Por Tomás Gismera Velasco
Las crónicas medievales lo presentan como una forma latino morisca de
las carnestolendas, con las sucesivas adaptaciones al calendario festivo,
discrepando sobre su comienzo oficial, sea en Navidad, Año Nuevo, Reyes, San
Antón, San Sebastián, San Blas, la Candelaria..., Domingo de Carnaval o de
Quincuagésima, o bien determinado simplemente por el llamado "Martes de
Carnaval".
Sin embargo en el siglo pasado se consideró que el carnaval propiamente
dicho tenía su comienzo en la madrugada del 7 de enero, algunas botargas
provinciales salieron y salen en éste día, para concluir en la del miércoles de
ceniza, aunque con la consideración de que únicamente habían de ser tenidos en
cuenta los cuatro anteriores a la cuaresma, siendo por demás, días en los que
no debían llevarse a cabo determinadas labores de las que hace referencia el refranero popular castellano,
"el buen hilar de San Miguel a Navidad", o "de mayo ayuso no
rabea bien el uso", en función a costumbres antiguas, basadas por lo
general en leyendas y supersticiones de época medieval.
Uno de los personajes centrales del
carnaval provincial es la figura del botarga, que con ligeras variantes en
cuanto a su función o vestimenta, aparece en una buena parte de las poblaciones
y en las festividades anteriormente reseñadas.
Sin lugar a dudas ésta es la figura más llamativa por su colorido y por
supuesto representativa del período. Una persona disfrazada con aspecto
diabólico al que se da el artículo la, siendo en todos, o casi todos los casos
representación masculina, y concretándose sus orígenes en el siglo XVI.
Sin embargo sus antecedentes son
sin duda mucho más remotos y herederos de zarrones, zamarrones o cagarrones de
otros puntos de la península, esencialmente Galicia, Asturias, León, Zamora o
Palencia, donde aún perduran como resto de los nacidos en la Alta Edad Media,
que fueron tenidos como una especie de actores callejeros que divertían al
público con grotescas funciones juglarescas.
En un estado natural estuvo presente en la villa de Atienza, de donde
desapareció en torno a los años veinte, con la denominación de zarrón, descrito
a principios de siglo por Ramón Menéndez Pidal, y también estuvo presente en
ritos semejantes en las poblaciones cercanas que delimitan la provincia de Guadalajara
con la de Soria.
Es común a todos ellos, con ligeras variaciones, el vestuario con el que
aparecen, y por supuesto sus funciones.
Estos personajes salen durante un largo período de tiempo que comienza
en Navidad, alcanza su máxima representación en torno a San Blas, Santa Agueda
y la Candelaria y finaliza con anterioridad al miércoles de ceniza.
Común a todas las botargas es hacer sonar cencerros o campanillas,
arrojar paja, pelusa o ceniza, cobrar por entrar en la iglesia, robar confituras
etc., sin embargo cada uno de ellos tiene sus propias señas de identidad que si
bien comienzan siendo fieras, terminan en un buen número de casos invirtiendo
sus papeles, siendo la mayoría representaciones demoníacas o de animales, pues
los animales, esencialmente los de pastoreo, vacas, cabras, etc., tuvieron alta
incidencia en el nacimiento de éste tipo de festejos entre los pastores, así
como la representación del mal encarnada en el demonio y personajes diabólicos,
y sin embargo es curioso advertir que la tradición cuenta en muchas de las
poblaciones en las que el personaje se ha mantenido a través de los tiempos,
que su origen está en el curioso divertimiento que éste trató de hacer entre el
público para que mientras tanto la Virgen acudiese con su hijo a la presentación en el templo.
Existen poblaciones en las que éste personaje
actuaba o actúa como recaudador de fondos para festejos, cera, aceite de
lámparas votivas, etc... sin embargo, en
un buen número de ellas se mantiene la vieja tradición de la salida de la
Virgen al templo, y de los botargas llamando la atención a su paso a las gentes
que les miraban, de ahí que el viejo villancico popularmente repetido adquiera
por estas fechas toda su vigencia:
Esta noche nace
el niño,
y mañana lo
bautizan,
y el día 2 de
febrero,
sale con su
madre a Misa.
Por supuesto, que igualmente y con lo anteriormente expuesto, está la
respuesta de la Virgen a San Blas, que es uno de los personajes centrales en
cuanto a botargas:
“No Blas yo
delante tu detrás".
Encontramos, igualmente, toda una serie de ritos añadidos a ellas, la de
Arbancón no habla para que no la reconozcan, mientras otras son representadas a
lo largo de generaciones por los miembros de una misma familia. Las de
Almiruete no están adscritas a ninguna fiesta, y como los diablos de Luzón
actúan como personajes propios de carnaval.
La de Beleña recauda y acompaña como otras muchas, mientras que otras lo
hacen respondiendo a una promesa.
Y junto a los botargas tenemos igualmente toda una serie de personajes y
enmascarados, que como acompañantes, estuvieron o están presentes durante estos
días en una interminable sucesión de ritos carnavalescos que ponen colorido en
la fiesta provincial por excelencia, vaquillones, zorramangos, lilis, etc.,
vienen por estos días a visitar las poblaciones respectivas, o lo hicieron
hasta no lejanos tiempos. Por desgracia la despoblación de muchos de nuestros
pueblos terminó con un incontable número de representaciones folclóricas,
aunque otras se han recuperado con fuerza y donde, por supuesto y dependiendo de la persona encargada de
desempeñar el papel de botarga, puede resultar más o menos gracioso, ser sus
bailes o danzas más o menos artísticas, dándose el caso de crear en algunas
poblaciones un toque de personalidad, al ser desempeñado año tras año por el
mismo individuo.
Un buen número de enmascarados y botargas que fueron paulatinamente
desapareciendo del mapa folclórico provincial, unos como consecuencia directa
de la posguerra y otros a raíz de la masiva emigración y consecuente
despoblación de nuestros pueblos a partir de la década de los años 50, han
vuelto a recorrer las calles de las poblaciones respectivas en un singular
despertar que tiene como punto de partida la década de los años 80, sin duda
cercana en el tiempo, pero que en unos pocos años han logrado no solo
afianzarse, también han conseguido ser
en muchos casos seña de identidad local para sus respectivos municipios. La
brecha abierta entre su desaparición y su reciente recuperación ha hecho en
algunos casos que gestos, actos e incluso vestuario, hayan variado en ciertos
detalles, tenidos hoy como mínimos, resultado lógico de los tiempos modernos.
Son sin embargo y a pesar de ligeros adornos, inevitables por otro lado, digna
representación de lo más tradicional de nuestro folclore costumbrista.
Atienza de los Juglares. Núm. 10. Enero
2010, http://es.calameo.com/read/000148551ece4f8d48fe1