DE CULTURA EN GUADA
Era un código secreto. La
migaña o mingaña, fabla molinesa, servía durante el siglo pasado a
esquiladores, tratantes, muleteros o colchoneros de esta zona de la
provincia, para entenderse entre ellos y que nadie más aguzara el oído
para enterarse de sus negocios y poder hacerles la competencia. Ahora,
el historiador atencino Tomás Gismera Velasco acaba de publicar en
librerías virtuales, un libro sobre esta jerga. Además de los oficios
citados, Gismera añade a los chalanes. En definitiva, gentes de feria y
oficios ambulantes que recorrieron, desde los pueblos de Guadalajara
limítrofes con Aragón y Soria, muchos caminos con el fin de ganarse la
vida, aunque fuera por pequeñas temporadas.
Dedica el libro Gismera a
sus dos abuelos, Bernabé y Juan. Bernabé Gismera fue conocido en Atienza
y parte de Soria, como ''el tío Soria', y dedicó su juventud a la
chalanería, la muletería y la esquila, además de ser el último matachín
de Atienza. Juan, heredero de artesanos atencinos del gremio textil,
dedicó parte de su vida al vareo de la lana y a la colchonería. De
ambos, recuerda Gismera, se conservan los útiles de trabajo en la casa
familiar de Atienza.
Los dos conocieron y
hablaron la migaña tal y como la hablaron los muleteros que llegaban a
Atienza, los tratantes o los esquiladores; esa lengua extraña quedó
reducida a Milmarcos y Fuentelsaz pero, en contra de la opinión
generalizada, se extendió por toda aquella parte de la provincia de
Guadalajara, desde los serranos pueblos de Atienza, hasta los límites de
Molina de Aragón: por Maranchón, Hinojosa…
Gismera emparenta en esta
obra la migaña con la gragería de los trilleros de Cantalejo. Igualmente
habla de los parentescos entre la migaña y el caló. A lo largo del
estudio recoge el trabajo de los oficios perdidos y la forma en la que
se fue construyendo un lenguaje que ha perdurado hasta hoy. Recuerda, en
este punto, que "son muchos los vocablos que han ido añadiéndose en los
últimos tiempos, quizá tratando de dar empaque a la jerga".
Tras el estudio de la
lengua, las jerigonzas, el trabajo de quienes la utilizaron o la
composición del lenguaje, Gismera va desentrañando, hasta donde es
posible, el origen de cada una de las expresiones que utilizaron
aquellas gentes nómadas para designar los objetos de su vida. Así, cita
el ajo -en mingaña, ricla-, el arroz -valenciano- la fruta -jalón o
jalona-, la nieve -moncaya- y el tarín -moneda de los siglos XVII y
XVIII-.
El libro se puede adquirir
únicamente a través de las plataformas de las librerías digitales de
Amazón,
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