ISABEL MUÑOZ CARAVACA
Por
Tomás Gismera Velasco
Doña Isabel Muñoz Caravaca (Isabel María
Magdalena Josefa Muñoz-Caravaca y López de Acebedo), no nació en Atienza, sino
en Madrid, el 3 de agosto de 1848; hija de un acaudalado matrimonio originario
de Ciudad Real y Madrid. De Ciudad Real (Alcázar de San Juan), era el padre,
Francisco; y de Madrid su madre, Alejandra.
En Madrid estudió sus primera letras, y lo
que era algo más extraño en una mujer de aquella época, estudio el
Bachillerato, música, francés.., e incluso obtuvo el título de maestra.
Probablemente sin intención de ejercer
ninguno de aquellas asignaturas estudiadas ya que por aquel tiempo el futuro de
la mujer se centraba en el matrimonio. Ella se casó el 7 de diciembre de 1874,
en Madrid, con Ambrosio Moya de la Torre, hombre mayor que ella, catedrático de
profesión, con varias especialidades, matemáticas, física y química, e incluso
delineación.
Doña Isabel, a la muerte de su esposo veinte
años después de contraer matrimonio, solicitó una plaza de maestra, obteniendo
la que en Atienza había dejado libre la maestra de niñas doña Escolástica
Téllez.
Llegó a Atienza en el verano de 1895,
instalándose en la misma escuela, que entonces contaba con vivienda para la
maestra (en el edificio que posteriormente ocupase Extensión Agraria).
Pero doña Isabel Muñoz Caravaca no era una
maestra como las que Atienza había conocido hasta el momento, limitadas a
enseñar a sus alumnas las nociones básicas, sino que llegando mucho más allá
trataba de que sus alumnas entendiesen que, en una sociedad dominada por los
hombres, tenían los mismos derechos que ellos, entre otras muchas cosas. Lo que
la llevó a constantes enfrentamientos con la sociedad atencina, con la iglesia,
con el Ayuntamiento, e incluso con aquellos sectores que durante años
dominaron, de manera caciquil, la vida de la comarca.
Presionada por esa sociedad que trataba de
combatir, dejó su cargo de maestra, a sueldo del municipio o del ministerio, en
el mes de septiembre de 1902; no obstante continuó dando clases particulares,
al tiempo que instauró lo que se llamó escuela de adultos, en lo que durante
los años que continuaría residiendo en Atienza sería su domicilio particular,
en la calle de la Zapatería, frente a San Roque.
A raíz de dejar de dar clases, doña Isabel
comenzó una nueva labor, la periodística, que ya había esbozado en la revista que, en 1898, vio la
luz en Atienza, pasando después a Jadraque como “Alcarria Ilustrada”, donde
escribió algunos artículos sobre lo que podríamos llamar “costumbrismo
atencino”. En aquellos primeros conocidos combatió una de las festividades que
ella entendió “bárbaras”, en Atienza, el descabezamiento de gallos el día de
Jueves Lardero, y ya venía combatiendo otra de las fiestas nacionales que, con
tanto arraigo en Atienza, entendía fuera de lugar, las corridas de toros.
Pero aunque doña Isabel había dejado el
magisterio oficial, continuaba siendo y sintiéndose maestra, tratando, por
todos los medios, que los derechos de los maestros fuesen reconocidos, lo mismo
que abogaba por los derechos igualitarios de la mujer, el derecho de la mujer
al voto, su independencia frente al marido y, tantas cosas más, que sería largo
de describir en breves líneas. Lucha social que compaginó con otra de sus
dedicaciones, la astronomía, siendo reconocida a posterioridad como una de las
más personas mejor instruidas en el estudio del universo en aquella época.
Luchadora social que la llevó a combatir la
pena de muerte, o abogar por la igualdad social en lucha contra ese “caciquismo
local” que tanto la combatió en Atienza, hasta que, con ocasión de obtener su
hijo, Jorge Moya, un trabajo como
periodista en Guadalajara, se trasladó con él a la capital de la provincia en
1910, falleciendo en Guadalajara el 28
de marzo de 1915.
De su
trabajo literario quedan decenas de artículos, la mayoría de ellos publicados
en la prensa de Guadalajara, el semanario Flores y Abejas principalmente, así
como en las anteriormente señaladas revistas que republicaron en Atienza y
Jadraque, “Atienza ilustrada” y La Alcarria ilustrada”, también publicó algún
otro en “El Briocense”.
Su escritura es crítica y combativa. No hay
aspecto de la sociedad que, imaginándolo discriminatorio o injusto contra algún
sector, no combata. Desde la pena de muerte, a la riqueza, en contra de la pobreza de otros. Al tiempo que se aventura a
ofrecer soluciones para una tierra que ya, en aquella época, comenzaba a
experimentar una creciente emigración por falta de iniciativas que renovasen la
vida rural.
Isabel Muñoz Caravaca escribe sobre Atienza,
sobre las tradiciones de Atienza, con algunos interesantes artículos sobre las
fiestas de San Roque o las patronales del Cristo; artículos en torno a la
astronomía con ocasión de los eclipses de sol que tendrán lugar en la época;
artículos en contra de la pena de muerte con motivo de las que se dictan, tanto
en Atienza como en la provincia; artículos en defensa de la profesión del
maestro; artículos a favor de la igualdad femenina, del voto femenino, de la
educación de los adultos… Fue, sin lugar a dudas, una adelantada a su tiempo.