RIBA DE SANTIUSTE, Y LA CABEZA DE SAN FORTUNATO
La Villa fue popular en tiempo pasado, además de por su castillo y salinas, por la reliquia del Santo Obispo, San Fortunato
Quizá sea el castillo de La Riba de Santiuste, en pleno valle del Salado, de los más fotogénicos de la provincia, defendido por la cresta de su entorno rocoso que, cual navajas forjadas en los mejores talleres de Albacete, sirvieron durante algún tiempo, en aquellos de las luchas medievales, para hacer desistir del empeño de tomarlo a quienes se arriesgasen a escalar.
Su historia se remonta sin duda mucho más allá de los tiempos en los que esta tierra pasó de ser cristiana a serlo árabe, y siglos después nuevamente a ser cristiana. A los tiempos en los que la sal fue preciado tesoro que sirvió para levantar iglesias y catedrales, engrandecer las arcas de la Real Hacienda y motivar que se levantasen en el valle castillos que defendiesen los salinares y el paso de los salineros por estas tierras siempre agrestes de la vieja Castilla.
El de La Riba de Santiuste se encontró en tierra de frontera durante largo tiempo; frontera de Castilla y la Extremadura por conquistar; y frontera entre Castilla y Aragón.
Riba de Santiuste, una historia por descubrir (pulsando aquí)
El libro de Riba de Santiuste (Pulsando aquí)
Por aquí se libraron combates a mandoble de espada entre castellanos, aragoneses y navarros, y a no demasiadas leguas pasó a la historia el brazo fuerte de la Varona de Paredes, doña Mari Pérez, a cuyos pies y espada, echada la visera del casco sobre la cara, se rindió nada menos que don Alfonso el Batallador, Rey de los Aragoneses y consorte de Urraca de Castilla.
También por aquí se hizo un nombre el deán de la catedral de Sigüenza, que lo era, mediado el siglo XV, Diego López de Madrid, quien se autonombrase después Obispo de la Mitrada Sigüenza; y por aquí pasó arrastrando sus cadenas camino de su prisión eterna en el enriscado castillo atencino donde, cuenta la historia, halló la muerte.
Fuera de ello, de sus históricas salinas, ya conocidas en los siglos XI o XII, que permanecieron en explotación hasta bien avanzado el siglo XX y son hoy reliquia de un tiempo pasado que, seguramente, no regresará, La Riba de Santiuste es población a la sombra de un castillo que fue hermoso y se recorta en un paisaje único, al que se le han unido las recientes y misteriosas leyendas que lo entroncan con el devenir fantasmagórica de la hermosa molinera, la hija del tabernero o… ¡vaya usted a saber! Castillo que se levanta sobre los cielos de una hermosa iglesia de trazas románicas que bien pudiera ser una de aquellas capillitas románticas que nos trasladan a las hermosas campiñas de otros lugares de Europa.
La Santa Cabeza de San Fortunato
Ignoramos desde cuándo se conservó en la iglesia parroquial la reliquia de San Fortunato, de la que la noticia más antigua es la que ofrece don Manuel Francisco Perera, cura párroco de la población cuando le da cuenta de ella al geógrafo don Tomás López en 25 de junio de 1795: “la reliquia o para mejor decir cabeza del Glorioso Obispo y Mártir San Fortunato, que está colocada en una capilla aneja o de frente a esta parroquia, la que ha sido construida a expensas de devotos y hermanos de la cofradía que hay, y en la que se cuenta al presente el número de 19 individuos…”. Años atrás, el 11 de diciembre de 1755 quedaba instituida la cofradía de su nombre con los efectivamente 19 individuos, entre los que se encontraban don Juan Oter, cura propio de dicha villa, Don Juan de Ortega cura del lugar de Robledo (de Corpes), Don Juan de Lluva, cura Vicario de el de las Olmedillas, Don Manuel del Olmo, Antonio Estevan, Fortunato Torrequebrada, Eugenio Gonzalo, Pedro Muñoz, Joseph Hernando, Francisco García, Miguel del Olmo, Sebastián Martínez, Miguel de las Olmedillas, Juan de Casalengua, Nicolas Alcalde, Antonio López y Phelipe Toerrequebrada.
Nada se apunta en torno a la festividad en las respuestas al Catastro de Ensenada, recogidas apenas tres años antes, y en donde se nos informa de las festividades señaladas en la localidad, entendiéndose que dos son las principales, las de Nuestra Señora de la Asunción, titular de la parroquia y, como en tantos otros lugares, las del Corpus Cristi. Entendiendo a partir de aquí que la posterior advocación o celebración en torno a San Fortunato debió de ser con posterioridad a 1752 y, por supuesto, con anterioridad al 11 de diciembre de 1755. Atribuyéndose la llegada de la reliquia a un Tomás Torrejón, como recogen sus gozos. Muy a pesar de los instituyentes de la hermandad nos dicen en ese último año que ya se venía celebrando en La Riba fiesta en honor del Glorioso obispo y Mártir san fortunato, a quien con rrendidda veneracion siempre se an tritutado cultos en esta villa publicando sus prerrogativas y grazias aumentando de este modo la devocion y ferbor, con cuio motivo hemos suplicado a su Santidad se digne concedernos a los Hermanos de esta Cofradia yndulgenzias y gracias para de este modo poder servir mejor a la Magestad de Nuestro Dios… Su Santidad fue el Papa Pío VI.
Lo que no podemos poner en duda es que a partir de este año -1755- la devoción al santo obispo fue en aumento, hasta el punto de dedicarle en la parroquia capilla propia, con retablo en el que albergar la reliquia. Capilla que se situó como nos dicen frente a la actual del Cristo hasta la eliminación de la nave en la que se encontraba, pasando a ocupar su actual ubicación frente a la puerta de acceso, en retablo correspondiente al mismo siglo XVIII en el que se funda su cofradía, cuyos principales fines son los de honrar al santo patrón, cuidar del citado altar o retablo, a la vez que celebrar oficios por los difuntos, vísperas por el patrón, etc.
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No es mucho lo que se conoce en torno a la festividad, que tendría lugar, tal y como apuntan las ordenanzas de la cofradía, en torno a la fiesta de San Mateo, 21 de septiembre, señalándose para la de San Fortunato el domingo siguiente a ese 21 de septiembre de cada año.
Tampoco conocemos quién fue el autor del hermoso retablo en el que hoy se luce, sin reliquia de cabeza, la imagen de San Fortunato en la iglesia de La Riba. En ella trabajaron dos de los maestros en el arte del retablo barroco, Francisco de Belo y Lorenzo Forcada; claro está que la iglesia, desde aquel entonces, ha sufrido no pocas modificaciones en su interior, aunque lo principal se mantenga.
A su iglesia destinaron mandas y dineros algunas de las familias de renombre de la comarca, entre ellas la de Olmos, que se extendió por el valle y, saltando de Palazuelos, llegó hasta Almadrones y Pareja, desde donde envió algunas reliquias quien fuese obispo de Cuenca, don Miguel del Olmo.
La reliquia de la cabeza de San Fortunato todavía era venerada en los primeros decenios del siglo XX, dentro de su correspondiente urna, situada en la hermosura de su altar. Es de suponerse que desapareció en aquella debacle que acompañó los días de la ira que mediaron entre 1936 y 1939, ya que a lo largo de ellos desaparecieron las Imágenes de San Fortunato, San Antonio de Padua, San José, Sagrado Corazón de Jesús, Santísimo Cristo, una Milagrosa…
La cofradía, fundada a honrra y gloria de el glorioso San Fortunato obispo y martir cuia Sagrada Caveza se benera en la Parroquial de dicha Villa, conserva, como si el tiempo no hubiese hecho mella en la tierra, sus centenarias ordenanzas, en nombre de la Santísima Trinidad.
Quizá, el recuerdo y el paisaje, sean una incitación como otra cualquiera para conocer esta hermosa tierra, ribeteada de sal y coronada de castillos con leyenda.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 11 de agosto de 2023
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