Los orígenes de la feria de Atienza se
pierden en el tiempo, aunque es más posible que surja de alguno de los Fueros
que le fueron concedidos, celebrándose la tercera semana de Cuaresma de cada
año, y concretándose en un día señalado, el 19 de marzo, festividad de San
José, al menos desde hace dos o tres siglos.
Atienza, como es conocido a través de su
historia, tenía una gran influencia en la comarca, al estar enclavada en los
límites de las provincias de Guadalajara, Segovia y Soria, y fama tuvieron
desde antiguo los arrieros atencinos que formaron Cofradía o Hermandad propia al menos desde el siglo
XI, como se reconoce en el pergamino de capitulaciones de La Caballada.
Estos tuvieron cartas de merced otorgadas
por el rey Fernando III el Santo, signada en Peñafiel el 18 de enero de 1232,
confirmada por Alfonso X en 1255 y más tarde por Sancho IV el 17 de enero de
1285, quien confirmó los privilegios anteriores, concediendo a los recueros de
Atienza que andaran seguros con sus mercancías y sus animales de carga, así
como con cuantas cosas trajesen y llevasen por el reino.
En el primer tercio del siglo XVI aumentó la
prosperidad de Atienza, si bien la feria comenzó a experimentar algunas mermas,
como la experimentaría a partir de entonces en número de habitantes, a pesar de
que llegó a contar a partir del siglo XVIII con dos ferias, la antes señalada
de marzo, que comenzaría a celebrarse entre el 19 y el 24 de marzo, en la que
principalmente se mercadeaba con ganados, y otra que bajo la festividad del
Santo Cristo se comenzó a celebrar entre el 13 y el 17 de septiembre. Feria
esta que tuvo su origen el 16 de marzo de 1784, cuando el concejo de la villa
elevó un memorial al Consejo de Castilla en el que hacía relación de las
penurias por las que estaba atravesando “dimanados de la construcción de una
fuente pública de agua dulce empezada el año 1777 a la que faltan los reparos
de empedrados y calzadas tan indispensables como la misma taza o recipiente de
las aguas, de cuya obra se están debiendo crecidas sumas de censos y
empréstitos tomados con licencia, y varios jornales y materiales”. La fuente es
la que ahora se encuentra en la plaza del Ayuntamiento, y como forma de
remediar esos males se solicitaba la concesión de una segunda feria que
reportase nuevos ingresos a través de los impuestos de compra y venta ya que
por “medio del arbitrio se aumentarían considerablemente los propios de la
Villa; podrían satisfacerse las deudas, se fomentaría el comercio interior tan
útil como necesario para el aumento de la riqueza nacional, y por último no
llegaría el triste caso de hacer repartimiento entre los vecinos”.
El Consejo consultó al Rey en julio de 1785,
pero no hubo contestación, hasta que el 8 de abril de 1799 volvió a insistir en
su propuesta. Se alegaba en la solicitud los beneficios que obtendría Atienza,
pues sus vecinos no tendrían que desplazarse a Jadraque o Torija a vender sus
mulas, que fueron apreciadas en toda la provincia y fuera de ella, ya que
“accediendo el Consejo a la solicitud resultarían a sus vecinos y a los de los
pueblos inmediatos conocidos beneficios, por estar situada en el centro de
muchos que comercian en mulas igualmente que sus naturales, criando unos y
otros muchas, que se aprecian en los comercios de Jadraque o Torija, y podrían
vender con más equidad en Atienza, por no tener los unos que salir de sus casas
y los otros por estar a dos o tres leguas, y los que más a cuatro o cinco, y
con la ventaja de hallar en la misma muchos y cómodos alojamientos, abrevaderos
y abastos abundantes y baratos, cuando al ir a Jadraque, Torija u otras, tienen
que alejarse demasiado de sus casas y familias, careciendo de las demás
ventajosas disposiciones que por ser públicas no se
cuentan”.
La
petición se cerraba señalando las fechas propicias, los días 15 al 23 de
septiembre, por no haber otras en los alrededores y ser el momento más oportuno
para la venta de ese ganado “que había comido los pastos u rastrojos”.
El Consejo Real solicitó la información
necesaria del Intendente de Soria, quien a su vez había hecho las
averiguaciones necesarias, pidiendo al Rey que concediera esta feria franca a
la villa en los días solicitados: “sin embargo de que el Consejo se halla enterado
que en asunto de ferias debe conocer el de Hacienda, esto no se entiende cuando
los pueblos están en administrazo, lo que no sucede con la villa de Atienza,
que resulta hallarse encabezada, es de parecer que V.M. siendo servido se digne
a conceder a la expresada villa de Atienza facultad y licencia para que desde
el día quince al veintitrés de septiembre de cada año y perpetuamente, pueda
celebrarse en ella una feria franca según acostumbran las demás ciudades,
villas y pueblos de estos reinos que gozan de esos privilegios, respecto de no
seguirse perjuicio alguno de esta concesión a los de muchas leguas en
contorno”. No cabe la menor duda de que el Concejo de Atienza se ganó la
confianza del Intendente soriano para que elevase dicho escrito.
Cuenta Pascual Madoz que estas ferias
carecían de demasiado interés ya en pleno siglo XIX, resultando lo más
concurrido el mercado que en Atienza se celebraba todos los martes, y al que
acudían muchos de los vecinos de los pueblos serranos.
La feria de septiembre fue decayendo
lentamente, hasta desaparecer. En ella se comerciaba principalmente con grano y
productos del campo. La de marzo llegó, aunque bastante mermaba, hasta el
inicio de la década de 1970, cuando la emigración y la mecanización del campo
terminaron con aquellos recursos de los que vivieron gran parte de las
poblaciones del entorno de Atienza, centradas en la agricultura y la ganadería,
quedando el comercio ocasional reducido al mercado de los sábados, en el que,
mayoritariamente, se comercializaba con cerdos, primeramente en la plaza de
Mecenas, que se conoció por este mercadeo como “de los cochinos” y, finalmente,
hasta la extinción de este mercado, en la plaza de San Gil.
Tomás Gismera Velasco