DON FELIPE, EL REY DE LA NIEVE.
Cuando Felipe II pasó por Luzón y Maranchón, y nevaba
La supuesta prudencia de Su Católica Majestad debió de ser lo que le dio
para la posteridad el título de “Rey Prudente”. En la provincia de Guadalajara,
al día de hoy, bien lo podríamos conocer como “El Rey de la Nieve”, pues apenas
se anunciaba su paso por nuestros confines, enmarañarse las nubes y ponerse a
nevar, todo era uno.
Quizá debía de ser, suposiciones propias, que uno de los hombres más
poderosos de la tierra elegía mal el momento de los viajes. O que aquellos se
tenían que hacer contra viento y marea.
Ya pudimos leer en esta misma sección de Nueva Alcarria aquel que lo
llevó de retorno a la Corte madrileña, a las puertas de la Navidad de 1592 y la
nieve, y alguna que otra circunstancia, le impidió pasar más allá de Paredes de
Sigüenza, teniendo que acogerse al convento franciscano más cercano al camino
real. Allí lo tuvo la nieve retenido por espacio de unos cuantos días, y con los
franciscanos de la Inmaculada Concepción atencina se comió el turrón. Una
novela, “El Valle de la Sal”, rememora aquella estancia y paso, entre las
nieves del final de aquel siglo.
No eran aquellos, los del siglo XVI, buenos tiempos para los viajeros. Los
caminos, por lo general de herradura, no estaban muy hechos para el paso de las
grandes y elegantes carretelas en las que es de suponer viajaba bien acomodado
Su Majestad, así como los grandes de su casa. Los archeros reales, o Archeros
de Borgoña, como se los conoció cuando llegaron acompañando al hermoso Felipe
I, que le daban escolta, lo hacían a lomos de caballos bien arrebujados en sus
capas, pero claro está, pasando frío. Y no debían de ser escasos en número,
pues rara era la población por la que, en tiempos de viaje real, la guardia
podía detenerse en el mismo lugar que nuestro coronado monarca, y allá por
donde pasaban se quedaban las despensas tiritando.
LUZÓN, ENTRE EL DUCADO Y EL SEÑORÍO. Una obra necesaria (pulsando aquí)
Felipe
II, en Sigüenza
Antes de coronarse como Rey de media Europa, y de anunciarse oficialmente
el matrimonio con su tía María, (la famosa Bloody Mary) reina de Inglaterra, ya
era Duque de Milán, entre otros muchos títulos, por lo que al pasar por
Sigüenza el 8 de enero de 1543 y salir a besarle la mano, es un suponer, el
ilustrísimo señor Obispo de la Diócesis, que lo era don Fernando Valdés de
Salas (de Salas porque nació en el Salas de Asturias, donde está enterrado
entre mármoles de las canteras de Aleas), debieron los canónigos mirar al
cielo. Los días de antes, y los de después, como corresponde a la estación y el
mes en el que se encontraban, nevó sobre los campos de Sigüenza, y lo continuó
haciendo en los días sucesivos. Aunque la nevada no impidió que don Felipe,
quien procedía de las Cortes de Monzón reanudase su viaje en busca de Jadraque,
Hita y Guadalajara, después de ser saludado y tomar un refresco, como era
tradición.
Una ciudad, la de Guadalajara, a la que retornaría tiempo después para
casarse, de terceras, en el palacio ducal del Infantado con la princesita
francesa Isabel de Valois y así terminar con unos cuantos años de belicosas
injerencias entre Francia y los reinos castellanos. Entonces, los días de las
bodas reales, por poderes, como fueron a las puertas del verano, no nevó. Lo
hizo cuando la ceremonia se llevó a cabo con la presencia de ambos contrayentes
en la Guadalajara invernal de 1560. La reina entró en el reino el 6 de enero; y
entre la nieve viajó hasta la ciudad de los Mendoza. El cielo debió de respetar
las ceremonias, pues en los últimos días del mes, y primeros de febrero, cuando
tuvieron lugar los fastos, a pesar de que los acompañó el frío, respetó el
cielo.
MARANCHÓN Y SUS MULETEROS. Más que un libro (pulsando aquí)
También respetó, aunque el frío continuó, cuando el 9 de febrero marchó
Su Majestad desde Guadalajara en busca de las cálidas tierras andaluzas, en el
año de gracia de 1570, para tratar de aplacar alguna que otra revuelta, en
tierras de Granada, reflejada en la nieve de Sierra Nevada, y así poner orden
en la rebelión de los moriscos.
El
Rey en Luzón y Maranchón
Sucedió el año de gracia de 1585, y este sí. El año de gracia de 1585
cuando a Su Majestad se le ocurrió pisar tierras de Guadalajara por la parte
que se codea con las de Soria, la nieve, el agua, el viento y el frío hicieron
acto de presencia de tal manera que, como años adelante le sucedería a alguno
de sus descendientes en el trono, la ventisca impidió la reanudación del viaje.
Previo al paso de la gran caravana entre la que se acomodaba la
carretela de Su Majestad, marchaban los aposentadores reales.
Quizá uno de los aposentadores reales más conocidos en el mundo de los
viajes de sus majestades a través de las tierras de sus reinos españoles haya
sido Don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, o Velázquez a secas, el pintor
de Las Meninas y la Fragua de Vulcano, que lo fue de don Felipe IV y buscándole
acomodo recorrió los cuatro rincones de Guadalajara.
Al Rey no resultaba complejo acomodarlo en lugar apropiado, lo complejo
era meter bajo techo al acompañamiento, que también se las traía. Entre otras
cosas porque había que darles de comer, cenar o almorzar allá donde hiciesen
día, o noche.
Uno de los Archeros de Borgoña más conocidos, y más cotillas a la hora
de contar intimidades, de cuantos acompañaron a Su Católica Majestad don Felipe
II lo fue don Enrique Cook, quien además de Capitán de la Guardia Real fue
Notario y Escribano Público. Contó cosas porque se hizo acreedor al título de
cronista de los viajes reales, y gracias a ello conocemos aquella famosa
“Jornada de Tarazona”, que tuvo a don Felipe II de viaje a lo largo de
prácticamente todo el año de 1592 cuando desde Madrid partió a presidir
aquellas Cortes, y a Madrid regresó en los inicios del año siguiente.
PÁLMACES DE JADRAQUE EN LA HISTORIA. Un libro para conocerlo (pulsando aquí)
Pero fue en 1585, año de nieves, cuando don Enrique Cook nos relata el
viaje de don Felipe, a Zaragoza para entregar la mano de su hija Catalina
Micaela al duque de Saboya, y le pilló la nieve en el espinazo donde hoy se
juntan las provincias de Guadalajara y Soria. Un espinazo en el que cuando se
pone a nevar lo hace con ganas, desde los altos de Villacadima a los de
Milmarcos.
En esta ocasión el viaje real trató de seguir, como es lógico, el camino
de Madrid a Zaragoza. En la jornada de Tarazona regresaron por Ágreda siguiendo
la que, como diría mi padre, fue la carretera GU-114 de Guadalajara a Tafalla
por Ágreda.
Don Enrique Cook nos contó el paso del Rey desde Madrid a Guadalajara y
de aquí, a través de media provincia, a la capital del Ebro.
El Rey, que viajaba en familia, lo hacía con sus hijas en el mismo
coche, mientras que su hijo y heredero lo hacía en otro distinto. Y nos cuenta
don Enrique las glorias de los alcarreños al paso del monarca; los bailes con
los que lo regalaban y los cantos con los que celebraban su paso. Hasta que
empezó a nevar. Y es que, cuando atravesaba la provincia corría el mes de
febrero. Y el jueves día 7, y el viernes día 8… Cuanto llegaban a Las
Inviernas, ¡hay que días! Allí, en Las Inviernas, se sintió el invierno, que no supe donde esconderme, y todo era
agua de nieve.
Al Rey los aposentadores le encontraron cama y posada en Sigüenza, donde
le prepararon, como eran días previos al Carnaval, bailes de máscaras. Pero
había que llegar. La comitiva venía de la parte de Tortonda y Villaverde del
Ducado, distribuyéndose, en medio de la nieve, la ventisca, el agua y el frío,
por los pueblos del entorno.
Por Luzón, donde la guardia reposó la noche del 7 al 8 de aquel
febrerillo loco; por Maranchón, donde la nieve caía si Dios tenía qué.
MARÍA PACHECO, LA COMUNERA DE TOLEDO (Pulsando aqui)
Y don Enrique Cook, y los Archeros de
Boloña, sin saber dónde meterse: El Rey
se detuvo en Torremocha, hasta el otro dia por la tarde que vino a Angita.
Nuestra compañía quedó en este pueblo dos noches y el viernes a ocho de
febrero, por todo el dia. Después de comer el mismo día, antes que Su Majestad
hubiese pasado, fuimos para otro lugar que se dice Luzon, dos leguas de Angita,
a la mano derecha del camino, puesto entre unas montañas. Era tanta la nieve
que caía por la tarde que no hallábamos camino, y si Dios no nos socorriese,
teníamos miedo de quedar en el campo. Después de comer, como a las tres, fuimos
adelante a aposentar en otro lugar y quedamos en Maranchon, no queriendo
ponernos otra vez en el peligro de las nieves, mayormente no sabiendo los
caminos.
Cosas de la nieve, que ni a los poderosos
reyes respeta.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 5 de febrero de 2021
El volumen con los tres relatos: EL VALLE DE LA SAL
TIERRA DE ATIENZA
LA COLECCIÓN LITERARIA DE LOS PUEBLOS DEL COMÚN DE VILLA Y TIERRA DE ATIENZA
ALGUNOS TÍTULOS PUBLICADOS:
ALCORLO Y EL CONGOSTO.
Entre la Historia y el Agua
Alcorlo fue un pequeño pueblo de la
provincia de Guadalajara, situado en uno de esos lugares que hoy diríamos de
privilegio.
En un pequeño valle surcado por uno de los
principales ríos de la provincia, el Bornova. Cerrando el valle, dos grandes
promontorios rocosos, El Congosto, horadado de cuevas prehistóricas.
PALAZUELOS, SU CASTILLO Y SUS MURALLAS.
CORONA DE LOS MENDOZA
Palazuelos es
uno de esos hoy pequeños pueblos de la provincia de Guadalajara, a medio camino
entre Sigüenza y Atienza; pedanía de la primera, a la que desde hace
prácticamente cincuenta años pertenece como pedanía.
Un pueblo con
castillo, murallas y caserío, que ha sabido conservar su esencia un tanto
medieval, por el que, en cualquier momento, pudieran aparecer aquellos
personajes que han forjado su historia, o le han dado nombre.
BUSTARES Y EL ALTO REY
Hubo un
tiempo en el que, sin caminos que lo señalasen, atraídos por esa sana
curiosidad de subir a lo más alto y otear cuanto más horizonte mejor, los
hombres subieron a lo alto y nos dejaron sus reseñas.
Y a
pesar de que los tiempos han pasado, el Alto Rey siempre estuvo allí, y lo
continuará estando, aunque de los pueblos que lo miraron falten las gentes.
Allá arriba quedarán las leyendas vivas del monte mágico de la Serranía.
CAMPISÁBALOS. ADUANA DE CASTILLA
Campisábalos
(Guadalajara), es hoy conocido por ser uno de los lugares con el aire más puro
de Europa.
El
alejamiento de las capitales, y por ello de los principales focos de
contaminación, lo ha permitido. También ha hecho, ese alejamiento de los
principales caminos, y de las grandes ciudades, que la tierra se haya ido
despoblando poco a poco, hasta pasar a pertenecer a ese mundo de la España
vaciada, en la que apenas se encuentra un habitante por kilómetro cuadrado.
Sin
embargo fue, la tierra de Campisábalos, una de las principales del Común de
Villa y Tierra de Atienza, y por tanto, de Guadalajara.
Los
grandes rebaños de ovejas que por aquí pastaban hacían dos veces el camino, uno
de ida y otro de vuelta, a los pastos extremeños; y por aquí pasaron decenas,
cuando no miles, de carros de sal que desde las salinas de Tierra de Atienza
subían, por el camino Salinero, al centro de distribución de Burgos y a los
alfolíes de Salamanca o Segovia. En Campisábalos se encontraba la última
frontera de la sal de tierra de Atienza.
ALBENDIEGO. DONDE LA PIEDRA SE HACE ARTE
Albendiego
(Guadalajara) es nombre que suena a historia lejana, tanto que nos invita a
descubrir su pasado; o al menos dedicar unas páginas a una población que fue
importante, en habitantes y arte, a lo largo de la historia, y que el avance de
los siglos ha condenado al silencio y la
despoblación.
Suena el nombre mucho antes de la reconquista cristina de esta parte de
la tierra de Atienza. Nombre que se irá repitiendo a través de los siglos,
desde que por vez primera, o segunda o tercera, que nunca la historia, o los
historiadores, se pondrán de acuerdo, en los años finales del siglo XI o en los
comienzos del XII.
VILLACADIMA. TIERRA DE SILENCIO
Villacadima fue uno de los pueblos más representativos de la
arquitectura ganadera serrana, que también los hay, de la provincia de
Guadalajara.
Surgió con anterioridad a la Reconquista cristiana de la tierra, como
evidencia su nombre árabe, y perteneció, tras ella, a la Tierra de Atienza,
antes de incorporarse poco tiempo después a la de Ayllón, en la que se mantuvo
al menos desde el siglo XIV al XIX, perteneciendo durante estos a las
provincias de Segovia y Burgos, pasando a la de Guadalajara en 1833.
Población principalmente ganadera, en la que hicieron fortuna los
hidalgos Sanz Merino, fue sumamente castigada durante los años de la invasión
francesa y Guerra de la Independencia, al formar parte de la Junta de Defensa
de Burgos el cura de la localidad; quedando establecida en su término, durante
algunos años, no sólo la estructura financiera, también la imprenta de aquella
Junta, hasta ser apresada en el vecino pueblo de Grado del Pico.
CANTALOJAS. TIERRA DE FRONTERAS
CANTALOJAS (Guadalajara), es una población
situada en la llamada Sierra Norte de la provincia, también conocida como
“Serranía de Atienza”, en el límite de las provincias de Guadalajara, Soria y
Segovia.
Perteneció a la provincia de Segovia, y
más tarde a la de Burgos, entre la Reconquista y el siglo XIX. Viviéndose en su
término alguno de los episodios más dolorosos de la llamada “Guerra de la
Independencia”.
Es la tierra natal de Pedro Gordo, Mártir
de la Independencia y Benemérito de la Patria; de Damián Gordo, obispo que fue
de Tortosa; De Cantalojas descienden los Marqueses de Casa Oriol, y unos
cuantos personajes ilustres más.
En Cantalojas se celebra, anualmente, una
de las pocas ferias de ganado que quedan en la provincia de Guadalajara; por
sus calles discurren “Los Cencerrones”, recordando el folclore de sus
antepasados; y en su término se encuentra uno de los Parques Naturales, por sus
características, más interesantes de Europa: El Parque Nacional del Hayedo de
la Tejera Negra.
CAMPISÁBALOS. ADUANA DE CASTILLA
Campisábalos
(Guadalajara), es hoy conocido por ser uno de los lugares con el aire más puro
de Europa.
El
alejamiento de las capitales, y por ello de los principales focos de
contaminación, lo ha permitido. También ha hecho, ese alejamiento de los
principales caminos, y de las grandes ciudades, que la tierra se haya ido
despoblando poco a poco, hasta pasar a pertenecer a ese mundo de la España
vaciada, en la que apenas se encuentra un habitante por kilómetro cuadrado.
MIEDES DE ATIENZA.
La tierra que el Cid cabalgó
El libro que cuenta el hoy y el ayer de la localidad serrana
Tiene, Miedes de Atienza, un cierto aire
de ciudad en miniatura. De pueblo grande con historia escondida tras cada una
de las grandes casonas que orlan la gran plaza en la que ahora se sitúa su
Ayuntamiento, y en torno a la cual, actualmente, se desarrolla gran parte de su
vida. A don José de Veladíez y Ortega de Castro le hubiese gustado verlo. Ver
cómo todo gira, en Miedes de Atienza, en torno a su gran casa; como cuando él
se encontraba entre los vivos y se asomaba a sus balcones para dirigirlo todo
desde ellos; lo de acá, y lo de allá.
La de don José de Veladíez era quizá una de
las casas más grandes de la villa, y puede que de la comarca; sin que quedasen atrás
las de sus hijos, que custodian la primitiva; la de don Francisco, por la
izquierda y la de don Roque, por la derecha.
SOMOLINOS, Y SU LAGUNA
Se encuentra Somolinos en la Sierra Norte de
la provincia de Guadalajara, prácticamente en los límites de esta provincia con
las de Segovia y Soria.
La
antigüedad de la población se remonta más allá del siglo XII, cuando la comarca
fue conquistada para la corona castellana por las tropas de Alfonso el Batallador.
Su
tierra, se vio favorecida por el transcurrir de las aguas que dio origen a su
famosa Laguna, a cuya vera surgieron industrias de papel, eléctricas, de cobre
y, por supuesto, harineras.
En
las páginas siguientes nos acercamos al antes y al después de la población, a
sus gentes y a la historia, hasta donde nos ha sido posible llegar, para
descubrir uno de los pueblos más encantadores, por su entorno, de la provincia
de Guadalajara, siempre por descubrir.
UJADOS
Y SU ENTORNO
Ujados,
en la sierra Norte de Guadalajara, es uno de los pueblos que se encuentran en
la más que literaria “Ruta del Cid”; también en la ruta de los llamados “pueblos
rojos”, por el color de la piedra con la que se levantan sus casas más emblemáticas.
En
los límites de las provincias de Guadalajara y Soria, por su tierra pasó una
importante parte de la historia, de la provincia, y del reino de Castilla,
puesto que se encontró durante algún tiempo en el límite entre la tierra de
Castilla y las extremaduras por conquistar.
Tierra
cerealista, y de ricos ganaderos emigrados a las capitales nacional y
provincial a partir del siglo XVIII, perteneció desde el siglo XV a la llamada “Tierra”,
o condadillo de Miedes de Atienza, desgajado de la tierra de Atienza e
integrado, hasta su definitiva inclusión en las tierras del ducado del
Infantado, en las de Medinaceli.
A
través de estas páginas nos adentramos en el ayer y el hoy de un pueblo
sencillo, con muchas cosas por contar.
HIJES
Y SUS ANTIGÜEDADES
La
hoy pequeña población de Hijes, en la provincia de Guadalajara, saltó a la
prensa nacional a mediados del siglo XIX cuando en las cercanías de la población
fue encontrada una de las mayores necrópolis de España, con cerca de 1.500
sepulturas alineadas. Le dieron el nombre de “Las antigüedades de Hijes”.
Pero
la población ya era una de las más significativas de la sierra Norte de
Guadalajara. Enclavada en el antiguo Común de Villa y Tierra de Atienza, hasta
que fue desgajada de este para ser entregada en recompensa de servicios al
conde de Medinaceli, quien la vendió esta tierra al Conde de Coruña y Vizconde
de Torija, la única posesión que en esta parte de la provincia mantuvieron,
hasta el siglo XIX, los Suárez de Figueroa.
CONDEMIOS,
TIERRA DE PINARES
Dos son los pueblos que en la provincia de
Guadalajara llevan el nombre de Condemios, de Abajo, y de Arriba; ambos
separados por apenas unos cientos de metros, y con una historia, prácticamente, común.
Destaca
entre ambos Condemios de Arriba, por su extensión y número y habitantes, hoy
como ayer.
Ambos
se encuentran en la Sierra Norte de Guadalajara, y pertenecieron al antiguo Común
de Villa y Tierra de Atienza, en el límite de las provincias de Guadalajara,
Soria y Segovia.
ALCOLEA DE LAS PEÑAS, Y MORENGLOS
Libros que cuentan historias de nuestra tierra.
ALCOLEA
DE LAS PEÑAS (Guadalajara), fue uno de los numerosos pueblos cuyos orígenes se
remontan, como poco, a la Celtiberia.
En su término fueron excavadas las
necrópolis de Valdenovillos, de donde fueron extraídas numerosas piezas
pertenecientes a ajuares funerarios, en la actualidad pertenecientes al Museo
Arqueológico Nacional.
ALCOLEA DE LAS PEÑAS, Y MORENGLOS. El libro, pulsando aquí
Fue también tierra de sal, cuyas salinas
explotaron en remotos siglos los romanos, después los árabes y más tarde, tras
la reconquista, los cristianos, que tomaron el pueblo que pasó a pertenecer al
Común de Villa y Tierra de Atienza.
Su paso, por el que discurre el río Alcolea
que da nombre a la población, o al contrario, quizá una de las muchas
al-Qualailas del centro peninsular,
donde se levantó una torre vigía o castillete, sobre las mismas peñas en las
que se asienta el actual pueblo, horadadas por la mano del hombre para crear en
ellas lo que pasó a denominarse “la cárcel”.
Su iglesia de San Martín es un pequeño
monumento que nos recuerda a las fortalezas medievales; surgida en el románico
y renovada en el siglo XVI, manteniendo una estructura seguida en la comarca, y
tal reformada por los mismos artífices que llevaron a cabo la de la iglesia de
la Santísima Trinidad de Atienza.
ANGÓN Y EL CASTILLO DE IÑESQUE, O INESQUE
Angón
Angón se encuentra en la provincia de Guadalajara, en la comarca de la
Serranía, que formó, siglos atrás, el Común de Villa y Tierra de
Atienza. Comarca situada al Noroeste de la provincia, como punto de
unión entre los sistemas montañosos Central e Ibérico, donde se forman
una buena parte de las serranías provinciales, entre las cimas del Pico
Ocejón y Alto Rey.
Las características geográficas de la zona, y de
manera especial las rutas carreteras, fueron determinantes en el origen y
posterior desarrollo de las aldeas del Henares y del Bornoba, a las que
Angón pertenece, de relieves escarpados y pendientes laderas, entre las
que destacan lomas y cerros de escasa altura, sin apenas pasos
intermedios, pero rodeando el macizo primario formado por gneis,
pizarras y cuarcitas, se tienden valles secundarios de suaves pliegues
en los que la erosión ha ido abriendo terreno, arrastrando los suelos
arcillosos quedando en las partes altas páramos calizos de mala calidad,
salvo para el pastoreo o la ganadería, habiéndose tratado a partir del
siglo XVIII de roturar tierras con el fin de dedicarlas a la
agricultura, como ocurrió no sólo en Atienza en 1874, sino que
anteriormente también se había experimentado aquella roturación en
Gascueña de Bornoba, siendo por otra parte una constante en la zona, a
pesar de que en Gascueña se prohibiesen aquellos llamados "arrompidos".
En el cercano pueblo de Naharros de Atienza también se llevaron a cabo
éstas prácticas, prohibidas también en una primera instancia por el
Concejo atencino en 1775, no obstante haberlas autorizado a partir de
1797.
PÁLMACES DE JADRAQUE EN LA HISTORIA
Por vez primera suena en la historia el
nombre de Pálmaces de Jadraque (Guadalajara) con motivo de las incursiones
cristianas en tierras árabes, en los primeros decenios del siglo X. Después de
que la invasión del año 711 dominasen completamente la hoy provincia de
Guadalajara, creándose por estas tierras una especie de línea defensiva ante
las incursiones provenientes desde el Norte; desde la frontera del Duero tras
la que se encontraban los reinos cristianos.
RIBA
DE SANTIUSTE, en Tierra de Castillos
Por vez primera suena en la historia el nombre de Riba de Santiuste, o
Ripa, con motivo de las incursiones cristianas en tierras árabes, en el segundo
decenio del siglo XI, con motivo de las incursiones en tierras árabes del rey
leonés Fernando I.
No obstante, es más que probable que hubiese anteriores incursiones de
los reyes cristianos después de que la invasión árabe del año 711 dominase
completamente la hoy provincia de Guadalajara, creándose por estas tierras una
especie de línea defensiva ante las incursiones provenientes desde el Norte;
desde la frontera del Duero.
LA BODERA
en tierra de plata
Esbozos
para una historia
La
población de La Bodera se encuentra en la provincia de Guadalajara, en la
comarca de la Serranía y sierra de su nombre que formó parte siglos atrás del
Común de Villa y Tierra de Atienza.
Comarca
situada al Noroeste de la provincia,
como punto de unión entre los sistemas montañosos Central e Ibérico, donde se
forman una buena parte de las serranías provinciales, entre las cimas del Pico
Ocejón y Alto Rey.
Fue, a lo
largo del siglo XIX, junto a Hiendelaencina, Alcorlo y poblaciones aledañas, una
de las poblaciones a las que se dirigió la mirada con la llamada “fiebre de la
plata”, que hizo llegar a esta parte de la provincia a multitud de buscavidas,
y de inversores, tras la riqueza minera.
Hoy es uno
más de la España despoblada. Población que sobrevive a los duros días del
invierno, que sobrevive con la llegada de la población en época veraniega.
Una
población con mucho por contar y descubrirse, esperando sean estas páginas el
inicio de ese esperado descubrimiento de su ayer, y de su hoy.
ROMANILLOS DE ATIENZA
De Lugar, a Villa
Se encuentra Romanillos de Atienza en la
Serranía de Guadalajara, y más concretamente en la Sierra de Pela, como
población fronteriza entre las actuales provincias de Guadalajara y Soria; en
clima frío, por su altura, y en una tierra hoy amenazada por la despoblación.
Fue una población importante dentro de la
comarca, en la que dominó la ganadería, y fue, quizá, una de las más antiguas
de esta tierra.
En la localidad, tras la reconquista, se
levantó una de las más interesantes iglesias románicas que el tiempo se encargó
de desvirtuar, a pesar de mantener algunos de los retablos más interesantes del
obispado de Sigüenza, labrados en el siglo XVIII.
La población comenzó a perder habitantes
mediado el siglo XX, antes trató de ser una de las punteras de la Tierra de
Atienza, logrando el título de villazgo en el primer cuarto del siglo XIX.
HIENDELAENCINA.
CRÓNICAS PARA UNA HISTORIA
HIENDELAENCINA (Guadalajara), es uno de
esos pueblos cuya historia está todavía por descubrirse. Un pueblo que, de la
nada, saltó a las primeras páginas de la prensa mundial al descubrirse, en
1844, las minas de plata, quizá, más importantes de Europa.
Aquello fue un antes y un después en la
vida sencilla de un pueblo perdido en la Serranía de Atienza. De aldea, a punto
estuvo de convertirse en ciudad. Las páginas siguientes son una especie de
“Memoria” de Hiendelaencina; en ningún caso una historia de la población,
puesto que carecemos de los datos suficientes para llevarla a cabo con el rigor
necesario.
RUGUILLA Y EL MONASTERIO DE ÓVILA
A cinco Kilómetros de Cifuentes, en la confluencia de tres amenos
vallejos cerrados a Saliente por el redondeado lomo de la Cuesta de la Sierra,
el pueblo de Ruguilla (Guadalajara) contornea trepando hasta la cúspide, un
cerrillo cónico cubierto por agrio peñasco de pudinga, sobre el que se alza la
castellanísima ermita de Santa Bárbara precedida de un porche sobre columnas
jónicas de alta basa; los cerros inmediatos están asimismo cubiertos de lastras
tobizas, tras ellos otros más altos aparecen tapizados de verdor gracias a los
chaparrales y sobre todo al romero, tomillo y multitud de arbustos y plantas
montaraces, con predominio de las labiadas; en las veguitas encantadoras
surcadas por múltiples arroyos, los nogales centenarios lucen en primavera la
pompa de sus enormes copas verdes, o los álamos negros y blancos agrupándose en
apretados y umbrosos sotos frente al lugar y a lo largo del pintoresco valle de
“tras la Muela”, siguen el curso de bellísimas barrancas pródigas en cascadas
rumorosas semiocultas por una vegetación rica y variada, donde figuran la
zarzamora, la madreselva, los lampazos
de enormes hojas triangulares, las malvas silvestres, las enredaderas que en
mayo esmaltan aquellos lindos rincones con la policromía de sus campánulas, y
el musgo tapiz de los peñascos multiformes…
Francisco Layna Serrano
Sí, Ruguilla fue la segunda patria chica de
Francisco Layna Serrano, pues allí se trasladó a vivir la familia cuando
nuestro historiador contaba con cinco o seis años de edad. Y cantó y escribió
sobre Ruguilla con pasión.
Es uno de esos pueblos con encanto que nos
ofrece la provincia de Guadalajara, y que a través de las páginas de esta
sencilla obra tratamos de descubrir, desde su más remoto pasado, hasta la
presente realidad.
Por sus páginas desfilan historia, folklore,
personajes, cantos, ritos, esperanzas… La crónica de un pueblo hermoso, en una
tierra hermosa, unida e alguna manera a la historia de otro de los emblemas
provinciales: El Monasterio de Óvila, que tanto nos cuenta, y tanto nos queda
por contar.
Ruguilla, el lugar que habitaron las
primitivas civilizaciones y que, allá por los inicios del siglo XVIII, se
convirtió en Villa. El rey Felipe V, apenas alcanzado el trono, dictó aquello
de: e vos damos poder e entera facultad
para que podáis poder, y tener e
pongades, Horca e Picota y Cepo, e Carcel y Cadena e Cuchillo, y Azote,
y todas las otras insignias de
Jurisdiccion que las Villas sobre si de estos reinos pueden e deben tener y
usar…
Sumario:
-I-
RUGUILLA Y SU ENTORNO GEOGRÁFICO
Pág. 9
-II-
RUGUILLA EN LA PREHISTORIA
Pág. 17
-III-
RUGUILLA EN LA HISTORIA
Pág. 25
-IV-
RUGUILLA, ENTRE LA EDAD MEDIA Y LA CONTEMPORÁNEA
Pág. 33
-V-
RUGUILLA, SIGLO XVIII
Pág. 39
-VI-
RUGUILLA, CRÓNICA DEL SIGLO XIX
Pág. 49
-VII-
RUGUILLA, CRÓNICA DEL SIGLO XX
Pág. 63
-VIII-
EL PATRIMONIO RELIGIOSO
Pág. 79
-IX-
RUGUILLA Y SUS GENTES
Pág. 91
-X-
RUGUILLA, ETNOGRAFÍA Y FOLCLORE
Pág. 107
-XI-
EL MONASTERIO DE ÓVILA
Pág. 131
EL
LIBRO
· Tapa blanda: 149 páginas
· Editor: Independently published
· Idioma: Español
· ISBN-13: 979-8648131415
· ASIN: B0892678XP
RUGUILLA Y EL MONASTERIO DE ÓVILA. El libro, pulsando aquí
El autor:
Su autor, Tomás Gismera, y su obra, han sido reconocidos en numerosas ocasiones, destacando premios recibidos como el "Alvaro de Luna", de historia, de la provincia de Cuenca, ( en dos ocasiones); "Eugenio Hermoso" (de Badajoz); "Serrano del Año"
de la Asociación Serranía de Guadalajara", "Popular en Historia", del
Semanario Nueva Alcarria; "Melero Alcarreño", de la desaparecida Casa de
Guadalajara en Madrid; Alonso Quijano de Castilla la Mancha; Turismo
Medioambiental del Moncayo, de Zaragoza; Paradores Nacionales; Radio
Nacional de España; Primer Encuentro Nacional de Novela Histórica;
Recreación Literaria de Córdoba; Hispania de novela hisórica; Federación
Madrileña de Casas Regionales; etc.
En la
actualidad es colaborador ocasional de varios medios de prensa, radio y
televisión de Castilla-La Mancha y Castilla-León; siendo habitual su
firma, semanal, en el bisemanario de Guadalajara "
Nueva Alcarria", edición papel, en donde lleva a cabo la sección "Guadalajara en la memoria"; así como en el digital "
Henares al Día"; donde tiene a su cargo la sección "
Gentes de Guadalajara"; Colaborador de EsRadio Guadalajara y Alcarria TV; habiendo sido colaborador de otros medios como "
Cultura en Guada"; "
Arriaca",
Cuadernos de etnología de Guadalara, de donde ha sido vocal del
Consejo de Redacción; etc. Siendo fundador, coordinador y director de la revista digital
Atienza de los Juglares, de perioricidad mensual, fundada en 2009, y
reconocida como una de las mejores, en este contexto, editadas en la provincia de Guadalajara, de repercusión nacional y carácter altruista.
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