lunes, julio 30, 2012

Santiago Bernal. Mirada viva


SANTIAGO BERNAL. MIRADA VIVA.


Uno se acostumbra a ver al fotógrafo detrás de la cámara y olvida que una vez plasmada la fotografía se plasmó, en el papel, la mirada viva del autor de la obra.

Hace no mucho tiempo, quizá veinte o treinta años, conocí a Santiago Bernal pateando campos con una cámara de fotos; atajando por barbechos y acortando callejones para llegar al lugar exacto en el momento preciso en el que los caballeros de la mística y romántica Caballada atencina amanecían por este o aquel arco. La misma sensación, en distinta fiesta, por las trochas de Almiruete; por las calles de Guadalajara; persiguiendo a los botargas alcarreñas o mirando danzar diablos por los barrancos de Luzón, tras una cámara de fotos.

Ha pasado ese tiempo, que no es nada. O tal vez si, una canción. Un tango, un corrido mexicano, o una jota castellana con ritmo de dulzaina. Es la mirada puesta, tras una cámara de fotos, que luego quedará plasmada en un papel. Un lienzo pintado a plumilla de artífice de un arte silencioso y silenciado en laboratorio de ideas escondidas.

He vuelto a reencontrar a Santiago Bernal años después, en una ermita de Sigüenza. Sigüenza tiene ese aire otoñal que nunca cansa, ni se cansa de sentir el pálpito de la historia hecha piedra y filigrana de pórtico y alero. Y Sigüenza, en estos finales de otoño y comienzos de un invierno que dicen no ha de ser del todo frío, me ha traído, como de improviso, la mirada amiga, precisa y elocuente de Santiago Bernal, el fotógrafo.

Recuerdo a Santiago Bernal, viva mirada de un medio siglo de Guadalajara a ritmo cambiante, y cambiado de migraciones, de fiestas y tardes de eras con parva de mies rubia y andar cansino de una pareja de mulos soportando la trilla; a Santiago Bernal, mirada tras la cámara plasmando la tarde en su lienzo fotográfico.

He vuelto a ver, a través de las paredes de la ermita, la obra, mirada viva de medio siglo provinciano, de Santiago Bernal retratando a una provincia que, al ritmo lento de un reloj mal acompasado cambió las mulas de labor por el tractor; cambió el carro por el vehículo a motor y cambió la plácida serenidad del pueblo por el bullicio de una ciudad incorregiblemente seca, desconocida e impasible. Y he vuelto a ver, mirada viva de tantas fiestas provinciales, a Santiago Bernal, fotógrafo, a lomos de una mula vestido de arriero, caballero con capa y sombrero de paño en la hidalga Caballada tantas veces retratada desde las trochas que, a los pies del cerro fantasma de una villa del medievo, conduce a la ermita de la Santa o al solaz del cabo de la tarde, donde el galope del mulo templa, tiembla, retiembla y empapa de vivencia la fiesta del alma castellana, tantas veces retratada por la viva mirada del fotógrafo del alma de Castilla. Mi Castilla.

Es Santiago Bernal viva mirada de medio siglo de viveza de Guadalajara, el hombre que sabe, trasmochando trochas, retratar, como antes hiciesen otros fotógrafos de un tiempo pasado en blanco y negro, retratar el alma, el paisaje, la esencia, el olor, el color de una provincia. Medio siglo de mirada viva en los ojos inquietos del hombre, señor fotógrafo, de las tierras tercas en ocasiones y otras pobres, de Guadalajara. Mi Guadalajara.

En estos días he vuelto a descubrir la mirada viva de Santiago Bernal a través de su obra. En estos días, en esa Sigüenza romántica de otoños y caídas de hoja rubia en torno a la Alameda, la mirada del hombre, del amigo, del personaje que permanece atento al movimiento en busca de la instantánea, ha vuelto a decirme que existe la poesía más allá de los místicos libros de poemas.

Santiago Bernal, mirada viva de una Guadalajara en blanco y negro, pincelada a color por la sencillez del alma de poeta. Señor fotógrafo, artesano de la mirada viva de una provincia. Mi provincia de Guadalajara.

Tomás Gismera Velasco
Noviembre/2008