Como la falta de frutos precisó al rey a que levantase el sitio de
Baeza, volviéndose a Toledo, pasó desde allí a la ciudad de Burgos, donde
parece se detuvo parte del verano de 1214, si como escribe el Arzobispo
(Jiménez de Rada), fue a verle estando en ella, después de haber poblado la
fortaleza del Milagro, a la que inmediatamente sitiaron los moros; y no
pudiéndola ganar con varios asaltos, aunque dejando muertos y heridos a casi
todos sus defensores, se volvieron a su tierra no menos lastimados; y trayendo
a Toledo a los enfermos, envió nueva guarnición para asegurarla mejor. En que
es preciso que gastase tiempo considerable, si no pasó de Calatrava a Toledo
hasta el Domingo de Ramos que cayó aquel año el 28 de marzo. Con que es regular
no pudiese haber emprendido aquella jornada hasta entrado el estio, a cuyo fin
partio de Burgos a verse en Plasencia con el rey Alonso de Portugal.
Esta Jornada infeliz para Castilla, por haber perdido en ella la vida su
heroico príncipe la refiere así el Arzobispo.
Habiendo cumplido 53 años en el reino el noble Rey Alfonso, llamó al Rey
de Portugal su yerno para verse con él; y habiendo comenzado su camino dirigido
a Plasencia, ultima ciudad de su dominio, empezó a enfermar gravemente en
cierta aldea de Arévalo que se llama Gutierre Muñoz, donde últimamente agravado
de una fiebre terminó la vida y sepultó consigo la gloria de Castilla,
habiéndose antes confesado con el Arzobispo Rodrigo, y recibido el sumo
sacramento del Viático, asistiéndole Tello, obispo de Palencia y Domingo de
Plasencia.
Esto escribe quien se hallaba al lado del rey cuando rindió aquel
heroico espíritu que le hizo glorioso a su eterno Criador, sin advertir la circunstancia
que se contiene en la Crónica general con las palabras siguientes:
Atienza de los Juglares
Estando allí mal aquejado llegó el mal recado de que no quiere venir el
rey de Portugal a las vistas de Plasencia más que viniese a medio de ambos los
Reynos. E cuanto esto oyo el noble rey don Alfonso de Castiella, tuvose por
desdeñado de Portugal e tomo grande saña, e tan grande ira que se ayuntó el
pesar con la enfermedad e luego fue muerto.
El día siguiente en presencia de Leonor dulcísima mujer suya, de la
Reyna Berenguela su hija querida, de Alfonso y Fernando sus nietos, que aun se
conservaban en la edad pueril restituyó a su Criador no lleno de días, sino de
virtudes y honor, el bien aventurado espíritu que le había dado.
Era el 6 de octubre de 1214.
El mismo dia que pasó desta vida, puesto su cadáver en un decente ataúd,
llegamos a Valladolid, desde allí concurrieron de todas partes del reyno a las
exequias de tan gran funeral los Obispos, los Prelados, los Religiosos, los
Seculares, los Caballeros, los Grandes los humildes y los mayores.
Fue sepultado pues en el Monasterio junto a Burgos, por los obispos
Rodrigo de Toledo, Tello de Palencia, Rodrigo de Sigüenza, Mendo de Osma,
Giraldo de Segovia, y por otros religiosos, haciendo el gasto de las ostentosas
exequias la Reyna Berenguela su hija, la cual concluyó aquella función lúgubre
con tan intenso dolor que casi se extinguiera con los golpes y lágrimas que
producía. Y así como adelantó el reyno en vida con sus virtudes, llenó en
muerte a toda España, o por mejor decir, a todo el mundo de lágrimas. Fue pues
sepultado en el sobredicho monasterio por los referidos prelados, donde no
podrá borrar ni la envidia ni el olvido la memoria de sus alabanzas.
Al día siguiente la comitiva mortuoria inició viaje de retorno al
interior de Castilla, a Burgos, en féretro según se cuenta de madera prestado,
pues no se encontró aparente para trasladar al Rey a su último reposo, siendo
enterrado días después en el panteón de su monasterio de Las Huelgas Reales,
donde permaneció la reyna durante varios días y a la que, probablemente
acometida por las mismas fiebres que se llevaron al rey, al finalizar aquel
mismo mes de octubre de 1214, la vino la muerte a visitar en las vísperas del
día de todos los santos.
Murió esta santa reina de edad de cuarenta y cinco años