DE SIGÜENZA: MANUEL PÉREZ VILLAMIL.
A los cien años de su muerte
El 11 de
noviembre de 1917, Manuel Pérez Villamil retornó a Madrid desde Murcia. Había
acudido a aquella provincia para tratar de restablecerse en su delicada salud,
algo que no consiguió y probablemente sintiendo que se acercaban sus últimos
días, quiso retornar. A partir de su vuelta los madrileños, los seguntinos y
los guadalajareños conocieron que la vida de don Manuel se apagaba.
Hijo del abogado seguntino del mismo nombre,
y de María del Carmen García Somolinos nació en Sigüenza el 3 de octubre de
1849. En Sigüenza llevó a cabo sus primeros estudios, que continuaría en
Guadalajara para pasar más adelante a la Universidad Central de Madrid, donde
llevó a cabo estudios superiores, doctorándose en Derecho, así como en
Filosofía y Letras, estudios que llevó a cabo entre 1864 y 1870.
Comenzó su vida laboral como abogado al lado
de su padre, representando en algunos
pleitos al diario madrileño “El
Siglo Futuro”, al tiempo que comenzaba su vida periodística. Profesión, la
de Derecho, que no tardaría en dejar a un lado para dedicarse a la docencia,
llegando a ser Catedrático de Teoría e Historia de las Bellas Artes en el
Centro de Estudios Católicos de Madrid, al tiempo que opositaba al cuerpo de
Bibliotecarios y Archiveros, incorporándose a la institución en 1886.
Sus primeros pasos periodísticos los
llevaría a cabo en esta década, la de 1870, en la revista Hispano Americana “Altar y Trono”.
En junio de 1882 contrajo matrimonio en
Madrid con la aristócrata Concepción de Pineda, nieta del marqués de Campo
Santo. Anotando que, a partir de entonces, sus amores patrios quedarían divididos
entre la provincia de Guadalajara y la de Murcia, investigando y dando a la
luz, sobre su tierra de acogida algunas obras de interés en torno a sus pasadas
industrias y el trabajo de la mujer, siendo recordado por su defensa del
patrimonio histórico-artístico y por la permanencia en aquella capital del
famoso “Belén de Salzillo”. Obra que
le fue entregada para su custodia logrando, mediante diferentes artimañas, que
en lugar de que la colección de figuras terminase en manos particulares,
acabase, como lo hizo, siendo de dominio público en la capital murciana.
Para entonces, para cuando contrajo
matrimonio, se había convertido en un destacado periodista. Había comenzado a colaborar
con la revista “La Ilustración Católica” que terminaría adquiriendo para
convertirse en su director entre el verano de 1879 y los inicios de 1887. Igualmente
dejó sus escritos en revistas y diarios como “La Ciencia Cristiana”, “La
Lectura Dominical”, “La Crónica”, etc., en muchas ocasiones firmando con
seudónimo, o con sus simples iniciales: “M.P.V.”.
A través de “La Ilustración Católica” se dio
a conocer al gran público con artículos en los que el arte y la religiosidad
alternaban con otros en los que se mantuvo presente la provincia de
Guadalajara, principalmente a través de las comarcas de Sigüenza y Atienza.
Formó parte de la histórica “Peregrinación
Española a Roma”, que tuvo lugar en 1876, ejerciendo en la ocasión como
corresponsal para varios periódicos madrileños, y dando a la luz, al término de
aquella, un completo relato del viaje, que llevó por título “La Peregrinación
Española en Italia”. Posteriormente
compaginará su vida entre la docencia, la Academia de la Historia, el Cuerpo de
Archiveros y, por supuesto, la investigación histórica.
Libros para vivir y conocer los museos de Atienza
Museos de Atienza. Tres Museos, tres historias, tres libros para conocerlos.
Fue elegido Académico de número de la Real
de la Historia en 1906, haciendo efectivo su ingreso con la lectura de su
discurso el 12 de mayo de 1907 siendo apadrinado por quien entonces era
Cronista Oficial de Guadalajara, don Juan Catalina García López. Uno de sus
grandes amigos junto a Francisco Navarro Villoslada, de quien se sentía
discípulo y seguidor. Pérez Villamil era ya, desde el 7 de mayo de 1875,
académico correspondiente por Sigüenza, de la Historia.
Hacía muy poco tiempo que Pérez Villamil había publicado una de sus
obras más significativas: “Arte e Industrias del Buen Retiro; La Fábrica de
la China. El laboratorio de piedras duras y mosaico, obradores de bronces y
marfiles”, dada a la imprenta con la colaboración del coleccionista
madrileño, político e industrial, entre otras muchas cosas, Francisco de
Laiglesia y Auset; libro que obtendría el premio “al talento” de la Real
Academia.
Para
la provincia de Guadalajara en general, y para Sigüenza en particular, la gran
obra legada para la posteridad sería su historia de la “Catedral de Sigüenza”,
contando con las aportaciones del clérigo Román Andrés de la Pastora, y de don
Ambrosio Mamblona, quienes serían piedra clave para futuros estudios seguntinos
en general y de la catedral en particular.
No
era aquel, el del premio al talento, el primero que recibía Pérez
Villamil, puesto que en sus comienzos recibió, el 5 de mayo de 1878, el de la
Academia Bibliográfica Mariana de Lérida por su obra “Representación de la
Virgen Santísima en el Arte Cristiano”. Y unos años antes, en 1872, el
premio de la Ilustración Popular de Valencia, por su romance histórico “La
muerte del moro Zafra”, cantando y contando una leyenda en torno a este
personaje descubierto en una de sus primeras visitas al Monasterio de Huerta,
según propia confesión, en el libro a él dedicado.
Su
vida comenzó a apagarse en 1916, tras el decreto oficial de su jubilación,
publicado en el mes de octubre, el día 10, por el que cesaba en su cargo de
jefe de tercer grado del cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios por razones de
edad y salud.
Había
perdido vista, habla y movilidad, a pesar de que continuaba trabajando en sus
informes para la Real Academia. Tenía pendientes algunos estudios de Arte, que
publicaría en los inicios de 1917 en algunas revistas especializadas y ofreció
su última conferencia en el Ateneo de Madrid el 21 de febrero de aquel año
1917. La conferencia versó sobre la porcelana del Buen Retiro. Su estado de
salud no le permitió ofrecerla por sí mismo por lo que, escrita en un sinfín de
cuartillas, fue leída por el vizconde de San Enrique, proyectándose numerosas
fotografías de la colección del Sr. Laiglesia.
Fue
aquel uno de sus últimos actos públicos ya que la enfermedad se agravó hasta
que, al regresó de Murcia, no le permitió salir de casa. Su fallecimiento
apenas ocuparía unos renglones en los periódicos, nacionales y provinciales, se
produjo el día 11 de diciembre en su domicilio familiar de la calle de Ferraz número 84, de Madrid.
Para
la posteridad dejó un importante legado en obras de gran calado para la
historia patria y guadalajareña. Entre ellas la que, dicho queda, representa,
quizá, su obra de mayor calado: “La Catedral de Sigüenza”, que vio la
luz en 1899; el primer trabajo que, en profundidad, estudiaba la sede de la
mitra seguntina.
Aparte de estas, fue traductor de algunas otras, del francés e italiano
al español, colaborando con las editoriales Bonnet y del Amo, de París y
Madrid, respectivamente; quedando como más significativa de estas traducciones
la que llevó a cabo sobre “Las Florecitas de San Francisco de Asís”,
firmada bajo el seudónimo de “Un hermano de la Orden Tercera”, a la que
pertenecía. Igualmente, continuó la
labor emprendida por Juan Catalina García López en la edición de las “Relaciones
Topográficas de Guadalajara”, debiéndose a Pérez Villamil el tercer
volumen, al tiempo que, fallecido García López, tuvo el encargo de informar a
la Real Academia sobre los monumentos provinciales de Guadalajara necesarios de
catalogación y conservación, entre ellos el Palacio del Infantado y la Capilla
de Luis de Lucena, informes, junto a otros de distinta procedencia publicados
en los Boletines de la Real Academia.
Igualmente
fue nombrado, en sustitución del Marqués de Polavieja, vocal de la Comisión
Ejecutiva de Excavaciones de Numancia, en 1914; así como de los hallazgos
arqueológicos que tuvieron lugar en la localidad de Coria, en la provincia de
Cáceres.
A
todo esto se unirán artículos, conferencias, charlas… En su mayoría, al día de
hoy, desconocidas. El tiempo las ha borrado de la memoria impresa.
Al
día siguiente de su fallecimiento recibió sepultura en la madrileña Sacramental
de San Justo.
No
está de más que, al igual que recordamos a quienes en el mundo de las letras
dieron mérito a nuestra provincia sin ser naturales de ella; recordemos, con
igual o mayor motivo, a los hijos que, nacidos en ella, también la
engrandecieron.
Tomás Gismera Velasco
Nueva Alcarria, 10 de noviembre 2017
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