SIGÜENZA: SUEÑOS DE PETRÓLEO
A finales del siglo XIX se fundó la Sociedad de
“Petróleo de Sigüenza”
Tomás
Gismera Velasco
El 16 de noviembre de 1882 se constituyó en
Madrid la Sociedad Anónima Minas de Petróleo de Sigüenza, a fin de llevar a
cabo la explotación de lo que se pensó habría de ser el futuro económico de la
ciudad, y tal vez de la provincia.
La Sociedad estaba compuesta por destacados
hombres de la vida social, económica y política española:
Don Rafael de Bustos y Castilla, marqués de Corvera, como Presidente. Don
Fernando Puig y Gilbert, Senador del reino y banquero, como Vicepresidente. Don
Juan de Velasco y Fernández de la Cuesta, marqués de Villa Antonia y Brigadier
del Ejército, como Tesorero. Don
Francisco Rubio y Pablos, Diputado a Cortes, como Contador. Don Juan Navarro
Reverter, Ingeniero Jefe Superior de la Administración Civil, como Ingeniero. Don
Luciano Bremond Barthelemy, Ingeniero Civil y ex Director de la Fábrica de Gas
de Madrid, como Ingeniero. Don Francisco Pí y Margall, ex presidente de
Gobierno, como Abogado Consultor. Y Don Elías Bartolomé Gil, Agente de Negocios,
como Secretario y quien, al mismo tiempo, mientras los anteriores ponían el
capital o su ciencia, aportaba las minas.
Todo había comenzado dos años atrás, cuando
don Elías Bartolomé solicitó en el paraje del Palacio de Arriba del Obispo, en
Sigüenza, una mina de arenisca que denominó San Rafael, el 7 de mayo de 1880.
La intención era dedicarse a la extracción de piedra para iniciarse en el mundo
del caolín, sin embargo los trabajos llevados a cabo le llevaron al
convencimiento de que aquella tierra ocultaba un gran tesoro: Petróleo.
Don Elías contrató al ingeniero francés
Enrique Richard a fin de que llevase a cabo los estudios. La confirmación llegó
cuando después de enviarse las pruebas a los laboratorios parisinos, desde
Francia llegó la confirmación por cuenta de Theophile Foucault, de que la bolsa
de petróleo podía ser importante.
Finalmente, y tras no pocas idas y venidas
en busca de financiación, logró que se fundase la Sociedad, participando de
ella, además de banqueros, hombres de negocios y política que aceptaron
involucrarse en la aventura, los ya citados ingenieros Reverte y Bremond. La
Sociedad quedó constituida con un capital inicial de medio millón de pesetas.
Los trabajos dieron comienzo inmediatamente.
A finales de 1882 ya se decía, en la memoria elaborada por la sociedad, que:
…todos los indicios, las señales y los
productos extraídos del terreno indican la existencia de depósitos de aceite
mineral de nafta o petróleo…
La arenisca extraída, según contaba dicha
memoria y llevó a don Elías a involucrarse en la aventura, estaba impregnada de
sustancias bituminosas, aumentando la riqueza a medida que se profundizaba.
Para ese final de año se había llegado hasta una profundidad de unos 38 metros,
entibándose un pozo de madera, abierto mediante una barrena de 11 centímetros
de diámetro. La Memoria daba cuenta también del análisis de los productos
extraídos, y los por extraer. Del mismo modo que, a fin de atraer inversores,
se hablaba de los importantes beneficios que se podrían obtener en un año,
beneficios que rondarían la increíble cantidad de quince millones de pesetas,
con una inversión de apenas cuatro. La mala suerte llegó poco después del mes
de diciembre, al romperse la barrena perforadora, haciendo que se
interrumpiesen los trabajos hasta la llegada de una nueva, que debería de venir
de Inglaterra.
Para el mes de agosto de 1883 se instalaron
nuevas máquinas y un año después, para el verano de 1884 se había logrado
profundizar hasta los 110 metros, noticia que llegó a la prensa en medio de la
lógica expectación:
Los productos extraídos son tan notables que dan un excelente gas y
otros productos muy complejos, como parafina, aceites pesados y ligeros de
condensación, etc. El gas ya se utiliza en los edificios de la mina para los
trabajos de la noche.
Poco después de la solicitud de la San
Rafael, y por D. Miguel Robert, se presentó el 15 de julio de 1882 la solicitud
de otra mina en el lugar del Palacio de Arriba del Obispo.
Elías Bartolomé y Gil era un hombre de
negocios de los muchos que florecieron en el último tercio del siglo XIX, con
una visión espectacular para ellos, sobre todo mineros, que lo llevarían desde
Madrid, donde nació y desarrolló la carrera de agente de negocios, a Sigüenza,
pasando por Hiendelaencina, a fin de invertir en el naciente mundo de la
minería.
En Hiendelaencina fue accionista de varias
explotaciones mineras, pero afincado en Sigüenza comenzó a solicitar
explotaciones mineras de sal que posteriormente traspasó a la familia Gamboa;
de carbón, plata o de hierro, hasta que decidió dedicarse a una explotación
hasta entonces desconocida en la provincia, materia por otro lado que comenzaba
a adquirir un importante papel en la industria y, principalmente, en la
iluminación, en ese último tercio del siglo XIX, ya que hasta la llegada de la
luz eléctrica, en cuya industria igualmente destacó, las calles de muchos de
nuestros pueblos se iluminaban con faroles de petróleo. Es por ello que nuestro
don Elías, con conocimientos para ello, se dedicó a buscar petróleo en la
comarca de Atienza-Sigüenza. Tierra que por sus características, conforme a los
estudios geo mineros, debería de albergar la suficiente cantidad de petróleo
como para hacer rica a la provincia.
Siguiendo a don Elías Bartolomé, también se
buscó petróleo en otras partes, llegando a hacerse prospecciones en los
términos de Anguita y Pardos por don Cesáreo Cana y D. Luis Díaz, quienes
registraron sus respectivas minas en el año 1883. D. Cesáreo Cana, en Anguita y
su paraje de los Arbollones, registró el 3 de enero la mina llamada Magdalena.
En diciembre de 1885 renunció don Elías a
las explotaciones solicitadas en La Cabrera, las minas Rafaela y el Similar,
solicitando al año siguiente la explotación de otras minas de hierro en
Aragosa, la que llamó El Segundo Acierto, en el Alto de Juanas. Fijando al
mismo tiempo la mirada en Pelegrina, donde registró, en el paraje La Barrenosa,
una mina de caolín que también denominó Rafaela. El 3 de junio de 1896, don
Elías solicitó un nuevo registro petrolífero que llamó San Antonio, en El
Polvorín de Sigüenza, por encima de la Cruz de Piedra, y en las cercanías del
arroyo de Valdemerina
El 11 de julio de 1896 solicitó en el paraje
de La Hontananza la mina San Rafael, en la que tras llevar a cabo infructuosos
trabajos, y tras no pocos quebrantos económicos, D. Elías Bartolomé renunció a
la concesión siéndole aprobada la renuncia el 9 de noviembre de aquel año,
concluyendo así su aventura petrolera, momentáneamente, ya que unos años
después, repuesta en parte su maltrecha economía, el 20 de noviembre de 1905
volvió a solicitar una nueva concesión en busca de petróleo en tierras de
Sigüenza, esta vez en el paraje de La Raposera, el pozo lo volvió a denominar
Rafaela. Estaba colindante con el entonces nuevo cementerio de la ciudad.
La sociedad, sin dar con la bolsa
petrolífera que la enriqueciese, se disolvió oficialmente en el mes de abril de
1890.
En Nueva Alcarria,
18 de agosto/2017
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