viernes, enero 31, 2025

SAN BLAS, SAN BLAS.... ¡SANTO OBISPO!

 

SAN BLAS, SAN BLAS… SANTO OBISPO

El Santo, sus reliquias, botargas y fiestas

 

  Junto a San Antón, San Roque y pocos más, la festividad de San Blas puede que esté entre la media docena de las que más predicamento gozan en los pueblos de España y, por supuesto, en los de Guadalajara; y no es el caso de que se apagase en último lugar la vela que llevaba el nombre del Obispo de Sebaste; sino que, como a sus compadres Antón y Roque, los pueblos se encomendaron a él, mayoritariamente, en tiempos de peste, para que los protegiese del mal.

    San Blas celebra su festividad el 3 de febrero con actos litúrgicos, o más llamativos, con botargas, manteniendo, como la mayoría de las fiestas, un elemento prácticamente común: la caridad.

 

 


 

San Blas, y sus botargas, por los pueblos de Guadalajara

   Rara es la población que no tiene en estos días de febrero, un recuerdo al Santo protector de la garganta que, a pesar de que el santoral le dejó el día 3, puede adelantarse, o alargarse, con las vísperas o sus octavas que, por lo general, prolongando la festividad al día siguiente, se le da por algunas partes el nombre de San Blasillo. La mayoría de ellos, con esa caridad que en forma de panecillos, o algún otro comestible, proteja la garganta de los devotos.

   En Hita se subastan las roscas del santo; en Albalate se preparan las migas; en Iriépal los bollos y secajos; en Atanzón se reparten torraos; en Viñuelas, tostones; en Valdenoches, rosquillas; en Fontanar, pan con chorizo; patrono es de Villanueva de Argecilla, donde la festividad dio lugar a una curiosa tradición: durante la procesión se apedrea al santo con caramelos, recordando que San Blas salvó la vida de un niño que se ahogaba con una espina de pescado. De ahí la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta; aquí tenían la costumbre, y a ella asistían los vecinos de Jadraque, de tomar los “San Blasillos”, que no eran otra cosa que caramelos de miel, de la garganta protectores; San Blas se celebra en Yela; La Toba; Cobeta; Palazuelos; Pareja; Puebla de Beleña; Maranchón; Milmarcos; Moratilla de los Meleros; Luzaga; Cereceda; Copernal; Brihuega; Jadraque; Huérmeces, o Irueste, donde fue parte de su historia, y una de las fiestas más importantes que celebró en su ermita, levantada en sus orígenes en torno al siglo XV-XVI. Los mozos echaban las campanas al voleo la tarde de la víspera y, durante la celebración, no dejaban de sonar. Después de la procesión se dedicaban a los juegos típicos del tiempo en que con gran festejo se celebraba, los años finales del siglo XIX e inicios del XX, los juegos de la barra y de la pelota.

 



 

   Mientras que en Hita, mientras hubo quintos, en este día salían a rondar a sus mozas: “A los vecinos de Hita vienen a pedir los quintos, bollos, rosquillas, o alguna copa de tinto”.

   Fiesta grande fue en Palancares; y también en Tortuero; y lo continúa siendo en Albalate de Zorita donde, tal vez, la festividad, más que en ninguna otra población, se viste de pueblo, pues todo él se reúne en torno al patrono y sus botargas, pues son unas cuantas decenas las que danzan y procesionan al santo. Los orígenes de la fiesta de san Blas en Albalate se remontan a los siglos XVII o XVIII, si bien es conocido que ya en épocas anteriores existió alguna devoción, ya que hacia 1500 era conocida una imagen del santo en la ermita de la Virgen de las Cubillas, lugar ocupado en la actualidad por el cementerio. No habrá más noticias hasta 1762, cuando ya la venerada imagen está en la iglesia parroquial. No obstante, ésta imagen, del escultor madrileño José de Oñate, no era la primitiva, ni será la definitiva, pues años adelante y ante la duda planteada por el obispado alegando que la procesionada era una imagen de San Nicolás, el propio obispo, a finales del pasado siglo XIX, regaló una, desaparecida durante la guerra, de gran peso, con el único fin, se cuenta, de acortar el tiempo empleado en el recorrido procesional, que supera las tres horas y ha llegado en ocasiones a las cinco.

   El acto principal en torno a los botargas danzantes comienza cuando el santo inicia la procesión a las puertas de la iglesia el día de su festividad, 3 de febrero, allí mismo se inician los habituales gritos de "Viva San Blas", que le acompañan a lo largo del recorrido, mezclados con otros más irreverentes: "Viva San Blas, glorioso en el cielo y aquí te sacan los cuatro borrachos del pueblo". Igualmente con los vivas se mezclan las alabanzas de desigual contenido: "Pero que ojos de puterete tienes, San Blas bendito", o bien: "Viva San Blas, con el culo atrás, y la tripa alante, pa que no se espante".

   El ritmo danzarín de los botarga aumenta con el discurrir de la procesión. Bailan delante del santo, solos unas veces y por parejas otras, mientras siguen las alabanzas, los piropos, e incluso los "agravios", que aluden a la vida pecadora del patrón, al tiempo que los niños más pequeños son colocados sobre las andas para recibir de éste su protección. Y, al día siguiente, San Blasillo.

   También Peñalver lo celebra con botarga, tenido como una especie de fantasma o diablillo dispuesto a poner orden en las celebraciones, vistiendo prácticamente de blanco con el único aditamento colorista de unas tiras en color rojo que cuelgan de su vestimenta.

  

Y la reliquia de San Blas

   Del mismo modo que extendidas por toda Europa se encuentran sus reliquias; conociéndose en la provincia de Guadalajara las que hay y hubo en Villanueva de Argecilla, Albalate de Zorita, Atanzón, Brihuega, Budia, Cifuentes, Escamilla, Pareja, Sigüenza…

   En Tortuero, que se contó con devota pieza, dieron cuenta de su desaparición el 3 de febrero de 1863, cuando, al ir a presentarla al pueblo, advirtieron que no se encontraba en el lugar de costumbre, desapareciendo con su relicario de plata de media libra de peso; algo similar sucedió en Escamilla, cuando la echaron a faltar con motivo de la festividad de 1885, como si alguien, previendo los males que estaban por llegar, pues la epidemia de cólera se encontraba a las puertas, hubiera querido protegerse llevándose la reliquia del santo, engarzada en su relicario de plata y cristal.

   La prevención de este tipo de sucesos a punto estuvo con trocar los huesos de un desconocido en Gárgoles de Arriba cuando los mozos del pueblo se dieron cuenta de que entrada la noche del 3 de febrero de 1908, una larga sombra se adentró en la iglesia y, creyendo se tratase de persona de mal vivir, a por él que fueron. Resultó que era el Sr. cura de Huetos, quien celebró los oficios y acudía a despedirse del santo antes de su retorno.

   La reliquia de Villanueva de Argecilla se relaciona con la vida, obra, memoria y devoción de quien fuese señora de la villa, doña Aldonza de Zayas; la historia nos dice que en Uceda se dio a venerar en semejante día un dedo del santo en la parroquial de San Juan.

   De gran predicamento fue también la reliquia que hubo en Cifuentes, donde igualmente se alzó monasterio bajo el patronazgo del Santo Blas.

   Por supuesto que, entre celebración y celebración, no faltaron las hogueras, que noches fueron estas de frío y hielos, continuadores de fiesta no menos heladora, la de las Candelas; y seguida por Santa Águeda, Santa Aguedilla, San Gandumbas, San Gandunbillas…

   Como que, en contra de lo que parece, febrerillo el loco fue, por nuestros pueblos, y lo continúa siendo, mes festivo, de devoción y lumbre, de campanas sonoras y esperanza en lo que ha de venir.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 31/01/2025

 


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