FACCIOSOS,
SALTEADORES Y BANDOLEROS EN TIERRAS DE ATIENZA Y GUADALAJARA.
GUMERSINDO
DEL MORAL,
Pocoseso, el
de Brihuega
Tomás Gismera Velasco
Muchas son las aventuras, y malandanzas, que se
cuentan de quien fue conocido en la comarca de la Alcarria, y más allá, como el
tío “Pocoseso”, todo un personaje del que lo más conocido en torno a él es que
escapaba de la cárcel de Brihuega para robar y repartir el botín de lo robado
con el alcaide de aquella.
El caso fue conocido como “el robo de
Brihuega”, y de aquellos hechos participaron, además de Gumersindo del Moral,
su familia, sus amigos y, por supuesto, el alcaide de la cárcel y su segundo,
Gregorio Pajares y Julián Rojo, por nombres.
Los hechos tuvieron lugar en el año 1891, y en el banquillo se sentaron, en el
otoño de ese año para responder de los actos cometidos los meses anteriores, el
propio Gumersindo del Moral, sus hijos Andrés y Doroteo y quienes de una u otra
manera fueron cómplices en algunos de sus golpes, Gabriel Martín, Martín Salas,
Isidoro Pérez y Dámaso Rubio.
El primer golpe, en unión, lo llevaron a cabo el 13 de agosto, en el molino de
Agustín Castillo, de donde se llevaron todo lo que pudieron, regresando después
a la cárcel y sus calabozos respectivos, sin levantar la mínima sospecha.
Otras noches salieron a las calles de Brihuega y asaltaron la vivienda del
molinero en la villa, y la del médico. No se les pudo probar ningún otro
asalto, a pesar de que se dieron bastantes más a lo largo del mes, y en todos
se acusaba a la pandilla.
Su fallo, quizá, estuvo en que, envalentonados con sus hazañas trataron de
asaltar, otra noche más, la casa de don Antonio Hernández, una institución en
Brihuega, y en Madrid, donde era Director de Penales, lo que hizo ocuparse del
caso al propio don Alvaro de Figueroa, entonces diputado provincial, en el
Congreso, poniéndose todas las fuerzas de la Guardia Civil de la comarca tras
los pasos de los ladrones que, por supuesto, fueron descubiertos después de no
pocas indagaciones. Fueron juzgados, y condenados a distintas penas, en el mes
de diciembre de ese año.
A la cárcel había llegado, junto a su hijo, por otros delitos de robo, de poca
monta, llevados a cabo en los caminos de Brihuega a Budia, donde solía actuar,
sin dejar de lado los caminos de Jadraque ni de Sigüenza. Asaltos a carreteros
quienes al final no podían identificar a los ladrones, y por ellos solían
escapar, padre e hijo, sin mayores percances.
Pocoseso no era natural ni residente en Brihuega, a pesar de que la villa lo adoptase,
sino del vecino lugar de Villaviciosa, donde nació en 1845, en donde desarrolló
su vida, trabajó de albañil, profesión con la que encubría su afición secreta,
se casó y nacieron sus hijos, formando una familia que fue tenida, por algún
tiempo, de delincuentes familiares, pues padre, madre e hijos estuvieron
inmersos en numerosos procesos por hurtos, robos y delitos sin fin, sin llegar
a los de la sangre, en ellos si que estuvieron al menos dos de los hombres que
les acompañaron en la función delictiva.
En 1892, mientras se encontraba cumpliendo condena por los anteriores sucesos,
protagonizó una de las más espectaculares fugas de las que quedaron
noticia en la villa de Brihuega, y de la que la prensa nacional se hizo eco.
Claro está, se fugó en unión de su hijo Andrés, que aguardaba junto a él a que
los jueces los enviasen a cumplir trabajos en cualquier penal, Doroteo se
encontraba en la cárcel de Guadalajara:
“Se han fugado de la cárcel de Brihuega, Gumersindo del Moral (Pocoseso) y un
hijo suyo. Para conseguirlo escalaron el techo del calabozo que comunica con la
escuela de niños y por una de las ventanas salieron al campo”.
Así de sencillo les resultó el asunto. La prensa auguraba su pronta detención,
puesto que todos los efectivos de la Guardia Civil de la comarca se pusieron al
asunto. El hijo no era otro que quien lo acompañó en sus correrías, Andrés
Moral Ochaíta.
El suceso tuvo lugar el 10 de abril de ese año, y conocemos como eran ambos en
esa época, y cómo iban vestidos, a través de las requisitorias que se
publicaron:
“Gumersindo del Moral tiene 47 años, natural de Villaviciosa, casado, albañil,
con instrucción. Estatura 1,55; peso 57 kilos; dimensión de las manos 17 por 10
centímetros; del pie 25 por 10; ojos pardos, pelo castaño, rostro moreno sano,
sin barba ni cicatrices, con bigote; viste pantalón de pana, chaqueta negra,
zapatos y boina.
Gumersindo tuvo al menos otro hijo, como ya queda dicho, Doroteo, quien
igualmente fue perseguido por la justicia, y anduvo preso en la cárcel de Guadalajara,
por robo en la comarca de Brihuega y después por enfrentarse a la Guardia
Civil. Justo es decir que Andrés, en edad de servir a la Patria, había
desertado de su Regimiento, el de Infantería de Túnez 109, en el que debía de
cumplir el servicio militar.
Será a partir de su rocambolesca fuga de la cárcel de Brihuega cuando, durante
dos años, padre e hijo se dedicarán a recorrer la Alcarria, llegando hasta la
Sierra, protagonizando frecuentes asaltos a arrieros y comerciantes por los
caminos de Atienza, Cogolludo o Sigüenza, hasta su definitiva detención en
1894. Con padre e hijo solían actuar Isidoro Pérez y Julián Rojo. Julián fue el
subdirector de la cárcel de Brihuega; a Isidoro lo conoció en ella mientras
aguardaba a que lo llevasen al penal por un homicidio protagonizado en Budia.
La mujer de Doroteo, Vicenta Ochaíta se encargaba, a juicio de la justicia, de
dar salida a lo robado, por lo que igualmente fue detenida y juzgada con los
anteriores.
Al final sólo pudieron probarle hurto de reses en las cercanías de Brihuega, nunca
estuvo metido en asuntos de sangre, siendo condenado a presidio, y a la pérdida
de sus bienes, ya que le fue embargado lo poco que le quedaba para hacer frente
a las costas procesales. Gumersindo fue llevado al penal de Tarragona, su hijo
Andrés al de Zaragoza del que, siguiendo la tradición familiar, escapó en el 3
de febrero de 1899. Gumersindo, Pocoseso, murió en el penal de Tarragona el 9
de enero de 1901, a los 56 años de edad. Sus hijos no volvieron a dar motivos
para que de ellos se ocupase la prensa. A pesar de que la justicia continuó,
durante los años siguientes, reclamando el pago de las indemnizaciones a que
fueron condenados por sus acciones.
Quienes lo conocieron no dejaban de preguntarse
el por qué de dedicarse a la mala vida, pues el matrimonio Moral Ochaíta, antes
de dedicarse al mal arte del robo, llevaba una vida saneada, con buena casa en
la calle del Santo de Villaviciosa, bien amueblada, y con buenas tierras en el
término. Hay quien dice que la carrera delictiva de Gumersindo comenzó cuando,
fallecidos sus padres, José y Petra, cuando él contaba con apenas 20 años de
edad, la necesidad de tener que sacar adelante a sus hermanos… Quizá por ello
lo apodaron “Pocoseso”, y lo hizo andar, como tantos otros, en coplas y
romances, y sus hazañas se contaron en fuentes y lavaderos.
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