viernes, julio 21, 2017

BRIHUEGA, EN CLAVE MUSICAL Memoria de Vicente Riaza, el último barítono



BRIHUEGA, EN CLAVE MUSICAL
Memoria de Vicente Riaza, el último barítono


Tomás Gismera Velasco

   El 2 de abril de 1970 un hombre de avanzada edad, Vicente Riaza Martín, salió de su domicilio en la calle de Gutemberg, de Madrid. Una calle popular en el distrito de Retiro. Se dirigió a la estación del metro más cercana, Méndez Álvaro, en la línea 1. Apenas el convoy se adentró en los túneles en dirección a la estación de Atocha comenzó a sentirse mal. Pensó que era una indisposición pasajera, pero al detenerse en la estación de Antón Martín, siete minutos después de haberlo tomado, don Vicente Riaza, al abandonar el convoy y dirigirse a la salida cayó fulminado por un derrame cerebral que lo dejó tirado en el andén de la estación.

   La noticia pasó desapercibida para el gran público madrileño y, por supuesto, también para el de Guadalajara. La prensa de la época, la de Madrid, recogió el suceso como una de esas curiosidades que ocurren a diario en una gran ciudad, no así la de Guadalajara, que nada dijo porque nada supo, puesto que Vicente Riaza había pasado a la historia de la música y ya nadie hablaba de él. Era el último representante de una saga musical que había tenido su centro en Brihuega, de donde don Vicente era natural, puesto que allí había nacido en 1894.


Vicente Riaza Martín

   En pos del triunfo había dejado la villa alcarreña en 1910 para dirigirse a aquel Madrid de los triunfos al que se acudían cuantos querían ser algo en la vida. Su voz prometía, como le advirtieron en su localidad natal, y es por ello que trató de ser cantante de ópera.

   Sin que conozcamos el dato, hemos de admitir que su formación musical debió de salir de alguna de las muchas academias de cante que entonces proliferaban en la capital de España, pasando a formar parte de las compañías que a diario llenaban los teatros madrileños. En la actualidad hubiese podido ser cantante de Rock, o hubiera formado un grupo musical con él como solista. En aquellos tiempos triunfaban la ópera y la zarzuela y, quienes tenían voz, interpretaban a Verdi, a Mozart, a Federico Chueca y a Ruperto Chapí.

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   Que su voz prometía lo supo la familia, y el mismo Vicente, poco tiempo después de haberla educado y lanzado al aire los primeros gorgoritos. Alcanzada la mayoría de edad ya triunfaba. Vicente Riaza estuvo contratado en la década de 1920 por la empresa que regentó el conocido tenor Miguel Fleta, con quien actuó en numerosos espectáculos. Posteriormente formaría compañía propia, sin demasiado éxito, todo hay que decirlo. Así que se pasó a la que, para transmitir la ópera a los domicilios españoles, fundó la compañía Unión Radio.

Nuestra Señora de la Peña, Patrona de Brihuega


   El 10 de enero de 1926 se podía leer en la prensa de Guadalajara: Nuestro paisano Vicente Riaza, el aplaudido barítono, hace ya tiempo que forma parte de la compañía de ópera con el tenor Fleta. En el teatro Apolo de la Corte con su “Damian” ha cantado admirablemente; Riaza continúa esta temporada su marcha triunfal. Por la Unión Radio hemos escuchado a nuestro paisano en la ópera de Puccini: “Tosca”, con su entonación de voz cálida con que le oímos aquí también sus paisanos cuando en las fiestas de la Patrona cantó sus plegarias. El Casino le ha felicitado y conociendo las excepcionales condiciones de Riaza y la distinción con que le considera el gran tenor Fleta, le auguramos un excelente porvenir.

   Pocas localidades de la provincia podían entonces presumir, como Brihuega, de formar parte de la música, y de la voz, de los escenarios madrileños. Brihuega era entonces, desde hacía tiempo, y lo continuó siendo, uno de esos enclaves musicales que tienen algunas poblaciones, quizá señaladas por la batuta del éxito. El nombre de Brihuega, con la “Miel de la Alcarria”, se paseaba en tiempo de jota, con música de Enrique Granados que, aunque la villa no sonase, a ella sonaba. Y esa “Miel de la Alcarria” sonaba a aquella otra composición lírico-dramática en tres actos de José Feliú y Codina que ésta sí, ésta transcurría en Brihuega. Por cierto, que al orondo don José Feliú y Codina también le llegó la muerte de aquella manera improvisada con la que a veces hace su visita. Don José comió con sus amigos, en su casa, se sintió indispuesto, le prepararon una manzanilla, por si era indigestión y, tras tomarla, expiró.

   Y también tenía Banda de Música, Brihuega; la Sociedad Filarmónica de Jóvenes Briocenses, que se fundó allá por el 1868, año revolucionario donde los haya, cuando de Brihuega eran algunas de las personas que tenían mando en plaza, en Madrid y Guadalajara. A pesar de que don Ramón Casas o don Antonio Hernández, que les hubiese gustado, no pudieron presumir de que su pueblo fuese la capital de la provincia, que a punto estuvo de serlo, porque la población estaba mejor situada que la capital de los Mendoza, más a mano para cualquiera, más en el centro de la Guadalajara provincial, pero… las discusiones políticas, tan complicadas a veces, dejaron a Brihuega sin ser la capital de la provincia de Guadalajara.

José Feliú y Codina


   Aquella Banda juvenil se convirtió en Filarmónica cuando el siglo XIX comenzaba a dar sus últimos bandazos. Cuando don Tomás Bretón, que escribía música zarzuelera, dedicó una marcha a la Virgen de la Peña. Marcha que, como es lógico, interpretaron año tras año los jóvenes músicos briocenses. Que las autoridades municipales mimaron a su banda para que estuviese a la altura de las grandes bandas de las mejores capitales de provincia.

   Los títulos de las composiciones que tocó la Banda, y sus directores, desde el mítico Pedro Marlasca a cualquiera de los integrantes de aquella gran comisión que dio días de gloria a la villa con motivo del Centenario de la Batalla de Villaviciosa, son páginas de historia. Que allí, en los actos institucionales de Villaviciosa también estuvo la Banda de Brihuega y, probablemente, el joven Vicente Riaza Martín.
   A Brihuega, desde que salió de la villa, únicamente regresaba, como casi todos aquellos que salían en busca de futuro, para honrar a la patrona, a la Virgen de la Peña con motivo de las fiestas y sus procesiones; allá por el agosto luminoso que llenaba las calles de alegría. Vicente Riaza, las crónicas lo cuentan, solía cantar algunas plegarias, para honor y gloria de su localidad; y actuaba, generosamente, para recaudar fondos con los que paliar alguna que otra desgracia. Que desgracias provinciales, y locales, no faltaron a lo largo del primer tercio y mitad del siglo XX. Vicente Riaza Martín, a pesar de recorrer los escenarios musicales de España, no solía faltar anualmente a las fiestas de Brihuega, cuya actuación formó parte de los espectáculos que rodeaban aquel acontecimiento anual, siendo admirado no sólo en su población natal, sino también en la provincia y capital de Guadalajara donde actuó, y se destacó, en numerosas ocasiones.

   En 1926, año de sus mayores triunfos, Vicente Riaza contrajo matrimonio en Madrid con Elena Franchini, en el mes de octubre. Matrimonio del que nacieron al menos dos hijas.

Brihuega. La Fuente Blanquina


   Sus años de mayores triunfos se centraron entre 1924 y 1935, ya que tras la Guerra Civil su nombre apenas aparece, salvo esporádicamente, en los escenarios madrileños de la ópera, del mismo modo que de estos desaparece, salvo ocasiones contadas, la ópera. En los escenarios de la posguerra triunfará la copla y, por supuesto, la zarzuela. Vicente Riaza intervendrá en numerosos espectáculos del mal llamado género chico hasta su definitiva retirada en los años finales de la década de 1950. Tras el fallecimiento de su esposa. Su muerte, y la posterior de sus hijas, lo sumieron en el abatimiento.

   Desde entonces, desde la muerte de su mujer y sus hijas caminaba por la vida como quien lo hace sin rumbo fijo. Como quien, castigado por la mala fortuna, no encuentra dicha. Hasta aquel día en que tomó el metro en la estación de Antón Martín para dirigirse a la plaza de Santa Ana. A aquella esquina en la que se ubicaba la hoy olvidada Casa de Guadalajara en Madrid, entonces sede de los hijos de la provincia. Y en una estación de metro, bajo el asfalto de la capital, quedó la vida, y el recuerdo, del último gran barítono briocense.

   Recibió sepultura en aquel Madrid que fue parte de su vida, el día 4 de abril, en el cementerio de la Almudena.

   Memoria de un tiempo en el que, la voz musical de la provincia llevó nombre alcarreño: Brihuega. Que hoy sigue sonando a miel de la Alcarria, con olor y color de lavanda.

Nueva Alcarria, viernes 21 de julio de 2017

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