viernes, octubre 04, 2024

ALONSO DE LA VERA CRUZ, EN CASPUEÑAS

 

ALONSO DE LA VERA CRUZ, EN CASPUEÑAS

Es considerado como una de las figuras más representativas del Nuevo Mundo

 

 

  Tiene Caspueñas, en su vallecito regado por el río Hungría, un cierto aire que nos hace recordar otros entornos, alejándonos de donde estamos, la Alta Alcarria de Guadalajara. Su imagen es, sin duda, de postal turística, y así lo reflejó el que fuese grande entre nuestros fotógrafos, Tomás Camarillo cuando, de camino hacia la población, en tiempos en los que la imagen se plasmaba en blanco y negro y había que adivinarle los colores, se detuvo sobre el alto y, antes de bajar, tomó una de las imágenes que ha traspasado el paso del tiempo: Caspueñas desde las alturas.

  El agua del río movió sus molinos y regó sus huertos, que fueron productivos en esta parte de la Alcarria. Los naturales de la población llevaron sus frutos a los mercados de Brihuega y supieron salir adelante con lo que les dio la tierra: el hortal de sus huertas y el néctar de sus colmenas, muy a pesar de que, cuando se llevaron a cabo las averiguaciones para la nunca establecida Única Contribución, en Caspueñas apenas había establecidas un centenar de colmenas y, la mayoría, propiedad de vecinos de Balconete y Brihuega. No era población entonces de elevado número de habitantes, algo así como doscientos, con los que llegó a la mitad del siglo XX, cuando la despoblación entró por la puerta grande de nuestros pueblos; la abrió, y no la supo cerrar. Ahora son algo más de un centenar quienes mantienen los pies sobre aquel terruño de postal.

 


 

 

Un héroe para la Alcarria

   Hubo de serlo, y aún se le recuerda por numerosos de nuestros pueblos, montes y cerros, Álvar Fáñez de Minaya, a quien se tiene como conquistador de la Alcarria, y de Guadalajara, en aquellos tiempos en los que los ejércitos cristianos venían desde las fronteras del Duero, empujando a los invasores, o reconquistando la tierra que aquellos les quitaron unos siglos atrás, hacia las fronteras del Tajo. Álvar Fáñez, que entró en la provincia, nos dicen quienes contaron sus historias, con las huestes del Campeador Rodrigo de Vivar, pasó por Guadalajara y se hizo Señor de unos cuantos lugares de por aquí.

    De su legendario paso por estas tierras se conserva la memoria a través de la que se llamó “Puerta de Alvar Fáñez”, en Alcocer; o el cerro de Alvarfáñez, entre Romanones, Tendilla y Armuña; o las tierras de “Viribáñez”, en las de Horche.

   Desde entonces, desde el paso de Álvar Fáñez, Caspueñas pasó a ser Tierra de Hita, y con Hita, de don Pedro González de Mendoza, el de Aljubarrota; y de don Íñigo López de Mendoza, el marqués guerrero y poeta; y, por fin, de los Infantado, los duques de la Guadalajara que fue parte de sus dominios, de Norte a Sur y Este a Oeste.

 

Y Alonso de la Vera Cruz

   Cuando nació en 1507 Alonso Gutiérrez y Gutiérrez, el nombre real de nuestro hombre, el Señor de Caspueñas era don Diego Hurtado de Mendoza de la Vega y Luna, III Duque del Infantado, quien debía de andar dando los últimos toques al suntuoso palacio de Guadalajara. Apenas hacía una docena de años que las naves de Cristóbal Colón desembarcaron en América, y hacia aquel Nuevo Continente comenzaban a viajar exploradores y aventureros, también clérigos con el sano deseo de instruir y acristianar a los nuevos súbditos de Castilla.

   Probablemente los padres de nuestro hombre, Francisco y Leonor Gutiérrez, fuesen gente de fortuna, puesto que se permitieron enviar a Alonso a la Universidad de Alcalá; de allí pasó a la de Salamanca, después de concluir los estudios de Humanidades; en Salamanca los amplió con los de Teología, se ordenó sacerdote y continuó con el estudio del Arte y, antes de llegar a los 30 años, en julio de 1536, desembarcaba con otra docena de frailes agustinos en Veracruz, en aquel Nuevo Continente en el que tantas cosas había por hacer; allí se hizo agustino y cambió su nombre, Alonso Gutiérrez, por Alonso de la Vera Cruz.

   El resto de su vida la pasaría en él, en la Nueva España, tierras de México, donde su nombre se haría un hueco grande en la historia, hasta llegar a ser considerado como una de las figuras más destacadas de la historia de México y del Nuevo Continente.

   Nuestro cronista e historiador provincial, Juan-Catalina García, nos dirá de él que: “Es uno de los escritores en cuya vida se han ocupado más biógrafos, pero con tan poco orden y diversa amplitud, que el recoger las noticias esparcidas que de él existen y el concertarlas con alguna crítica, es obra en extremo dificultosa”; lo escribía en los inicios del siglo XX, cuando la obra de Fray Alonso estaba todavía por conocerse. De entonces a hoy han sido muchos los estudios que se han hecho y publicado sobre su vida y obra, recopilando su extensa producción literaria, ya que no solo a fundar instituciones o aleccionar a las gentes de Nueva España dedicó su vida; también dejó para la posteridad su ciencia filosófica a través de unas cuantas obras que son páginas de estudio para conocer el desarrollo de la obra misionera que los españoles llevaron a cabo en aquella nueva tierra.

   Como nos dirá F.  Javier Campos, del Real Centro Universitario de San Lorenzo de El Escorial: “Fray Alonso de la Veracruz no es un filósofo encerrado en los principios clásicos de la filosofía escolástica, sino un pensador comprometido y un misionero ejemplar”.

   A él se debe la fundación de la que sin duda fue primera Biblioteca de América, en el convento también por él fundado de Tiripetío, en Michoacán, entendiendo que la cultura es el mejor camino para formar al hombre; fue catedrático de la Real Universidad de México, y uno de sus fundadores, y será también el autor de la primera obra filosófica escrita en América.

   Tras treinta años de una actividad intensa, en la que compaginó las fundaciones con la escritura y la vida religiosa con la enseñanza, regresó a España en 1562; una España que en nada se parecía a la que dejó cuando marchó a las nuevas tierras. El reino de Carlos I se había convertido en el imperio en el que no se ponía el sol, con Felipe II dominando medio mundo.

   La fama de su nombre le había precedido, y los grandes nombres de la nobleza castellana buscaron en él su consejo, luego de que fuese nombrado prior del Monasterio de San Felipe, uno de los primeros de la Corte, levantado en un ángulo de la actual Puerta del Sol madrileña; pero su vida no estaba aquí, sino al otro lado del Atlántico y, a pesar de que se le ofrecieron toda clase de lujos y comodidades que hombre de su talla pudiera desear, lo dejó todo para volver, poco tiempo después, a la tierra en la que se forjó. Para seguir con sus fundaciones, cinco conventos se deben a su mano; sus escritos y la enseñanza.

   Fray Alonso de la Veracruz dejó este mundo en Ciudad de México, en el mes de julio de 1584, cuatrocientos cuarenta años acaban de cumplirse; para pasar a ser historia misma, de España, y del Nuevo Continente, dejando para la posteridad más de una docena de obras en las que, al día de hoy, es posible continuar con el estudio en torno a la intensa actividad que desarrolló a lo largo de ella.

   Y es que, lo queramos o no, también hubo gentes de nuestra tierra que vivieron para entregarse a los demás en un mundo, entonces, por descubrir.

   Sirvan estas líneas para conocer, siquiera con brevedad, la figura de un genial personaje que salió de un pueblecito alcarreño, Caspueñas, para ser historia.

  

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 4 de octubre de 2024

 

 

CASPUEÑAS EN EL TIEMPO

 

   Se encuentra Caspueñas en la provincia de Guadalajara, en el valle del río Ungría, a las cercanías de Brihuega.

   Su historia está unida a la arzobispal Brihuega, y a la villa de Hita, que estuviese bajo el dominio de los Mendoza desde que don Íñigo López de Mendoza, Primer Marqués de Santillana, se convirtiese en su Señor.

   Por aquí discurrió parte de la historia patria, desde los tiempos más remotos, hasta la del siglo XIX, cuando se libró la famosa “acción de Caspueñas”, en la que derrochó valor y heroísmo, en el mes de enero de 1823, Juan Martín, el Empecinado.

   A través de las páginas siguientes tratamos de acercarnos a su historia, pasada y casi presente.

 

 


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SUMARIO GENERAL:

 

-I-

La tierra, la geografía y el entorno

Pág. 9

 

La Alcarria de Caspueñas

El partido de Brihuega

Demografía de Caspueñas

Caspueñas en los manuales: Los Diccionarios

 

-II-

Caspueñas, entre los tiempos remotos, y la reconquista

Pág. 23

 

Páginas para la Historia

Alvar Fáñez de Minaya

La Tierra de Hita

 

-III-

Hita y su tierra, tras la reconquista

Los Mendoza

Pág. 40

 

Íñigo López de Orozco

Pedro González de Mendoza, el de Aljubarrota

Íñigo López de Mendoza. Marqués de Santillana

 

-IV-

Caspueñas, en la Edad Moderna

Pág. 57

 

Las Relaciones Topográficas de Felipe II

Caspueñas, siglo XVIII

El Catastro de Ensenada.  Caspueñas, 1752

 

-VI-

Caspueñas Siglo XIX

Pág. 77

España en Guerra: Guerra a los Franceses

Las guerras carlistas

Caspueñas en los tiempos del cólera. La epidemia del siglo XIX

La vida local y municipal

En torno al Pósito

La asistencia médica y farmacéutica

Horno de pan cocer

Zofra y adra o hacendera (prestación personal)

El fin de un siglo

 

-VI-

Caspueñas, el comienzo de una nueva historia

 

Pág. 111

Caspueñas, escenas para el siglo XX

Crónica de Caspueñas

Gentes de Caspueñas: Fray Alonso de Veracruz

 

 

Apéndices

Pág. 127

Respuestas a las Relaciones Topográficas de Felipe II; Caspueñas, 1580

Respuestas al Interrogatorio para el establecimiento de la Única Contribución (Catastro de Ensenada); Caspueñas, 1752.

 

Detalles del libro

  • ASIN ‏ : ‎ B0BQXYHXPK
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 151 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8371443717
  • Peso del producto ‏ : ‎ 254 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 0.97 x 21.59 cm

 


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