LA MAJESTAD DE SANTA MARÍA LA REAL, DE ATIENZA
Sin duda, ostenta una de las portadas más significativas del románico provincial
La iglesia de Santa María del Rey, en Atienza es, sin lugar a dudas, la más antigua y significativa de las que tuvo la población, con toda probabilidad elevada sobre lo que antiguamente fue mezquita con anterioridad a la reconquista, a juzgar por la inscripción en árabe y castellana que indica, tanto la consagración al culto, como la indiscutible permanencia en la villa de multitud de familias musulmanas, en aquél año de 1112, en el que se consagra el templo, tras la entrada en Atienza de Alfonso el Batallador o sus tropas.
Sucesivas reformas le fueron dando la apariencia actual, si bien dos siglos al menos tendrán para la iglesia una especial trascendencia, el siglo XII, en el que se supone fue labrada la portada románica en estilo cluniacense, con múltiples arquerías plagadas de figuras en las más diferentes posiciones; y el XVI, en el que se levanta la torre y reestructura por completo la nave única, cuando ya la población a la que servía se desplazaba, desde las alturas de su situación, hacia las faldas del cerro.
Llamada también Santa María la Real, fue en su tiempo una de las iglesias más ricas e importantes de la villa de Atienza, y así lo continuó siendo hasta mediado el siglo XIX, cuando ya la despoblación total del barrio, y en parte de Atienza, comenzó a dejar huella.
Contó con innumerables obras de gran mérito, incluido un órgano barroco. La mayoría de las obras meritorias que aquí lucieron pueden hoy contemplarse en los distintos museos atencinos; otras fueron distribuidas entre las distintas parroquias. Su retablo mayor, ensamblado por el seguntino Juan de Pinilla y dorado por el también seguntino Baltasar de Hergueta, se trasladó en los primeros años de la década de 1970, a la localidad alcarreña de Torija, en cuya iglesia parroquial luce, tras una compleja y completa restauración.
Sobre la fecha más o menos aproximada en la que se levantó el templo primitivo, escribió el académico Juan-Catalina García López en el “Catálogo Índice Monumental de España”, que desconocía, por no poderse probar, el origen de la edificación, sin embargo de poderse demostrar, a través de las inscripciones, su fundación real, así como que se trata de la más antigua y noble de la villa, añadiendo que “el haber establecido delante de la portada principal el cementerio quita mucho carácter e impide que luzca aquel frente que mira al mediodía”, cementerio que se establecerá mediado el siglo XIX; para más adelante darnos su punto de vista en cuanto al monumento: “fue erigida la iglesia de Santa María cuando Atienza aún no había extendido su caserío lo suficiente como para necesitarse levantar un nuevo recinto fortificado”. Se encontraba dentro del primer recinto murado, junto a la puerta principal de acceso a la ciudadela, y a los pies del castillo.
Un pórtico magistral
El pórtico principal, así lo definen cuantos lo han estudiado desde el punto de vista arquitectónico, es románico puro y su disciplina general la de todos los de la época; esto es, de forma abocinada, muy abierto, o lo que es lo mismo muy sesgados sus lados para que el artista imaginero que debía cubrir la arcada con abundantes relieves tuviera mucho espacio de que disponer, y enseñar a través de la obra. Constituyen la arcada de medio punto seis arquillos y una moldura saliente exterior a ellos. La moldura saliente y los arcos cubiertos de relieves, de tal manera que apenas dejan ver las líneas arquitectónicas. La abundancia de figuras esculpidas en esta portada es tal que aun cuando muchas de ellas están destruidas por el efecto del tiempo y mala calidad de la piedra, todavía se pueden contar hasta un total de 97 figuras. Mientras que encima de la arcada se abren dos nichos albergadores de sus respectivas estatuas.
Los numerosos relieves de las sucesivas arcadas representan monjes, damas, ángeles, aldeanos y caballeros, sin duda algunos santos y los correspondientes apóstoles. Sin guardar proporción, pues mientras que unos son quizá demasiado pequeños, otros destacan por su largueza, contándose entre ellos algunos que sobrepasan el medio metro de altura. De estas figuras unas aparecen aisladas y otras en grupos. Algunas llevan amplios y largos ropajes cuyo plegado recuerda la disposición de los paños en los relieves griegos y romanos, como si el artista, aunque en la ejecución se mostró torpe, tuviera a veces modelos clásicos, como nos recuerdan los tratadistas. Aun en la ejecución se advierten notables diferencias: algunas mujeres ofrecen una perfección relativa mientras que otras aparecen más descuidadas; como si en la ejecución hubiesen trabajado maestros y aprendices en el arte de la talla.
La composición que produce tantas figuras, el hallarse aisladas unas y agrupadas otras, la diferencia de tamaños, la falta de proporcionalidad y el paralelismo, si es que puede emplearse aquí este término y más que todo, el deterioro del conjunto y de las partes de obra tan rica en imaginería, no permitió al ilustre cronista formar idea de lo que representaban aquellas series de relieves, añadiendo: “No descubrí asunto concreto alguno, aunque cierto estoy de que allí hay representaciones cristianas. A veces creí que algunas de las mujeres allí representadas en actitud uniforme eran la expresión artística de la parábola de las Vírgenes locas y las Vírgenes sabias. Hay en efecto varias figuras de mujer dispuestas en algún orden que parecen llevar en la mano un objeto trapezoidal o prismático que pudiera ser la simbólica lámpara. Pero la forma de este objeto, muy destrozado en casi todas las figuras mencionadas por lo mismo que es saliente, no justifica semejante explicación. Alguna de estas figuras está en bastante buen estado y el objeto que llevan en la mano derecha sobre el pecho es un libro, por lo cual veo que este es el objeto que llevan también las demás. Otras llevan colgadas de la mano unas tijeras, estuche o funda; pero de las otras representaciones y de su sentido alegórico o simbólico o histórico nada puedo decir”.
Y, tal vez, la portada original
Totalmente distinta es la portada que se muestra al otro lado de la iglesia, y que sin duda fue, como se atestigua, la principal de la mezquita primitiva; aquí trasladada al labrarse la portada cristiana. En esta no se muestran imágenes como en la labrada a partir del siglo XII: “Pero en cambio en dos archivoltas concéntricas del arco adovelado se leen dos inscripciones paralelas, latina la más exterior, árabe con caracteres cúficos la más próxima al vano del arco”.
Sus inscripciones han sido estudiadas en innumerables ocasiones, así como la traducción de las líneas, latina y árabe que la ornan, en las que se señala el año de 1112, correspondiente a la reconquista de Atienza por las tropas cristianas; la árabe hace relación, según la caligrafía, o el estudio de quien de ella se ocupe, a que: “la permanencia”, la eternidad, o la subsistencia, es de Dios.
Sin duda, es uno de los monumentos más representativos de la población, página abierta de la historia medieval de la villa que, complementada por las obras que para ella se dispusieron, hablan de que, en un tiempo no por lejano totalmente olvidado, Atienza fue población capital de Castilla.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 13 de diciembre de 2024
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