viernes, enero 07, 2022

LOS GISMERA, O CON MAYOR PROPIEDAD: XISMERA

 LOS GISMERA, O CON MAYOR PROPIEDAD: XISMERA

La historia de los apellidos tiene, en muchas ocasiones, orígenes curiosos

 

 

   Tan sólo hace unas semanas que en Arbancón se ha inaugurado un recorrido en el que se da cuenta del origen de algunos de los apellidos principales de la población; y es que, algunos de estos, los apellidos, están unidos desde que el mundo es mundo, o mejor, desde que se fundó la localidad, a algunos de nuestros pueblos.

   Los apellidos distinguieron a los gremios o los oficios; los hechos de quienes tuvieron el honor de añadir una gesta al nombre propio; las características físicas de quien lo originó, o, por supuesto, indican el lugar de nacimiento cuando este, el apellido, hace relación a alguna población.


 

   Por el apellido se conoce el lugar de procedencia, cuando estos gozan de ese tinte de exclusividad que los hace únicos en un punto del mapa. Sucede con los Borlaf en los límites de Guadalajara con las tierras de Ayllón; o con los Cerrada, que pueblan el entorno de la falda del Alto Rey de la Majestad tendiéndose a través de él por algunas de las más hermosas poblaciones de Guadalajara, desde Prádena a Gascueña, recorriendo el singular entorno del río Cañamares; como los Garcés que, provenientes de tierras navarras, se aposentaron en el no menos hermoso valle del río Salado y se extendieron desde Alcolea de las Peñas y Tordelrábano hasta Madrigal y Cincovillas (de Atienza), y ocurre con los Gismera, en ese triángulo que poco a poco se silencia, en el que confluyen las tres grandes poblaciones que han dado historia, acunadas por las aldeas del entorno, a la propia cabeza de partido, Atienza, a Hiendelaencina y, por supuesto, Miedes de Atienza.

 

Lo que cuentan los archivos

   No es nuevo en la comarca el apellido, ni apareció con la plata de Hiendelaencina, como en ocasiones se ha tratado de ver el curioso apellido Gismera, tan localizado y prácticamente exclusivo de esta tierra, al menos desde hace tres o cuatro siglos. En la actualidad se derrama por media España, parte de la otra e incluso ha traspasado las fronteras; cosas de la emigración.

   El investigador, estudioso y escritor Juan Luis López Alonso, activo colaborador de la archivada revista “Atienza de los Juglares”, dio claras pruebas a través de las páginas de aquella, de que allá por los siglos XVII y XVIII, los Gismera ya existían en la comarca atencina, convirtiéndose en seña de identidad no sólo de alguna de esas poblaciones señeras, también de las que las rodean.

   Claro está que los Gismera de entonces no eran como los de hoy; los Gismera de entonces eran Xismera, a secas. Como lo continuaron siendo a lo largo del siglo XIX y, en algunos lugares comarcanos de Miedes y Atienza, hasta bien entrado el XX.

   Por los años medios del XIX a algunos sesudos secretarios municipales, que siempre los hay, queriendo tener mayor mando en plaza que los académicos de la Real de la Lengua, comenzaron a intervenir en eso de los cambios de denominación de apellidos, e incluso de poblaciones. A unas añadieron letras, a otras las restaron y a algunos apellidos se las mudaron. Con este pasó en parte.

 

 

ALPEDROCHES, UNA TIERRA POR CONOCER, y que lo puedes hacer pulsando aquí

 

   El ilustre Orchano, originario de Santiago de Compostela en la siempre paternal Galicia, entusiasta de su localidad de acogida, cronista de aquella villa y colaborador desde sus tiempos mozos, y durante años, de este Nueva Alcarria, Juan Luis Francos Brea, siempre defendió la originalidad de los nombres propios y apellidos conocidos, y llevó muy a mal el que uno de aquellos escribanos públicos o secretarios municipales, en este caso don Romualdo Villavilla, que era natural de Carabaña, al ocupar el cargo de escribano de Orche, y por antojo propio, desde el 15 de enero de 1851 en el que por vez primera lo hizo, trastocó el Orche original por el Horche de sus sentimientos culturales. Cosas que pasan.

  

La Miñosa, Gascueña y Cañamares

   En uno cualquiera de estos tres pueblecitos serranos, hoy casi perdidas aldeas de la Serranía de Guadalajara, se encuentra el origen del apellido Gismera, cuando llegó desde la profunda e histórica Castilla, a nuestras tierras.

   En Alpedroches fue corriente por el siglo XVIII, al igual que lo llegaría a ser en La Miñosa; y en Ujados, subiendo un poco más hacía la Sierra de Pela, donde hoy su espinazo parte las provincias de Guadalajara y Soria, otorgó testamento Bernabé Xismera Zanzajo, quien en el documento se declaraba natural de Cañamares, aldea entonces de la jurisdicción de Paredes de Sigüenza, perteneciente Paredes de Sigüenza al señorío de los vizcondes de Torija, el 18 de abril de 1747.

   Aquel año y día fue cuando Bernabé Xismera, aquejado del último mal, quiso salvar su alma del maldito demonio (tal lo declaró al escribano en su última voluntad), dejando reseña de quiénes eran parte de su familia, diseminada por las poblaciones citadas, siendo gracias a él que conocemos los lugares en los que, al menos testimonialmente, los Xismera se encontraban desde, como poco, cien años atrás.

   Pedía en su última voluntad, Bernabé Xismera, ser enterrado en la iglesia parroquial de Cañamares, donde fue bautizado, en la misma sepultura en la que ya descansaba su padre, Julián Xismera. Lo que tenía en dinero lo gastó en misas, por el bien de su alma; y como era costumbre acordarse de los ancestros en semejante trance, también dejó algo para que se dijesen misas por sus tíos, Paula, Carlos, Melchor y Baltasar Xismera, que descansaban a la eternidad postrera de los siglos, lo mismo que sus abuelos, al pie del altar mayor de la hermosa iglesia de Cañamares que aún conserva, como tantas de estas tierras, su portada primitiva y su espadaña levantadas sin duda en tiempos del románico. A su madre encargaba el cumplimiento de las disposiciones, a cambio de dejar a su padrastro, Julián Cercadillo, un huerto que tenía en medianía con otro de sus tíos, Pablo Xismera; encargándola también que en los nueve días siguientes a su entierro se diesen de limosna, sobre su sepultura, como era igualmente costumbre en este tiempo, media libra de pan a cada pobre que por ella pasase a rezar unas preces en bien de su alma.

 



 AQUÍ, LA MIÑOSA


   El tal Pablo Xismera, el vecino de la huerta, tiempo después, estaría en Atienza firmando otros documentos; Y otro Blas, Xismera, también testaba en la villa castillera a favor de su mujer, María de la Vega, mucho antes que los otros, el 25 de agosto de 1702.

   Hipólito Xismera, que testó en Atienza el 11 de marzo de 1852, dejó por testamentaria a su mujer, María Castel. El señor Hipólito provenía de Gascueña, entonces del Alto Rey y hoy de Bornova, y en Atienza, crecieron sus vástagos.

   También estaban por entonces asentados los Xismera en Miedes de Atienza, desde donde marchó a Hiendelaencina, en tiempo de la plata, por aquello de buscarse la vida en la minería, un muchacho de poco más de veinte años, llamado Venancio Xismera, natural, como tantos más de los Xismera de este tiempo, de Cañamares. Mala vida tuvo el joven Venancio, pues fue uno de aquellos a los que no acompañó la suerte cuando en la madrugada del 18 al 19 de octubre de 1864, la desgracia zarandeó el mundo minero de Hiendelaencina con el incendio de una de sus explotaciones, atrapando dentro a un número indeterminado de hombres. Aquella madrugada, como a las tres, alguien dio la voz de alerta en torno a lo que estaba sucediendo en uno de los principales pozos mineros, el de la Perla. La historia de aquel día contó que el Ingeniero Jefe de minas bajó voluntario en busca de los atrapados, otros dicen que lo hizo a la fuerza y obligado…, y tampoco regresó. Venancio Gismera fue de los que acudieron al rescate de los rescatadores y se contó entre los doce, catorce o veinte muertos de aquella desgraciada jornada. A su padre, Pablo Xismera, le dieron 300 reales en compensación por la pérdida del hijo. Y uno de sus hermanos llegó a ser, tiempo después, alcalde de la población minera.

   Los Xismera más antiguos conocidos provienen de las tierras de Burgos. Cuentan las viejas leyendas que hallándose en aquella ciudad el ilustre Íñigo López Mendoza, marqués de Santillana, al promedio del siglo XV, salió a cantarle coplas uno de aquellos no menos ilustres poetas de su tiempo, Juan de Mena, quien hizo referencia en su obra a los xismes que contase uno de los alguaciles del Concejo. Un alguacil al que, en lo sucesivo, trastocaron su nombre por Xismera.

   El paso del tiempo cambió el uso de las letras y la X, como fixo (hijo), o exemplo (ejemplo), con la moda del reajuste de las silabantes y la ayuda de secretarios y escribanos, comenzó a cambiarse por la J o por la G.

   Curioso origen para un apellido, nacido de contar chismes, y que los continúa contando seiscientos años después.

 

 Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 7 de enero de 2022

 

 

HISTORIA DE LA VILLA DE ATIENZA (Conoce el libro, pulsando aquí)
 

 

 

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