UN MÚSICO PARA LAS INVIERNAS: JOSÉ FLORES LAGUNA
Fue considerado como: “Un fenómeno humano”
Las Inviernas, pueblo de nombre sonoro en el antiguo partido judicial de Cifuentes, se llamó con anterioridad Villamayor de las Inviernas, nombre más propio y significativo, y, a pesar de que en la actualidad es población, como tantas más de la Alcarria, con silencio de pasos apagados, echándose a faltar sonidos, voces y tal vez música de órgano, tuvo, desde más allá de la mitad del siglo XX, una intensa vida, en lo social y en lo histórico, dejando su huella grabada en la historia de la música española a través, al menos, de dos de sus naturales, don Gregorio Bueno de la Plaza y don José Flores Laguna, destacados en un arte, el musical, al que tantas glorias dio la provincia de Guadalajara, principalmente desde la episcopal Sigüenza.
También formó, Las Inviernas, o Villamayor de Las Inviernas, parte de la historia de los señoríos de los Gómez Carrillo, de los duques de Medinaceli y de Beatriz de Torres, viuda de don Gil de Andrade, de cuya familia pasaría, en aquellas transacciones habidas en los siglos XVI o XVII, a los Martín de Castejón y de estos a don Francisco Pacheco de Córdoba y Bocanegra, Adelantado de Nueva Galicia quien, en 1716, recibió el no menos honroso y nobiliario título de Marqués de Villamayor de las Inviernas, título que entraría a formar parte del marquesado de Bélgida, y a través de este, y de doña Catalina Ibáñez de Segovia, mujer que lo fue de don José Vicente Belvís de Moncada, del condado de Tendilla y del marquesado de Mondéjar, unidos todos los títulos en el hijo de don José Vicente y doña Catalina, don Pascual Benito, quien sería VIII marqués de Villamayor de Las Inviernas o mejor, Las Inviernas, a secas; título que quedaría para los restos unido al de Mondéjar, y en él debe de continuar.
Gregorio Bueno de la Plaza, un músico para Berlanga
Bajo el marquesado de don Juan de Belvís Moncada y Pizarro, IX marqués de La Inviernas, aquí nació el 22 de diciembre de 1817 don Gregorio Bueno de la Plaza, distinguiéndose en Sigüenza, a muy temprana edad, como infante de coro de su catedral; coro desde el que darían el salto no pocos de los músicos que dieron nombre a la provincia como anteriormente decíamos.
Las escasas reseñas biográficas que nos quedan de su persona nos dicen que aprendió a tocar la tromba, el contrabajo y el violín, llegando a ser un maestro de órgano disputado en algunos obispados; si bien desde la catedral de Sigüenza pasó a la Colegiata de Berlanga de Duero, tierra en la que durante muchos años estuvo afincado, y desde la que regresó a nuestra Sigüenza, en donde con el pasar del tiempo se le pierde el rastro. Muy a pesar de que, al final de ese mismo siglo, se nos diga que fue un compositor distinguido.
José Flores Laguna, el gran maestro
Don José Flores Laguna, en cambio, dejó una profunda huella en la música española del siglo XIX, siendo coetáneo de don Gregorio, ambos nacidos en el mismo año. Don José el 3 de mayo. Como su paisano, sus primeros estudios musicales los llevó a cabo en la catedral de Sigüenza, desde aquí dio el salto, en los años finales de la década de 1830, a Madrid, al colegio de San Felipe Neri, llegando a ser primer contralto del coro de la Real Capilla del Monasterio de las Descalzas, donde su nombre comenzó a ser pronunciado con admiración entre los aficionados a la música culta de la capital del reino. En los primeros años del decenio de 1850 ya daba a conocer sus primeras composiciones musicales que lo lanzarían definitivamente al mundo de la fama en la siguiente, entre las que destacarán su cantata al “2 de mayo de 1808”, dedicada al Ayuntamiento de Madrid; o sus libros para la enseñanza y composición musical, entre ellos, el “Método de canto llano y figurado”, (Madrid, 1863); “Guía general de notas y reglas”, (1862); “Diapasones y signos musicales” (1867); o las más que numerosas composiciones o estudios breves que facilitaron a los alumnos del conservatorio el conocimiento de una de las materias que en estos tiempos más destacaba: la música culta, de orquesta.
El Orfeón Madrileño
Dedicado por entero a la música, fundó en Madrid el Orfeón del Fomento de las Artes, y el Artístico Matritense. Equiparándose a los grandes maestros del siglo XIX, con los que compartió escenario, amistad y tiempo, desde Francisco Asenjo Barbieri a Hilarión Eslava.
Orfeón madrileño que se presentaría en los Salones Capellanes, de Madrid, el 21 de enero de 1865, actuando en la sesión inaugural la Banda de Música del Regimiento de Cazadores de Arapiles, dirigida por el propio Flores Laguna.
Naciendo el Orfeón para que las clases obreras pudiesen tener acceso a la música; estando compuesto por jóvenes obreros; poco tiempo después de su fundación, el Orfeón madrileño era toda una institución, reconocida por las altas clases sociales, así como por el mundo de la cultura: “tres años hace que por la patriótica iniciativa del entendido profesor don José Flores Laguna, nació el orfeón artístico-madrileño, compuesto de honrados y hábiles fundidores, tallistas, tipógrafos, grabadores, tapiceros, constructores de máquinas, carpinteros, sombrereros, estudiantes, maestros de obras, pintores, doradores…”, nos decía la prensa. Nuestro hombre había tenido que batallar, para sacarlo adelante con las altas estancias de una sociedad elitista en de la capital del reino, quienes veían en la obrera institución una amenaza, acusándolo de propagar las ideas ilustradas y liberales. Don José Flores Laguna lograba, con la enseñanza a través del Orfeón, crear una especie de sociedad de socorros mutuos de ayuda a los socios enfermos, así como contribuir a que sus integrantes se librasen de acudir a alguna de las muchas guerras, sin sentido como todas lo son, que acompañaron un siglo en el que, como en todos, estuvieron de sobra; libertando a sus músicos de ingresar en el ejército.
Los ensayos y conciertos priorizaban el trabajo de sus componentes, a fin de que no tuviesen que abandonar sus ocupaciones, destinándose el producto de sus actuaciones a costear los gastos de estudio. Sus alumnos, con motivo de la jubilación del maestro, reunirían el capital suficiente para dedicarle un gran homenaje, en el que le hicieron un regalo excepcional: una batuta de plata.
El Maestro, sus composiciones, y la ausencia
Decenas de himnos y composiciones religiosos, entre otras muchas, dejó escritas don José Flores Laguna, quien todavía, cuando estaba a punto de concluir su carrera musical, dio a la fama una composición que sacaría a la luz el famoso “Código Calixtino”, de la Catedral de Santiago, su “Ultreya”, o Himno de los Milagros del Apóstol Santiago el Mayor, seguido del Canto de los Peregrinos Flamencos al Sepulcro del Apóstol, que se encuentra en el famoso Códice de Calixto II…; y que le supuso la fractura de su amistad con Francisco Asenjo Barbieri, al discutirle este la autoría de la traducción del famoso códice.
Actuó por toda España con su orquesta, que llegó a reunir hasta 80 maestros, con alguno de los cuales salió a París y Viena, donde cosechó igualmente triunfos y premios.
Falleció en Madrid el 2 de marzo de 1888, siendo enterrado en el cementerio de la Sacramental de San Justo. La prensa, al dar noticia de su fallecimiento, apuntó: Es una pérdida irreparable para el arte por los muchos y profundos estudios que tenía hechos en la historia de la música, de los cuales deja patente testimonio con las obras que ha escrito. Había estado trabajando en la música, y dirigiendo su orquesta, hasta pocos días antes.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 14 de febrero de 2024
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