miércoles, abril 16, 2025

GUADALAJARA: TIERRA DE LOBOS

 

GUADALAJARA: TIERRA DE LOBOS

El lobo es, tal vez, el animal más perseguido de la historia

 

   En lo alto del cerro de Santa Brígida, que limita las provincias de Ávila y Salamanca, entre los términos municipales de Bercimuelle, Cespedosa de Tormes y Narrillos del Álamo, pueblo adoptivo de quien esto escribe, mirándose a las aguas del Tormes y a la Sierra de Francia, se alza la que en la zona se denomina como “Cruz de la Niña”, de la que la leyenda cuenta se levantó en memoria de una pequeña que subió a la sierra, la salieron los lobos y…; es tan sólo una de las muchas historias que corren en torno al cánido; aunque nadie vio ni supo nada; de aquello pueden haber pasado dos, o cuatro siglos, que el tiempo vuela. Nadie recuerda, y todo lo mundo lo ha escuchado.

   Más cercano en el tiempo, pues sucedió el martes 29 de noviembre de 1904, el lobo amenazó con su presencia a los viajeros de la diligencia que partiendo de Piedrahita debía de llegar al día siguiente a Ávila; al paso por el puerto de Villatoro, en medio de una tremenda nevada, los lobos la rodearon, y solo huyeron al ruido de los disparos de los espoliques.

 


 

 

Lobos y alimañas

   Desde que la historia ha quedado escrita en sus anales, el lobo se ha considerado, como el zorro, animal peligroso. Alimañas a las que hay que exterminar. Desde más allá del siglo XVI, siguiendo las Relaciones Topográficas que ordenase la majestad de Felipe II, lobo y zorro fueron perseguidos hasta su práctica exterminación. Incluso los concejos premiaban a quienes presentaban, muertos, por supuesto, a algunos de estos animales. E incluso, hasta recientes tiempos, quienes daban muerte a un zorro paseaban su piel por las casas de los ganaderos, solicitando recompensa.

   Este aprendiz de escribiente, recorriendo la serranía de Guadalajara, al filo de la década de 1970, encontró, a la entrada de uno de nuestros serranos pueblos, colgados de una noguera, toda una camada de zorros; formaba parte de la costumbre.

   Y es que fueron, las sierras de Guadalajara, tierra de lobos. Por Beleña todavía continúa viva la leyenda de “los lobos del Carrascal”, que con tanta delicadeza nos contaron las plumas de Sinforiano García Sanz o Francisco Martín Macías; y algo tendrá que ver el “Pico del Lobo”, o “La Buitrera de los Lobos” en los límites provinciales con la tierra de Ayllón, con el animal en cuestión. Puesto que la toponimia del terreno adaptó el nombre a numerosos parajes: “La fuente del lobo”, el “vallejo del lobo”, la “cerrada del lobo” …

   Al elaborarse el Catastro de Ensenada, mediado el siglo XVIII, no resulta complejo encontrar en nuestros pueblos, en las cuentas municipales, las anotaciones de lo pagado a los loberos, encargados de eliminarlos. En Setiles anualmente 36 reales, por “correr los lobos”; en Motos, 15 reales, a los cazadores; en Establés se hacía un gasto general entre los vecinos de la población que durante tres días los perseguían hasta expulsarlos del término; lo mismo que en Fuente el Saz; y en el entorno que media entre la Serranía y Sigüenza, se movió una cuadrilla de loberos que, de concejo en concejo, fueron cobrando por expulsar las camadas de un pueblo a otro; en Condemios de Abajo veinte reales; y lo mismo en Sienes o Riosalido. Caso de que los animales fuesen muertos, las cantidades variaban, a tanto por lobo, loba o camada, algo que incluso fue regulado en las ordenanzas municipales de numerosas de nuestras poblaciones.

   Las Municipales de Atienza, aprobadas en 1877, en su capítulo 40, que se refiere a la caza de animales dañinos, y su artículo 232, dice: “Es libre la caza de animales dañinos, entendiéndose por éstos los lobos, zorras, garduñas, gatos monteses, tejones y hurones. Y como estímulo para el exterminio de aquellos el municipio abonará por cada lobo que presente muerto 2 pesetas, 3 por cada loba preñada y 1 por cada lobezno, la mitad respectivamente por la zorra, y la cuarta parte por cada garduña u otros animales expresados”.

   Desde Cobeta contó su sacristán al geógrafo Tomás López, en 1773, que los lobos “destruían” ovejas, corderos y cabritos: “sin valerles el sagrado de las poblaciones, ni voces de los pastores ni aullidos de los famosos perros que tienen para estos fines”. Y contaban los relatores de Yélamos de Abajo que los lobos seguían a los rebaños a través de las cañadas, en tiempos en los que estos acudían a los pastos de invierno o de verano

 

Los últimos lobos serranos

   Por Lupiana, cuyo topónimo tiene su origen en el lobo, al contrario que por otros municipios, no se nos hablan apenas de ellos; en cambio se cuenta que en Baides, en el invierno de 1845 se vieron nada menos que 28 reunidos; y la valerosa acción de un pastor de Villacadima, en el mes de diciembre de 1887, dio la vuelta a España; pues notando la desaparición de seis de sus borregas, siguió el rastro hasta enfrentarse a cuatro lobos, y sin más armas que unas piedras y una navaja, logró hacer huir a tres y dar muerte al cuarto, del tamaño de una ternera.

   En el febrero de 1930, “al trasladarse desde Aldeanueva de Atienza a Bustares el ilustrado Médico D. Francisco Madero, al que acompañaba el peatón de correos Federico Torija, salieron al paso tres lobos de gran tamaño, viéndose precisados a hacer uso de las armas para hacer huir a dichas fieras”.

   Y Pedro Araújo, pastor en Condemios de Abajo, recibió una cuantiosa recompensa del Gobernador Civil de la provincia en este tiempo, por dar muerte a una pareja de lobos, a los que siguió durante dos o tres días, después de que atacasen su rebaño.

   Antes de que regresase a nuestra Serranía, mediada la década de 1970, los lobos, por esta parte provincial, ya habían desaparecido. Se cuenta que el último lobo desapareció de por aquí en el invierno de 1967, en medio de la nieve. Un enorme macho que días antes de su muerte se la dio a un caballo, que entre la nieve quedó; lo que hizo pensar que el hambre le haría regresar, y lo hizo. Pero la carne del caballo había sido envenenada.

 

Y una historia más

   De la memoria del cronista Layna Serrano nos quedan los recuerdos de su padre cuando, médico en Galve, en compañía de un espolique, hubieron de enfrentarse a tres: “Encendieron una cerilla, y los viajeros montaron los revólveres por si acaso. Al poco tiempo estaban más cerca y eran ocho. Vuelta a caminar con grandes precauciones, más al recodar un cerrillo mi padre hubo de apearse y disparar el revólver en dirección a los lobos que emprendieron la huida. Algunas veces atacaban los lobos a manadas el ganado, teniendo que reunirse las gentes de varios pueblos para organizar batidas, y nos explicaba mi padre cómo el ganado vacuno se defendía formando círculo en cuyo interior quedaban los terneros defendidos por las astas de las vacas. Durante las persistentes nevadas, el hambre hacía que aquellas alimañas asaltaran los cementerios desenterrando los cadáveres, por cuyo motivo, para asustar a los lobos, acostumbraban los montañeses a encender hogueras por la noche sobre la tumba de sus muertos recientes. En invierno no era costumbre acompañar los restos mortales al camposanto, sino que metido el difunto en su ataúd y cargado sobre una mula, le llevaban al cementerio, y según contaba mi padre ocurrió cierta vez que mientras sus familiares le daban tierra dejando la mula atada a la puerta, los lobos la devoraron”.

  Como que el lobo siempre ha sido parte del devenir de nuestra tierra.  Una tierra en la que, sin duda, y bien organizados, todos cabemos.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 16 de abril de 2024

 

 

Notas de Etnografía, Folklore y Tradiciones Populares de Guadalajara

 

Notas de Etnografía, Folklore y Tradiciones Populares de Guadalajara

 

    La provincia de Guadalajara, sus pueblos, mantienen decenas de tradiciones enraizadas con su pasado histórico, folclórico y tradicional; algunas de ellas han pasado a pertenecer al calendario festivo.

   El autor rescata en este libro decenas de ellas que en ocasiones se confunden con la multitud de leyendas que jalonan los pueblos.

   Por las páginas de la obra desfilan las botargas; el toque de las campanas; el carnaval; la Semana Santa; las ferias; las romerías; los trajes tradicionales; las rondas; los danzantes; las tradiciones enraizadas con los difuntos; la matanza o la Navidad.

   En su mayoría son notas de folklore y tradiciones que el autor ha ido desgranando en sus artículos semanales en el periódico Nueva Alcarria, de Guadalajara, en el que desarrolla la página “Guadalajara en la Memoria” y que, en conjunto, conforman una serie de relatos que mantienen no solo la memoria, también la tradición etnográfica y folklórica de una provincia a través de sus tradiciones populares.

 

 


 El libro, pulsando aquí

 

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