viernes, abril 17, 2020

DOS GESTAS DE LA AVIACIÓN EN GUADALAJARA


DOS GESTAS DE LA AVIACIÓN EN GUADALAJARA
El vuelo de Mauvais y el dirigible España


   Acostumbrados a las grandes hazañas aéreas llevadas a cabo por pilotos de otras naciones, y a escuchar las grandes conquistas espaciales que se nos avecinan, con viajes de ida y vuelta a la luna o a Marte; tendemos a olvidar que Guadalajara, cuna de la aviación española, dejó alguno que otro nombre inscrito en el olimpo de la aviación mundial, al margen de nuestro gran héroe del aire, el malogrado Mariano Barberán.



   Claro está, que eran tiempos de héroes del aire los que vivieron Barberán, y antes que Barberán, los aviadores o aeronautas, dicho con más propiedad, que pasaron por Guadalajara, para dar cumplimiento a esa ambición del hombre por volar. La ambición que llevó a Diego Marín, primer hombre del que tenemos noticia que se echó con esa intención al viento, a estamparse contra la era de su natal Coruña del Conde cuando anunció a los de su pueblo que se iba, volando, al Burgo de Osma, y desde el Burgo de Osma, a Soria. Su vuelo apenas se sostuvo unos metros en el aire, claro está que corría el año de gracia de 1798.


El vuelo de Jean Mauvais
   Algo más de cien años después un francés, M. Jean Mauvais, fue el primer hombre que llegó volando a Guadalajara a lomos de un avión, un biplano Sommer de 50 caballos que mirado desde la distancia del tiempo nos parecería de juguete. La hazaña tuvo lugar el 24 de noviembre de 1910. M. Jean Mauvais, experimentado piloto que andaba por España haciendo demostraciones de lo que un aparato volador era capaz, voló con su avión desde Madrid hasta Guadalajara.

   Salvadas las dificultades de ruta y obtenidas las autorizaciones pertinentes, Mauvais se subió a su aparato  a las tres y cuarenta y ocho minutos de aquel célebre 24 de noviembre y tras un vuelo algo accidentado a causa del viento,  a las cuatro y diecisiete minutos con ocho segundos tomaba tierra en Guadalajara, delante del hangar del dirigible España.

   Era la vez primera que llegaba un avión a Guadalajara, y Guadalajara, y los guadalajareños, avisados del evento, lo aguardaban en las calles como se espera lo imprevisto. Dicen las crónicas de aquel día que un enorme gentío se apelotonaba en los alrededores del polígono en el que se encontraba el cuartel de aerostación y que, por supuesto, la totalidad de jefes y oficiales se encontraban a la espera para recibir como se merecía al héroe del aire. Al frente de todos ellos, el coronel Vives, probablemente el más experimentado y famoso de los aviadores de la España de aquel tiempo, quien junto con el capitán Kindelán había volado en la canastilla de unos cuantos globos y dirigibles por los cuatro puntos cardinales de España y parte de Francia, a donde ambos acudieron el año anterior para probar el gran dirigible ante cuyo hangar tomó tierra el aviador francés. Incluso ambos, Vives y Kindelán, experimentaron en tierras galas lo que es darse de bruces contra el suelo cuando en una de las pruebas de resistencia del gran España la niebla les privó de la visión y destrozaron una parte del magnífico aparato volador en las cercanías de Pau.


   En el mismo cuartel de aerostación de Guadalajara fue agasajado por los aeronutas españoles, pilotos de globos, que no de aviones, el francés Mauvais, quien para completar la hazaña invitó a nuestro coronel Pedro Vives a dar una vuelta en su aparato, con tan mala fortuna que la rotura de un tensiómetro lo impidió, de momento.  

   Por supuesto, eran los tiempos en los que Guadalajara estaba en la primera línea de la aviación nacional; aunque todavía no fuesen aviones los que surcasen los cielos, sino globos de todos los tamaños y modelos, precursores de los dirigibles y, por supuesto, del España, que con base en Guadalajara recorrió los cielos de la Península Ibérica llevando el nombre de la capital de la Alcarria por bandera hasta situarse en el lugar para el que había sido fabricado, las tierras coloniales del otro lado del mar, las de Marruecos.


El dirigible España
   El España, de 4.000 metros cúbicos, tenía 62 metros de longitud y llevaba un motor de 110 caballos de potencia, los que le permitían desplazarse a la increíble velocidad de 50 kilómetros a la hora. La barquilla, de tubos de acero, pesaba algo más de 1.500 kilos, capaz para transportar a ocho personas. Fue construido en Francia por la empresa Astra, entre 1908 y los comienzos de 1910, cuando la aviación estaba en fase de prueba y las grandes potencias mundiales en el asunto aeronáutico, entre ellas España, se habían lanzado a la gran carrera de la conquista del aire. Contando nuestro país, en ese proyecto, con uno de los grandes ingenieros o inventores conocidos que desarrollaron gran parte de sus inventos en aras de la seguridad aérea, Leonardo Torres Quevedo.

   El vuelo del España desde Francia hasta Guadalajara fue algo semejante al del Apolo desde la tierra a la luna, distribuyéndose centenares de hombres a lo largo de la ruta que el dirigible tendría que hacer a través del aire, para el caso de que Vives y Kindelán, sus pilotos, necesitasen ayuda, incluso en uno de los puntos del recorrido, Burgos, se prepararon grandes piras de paja para prender fuego al aproximarse el aparto, y que sus pilotos pudiesen ver, por la dirección del humo, la intensidad del viento.

   Su primer vuelo de Guadalajara a Madrid, una vez arribó a su base, fue el 5 de mayo de 1910, y ese día disfrutó Madrid de un espectáculo nuevo e inesperado que impresionó agradablemente en todos los ánimos.

   Salió de su hangar en el Parque de Aerostación de Guadalajara a las once de la mañana y marchando contra el viento, tomó la dirección de Madrid, a donde llegó tras una hora y quince minutos de evolución aérea, tripulado por el coronel Vives y el capitán Kindelán, junto al ingeniero constructor M. Kapferer y dos mecánicos.

   Tras sobrevolar Alcalá de Henares, Torrejón y San Fernando, el dirigible entró en Madrid por el barrio de la Guindalera, entonces uno de los más extremos, y desde el que giró hacia la derecha para enfilar hacia a los Cuatro Caminos, y después al centro.

   El España voló sobre la capital del reino rodeando Madrid, y sobrevolando el palacio Real, a cuyos balcones se asomó, según se cuenta, el rey Alfonso XIII.

   El España, sobre palacio y la plaza de Oriente, evolucionó ante el asombro del público por espacio de algo más de media hora. Después enfiló por la calle Mayor hacía la Puerta del Sol, y por Alcalá a Cibeles, donde se cuenta que dio tres vueltas completas a la plaza para que lo pudiesen observar con detenimiento los mandos militares del palacio de Buenavista, entonces cuartel general del Ejército. Se dirigió hacia la plaza del Progreso –hoy de Tirso de Molina-, desde aquí giró para continuar a la estación de las Delicias y subir de nuevo al barrio de las Ventas, antes de tomar el camino de retorno.





   Sobrevoló Guadalajara enfrentándose a un fuerte viento a eso de las tres de la tarde. Tomando tierra a las cinco, tras una primera prueba de vuelo exitosa. Puesto que de una prueba de resistencia se trataba, debiendo de permanecer en el aire por espacio de algo más de seis horas.

   El dirigible España estuvo en funcionamiento, tanto para el transporte de personas, como para observaciones militares, hasta 1925, habiendo dado varias vueltas a España, e incluso a Europa. En ese 1925 participó, por vez última, en un desfile militar que tuvo lugar en Madrid en el mes de enero. A Madrid, claro está, llegó desde Guadalajara, donde continuaba el cuartel de Aerostación y seguía teniendo su base.

   Por supuesto que hubo otros muchos dirigibles españoles que salieron de Guadalajara a recorrer mundo, entre ellos el “Reina Cristina”, que cruzó los mares y llegó a América en 1929, o el “Alfonso XIII”, que se destruyó en el aire a causa de un incendio.

   Fue en 1934 cuando los dirigibles guadalajareños quedaron relegados al olvido a causa de la creciente pujanza de la aviación. Aquel año, y a modo de despedida, sobre Guadalajara alzaron el vuelo todos los dirigibles que entonces quedaban en el cuartel.

   La Guadalajara de las hazañas aéreas, que de cuando en cuando, nos vienen a la memoria.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 17 de abril de 2011

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