, quien le habló de Venancia de Higes a quien, según cuentas, llevaron a Sigüenza a declarar, en un carro que sirvió de correo de ida y vuelta, para que dirimiese la cuestión de a qué parte habían de ir las tierras de Morenglos, si a Tordelrábano, que las reclamaba; o a Alcolea, que también. Siguiendo a Quiterio de Miguel entró en la cueva, o cárcel de Alcolea y escuchó, con el asombro de los tiempos, la fábula de aquel preso que se coló por el agujerillo y se escapó, perdiéndose entre la leyenda y la realidad.
Hace unos agostos que el escribidor tornó a Alcolea de las Peñas, con intención de contarle al bueno de Quiterio de Miguel que aquello del preso que se escapó no era cuento, sino realidad. Que el escapado tuvo nombre y apellidos; que se llamó Modesto, Modesto Sánchez Luengos, que era hombre ágil, algo chato y de buen cuerpo, al que trasladaban desde las cárceles navarras a la de Guadalajara, a dar cuenta de sus asuntos. El 11 de noviembre de 1860 se descolgó el ágil Modesto por entre las peñas de Alcolea, antes de desaparecer para siempre. Cuando se lo fue a contar, Quiterio ya no se encontraba en estos mundos. A escribidor le contaron que hacía unos días que lo dieron a la tierra. Y se entretuvo, echando la hebra, con quien le hizo percibir que el tiempo pasa.
Cuarenta años, no son nada
De aquella historia de la Sima de Paredes, tan famosa entonces como hoy olvidada; y de las historias que por Alcolea y Morenglos le contó al escribidor el bueno de Quiterio de Miguel, compuso el autor de esta página unas líneas que, vistas al día de hoy, resultan un tanto ingenuas. Echando atrás la cabeza nos vamos dando cuenta de los errores que se van cometiendo por el camino de la vida, y de los escritos y, al cabo, nos hacemos maestros en el arte de lo propio, sin fijarnos demasiado en lo que opinen los demás.
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Aquella historieta de Alcolea de las Peñas, que tanto costó escribir, más que otra cosa por la falta de oficio, la mandó a este periódico, que la puso entre sus páginas, y gustó a quienes la leyeron. La señora Fidela salió a comer a besos al autor del articulillo, y lo mismo hizo su vecina de tienda de la plaza de Mecenas, de Atienza, la señora Natividad, ambas naturales de Alcolea que, confesión propia, era la vez primera que veían su pueblo escrito con letras de molde en un periódico, sin que apareciese en la página de los sucesos.
Sí. En la página 20 del periódico Nueva Alcarria, correspondiente al 27 de marzo de 1982, cuarenta años se cumplen estos días, aparecía un articulito dedicado a Alcolea de las Peñas, escrito por quien esto escribe. Era, casualidades del tiempo y la memoria, la vez primera que este humilde escribidor veía escrito su nombre, con letras de molde, en un medio de prensa. El primer artículo, llámese colaboración, o como quiera, de alguien que, por aquellos tiempos, soñaba con ser escritor. Y que, al ver su escrito publicado, sintió esa especie de vergüenza, o desnudez, de todo cuentista que principia su andadura…
Después llegaron muchas colaboraciones más. Incluso, el 1º de enero del año siguiente, el de 1983, compartiendo página con don Salvador Embid, aparecía el que, por entonces, fue su articulillo más famoso, “El Señorío de Atienza”, que aquel año se batió el cobre con don Luis Monje y doña María Antonia Velasco en el podio de los premios de periodismo José de Juan, de la Diputación Provincial de Guadalajara. Luego llegaron otros premios, por escribir, entre ellos el literario Nueva Alcarria, o el Popular en Historia, de Nueva Alcarria.
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Cuarenta años, que no son nada, o mucho. Toda una vida escribiendo. Admirando a quienes ya escribían, que por fuerza de la razón comenzaron antes sus andaduras literarias; y fueron entonces, como lo son ahora, vecinos de páginas, toda una satisfacción; lo mismo que ver que aquel Nueva Alcarria, modernizado, continúa apareciendo en los kioskos o los buzones cuarenta años después. Y que el progenitor de quien esto escribe lo continúe leyendo, un poco más.
El 27 de marzo de 1982, por vez primera, este que lo es, veía su nombre, con letras de molde, al pie de unas líneas de letra de imprenta, era su primera colaboración en este periódico; y le gustó.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 25 de marzo de 2022
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