Fue una de esas
noticias que no por esperadas dejan de sorprender. ¡Maldito cáncer! Me llamó
unos días antes, para felicitar la Navidad, desde el hospital, a donde había
acudido no a lo de la quimio o la radio, sino a que le curasen el último
resfriado, mientras Sigüenza se preparaba para hacer sonar las zambombas…
Claro, para
quienes no lo han conocido la muerte de José Angel Laguna Rubio ha pasado y
pasará desapercibida. También de alguna manera ha pasado desapercibida para
Sigüenza, y para Guadalajara. Es lo que en ocasiones, demasiadas, suele suceder
con esas personas que no van por la vida haciendo sonar la pandereta.
José Angel era
uno de esos investigadores de raza, de los que se meten en un archivo y no
salen de él hasta que alguien dice que hay que cerrar la puerta. Sucedía que
José Angel tenía en el Archivo Diocesano de Sigüenza carta blanca de días y de
horas, y así pasa, que entregó sus días y horas de descanso a despiezar y
buscar y ordenar y archivar… en el Diocesano. Para poner sus investigaciones en manos de los amigos.
No fue uno de
esos personajes que se dedican a dar charlas o conferencias o a salir en la
prensa. Pero José Angel era una referencia para la historia de Sigüenza, y de
la comarca de Sigüenza, y rara era la persona que, investigando sobre Sigüenza,
o sobre la comarca de Sigüenza, al final no recurría a él. Sus colaboraciones
en el desaparecido Afilador fueron constantes, como en Cuadernos de Etnografía
de Guadalajara. Tuve la suerte de contar con su pluma en Atienza de los
Juglares, y en Arriaca, y fue el impresor de mis tres últimos libros. Hace un par de meses, cuando ya el dichoso cáncer
amenazaba más de la cuenta me pidió una página para dejar constancia de su
último trabajo. Algo que había encontrado sobre Santa Librada…
Para quienes no
lo hayan conocido su nombre puede no decirles nada. José Angel era un impresor de
raza, de herencia, de esos que miman el papel y la letra desde los tiempos en
los que Sigüenza era cuna periodística. Sus archivos sobre prensa seguntina son
inmensos, sus litografías, sus fotos, sus postales, sus libros de primera
edición… ¡Joyas de la historia escrita de Sigüenza!
Era un amante de
los libros viejos. Lo aprendió de Sinforiano García Sanz, del que guardaba un montón de cartas y de recuerdos. De esos que se encuentran entre los viejos mostradores de
las librerías de viejo, hechos añicos, pero que luego él mimaba hasta convertirlos
en obras maestras que meter en el bolsillo. Hace unos meses, cuando me mostró
lo que había conseguido con un viejo libro atencino escrito a comienzos del XIX se le iluminaban los ojos…
Y rebuscaba entre los puestos del Rastro y de la Plaza Mayor y de las ferias de
libros entre lo viejo, en busca de postales de Sigüenza, de Atienza…
La Guerra de la
Independencia en la comarca seguntina no tenía secretos para él. A ello
dedicaba los últimos tiempos, después de pasar por Baltasar Carrillo y Argumosa
Bourke y la historia de la imprenta en Guadalajara y del papel en Sigüenza, y…
No llegó a
escribir ningún gran libro, de esos que pasan a formar parte de la historia.
Pero estaba detrás de muchos de los grandes libros que han pasado a formar
parte de la historia de la Guadalajara de los últimos años.
Hoy lo quiero
recordar. José Angel Laguna, el impresor, el articulista, el investigador
silencioso, el coleccionista, el amigo… Su muerte ha pasado desapercibida,
probablemente, mientras en Sigüenza se escuchaba el rasgar de las zambombas eran pocos los que escuchaban el sonido de la campana que acompañaba los restos de José
Angel Laguna al cementerio.
Eran vísperas de
Navidad y las gentes cantaban villancicos, y la muerte se presentó de improviso… José Angel era un hombre joven
todavía; soñador todavía; con mucho por hacer todavía… ¡Maldito cáncer!
Tomás Gismera
Velasco