LOS NAVARROS DEL CASTILLO DE ATIENZA
Se convirtió, en el siglo XVI, en uno de los más tétricos lugares de Castilla
Al año 1516 nos remiten las crónicas históricas que dan cuenta de cómo, hasta el castillo-prisión de Atienza, llegaron algunos de los derrotados capitanes que buscaron la restauración del reino de Navarra en la cabeza de Juan de Albret, derrotados por el Cardenal Cisneros, como Regente del Reino en nombre de Carlos I, el 22 de marzo. Eran el Mariscal Pedro de Navarra; Juan Ramírez de Baquedano, señor de San Martín y Ecala; los capitanes Petri Sánchez y Juan de Olloquí y Yatsu, señor del palacio de su apellido, primo carnal de San Francisco Javier; Pedro Enríquez de Lacarra; Antonio de Peralta, primogénito del marqués de Falces y Ana de Velasco, defensora del castillo de Marcilla; el capitán Francés de Ezpeleta, señor de Catalaín; y por último, Valentín de Yatsu, igualmente primo carnal de San Francisco Javier.
Previamente a su llegada a Atienza se habilitaron las celdas que habían de ocupar en la entonces Torre de los Infantes, situada a la izquierda de la entrada a la fortaleza.
Los calabozos del castillo
Los prisioneros llegaron con parte de sus posesiones, cofres con armas y vestuario, así como con algunos criados, en sus propias cabalgaduras, en número próximo al medio centenar entre jacas, caballos y mulas, que les fueron confiscadas a su llegada a Atienza, despachándose igualmente a los criados, de los que únicamente quedaron dos al servicio del Mariscal de Navarra.
Tanto el alcaide del castillo, como los aposentadores que se enviaron a Atienza de orden del Cardenal, habían indicado que el recinto no era el más apropiado para gentes de tan alta posición, no disponiendo tampoco el castillo de gentes de armas capaces para defender un posible asalto en busca de ponerlos en libertad; si bien se había elegido Atienza por la distancia que desde aquí había a las tierras en las que sufrieron la derrota.
Por si ello fuera poco, en lugar de aliviar las condiciones del presidio, se endurecieron, tratando de evitar una posible fuga, mandándose hacer previamente a su llegada nuevas rejas para celdas y ventanas; encontrándose los capitanes en una de ellas; en otra distinta el mariscal, ordenándose a las autoridades de la villa y su comarca que les proporcionasen los materiales “que fuesen menester, pagaderos al precio que ellos valen”; igualmente que pusiesen a disposición del alcaide: “para el acarreo, las bestias y carretas y bueyes e otras cosas que oviere menester, pagándoles su justo jornal”. A fin de hacer más impenetrable la prisión.
El encargado de los prisioneros, y de revisar la prisión, el licenciado Francisco Galindo, llegó a Atienza el 2 de mayo de aquel año. Su primera visita fue a la torre: “que se dice de los Infantes, donde están presos el Mariscal de Navarra e don Antonio de Peralta, e Francisco de Espeleta e Valentín de Jaso”. De todo lo cual levantó acta el escribano Baltasar Rodríguez.
El propio Galindo en su informe a Cisneros, dará cuenta de que la torre en la que se guardan los prisioneros es suficientemente fuerte, accediéndose al recinto en el que se encontraban a través de una puerta tapiada, y no encontrándola con el suficiente grosor ordenó derribarla y reconstruirla nuevamente, obra encomendada al cantero atencino Juan Alonso, quien la remató “más ancha que estaba, lo cual el dicho cantero la puso luego por la obra e cerró la dicha puerta de cal y hieso e piedra, de siete palmos de gordo e aun de algo más”.
Cerrada la puerta de acceso a la torre, situada a ras de suelo, ordenó que la entrada se hiciese por la planta media, a través del adarve de la muralla, accediendo a una de las salas principales con escaleras de subida a la torre y de bajada a las estancias en las que se acomodó a los prisioneros en número, al menos, de cuatro celdas. Una de ellas ocupada por el Mariscal, en la que había “una cama harmada de las que llaman de campo, en que el dicho mariscal dormía”. Sustituyendo los herrajes, en evitación de que fuesen utilizados a manera de arma, por maderas y cordeles. Ordenando igualmente el cambio de la puerta que cerraba el acceso a la cámara del Mariscal, por “una puerta de red dejando en ella una ventanilla con su compuerta e cerradura para servicio de dar lo que ovieren menester sin abrir ninguna”. Igualmente ordenó que una ventana por la que se divisaba la población “le pusiesen unas verjas de hierro”.
En otra de las celdas se encontraban “Pedro Enriquez de Lacarra, Juan Ramírez de Baquedano, el capitán Petri Sánchez y Juan de Olloki”. En calabozo distinto Antonio de Peralta, Francisco de Espeleta y Valentín de Yatsu o de Jaso, y el resto de prisioneros.
HISTORIAS DE LA VILLA DE ATIENZA (Pulsando aquí)
Y más seguridad
No se conformaron, alcaide y aposentador, con las medidas adoptadas en pro de la seguridad de sus detenidos, sino que de la inspección llevada a cabo, encontraron que todavía podían hacer más dura la detención, por temor al dicho asalto en busca de su libertad, ordenando que, en lo alto de la torre, a la que se llegaba a través de escalera de madera, se situase una campana que se haría sonar en caso de peligro, teniendo obligación de acudir a la llamada los hombres de Atienza.
A más de ello, el alcaide ordenó al alguacil Blas Vallejo para que en la villa buscase al mejor herrero. Capaz de “echar a cada uno de los dichos presos navarros questan en la dicha fortaleza unos grillos muy bien echados porque cumple así al servicio de sus altezas”.
El encargo lo recibió Sebastián Martín, quien hubo de jurar “en forma debida de derecho que echaría e sobraría bien los dichos grillos e chavetas el cual Martín dijo que hacía todo lo susodicho lo mas fuerte e firme que pudiera”.
El primero en recibirlos, de seis libras y media de peso, fue el capitán Petri Sánchez, “al cual hizo echar unos grillos con su chaveta bien roblada e tornole a la de los otros”. Al Mariscal de Navarra los grillos que se le echaron dieron un peso de seis libras “roblando cada chaveta dellos en cama de una bigornia”.
Concluida la operación el Licenciado Galindo ordenó al alcaide “que de parte de sus altezas no acoja ni de lugar a que ningún navarro ni criado de los dichos presos suba a la torre ni entre en la dicha fortaleza ni consienta que se den ni echen cartas ni mensajerías a los dichos presos sin su licencia, e que lo vea él, e que los que han de estar en la dicha villa de Atienza que son dos criados de los dichos presos para proveerlos de los bastimientos que fueran necesarios, pongan los dichos bastimentos en una casa e allí embién los monteros por ello, lo cual le mandó so pena de perdimento de bienes e de la vida a merced de la reyna e del rey nuestros señores”. Quienes sin autoridad se acercasen al castillo, la primera vez perderían una mano; la segunda, una pierna; la tercera, la vida.
Pasados los meses serían trasladados algunos de los prisioneros a distintos castillos, permaneciendo el Mariscal de Navarra en Atienza hasta bien avanzado el año 1518, puesto que en Atienza recibió, el 29 de mayo de ese mismo año, la oferta de perdón de Carlos I a cambió de su fidelidad, que el Mariscal rechazó; siendo trasladado después al más confortable castillo de Simancas, donde encontraría la muerte en extrañas circunstancias el 24 de noviembre de 1522.
En las obras de reconstrucción del castillo, en la década de 1960, se perdieron torre y estancias., Capítulos de nuestra historia, y de nuestros monumentos, a veces, un tanto desconocidos.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 30 de mayo de 2025
HISTORIA DE LA VILLA DE ATIENZA
HISTORIA DE LA VILLA DE ATIENZA
DE LOS ORÍGENES AL SIGLO XIX
Atienza, en el norte de la actual provincia de Guadalajara, fue desde siempre una villa con función defensiva, como ya recogiera el Cantar de Mío Cid. Emplazada en el extremo oriental de la divisoria entre el Tajo y el Duero, cerca también del sistema ibérico y de la raya de Aragón, ruta esta que guarda Sigüenza, sobre el Henares. Tal función defensiva alcanzó gran importancia cuando la frontera cristiano-musulmuna se situó por estas tierras, manteniéndose después por la oposición entre reinos cristianos hasta la unión de Castilla y Aragón. Convertida en centro comarcal, mantuvo su tono urbano durante siglos, perdurando su noble prestancia, su sobrecogedora belleza urbasna, su historia… Como escribiese Antonio Lopez Gómez.
Una población por la que se paseó la historia de España. Coronada por su imponente castillo; elevada a la cima del arte por su multitud de iglesias románicas; por la corona de su muralla.
Todo hace que, Atienza, sea admirada, y admirable.
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HISTORIAS DE LA VILLA DE ATIENZA
Tendríamos que remontarnos a los albores del siglo XVII para encontrar la primera “Historia de la Villa de Atienza”, escrita y documentalmente preparada por quien fuera en aquel tiempo escribano del Concejo de Atienza, don Francisco de Soto y Vergara.
Poco conocemos de la obra de Soto y Vergara, salvo que a partir de entonces sería utilizada por numerosos autores que, a partir del siglo siguiente, escribirían sobre la Villa de Atienza.
Su densa historia, su entrada por la puerta grande de la historia de Castilla y por ende de España, la hicieron siempre apetecible a los escritores, literatos o historiadores.
En la obra de Francisco de Soto basó numerosas de sus citas el clérigo e historiador Francisco Flórez, y la obra de Soto y Vergara se tomó como base de los escritos del “anónimo” beneficiado de la Iglesia Parroquial de Santa María del Rey, que dio a la luz, siquiera local, su “Breve Relación Historial de la Villa de Atienza”; a la par que esta salió la que escribió, relacionó y remitió al geógrafo Tomás López, en 1786, el también clérigo, arcipreste de la iglesia parroquial de San Juan del Mercado, don Joaquín de Iturmendi.
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Las nociones históricas del Sr. Iturmendi servirían, tiempo adelante, para nuevas historias, y citas en los diccionarios y enciclopedias que, a partir de los años finales del siglo XVIII se dieron a conocer en España, entre ellos los llamados de Sebastián Miñano (1827) y Pascual Madoz (1847).
ATIENZA, CRÓNICAS DEL SIGLO XX (Pulsando aquí)
Con Pascual Madoz colaboraría quien, por aquellos tiempos, ocupó igualmente cargos de secretaría y escribanía en los ya ayuntamientos de Atienza, entre otros numerosos de la comarca y provincia, Dionisio Rodríguez Chicharro quien, entre las numerosas obras que dejó para conocimiento de la provincia y la serranía, se encontró una nueva “Historia de la Villa de Atienza”, datada en torno a 1870.
A partir de aquí, numerosos autores tomaron datos y esbozaron parte de la historia de la villa en prensa y publicaciones varias, del mismo modo que el nombre de Atienza salió a relucir en obras literarias, en la novela y el teatro, principalmente a partir de la mitad del siglo XIX, después de que José Muñoz Maldonado, conde de Fabraquer, se hiciese cargo de relatar la historia medieval de Atienza en una de sus obras.
Entrados en el siglo XX fueron los cronistas provinciales Juan-Catalina García López, Antonio Pareja Serrada y Manuel Serrano Sanz quienes dieron a la luz algunos notables trabajos basados, lógicamente, en estudios y escritos anteriores.
A Francisco Layna Serrano legó el anterior cronista provincial, Manuel Serrano Sanz, sus notas en torno a la villa. Con ellas y sus propias investigaciones, dio a la luz, en 1945, la hasta ahora más conocida y renombrada “Historia de la Villa de Atienza”.
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De entonces a hoy aquella obra de Francisco Layna ha servido para que algunos otros estudiosos o historiadores hayan reproducido textos conocidos de la historia de la villa hidalga.
La que ahora presentamos es complementaria de la gran obra de Francisco Layna Serrano, que ha de referenciarse y tomarse obligatoriamente como base para llegar al día de hoy, complementando, repetimos, y acompañando las nuevas líneas históricas que el tiempo ha ido añadiendo y que, en tiempo pasado, no fueron posibles.
Por supuesto que, tras esta, deberán obligatoriamente aparecer otras “Historias de la Villa de Atienza”, pues el tiempo añade líneas por descubrir al mañana, de lo que permaneció ayer oculto.
En cualquier caso, es, la historia de la Villa de Atienza, una página siempre abierta, siempre elocuente, y siempre dada al examen y la revisión.
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LIBRO TAMAÑO GRANDE: 17,78 X 25,04
EL LIBRO:
- ASIN : B09MYVXJ1D
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 324 páginas
- ISBN-13 : 979-8762448253
- Peso del producto : 708 g
- Dimensiones : 17.78 x 2.06 x 25.4 cm
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