MEMORIA DE JUANA QUILEZ EN EL INFANTADO
Dedicada a la Historia y el Libro, de Guadalajara, su memoria permanece en el tiempo
Que el nombre de Juana Quilez Martí estaba llamado a ser placa de callejero se demostró mucho antes de que realmente ocurriese; en el momento en el que doña Juana fue admitida, en el mes de agosto de 1929 a las oposiciones de Cátedras de Geografía e Historia. Acababa de licenciarse en Filosofía y Letras. Siguiendo en parte los estudios y trabajos de su padre, don Silvio Quilez, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Juana se licenció en la Universidad de Madrid, tras llevar a cabo los estudios primeros en Sevilla y Valladolid.
Aprobó dichas oposiciones y obtuvo cargos en dichas cátedras, pasando a ocupar, cuando ya España dejó de ser reino para convertirse en república, la dirección del Museo y Biblioteca provinciales de Tarragona, para lo que fue nombrada en el verano de 1931.
Los años de Tarragona, Madrid y Granada
En Tarragona demostró doña Juana sus primeros amores hacía los libros almacenados en estantes atiborrados de bibliotecas polvorientas cuando, dado el mal estado de la que acababa de ser nombrada directora, dio cuenta de ello a la opinión pública y pidió, desde las más altas esferas de la provincia, el remedio, la prensa –decía la nota periodística al hilo de lo dicho-, ha tributado elogios a la actitud patriótica de aquella.
No tuvo mucho tiempo doña Juana de ver los resultados de su obra en Tarragona. Tres meses después de su llegada, tras poner en letra de imprenta lo que vio, se le aprobó el traslado a la Biblioteca de la Facultad de Farmacia de Madrid, en donde pasaría los años siguientes y en donde comenzaría a desarrollar una de sus principales labores, la de llevar el libro a los niños.
La biografía de Layna Serrano (Pulsando aquí)
Unos años después del arribo a la capital de España comenzaba a dar charlas divulgativas en las aulas, y fuera de ellas; una de las primeras, el 5 de enero de 1935, a través de los micrófonos de Unión Radio, con un significativo título: “Seis meses de Biblioteca Infantil”. Doña Juana había abierto una sección infantil en la Biblioteca que dirigía, ya, en la Universidad Central Madrileña.
Su dilatada obra pasó los avatares de la década infernal que media entre 1936 y 1941, año en el que pasó a desempeñar aquellos cargos pasados en la Biblioteca de Granada, donde se mantuvo hasta 1950.
Y, por fin, Guadalajara
En 1955 doña Juana Quilez arribó, por fin, tras una carrera de lucha, al libro de Guadalajara. Fue en el mes de febrero de 1955 cuando tomó posesión de la dirección de la Biblioteca Central y Centro de Coordinación de Bibliotecas Provinciales, en donde su mano no pasaría desapercibida. Inmediatamente se dejó notar.
Su llegada a Guadalajara, lo hizo en 1952, coincidía con la llegada, también a Guadalajara, de su esposo, el abogado don Salvador Cañas Gómez quien llegaba igualmente para ocuparse de la Secretaría del Ayuntamiento de la ciudad. No tardando en hacerse un hueco en el mundo cultural, y social, de una Guadalajara que comenzaba a despertar, quizá, de un letargo cultural, a nivel institucional, arrastrado en el tiempo; integrándose entre las gentes que por aquellos años trabajaban abiertamente por poner el nombre de la ciudad en el lugar que, por sus antecedentes históricos, merecía. Era, sin duda, la única mujer, entre más de una docena de hombres de renombre provincial, que asistía a los consejos de cultura en Ayuntamiento, Diputación o Gobierno civil; y su palabra, por lo acertada, era escuchada con claridad.
Fue, junto a Francisco Layna Serrano, Baldomero García Jiménez y algunos otros clarividentes hombres de la cultura de nuestra patria chica, adalid en el intento de fundación del Centro de Estudios Alcarreños, a través del cual habían de rescatarse la cultura e historia de la provincia, y que tras muchos dimes y diretes no llegó a materializarse hasta una década más tarde. La iniciativa partía al final de la de 1950; con posterioridad nacería la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, y anterior a él, en los últimos días de abril de 1962, el Patronato Provincial de Cultura, del que doña Juana Quilez tomó parte.
También centró su mirada, como tantos lo hicieron, en la ruina que por aquellos años mostraba el emblema de la ciudad, el palacio del Infantado siendo, junto a Francisco Layna, voces que trataron que el edificio pasase a ser parte de la ciudad, a través de la donación o adquisición gubernamental, y fuese rehabilitado para albergar en él una parte de la cultura guadalajareña. Curiosamente, en el acto de firma del paso del palacio a la ciudad únicamente faltó, decían, la persona que más trabajó para que ello se llevase a cabo, Francisco Layna, a quien la ciudad, por mano de su Alcalde, en tan significativo momento, dejó a un lado. Si bien fue la propia Juana Quilez quien, en su trabajo como Archivera, encontró un documento en el que se decía que la propiedad del Palacio del Infantado volvería al Ayuntamiento y al duque, pro-indiviso, si dejaba de utilizarse como colegio de huérfanos del ejército, lo que posibilitó su restauración y vuelta a la ciudad
La intensa labor de Juana Quilez
No pasó por alto, en su labor cultural, dar a la imprenta algunos artículos o estudios sobre gentes y obras de Guadalajara; sobre Alonso de Covarrubias y el sepulcro de doña Aldonza de Mendoza; o el Palacio de Galiana (Toledo), entre otros; y animosa en la vida cultural de la ciudad formó parte de numerosas actividades dirigidas a su engrandecimiento, siendo colaboradora ocasional de los entonces semanarios de prensa provinciales, Nueva Alcarria y Flores y Abejas.
En la década, prodigiosa para la cultura de Guadalajara, de 1960, pasó a ocupar la dirección del Archivo Histórico Provincial, y prácticamente en edad de retiro fundó, junto a otras numerosas mujeres de Guadalajara, la “Asociación de Amas de Casa Concepción Arenal”, de la que fue presidenta prácticamente hasta que la vida se le agotó. Antes también fundó su revista cultural: “Investigación”, de corta pero intensa vida; y fue incitadora para que a la provincia llegase la biblioteca etnográfica de otro de los hombres de la cultura patria, Sinforiano García Sanz; pilar de la Biblioteca de Investigadores provincial.
Los últimos años de trabajo los dedicó a dar charlas y conferencias en torno al libro, logrando incluso que circulase por las carreteras de la provincia el primer “Bibliobús” que acercase la lectura a sus pueblos. En el mes de junio de 1988 el Ayuntamiento de Guadalajara, en virtud a su larga y extensa obra, “entre sus méritos haber trabajado en la sombra por la restauración del palacio del Infantado, la vuelta a Guadalajara de la estatua de Aldonza de Mendoza, el haber constituido la Asociación de Amas de Casa de Guadalajara, el haber contribuido a la apertura de dos guarderías, así como una residencia de ancianos… Eso sin hablar de su trabajo como investigadora, logrando incluso reconstruir la historia de la Diputación provincial…”, acordó dar su nombre a una de las calles de la ciudad. Igualmente recibió, junto al escritor José Luis San Pedro, en el mes de abril de 1993, el homenaje de la Biblioteca Pública Provincial. Poco después, el 29 de abril de 1994 el Ayuntamiento de Guadalajara la reconoció imponiéndole la Medalla de Oro de la Ciudad; del mismo modo que fue nombrada “Hija Predilecta” de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Sin duda, doña Juana, quien nació en Albacete; en Guadalajara dejó lo mejor de su ser. A punto de rozar los cien años de edad, el 26 de junio de 2004, se despidió de sus libros. Su nombre continúa, junto a los históricos muros del emblema de la ciudad, el Palacio del Infantado.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 17 de febrero de 2023
La biografía de Layna Serrano (Pulsando aquí)
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