LA CASTELLANA DE MOHERNANDO
La Duquesa de Medinaceli, y sus famosas cacerías, por Navidad
Cuando don Federico de Madrazo y Kunt, uno de los grandes genios de la pintura española del siglo XIX triunfaba como retratista de las grandes casas nobiliarias del reino y dio a la pintura uno de sus magistrales retratos de cuerpo entero, el de la cordobesa Ángela María Apolonia Pérez de Barradas y Bernuy, hija del marqués de Peñaflor, a doña Ángela todavía no la conocían con el sobrenombre que la haría popular en las altas esferas de Madrid. Entonces era, simplemente, Ángela de Medinaceli, puesto que era la consorte, desde el revolucionario año de 1848, de don Luis Tomás Fernández de Córdova, el duque a quien también retrató Madrazo. Años después de la muerte del duque, en París en 1873, doña Ángela paseaba sus lutos por nuestra tierra y, para la prensa, o una gran parte de ella, pasó a ser conocida como “La Castellana de Mohernando”, el Mohernando guadalajareño que se nos tiende en la Campiña del Henares.
Mohernando, y sus señores
También Tomás Camarillo, genio de la fotografía provincial, retrató hace cosa de cien años la imagen sobresaliente de Mohernando con sus gentes en torno. La imagen más señalada de la población era entonces la de su rollo y el conjunto de su iglesia y torre. Alrededor, con traje de domingo, que sin duda lo era, se reunieron los chiquillos, algunas mujeres y la autoridad militar, representada por el tricornio verdoso de un señor Guardia civil.
Del interior de la iglesia don Tomás tomó algunos positivos de lo que era el monumento más significativo de su conjunto, el escultórico, post mortuorio, de los Señores de Mohernando, don Francisco de Eraso y doña María de Peralta, quienes descasaban a la eternidad de los siglos y mano magistral talló en mármol o alabastro. Para Ricardo de Orueta, experto en escultura funeraria, el conjunto era digno de la magistralidad pictórica de Tintoretto, sin que, al día de hoy, se haya resuelto el misterio de quién fue el autor de tan magnífica obra, muy a pesar de habérsele puesto los nombres más rutilantes de los escultores de la época, finales del siglo XVI o inicios del XVII.
Por aquel tiempo, mediado el siglo XVI, fue cuando don Francisco de Eraso, uno de los más poderosos caballeros del reino, adquirió estas tierras, las de la Encomienda de Mohernando con ellas el derecho a titularse Señor de ellas y que sus descendientes adquiriesen en lo sucesivo los títulos condales de Humanes y Mohernando; a don Francisco, fallecido en Madrid el 26 de septiembre de 1570, le sobrevivió doña María de Peralta y le sucedió su primogénito, don Carlos de Eraso y Peralta. Sería su nieto, don Francisco de Eraso Pacheco quien recibiría el título de Conde de Humanes en 1625; mucho tiempo después, el 17 de mayo de 1906, un mexicano descendiente de vascos, don Luis Bermejillo y Martínez Negrete, del círculo amistoso y cacerías del Conde de Romanones, recibiría del rey Alfonso XIII el honroso título de Marqués de Mohernando.
En medio, todo un acontecer histórico que llenaría páginas enteras del libro de la memoria de la población; con la amplia relación familiar de los descendientes de don Francisco de Eraso que, como solía acontecer, llegó un tiempo en el que se extinguió la línea directa de sus herederos; pasando títulos y haciendas a ramas segundonas de la familia.
Fueron estas tierras campiñeras, en el siglo XVI, anteriores y posteriores, de buenos montes y grandes cazaderos, en los que practicaron el noble arte de la caza los Mendoza y la majestad real de los reyes Borbón. Hasta el punto de que, la historia cuenta, los lugareños hubieron de hacer un camino y trabajar en él para que hasta aquí llegase la majestad de don Carlos IV al cazadero de rigor; alguno de cuyos montes estuvo en poder de los Mendoza, duques del Infantado; de estos pasó con los avatares del siglo XIX a la Casa de Osuna y, sin duda, de esta, a los Medinaceli, casa ducal a la que, como para las anteriores, el nominado arte de la caza se convirtió en ejercicio habitual; al igual que lo hubo de ser para el primer marqués de Mohernando, del que cuentan los anales que fue en una cacería donde gestó su título.
Los duelos y quebrantos de la Duquesa
Hubo de ser, el palacio de caza de doña Ángela de Medinaceli, ubicado en los montes de Mohernando, una singular edificación que atrajo, por sus comodidades, a lo más granado de la sociedad cultural y política del último tercio del siglo XIX. Luego que doña Ángela enviudó y decidió venir a pasar sus lutos a las tierras campiñeras de Guadalajara.
Por aquí, invitando a sus amigos a extraordinarias cacerías, la duquesa pasó los lutos por el fallecimiento de su marido; y los del fallecimiento de su primogénito, precisamente en un accidente de caza; también los de su consuegro, el duque de Aliaga, que se despidió del mundo el año del cólera de 1885. Doña Ángela, a quien igualmente gustaba salir al campo en busca de corzos, venados, conejos o perdices, durante aquellos días acompañaba a sus invitados cazadores, muy a pesar de que, respetando los lutos, ella no participaba.
Para entonces ya era conocida como “La Castellana de Mohernando”, y sus fiestas llamaban la atención; al igual que lo hacían los detalles con los que sus invitados eran obsequiados; estos dedicaban alabanzas al glamour con que la anfitriona de la casa los recibía, destacando, del magnífico palacio, las camas: “todos gustan más que de los placeres del sport, de los encantos de aquella corte de aristócratas, políticos, artistas y generales que preside la Duquesa. Las marchas son encantadoras, después de la mesa con sus goces culinarios y sus donaires, el tresillo y el bezique, y después una habitación confortable y un lecho ideal”.
Y es que, para estos tiempos, la nobleza española no estaba todavía acostumbrada al lujoso nobiliario sin duda exportado de París: “La especialidad de Mohernando son las camas: cómodas, limpias, sanas, ideales. La Duquesa Ángela, como buena y castiza andaluza, enseña y dirige a sus criados a hacer las camas. Cuando se marcha un convidado se hacen de nuevo los colchones, se lavan sus finísimas lanas y se deja todo como nuevo. El que tiene la dicha de acostarse en uno de aquellos lechos incomparables, no puede levantarse a gusto sino para almorzar los famosos almuerzos que tan bien dirige la noble dama”.
Por aquí pasaron nombres de la talla de don Manuel Silvela, don José de Echegaray, don José Gutiérrez de la Vega o cuanto político o literato se preciase de ser alguien en la sociedad española de aquella parte del siglo. A pesar de que a alguno de ellos lo de cazar quedase al margen, caso era del Sr. Echegaray, a quien la sangre “espanta en el monte por más que, con mucho talento, él la derrame a mares en el teatro”.
Todo hasta que, a la Castellana de Mohernando, le dio por contraer un segundo matrimonio con don Luis de León y Cataumber, en 1893 y, concluido el gran palacio de la madrileña plaza de Colón, se encerró en él, y no volvió por Mohernando. Lo haría, tiempo después, el 30 de abril de 1907, su primer marqués, el Sr. Bermejillo, en su flamante Mercedes que, en dos horas y cuarto, cubrió el trayecto de 90 kilómetros que separaban su residencia madrileña de su posesión mohernandina, a una media de 45 kilómetros a la hora; claro está que hubieron de sortear el Henares a bordo de la barca de Maluque. Si ambos, la duquesa y el marqués, regresasen por aquí no cabe duda, a todos desearían: “Feliz Navidad”.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 26 de diciembre de 2025
MOHERNANDO (Guadalajara) Crónicas para una Historia
MOHERNANDO (Guadalajara) Crónicas para una Historia
MOHERNANDO es, al día de hoy, una pequeña población de la provincia de Guadalajara, perteneciente en tiempo antiguo a los Caballeros de la Orden de Santiago, a los que perteneció, y en donde tuvieron una de sus Encomienda.
El autor, a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, entre los que cabe destacar a Juan-Catalina García López, nos adentra en el ayer de Mohernando, su Encomienda y sus Señores; tomando los textos publicados por aquellos, para darnos cuenta de la importancia que Mohernando alcanzó a través de los siglos; acompañando la obra con los textos de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.
Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.
Junto a la historia y como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como de las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias, ante la falta de otros testimonios que, más directamente, conformen una historia local que, indudablemente, en alguna ocasión ha de ser escrita por quien, con mayor conocimiento y medios, pueda acometer la fantástica aventura.
En tanto, las páginas siguientes, como otras anteriormente publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una mirada…
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Se encuentra, Mohernando, en la actual provincia de Guadalajara y su comarca de la Campiña del Henares, dentro de las tierras que delimitan las actuales provincias de Guadalajara y Madrid. Tal vez la comarca de menor extensión y media de altitud de la provincia de Guadalajara, con una media de 650 metros sobre el nivel del mar; encontrándose Mohernando por encima de aquella, ya que alcanza los 776 metros de altitud. Situándose en el centro-occidental de la provincia; comarca que, por su cercanía a la capital del reino ha venido manteniendo su población, siendo en la actualidad, y desde los últimos decenios del siglo XX la que, prácticamente, única que crece en relación con el resto de la provincia.
La comarca está regada por los ríos Henares, Sorbe y Jarama, que delimitan las distintas subcomarcas en la que se divide esta parte de la provincia, teniendo sin duda como capital comarcal el municipio de Azuqueca de Henares, tal vez el municipio de mayor crecimiento económico y habitacional de la provincia; teniendo como principales poblaciones, al margen de la reseñada, las de Alovera, Cabanillas del Campo, El Casar, Humanes de Mohernando, Marchamalo, Villanueva de la Torre, Yunquera de Henares y Uceda.
Junto a las anteriores, forman igualmente parte de la Campiña de Guadalajara las poblaciones de Alarilla, Chiloeches, Ciruelas, Fontanar, Fuentelahiguera de Albatages, Galápagos, Heras, Malaguilla, Mohernando, Quer, Robledillo, Torrejón del Rey, Tórtola, Usanos, Valdeaveruelo, Valdenuño-Fernández, Villaseca de Uceda, Viñuelas y por supuesto, la capital provincial, Guadalajara…
MOHERNANDO, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
EL LIBRO
- ASIN : B0DD1MY8DD
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 248 páginas
- ISBN-13 : 979-8335535229
- Peso del producto : 386 g
- Dimensiones : 13.97 x 1.57 x 21.59 cm


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