SOMOLINOS: INDUSTRIAS DEL PASADO.
DE LA FÁBRICA DE PAPEL A LA FÁBRICA DE LA LUZ.
Puede que sea la de Somolinos una de las lagunas más conocidas de la
provincia de Guadalajara, tanto por sus orígenes glaciares como por el número de
molinos que la tradición nos cuenta que se levantaron en sus cercanías, a fin
de aprovechar el beneficio de sus aguas, en el último rincón de la provincia de
Guadalajara, rayanas con las de Soria y Segovia.
Al hablar de molinos casi siempre se nos irá el pensamiento a los
harineros, sin fijarnos en otros, que los hubo, de papel y de batir cobre,
antes de convertirse en fábrica o salto de luz.
Las tres industrias ocuparon el mismo suelo y se sirvieron de las mismas
aguas, pues fueron pasando de una a otra conforme fue también pasando el
tiempo.
En 1805 ya podíamos leer en el Diario de Madrid que el duque del
Infantado, titular entonces del martinete de cobre, lo ponía en arrendamiento a
través de su administrador en Argecilla, D. Fernando Maynez Herreros.
La fábrica de papel por su parte venía funcionando desde el siglo XVII.
Al respecto, Gonzalo Gayoso Carreira, en su Adición
Final a los apuntes para la historia del papel en España, nos indica:
Madoz en 1846 al tratar del partido judicial de Atienza dice de
Somolinos: En él hay dos martinetes para batir el cobre que se recoge de varios
puntos, y un molino de papel descompuesto. Y por último el señor Conde de
Polentinos tiene proyectado en el mismo pueblo una gran fábrica para elaborar
hierro forjado y fundido para presentarlo después en distintas formas.
Efectivamente así era. La fábrica o molino de papel se había arruinado
ya que los arrendadores dejaron de trabajarla por las distancia que había entre
Somolinos y Madrid, principal mercado de su producto, que lo encarecía
considerablemente.
La finca, con el molino de papel y el martinete de cobre, puesta en
venta por la Casa del Infantado, fue adquirida por el entonces conde de
Polentinos, don Felipe de Colmenares, quien tenía inversiones en la comarca de
Hiendelaencina en el naciente mundo de la plata.
Esta fábrica comenzó a funcionar poco
tiempo después, con el mineral de plata y hierro que procedente de
Hiendelaencina era allí tratado para ser enviado a Madrid, de lo que nos deja reflejo
algún que otro apunte referido a la fábrica de La Constante:
No son demasiadas las referencias que
tenemos en torno a la fábrica o molino de papel de que se nos hace referencia,
más si volvemos al ya citado Diario de Madrid de los inicios del siglo XIX,
volvemos a encontrarnos uno de aquellos curiosos anuncios que nos hablan del
deseo de sus propietarios por ponerlo en otras manos:
Se arrienda o vende una fábrica de papel,
situada en la ribera de Somolinos, provincia de Guadalajara, al pie de una
hermosa laguna de aguas cristalinas y abundantes, cuyo edificio se halla
perfectamente reparado, con dos tinas, doce pilas y un martillo. La persona que
quiera tratar de su compra podrá hacerlo en Madrid con Don Juan Bravo, maestro
de coches, que vive en la Carrera de San Francisco, o en dicha fábrica con el
mismo dueño.
Antiigua fábrica de harinas de los hermanos Aldea |
La adquisición la hizo la Casa del Infantado, uniendo esta a su
explotación del cobre, poco antes de deshacerse de ambas.
Sobre estas industrias se levantó en los
comienzos del siglo XX la fábrica de luz
que bajo el nombre de La Eléctrica de Santa Teresa, dio servicio de alumbrado a
toda la Serranía de Atienza, y que estuvo en funcionamiento desde 1905 hasta
1968.
Anteriormente sus instalaciones estuvieron ocupadas por los martinetes
de cobre, hierro y plata, que llevaron el mismo nombre, como se desprende de
una información judicial de 1866:
La
Gaceta de 29 de diciembre último inserta un edicto judicial anunciando nueva
subasta y remate de la fundición Santa
Teresa, sita en el término de Somolinos, provincia de Guadalajara, con una
extensión superficial de 42.783 metros cuadrados y 6 decímetros, comprendidos
en ella el edificio destinado a fábrica de función que tiene 2.228 metros
cuadrados de superficie y consiste en ocho crujías paralelas en planta baja y
dos patios, hornos de fundición, molinos, almacenes, laboratorio y demás
oficinas necesarias al objeto.
Una casa en tres crujías paralelas en planta
baja, principal y segunda, distribuidas en portal, escalera, cuadra, pajar,
habitación y almacén.
Otra en una crujía destinada al servicio del
horno.
Otra para el servicio del tejar en dos
crujías.
Y un horno de cocer ladrillos, cuyos
edificios están separados el uno del otro habiendo sido retasada la posesión en
696.000 reales.
Marca de agua de la fábrica de papel |
En la primera subasta, a la que no se
presentaron pujas, se tasó en 936.916 reales; en la segunda se abarató hasta
los 747.200. La que damos cuenta era la tercera.
Por su parte, la Reseña Física y Geológica
de la Provincia, anotada en 1929, nos señala al respecto de estas industrias:
La fábrica de fundición de Somolinos dispone
de unos 30 metros de caída; otros de menos consideración dan movimiento a un
martinete de cobre y algunos batanes escalonados entre aquel pueblo y
Albendiego.
Y
todavía nos señala al respecto Manuel
Pérez Villamil en su “Viaje al Alto Rey”, publicado en 1879:
En este terreno, que hoy pertenece al conde
de Polentinos se construyó hace pocos años una magnífica fábrica para el
beneficio de los minerales de plata y hierro, y que subsiste aún, si bien
deteriorándose su complicada maquinaria por la acción implacable del tiempo y
las humedades. Causa profunda lástima tan grande e injustificable abandono;
pues si bien es cierto que fue un error industrial la construcción de tal
fábrica en este sitio, a tres leguas escabrosas de las minas de Hiendelaencina,
y cuando ya existía a una escasa distancia la grandiosa y bien montada de los
ingleses llamada La Constante, es indudable que tan poderosa caída de aguas
debiera aprovecharse en otros usos.
Sobre todo ello volvemos a tener referencia a través de una nueva
subasta judicial, esta de 1913 en que se
saca a subasta una posesión, antiguamente fábrica de fundición denominada Santa
Teresa, cruzándolos el río Bornoba y el antiguo Camino de Castilla.
Para entonces, cuando la fábrica de la luz comenzó a funcionar, la finca
había dejado de pertenecer al conde de Polentinos; don Felipe falleció, pero
continuaba en posesión de la familia Colmenares, quien solicitará en 1900 el
cambio de uso y el distinto aprovechamiento de las aguas, que les será
concedido en 4 de junio de 1901 a través de su solicitante, D. Emilio de
Colmenares. Podía dedicar la industria a la producción de energía eléctrica,
siempre que no alterase el cauce. En la petición, presentada en el mes de
agosto de aquel 1900 nos da cuenta de que las aguas del manantial que entonces
pretendía cambiar, habían sido utilizadas en diferentes usos. El molino de
papel dejó de funcionar, lo mismo que el resto de las industrias. Para entonces
en el lugar se continuaba trabajando el cobre, pero transformándolo en calderas
que recorrían los cuatro puntos cardinales.
Hoy
todo es historia, y la comarca avanza rápidamente hacía la despoblación. Las
comunicaciones, tan importantes para enlazar los distintos mercados, llegaron
demasiado tarde. No está de más hacer memoria de un tiempo, y de una tierra condenada
al silencio.
Tomás
Gismera Velasco
Nueva
Alcarria, 17 de Noviembre 2017
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