viernes, marzo 19, 2021

EL ARTE DEL ESGRAFIADO. Un arte que se pierde, y convendría proteger

EL ARTE DEL ESGRAFIADO
Un arte que se pierde, y convendría proteger
 

 

   Ya quedan pocos rastros en las fachadas de las casas de nuestros pueblos de este, que fue un gran arte con el que se trató de vestir la desnudez del telón de cal y canto con el que se cubrieron las desnudeces del sillarejo o la piedra menuda con la que se buscó dar fortaleza a los muros en los que se emplearon, más que materiales nobles, secundarios; o lo que es lo mismo, lo que se tenía más a mano. Y las fachadas de las casas de nuestros pueblos, allá por los siglos XVII o XVIII y hasta en el XX, comenzaron a cubrirse de estampas, rayajos, figuras geométricas y hasta bien dibujados ladrillos que transformaron aquellos insulsos y pobres paredones.


    Especialistas hubo, por la parte serrana provincial en dar cuerpo y sentido a toda una serie de figuras que, pasados los años, o los siglos, llegadas nuestras generaciones, se empiezan a borrar de la faz de los pueblos.

   En la actualidad se piensa que la piedra es bella, y mejor están las fachadas de ellas revestidas que cubiertas de aquella especie de enagua que les dio, como a los hoy llamados trajes regionales, cuerpo y sentido. Las embelleció, elevándolas a la categoría de obras de arte. El arte del esgrafiado.

 

Los Perdices

   También, junto al esgrafiado, hubo maestros en el arte de tratar de hacer que las humildes casas de nuestros ricos pueblos, aparentasen ser pequeños palacetes destacando entre la humildad de un caserío, llevando a sus fachadas lo que bien nos podrían parecer detalles arquitectónicos dignos de las más elevadas capitales.


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   Las casas a que nos referimos salían de los pequeños talleres de albañiles sin más estudios que la experiencia del trabajo heredado a través de los miembros de la familia, ya que en la mayor parte de los casos no se recurría a arquitectos o diligentes delineantes que trazasen los planos, eran los mismos albañiles, técnica, oficio y tesón en mano, quienes se encargaban de todo, desde el ajuste de la madera, la cal o la teja, hasta dejar listo el edificio, para entrar a vivir. Especialistas en esto, más que de la confusión, del embellecimiento de las fachadas, fueron muchos de aquellos hombres que dedicaron su vida a la albañilería, tan difícil de entenderse al día de hoy en algunas ocasiones.

    Por los pagos guadalajareño-sorianos, una de estas cuadrillas, quizá la que mejor marca dejó en el gremio entre los años finales del siglo XIX y parte del XX, fue la de los “Perdices”, compuesta por Segundo y Donato Perdices, padre e hijo, naturales de Pozancos y con raíces de Barcones. Su arquitectura decora los paisajes de un buen número de poblaciones serranas, y sorianas también, pues no les faltó trabajo. Desde Cincovillas (donde levantaron el famoso Parador de San Vicente), hasta Condemios de Arriba; pasando por la reconstrucción señorial de casi todo un pueblo: Romanillos de Atienza, donde tan solo con pasear la mirada a través de la plaza, se puede advertir la uniformidad de sus manos. De aquí, cruzando la raya, se puede seguir el camino de sus obras, por Barcones e incluso llegar hasta Berlanga.

 

 Pálmaces de Jadraque, la meca del esgrafiado

   Hace poco más de cien años, según nos contó el entonces profesor de Geografía don Alberto Blanco, Pálmaces era, a ojos de aquel hombre, la meca universal del esgrafiado. Tanto y gratamente le impresionó lo descubierto que lo lanzó al mundo del conocimiento arquitectónico el 13 de julio de 1919, dando cuenta de que: “Muchas de las casas de este pueblo tienen las portadas de sus casas, de tejas a zócalo, adornadas de figuras de animales, de plantas, de frutos, de utensilios comunes y de líneas curvas sinuosas. Estas figuras están utilizadas convencionalmente y las que más abundan son las de pájaros, peces, serpientes, ramas, cubos, etc. Algunas son tan caprichosas como una cigüeña con cuatro patas y un pico como de pelícano”.

 

 PÁLMACES DE JADRAQUE, Y SU MUNDO. (Conócelo desde aquí)


   Había descubierto el esgrafiado de uno de nuestros pueblos. Un arte que por esta parte de Guadalajara entra por la provincia de Segovia a través de Grado de Pico, recorre ambos márgenes del antiguo Camino Salinero de Castilla; se ramifica a través de las poblaciones aledañas a Sigüenza y continúa camino del Alto Tajo, no sin antes dejarnos en uno de los últimos pueblos de la raya de Guadalajara con Teruel, en Prados Redondos, algunas de las más espléndidas muestras de un arte en proceso de extinción.

 

El Esgrafiado provincial, en los libros

   Quizá sea, el estudio llevado a cabo por Rafael Ruiz Alonso, en los primeros años de la década de 1990, y al que puso el título de “El Esgrafiado en Segovia”, el estudio más profundo, y extenso, sobre este arte que por aquellos años todavía mantenía la fuerza expresiva, y decorativa, con la que nació.

   También tiene Guadalajara estudios dignos de reseña, entre los que no faltan el de Javier Fernández Ortea: “Los Esgrafiados del Término Municipal de Sigüenza” (Universidad Complutense de Madrid, 2019.); o el de Fernando Cámara Orgaz: “Esgrafiados en Atienza” (Revista Atienza de los Juglares; nº. 124). Por supuesto que en este recorrido no puede faltar la obra de Eulalia Castellote: Arte Mural (Guadalajara, 2018).

   En todos ellos, y los que quedan en el tintero, encontramos la amplia gama de enigmas que en ocasiones se nos plasma, y el estudio histórico que nos remite a las civilizaciones etruscas del IV milenio antes de Cristo. Un arte que ya dejó definido el arquitecto historiador Leopoldo Torres Balbás en breves líneas como el de “disimular tras una decoración rápida, fácil y barata, fábricas de humildes materiales, construidas con poco esmero”. Mediante esa decoración alcanzaban, dicho está, la categoría de obras de arte.

 

La ruta del esgrafiado serrano-molinés

   Esta técnica pictórica del estarcido sobre la argamasa, podemos encontrarla todavía en algunos de los pueblos que, comenzando por Villacadima, rodean las poblaciones de Atienza y Sigüenza continuando hacía el Señorío.

   Ciertamente que cada vez son menos los que podemos admirar. Muchos de ellos, en el entorno del Valle del Salado han desaparecido en apenas diez o doce años, pero todavía los tenemos, con mucho arte, en Cincovillas y Alcolea de las Peñas; en Riba de Santiuste y Cercadillo; en Torre de Valdealmendras y Carabias, en Palazuelos y Sigüenza, y Maranchón, y Aguilar de Anguita, Luzaga y Luzón, y Mazarete, Prados Redondos y, por supuesto, en Pálmaces de Jadraque, que continúa siendo, casi que casi, la meca del esgrafiado provincial.

 

 ALCOLEA DEL PINAR, SU CASA DE PIEDRA, Y SU MUNDO LITERARIO (Pulsando aquí)

 

   Y es que la piedra, con ser bella, nunca podrá esconder la humildad de los trazos de las buenas gentes de esta tierra que un día, plantilla en mano, decoraron las fachadas sencillas para elevarlas de categoría. Dotándolas de un arte digno, como tantos otros, de conservarse y, por supuesto, admirarse. Un arte tan humilde que, salvo contados casos, ni conocemos el nombre de sus autores.

   No hay duda de que, como retornan las golondrinas cada primavera, retornarán a nuestras fachadas aquellos esgrafiados que les dieron el ser. O se mantendrán los que existen todavía, que no es poco.



Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 19 de marzo de 2021

 CINCOVILLAS, PÁGINAS PARA UNA HISTORIA (Pulsando aquí)

 

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