viernes, diciembre 04, 2020

TIERRA DE ATIENZA (Libros y Más)

TIERRA DE ATIENZA. Libros y más

 UNA MIRADA A CERCADILLO Y SUS SALINAS DEL GORMELLÓN

  CERCADILLO (Guadalajara), es hoy una de las numerosas poblaciones que se despuebla, dentro de la provincia de Guadalajara y su Sierra Norte. Su pasado estuvo ligado a la industria de la sal, puesto que se encuentra dentro del Valle del Río Salado, entre las, en su día, grandes poblaciones de Sigüenza y Atienza.

    En su término se ubicaron las conocidas salinas “Del Gormellón”, o Goriñela, industria que, como tantas más, pasó a la historia.

   A través de las páginas de este libro nos acercamos a la historia, al pasado y al presente, al ayer y el hoy de CERCADILLO. Una población que, como todas, merece una detenida mirada.

 


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 ALBENDIEGO. DONDE LA PIEDRA SE HACE ARTE

   ALBENDIEGO (Guadalajara) es nombre que suena a historia lejana, tanto que nos invita a descubrir su pasado; o al menos dedicar unas páginas a una población que fue importante, en habitantes y arte, a lo largo de la historia, y que el avance de los siglos ha condenado al  silencio y la despoblación.

   Suena el nombre mucho antes de la reconquista cristina de esta parte de la tierra de Atienza. Nombre que se irá repitiendo a través de los siglos, desde que por vez primera, o segunda o tercera, que nunca la historia, o los historiadores, se pondrán de acuerdo, en los años finales del siglo XI o en los comienzos del XII.

   De lo que no podemos dudar es de que en los diccionarios y enciclopedias, nacidas en los últimos años del siglo XVIII y que alcanzan la gloria en el siguiente, a Albendiego, el hoy pequeño y  apartado municipio de la Serranía de Atienza, o de Guadalajara, ocupa su lugar. Un lugar en el que, antes de entrar en los diccionarios, tuvieron asiento los caballeros templarios, o los hospitalarios de San Juan de Jerusalén. En donde se labró la piedra y dejó para la posteridad uno de los más hermosos conjuntos románicos de la provincia de Guadalajara y, por qué no, de Castilla también.

 


 

 

ALCOLEA DE LAS PENAS Y MORENGLOS

  ALCOLEA DE LAS PEÑAS (Guadalajara), fue uno de los numerosos pueblos cuyos orígenes se remontan, como poco, a la Celtiberia.

   En su término fueron excavadas las necrópolis de Valdenovillos, de donde fueron extraídas numerosas piezas pertenecientes a ajuares funerarios, en la actualidad pertenecientes al Museo Arqueológico Nacional.

   Fue también tierra de sal, cuyas salinas explotaron en remotos siglos los romanos, después los árabes y más tarde, tras la reconquista, los cristianos, que tomaron el pueblo que pasó a pertenecer al Común de Villa y Tierra de Atienza.

   Su paso, por el que discurre el río Alcolea que da nombre a la población, o al contrario, quizá una de las muchas al-Qualailas del  centro peninsular, donde se levantó una torre vigía o castillete, sobre las mismas peñas en las que se asienta el actual pueblo, horadadas por la mano del hombre para crear en ellas lo que pasó a denominarse “la cárcel”.

   Su iglesia de San Martín es un pequeño monumento que nos recuerda a las fortalezas medievales; surgida en el románico y renovada en el siglo XVI, manteniendo una estructura seguida en la comarca, y tal reformada por los mismos artífices que llevaron a cabo la de la iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza.

   En el declive de su existencia, tratando quizá de sobreponerse a los duros años de la guerra contra el francés, obtuvo el título de villa en 1817, desgajándose de la Tierra de Paredes de Sigüenza,  a la que entonces pertenecía, dentro de los señoríos de los condes de Coruña y Vizcondes de Torija, los poderosos Suárez de Mendoza.

   La población fue descendiendo hasta llegar a nuestros días, en los que apenas dos docenas de vecinos la componen, sin embargo, la hoy villa, como tantas otras poblaciones del entorno, tiene una memoria que contar. Es de lo que trata este libro, de descubrirla.

 


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ALCORLO Y EL CONGOSTO. Entre la Historia y el Agua

   Alcorlo fue un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara, situado en uno de esos lugares que hoy diríamos de privilegio.

   En un pequeño valle surcado por uno de los principales ríos de la provincia, el Bornova. Cerrando el valle, dos grandes promontorios rocosos, El Congosto, horadado de cuevas prehistóricas.

   Nació mucho antes que la reconquista de la tierra, y sus habitantes llevaron una vida tranquila y apacible hasta que un día, hace algo más de cien años, alguien pensó que era el lugar ideal para construir una gran presa. Pasó el tiempo y de aquella idea primitiva surgió la que un día se hizo realidad.

   El 28 de enero de 1982 los últimos habitantes de Alcorlo fueron desalojados a la fuerza, sus casas derribadas y el pueblo cubierto por las aguas.

   Hoy queda el recuerdo de lo que fue. Un pueblo que tuvo una pequeña historia, hasta que el agua llegó.

   Esta es su memoria.

 



 

ANGÓN Y EL CASTILLO DE INESQUE

   Reducida es la descripción que, en cualquiera de las múltiples guías y diccionarios actuales se nos hace de la población de Angón:

   En la falda de la sierra de La Bodera, próximo al embalse de Pálmaces se asienta este pequeño pueblo. En la Edad Media, debido a su estratégica situación de dominio del Valle del Cañamares, tuvo gran importancia. Se cree que próximo a este pueblo se encontraba el desaparecido castillo de Inesque, del cual no quedan restos. Como recurso medio-ambientales ofrece parajes naturales como en el castillo de Inesque y la peña “El cuervo”.

   La Iglesia de Santa Catalina, que data del siglo XVI construida sobre primitiva planta románica y algunas casas representativas de la arquitectura popular serrana conformar sus monumentos históricos.

   Celebra las fiestas de San Blas (3 de febrero), y Santa Catalina (25 de noviembre).

   Aunque Angón es algo más que eso, por ello, lo vamos a tratar de conocer un poco más, a través de las páginas siguientes.

 


 

BARAONA EN LA MEMORIA

Entre la Varona y las Brujas

   Baraona, o Barahona, es una hermosa población en la provincia de Soria y Tierra de Almazán, dentro del Ducado de Medinaceli.

   Su nombre saltó a la historia de la literatura a través de una historia de Brujas que, desde el siglo XVI ha llegado a nuestros días a través de la pluma de Diego de Torres Villarroel, o de Domingo Miras.

   También forma parte de la historia de María Pérez, la llamada Varona Castellana, a la que Lope de Vega dedicó una obra de teatro.

   Pero Baraona es mucho más, y es lo que trata de rescatar el autor, a través de las crónicas y recuerdos de los siglos XIX y XX, que llegan a nuestros días.


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LA BODERA en tierra de plata

Esbozos para una historia

   La población de La Bodera se encuentra en la provincia de Guadalajara, en la comarca de la Serranía y sierra de su nombre que formó parte siglos atrás del Común de Villa y Tierra de Atienza.

   Comarca situada al Noroeste de la provincia, como punto de unión entre los sistemas montañosos Central e Ibérico, donde se forman una buena parte de las serranías provinciales, entre las cimas del Pico Ocejón y Alto Rey.

   Fue, a lo largo del siglo XIX, junto a Hiendelaencina, Alcorlo y poblaciones aledañas, una de las poblaciones a las que se dirigió la mirada con la llamada “fiebre de la plata”, que hizo llegar a esta parte de la provincia a multitud de buscavidas, y de inversores, tras la riqueza minera.

   Hoy es uno más de la España despoblada. Población que sobrevive a los duros días del invierno, que sobrevive con la llegada de la población en época veraniega.

   Una población con mucho por contar y descubrirse, esperando sean estas páginas el inicio de ese esperado descubrimiento de su ayer, y de su hoy.



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BUSTARES Y EL ALTO REY

   Hubo un tiempo en el que, sin caminos que lo señalasen, atraídos por esa sana curiosidad de subir a lo más alto y otear cuanto más horizonte mejor, los hombres subieron a lo alto y nos dejaron sus reseñas.

Y a pesar de que los tiempos han pasado, el Alto Rey siempre estuvo allí, y lo continuará estando, aunque de los pueblos que lo miraron falten las gentes. Allá arriba quedarán las leyendas vivas del monte mágico de la Serranía.

   De esta Serranía que se nos pinta como ella sólo sabe hacerlo. A golpe de magia, y de leyendas. También de romerías que nos llevan a los orígenes de los nuestros. De los que amaron, mucho antes que nosotros, la tierra que nos abraza.

   Pero antes de subir a la cumbre nos detendremos en las calles de Bustares, de su historia, de su tiempo pasado, de sus personajes…



 

 

CAMPISÁBALOS. ADUANA DE CASTILLA

   Campisábalos (Guadalajara), es hoy conocido por ser uno de los lugares con el aire más puro de Europa.

   El alejamiento de las capitales, y por ello de los principales focos de contaminación, lo ha permitido. También ha hecho, ese alejamiento de los principales caminos, y de las grandes ciudades, que la tierra se haya ido despoblando poco a poco, hasta pasar a pertenecer a ese mundo de la España vaciada, en la que apenas se encuentra un habitante por kilómetro cuadrado.

   Sin embargo fue, la tierra de Campisábalos, una de las principales del Común de Villa y Tierra de Atienza, y por tanto, de Guadalajara.

   Los grandes rebaños de ovejas que por aquí pastaban hacían dos veces el camino, uno de ida y otro de vuelta, a los pastos extremeños; y por aquí pasaron decenas, cuando no miles, de carros de sal que desde las salinas de Tierra de Atienza subían, por el camino Salinero, al centro de distribución de Burgos y a los alfolíes de Salamanca o Segovia. En Campisábalos se encontraba la última frontera de la sal de tierra de Atienza.

   También fue tierra en la que los canteros labraron las más hermosas iglesias románicas; y fue tierra de misteriosos caballeros que fundaron hospitales medievales, como Galindo Galindez, originario, sin duda, de las galias.

   Tierra hermosa, y de contrastes, merecedora siempre de una mirada, y de unas páginas que recuerden lo que fue, y lo que continúa siendo.

La memoria de un pueblo.




 

 

CANTALOJAS. TIERRA DE FRONTERAS

   CANTALOJAS (Guadalajara), es una población situada en la llamada Sierra Norte de la provincia, también conocida como “Serranía de Atienza”, en el límite de las provincias de Guadalajara, Soria y Segovia.

   Perteneció a la provincia de Segovia, y más tarde a la de Burgos, entre la Reconquista y el siglo XIX. Viviéndose en su término alguno de los episodios más dolorosos de la llamada “Guerra de la Independencia”.

 

   Es la tierra natal de Pedro Gordo, Mártir de la Independencia y Benemérito de la Patria; de Damián Gordo, obispo que fue de Tortosa; De Cantalojas descienden los Marqueses de Casa Oriol, y unos cuantos personajes ilustres más.

   En Cantalojas se celebra, anualmente, una de las pocas ferias de ganado que quedan en la provincia de Guadalajara; por sus calles discurren “Los Cencerrones”, recordando el folclore de sus antepasados; y en su término se encuentra uno de los Parques Naturales, por sus características, más interesantes de Europa: El Parque Nacional del Hayedo de la Tejera Negra.

   Fue, en el transcurso del tiempo la frontera entre Castilla La Nueva, y Castilla la Vieja. Un pueblo con mucho que contar, y que enseñar.





 

CONDEMIOS. TIERRA DE PINARES

   Dos son los pueblos que en la provincia de Guadalajara llevan el nombre de Condemios, de Abajo, y de Arriba; ambos separados por apenas unos cientos de metros, y con una  historia, prácticamente, común.

   Destaca entre ambos Condemios de Arriba, por su extensión y número y habitantes, hoy como ayer.

   Ambos se encuentran en la Sierra Norte de Guadalajara, y pertenecieron al antiguo Común de Villa y Tierra de Atienza, en el límite de las provincias de Guadalajara, Soria y Segovia.

   Ambos pasaron a pertenecer al Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, cuando el Condestable fue casi tanto o más poderoso que el propio rey castellano. De don Álvaro pasaron al conde de Medinaceli, y del de Medinaceli a los Infantado.

   La Historia, el pasado y el presente, su etnografía y sus gentes pasan por las páginas de este sencillo libro que trata de rescatar la memoria de un pueblo que, como tantos de su entorno, se encuentra amenazado por el olvido, o por la despoblación, que todos es uno.

 





 

GALVE DE SORBE.SU CASTILLO Y SU TIERRA

   Galve de Sorbe es hoy un pequeño municipio de la provincia de Guadalajara. Cuenta con apenas 100 habitantes censados; llegó a contar con varios centenares hace dos o tres siglos.

   La historia, desde la época de los Arévacos, y los celtíberos, pasó por su tierra. Fue señorío de Iñigo López de Orozco; del Infante don Juan Manuel, y Condado de los Mendoza, y de la Casa de Alba.

   Su nombre, procedente tal vez de un caudillo árabe, Galib; ha traspasado las fronteras de su Tierra, para afincarse en el continente Americano de la mano de uno de sus condes, Gaspar de la Cerda, Virrey de Nueva España.

   Sus Crónicas, que son historia; de su castillo, de sus condes y de sus gentes, son las que rescata este libro, que trata de ser memoria del Ayer y del Hoy de una población encuadrada en uno de los rincones más hermosos de la Provincia de Guadalajara: La Sierra Norte y Tierra de Atienza y Ayllón, puesto que se encuentra a mitad de camino entre dos provincias, la de Guadalajara y la de Segovia, a la que en algún remoto tiempo perteneció.

   Con su ayer, su hoy y su mañana, su Virgen del Pinar y sus Danzantes.

   Galve de Sorbe, su castillo y su tierra, crónicas para una historia.

 


 

HIENDELAENCINA. CRÓNICAS PARA UNA HISTORIA

   HIENDELAENCINA (Guadalajara), es uno de esos pueblos cuya historia está todavía por descubrirse.

   Un pueblo que, de la nada, saltó a las primeras páginas de la prensa mundial al descubrirse, en 1844, las minas de plata, quizá, más importantes de Europa. Aquello fue un antes y un después en la vida sencilla de un pueblo perdido en la Serranía de Atienza. De aldea, a punto estuvo de convertirse en ciudad.

   Las páginas siguientes son una especie de “Memoria” de Hiendelaencina; en ningún caso una historia de la población, puesto que carecemos de los datos suficientes para llevarla a cabo con el rigor necesario.

   Son unas líneas que conforman páginas de historia que a través de crónicas y memorias escritas nos acercan a lo que fue, y pudo o quiso ser, Hiendelaencina.

 






HIJES Y SUS ANTIGÜEDADES

   La hoy pequeña población de Hijes, en la provincia de Guadalajara, saltó a la prensa nacional a mediados del siglo XIX cuando en las cercanías de la población fue encontrada una de las mayores necrópolis de España, con cerca de 1.500 sepulturas alineadas. Le dieron el nombre de “Las antigüedades de Hijes”.

   Pero la población ya era una de las más significativas de la sierra Norte de Guadalajara. Enclavada en el antiguo Común de Villa y Tierra de Atienza, hasta que fue desgajada de este para ser entregada en recompensa de servicios al conde de Medinaceli, quien la vendió esta tierra al Conde de Coruña y Vizconde de Torija, la única posesión que en esta parte de la provincia mantuvieron, hasta el siglo XIX, los Suárez de Figueroa.

   El ayer y el hoy, discurre por las páginas de este sencillo libro que quiere ser una página que recuerde un pueblo de la Serranía, en proceso de despoblación.

 




 

IMÓN Y SUS SALINAS. LA TIERRA DE LA SAL

    Imón fue uno  de los pueblos más conocidos de la provincia de Guadalajara, fuera y dentro de ella.

   Sus famosas salinas abastecieron a las principales ciudades de Castilla y fueron uno de los primeros recursos de la Real Hacienda.

   La población creció en torno a ellas, llegando a cifras de habitantes impensables en la actualidad, ocupados en los meses de verano, en el trabajo de la fábrica.

   En la actualidad prácticamente sin función, y declaradas Bien de Interés Cultural, siguen siendo uno de los principales exponentes de la industria de Guadalajara.

 


 

MIEDES DE ATIENZA. LA TIERRA QUE ELCID CABALGÓ

   Tiene, Miedes de Atienza, un cierto aire de ciudad en miniatura. De pueblo grande con historia escondida tras cada una de las grandes casonas que orlan la gran plaza en la que ahora se sitúa su Ayuntamiento, y en torno a la cual, actualmente, se desarrolla gran parte de su vida. A don José de Veladíez y Ortega de Castro le hubiese gustado verlo. Ver cómo todo gira, en Miedes de Atienza, en torno a su gran casa; como cuando él se encontraba entre los vivos y se asomaba a sus balcones para dirigirlo todo desde ellos; lo de acá, y lo de allá.

   La de don José de Veladíez era quizá una de las casas más grandes de la villa, y puede que de la comarca; sin que quedasen atrás las de sus hijos, que custodian la primitiva; la de don Francisco, por la izquierda y la de don Roque, por la derecha.

   Los tiempos de estos personajes coinciden con el del auge del precio de la lana, que fue el sostén de su fortuna. Don José, que paralizó las obras de la iglesia cuando se reconstruyó de nueva planta en el último tercio del siglo XVIII, para mayor gloria de su apellido se hizo construir una capilla, en pugna con otro de los potentados del lugar, don Juan Recacha.

   Nada que ver,  estos prohombres de apellido ilustre en la serranía, con don Lucas González, otro de los nacidos en la villa con anhelo de capital serrana. Don Lucas, que se hizo sacerdote en Sigüenza y encargó a sus testamentarios la fundación de un colegio en Alcalá de Henares para que estudiasen sus paisanos.




 

 

 

PALAZUELOS, SU CASTILLO Y SUS MURALLAS

   Palazuelos es uno de esos hoy pequeños pueblos de la provincia de Guadalajara, a medio camino entre Sigüenza y Atienza; pedanía de la primera, a la que desde hace prácticamente cincuenta años pertenece como pedanía.

   Un pueblo con castillo, murallas y caserío, que ha sabido conservar su esencia un tanto medieval, por el que, en cualquier momento, pudieran aparecer aquellos personajes que han forjado su historia, o le han dado  nombre.

   Hubiese permanecido en el anonimato de los años hasta que alguien lo hubiese descubierto con el paso del tiempo, medio oculta la muralla entre su arboleda, a un paso de la carretera que desde Sigüenza conduce, por esta parte de la provincia, a tierras de Soria o la siempre buscada Atienza; un camino que desde la episcopal ciudad conducía, a través de trochas y serranías, uniéndose al “Salinero”, que partía en dos Castilla, hasta Burgos, y librando la ciudad del Cid, a Santiago, donde como a Roma, llevan por aquí muchos caminos.

   La estructura de sus murallas, castillo y puertas nos recuerda a otros pueblos, lugares y villas amurallados por esta parte de la vieja y nueva Castilla, principalmente de la hoy vecina provincia de Soria en poblaciones en las que también los Mendoza tuvieron arte y parte, entre ellas Rello o Retortillo; y su puerta de la villa nos trae a la memoria la primitiva puerta de la villa de Atienza, que también fue acodada, como tantas eran por aquellos tiempos, a pesar de que, cuando las murallas de Palazuelos comenzaron a levantarse, muchos de los peligros que las dieron origen habían pasado.  No todos, por supuesto.

   Que también es mucho lo que se ha escrito sobre Palazuelos no se puede negar, puesto que ha tenido buenos adalides en el arte de contar de sacar a la luz sus viejas leyendas, historias o folclore; también es cierto que en el contexto de las historias y memorias impresas, como alguien escribió, se echaba en falta la relación más o menos detallada de los aconteceres pretéritos, y menos pretéritos, de tan significativa villa.

   Una población que fue dominio de doña Mayor de Guillén; de Beatriz, reina de Portugal; del infante don Juan Manuel; del marqués de Villena; de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana; de la Princesa de Éboli; de los duques del Infantado…

   Es lo que intentan ser las páginas siguientes. En las que se trazan, hasta donde su autor ha sido capaz de llegar, la historia, el costumbrismo, o las vidas de aquellos personajes dignos de figurar en la relación histórica de un pueblo. Por supuesto, la obra no pretende ser enciclopédica y definitiva, sino conformar un pequeño peldaño sobre el que, seguramente con mejores medios y mayor enjundia se pueda escribir, más a fondo y con mayor contenido la siempre deseada historia de un pueblo. En este caso, Palazuelos


 

PÁLMACES DE JADRAQUE EN LA HISTORIA

   Por vez primera suena en la historia el nombre de Pálmaces de Jadraque (Guadalajara) con motivo de las incursiones cristianas en tierras árabes, en los primeros decenios del siglo X. Después de que la invasión del año 711 dominasen completamente la hoy provincia de Guadalajara, creándose por estas tierras una especie de línea defensiva ante las incursiones provenientes desde el Norte; desde la frontera del Duero tras la que se encontraban los reinos cristianos.

   Una red de torres y castilletes levantada entre el Duero y el Tajo formaba igualmente una especie de línea defensiva, a la vez que eran utilizadas las torres como puntos de vigilancia y aviso desde los que controlar al enemigo y anunciar unas a otras las incursiones las sucesivas incursiones, que hubieron de ocurrir desde poco después de que los reyes godos fuesen empujados a sus refugios norteños, desde los que iniciaron la larga e interminable reconquista de las tierras perdidas.

   Al día de hoy Pálmaces es uno más de los muchos pueblos que permanecen prácticamente deshabitados a lo largo del año. El Pantano de su nombre forzó de alguna manera la emigración. No obstante, antes y después tuvo cosas que contar, quizá no sean demasiadas las que se recogen a lo largo de las páginas siguientes. Probablemente sirvan para que se recupere su larga  historia, no se pierda su memoria y tengan las futuras generaciones el recuerdo de lo que fue la tierra de sus mayores.



 

 

PAREDES DE SIGÜENZA. CRUCE DE CAMINOS. Aportes para una historia

   Se encuentra Paredes de Sigüenza en el extremo norte de la provincia de Guadalajara, al pie de los altos de su nombre que separan las actuales provincias de Guadalajara y Soria, dentro de la amplitud de la llanura conocida como “Valle del Salado”, por discurrir a lo largo de este el río que con sus aguas dio pie a la formación en el valle de decenas de explotaciones salineras producto de la desecación de las aguas cuando todo este territorio se encontraba ocupado por ellas. Un mar que llegaba hasta el interior de la península y que dejó en las entrañas de esta tierra, con su desecación, lo que habría de ser con el pasar de los siglos una de las riquezas principales, no sólo del valle, también de la provincia.

      Los estudiosos de la materia, al hablarnos de las salinas de la provincia de Guadalajara y concretar sobre las que se sitúan en torno al valle del río Salado y comarcas de Atienza-Sigüenza, nos dan cuenta de que los terrenos se encuentran formados por consecutivos depósitos de margas, yesos y arcillas. 

 



 

RIBA DE SANTIUSTE EN TIERRA DE CASTILLOS

   Por vez primera suena en la historia el nombre de Riba de Santiuste, o Ripa, con motivo de las incursiones cristianas en tierras árabes, en el segundo decenio del siglo XI, con motivo de las incursiones en tierras árabes del rey leonés Fernando I.

   No obstante, es más que probable que hubiese anteriores incursiones de los reyes cristianos después de que la invasión árabe del año 711 dominase completamente la hoy provincia de Guadalajara, creándose por estas tierras una especie de línea defensiva ante las incursiones provenientes desde el Norte; desde la frontera del Duero.

   Una red de torres y castilletes levantada entre el Duero y el Tajo formaba igualmente una especie de línea defensiva, a la vez que eran utilizadas las torres como puntos de vigilancia y aviso desde los que controlar al enemigo y anunciar unas a otras las sucesivas incursiones, que hubieron de ocurrir desde poco después de que los reyes godos fuesen empujados a sus refugios norteños, desde los que iniciaron la larga e interminable reconquista de las tierras perdidas.

   Había perdido esta tierra el valor estratégico, si es que lo tuvo con anterioridad a la conquista árabe, siendo tierra pobre, poco cultivada y de escasos recursos, salvo algunas zonas señaladas en torno al Alto Rey y el valle del Salado, de las que los romanos trataron de sacar los beneficios de la tierra a través de sus minas de oro y plata, o la sal de sus pozos, explotando esta riqueza, al igual que más tarde lo harían los árabes; convirtiéndose la amplia faja de tierra que desde Jadraque, Hita o Guadalajara llega hasta Atienza y desde aquí se introduce en la actual provincia de Soria, en terrenos de escasa población dedicada mayoritariamente a la ganadería, con una gran despoblación, efecto de las incursiones de unos y otros reinos.

   Llegando las tropas reconquistadoras de los reyes astures en sus avances hacia tierras del Sur, en contadas ocasiones hasta tierras de Atienza, defendidas por la rocosa mole de su castillo,  defendido a su vez por fuerzas árabes dependientes de los reinos Taifas.

   Será a partir del reinado de Alfonso II el Casto (760-842), cuando esta tierra comience a tener una relativa importancia a la hora de los avances cristianos, tras la llegada de sus tropas hasta las tierras de León; siendo más adelante las de Ordoño I (821-866)  quien las repuebla en torno al año 856, repoblando las comarcas del Duero al tiempo que en ella levanta los castillos defensivos desde los que continuar el avance hacia el Sur.

 




 

ROMANILLOS DE ATIENZA, DE LUGAR A VILLA

   Se encuentra Romanillos de Atienza en la Serranía de Guadalajara, y más concretamente en la Sierra de Pela, como población fronteriza entre las actuales provincias de Guadalajara y Soria; en clima frío, por su altura, y en una tierra hoy amenazada por la despoblación.

   Fue una población importante dentro de la comarca, en la que dominó la ganadería, y fue, quizá, una de las más antiguas de esta tierra.

   En la localidad, tras la reconquista, se levantó una de las más interesantes iglesias románicas que el tiempo se encargó de desvirtuar, a pesar de mantener algunos de los retablos más interesantes del obispado de Sigüenza, labrados en el siglo XVIII.

   La población comenzó a perder habitantes mediado el siglo XX, antes trató de ser una de las punteras de la Tierra de Atienza, logrando el título de villazgo en el primer cuarto del siglo XIX.

   Las páginas siguientes tratan de hacer memoria del pasado y del presente, con el ánimo de que sirvan para un mayor estudio y el descubrimiento de una historia que no se puede perder, sino recuperar.

 


 

RUGUILLA Y EL MONASTERIO DE ÓVILA

   A cinco Kilómetros de Cifuentes, en la confluencia de tres amenos vallejos cerrados a Saliente por el redondeado lomo de la Cuesta de la Sierra, el pueblo de Ruguilla (Guadalajara) contornea trepando hasta la cúspide, un cerrillo cónico cubierto por agrio peñasco de pudinga, sobre el que se alza la castellanísima ermita de Santa Bárbara precedida de un porche sobre columnas jónicas de alta basa; los cerros inmediatos están asimismo cubiertos de lastras tobizas, tras ellos otros más altos aparecen tapizados de verdor gracias a los chaparrales y sobre todo al romero, tomillo y multitud de arbustos y plantas montaraces, con predominio de las labiadas; en las veguitas encantadoras surcadas por múltiples arroyos, los nogales centenarios lucen en primavera la pompa de sus enormes copas verdes, o los álamos negros y blancos agrupándose en apretados y umbrosos sotos frente al lugar y a lo largo del pintoresco valle de “tras la Muela”, siguen el curso de bellísimas barrancas pródigas en cascadas rumorosas semiocultas por una vegetación rica y variada, donde figuran la zarzamora, la  madreselva, los lampazos de enormes hojas triangulares, las malvas silvestres, las enredaderas que en mayo esmaltan aquellos lindos rincones con la policromía de sus campánulas, y el musgo tapiz de los peñascos multiformes…(Francisco Layna Serrano)

   Sí, Ruguilla fue la segunda patria chica de Francisco Layna Serrano, pues allí se trasladó a vivir la familia cuando nuestro historiador contaba con cinco o seis años de edad. Y cantó y escribió sobre Ruguilla con pasión.

   Es uno de esos pueblos con encanto que nos ofrece la provincia de Guadalajara, y que a través de las páginas de esta sencilla obra tratamos de descubrir, desde su más remoto pasado, hasta la presente realidad.

   Por sus páginas desfilan historia, folklore, personajes, cantos, ritos, esperanzas… La crónica de un pueblo hermoso, en una tierra hermosa, unida e alguna manera a la historia de otro de los emblemas provinciales: El Monasterio de Óvila, que tanto nos cuenta, y tanto nos queda por contar.

   Ruguilla, el lugar que habitaron las primitivas civilizaciones y que, allá por los inicios del siglo XVIII, se convirtió en Villa. El rey Felipe V, apenas alcanzado el trono, dictó aquello de: e vos damos poder e entera facultad para que podáis poder, y tener e  pongades, Horca e Picota y Cepo, e Carcel y Cadena e Cuchillo, y Azote, y todas las otras  insignias de Jurisdiccion que las Villas sobre si de estos reinos pueden e deben tener y usar…



 

SOMOLINOS Y SU LAGUNA

   Se encuentra Somolinos en la Sierra Norte de la provincia de Guadalajara, prácticamente en los límites de esta provincia con las de Segovia y Soria.

La antigüedad de la población se remonta más allá del siglo XII, cuando la comarca fue conquistada para la corona castellana por las tropas de Alfonso el Batallador.

Su tierra, se vio favorecida por el transcurrir de las aguas que dio origen a su famosa Laguna, a cuya vera surgieron industrias de papel, eléctricas, de cobre y, por supuesto, harineras.

En las páginas siguientes nos acercamos al antes y al después de la población, a sus gentes y a la historia, hasta donde nos ha sido posible llegar, para descubrir uno de los pueblos más encantadores, por su entorno, de la provincia de Guadalajara, siempre por descubrir.



 

UJADOS Y SU ENTORNO

   Ujados es nombre que suena a historia lejana, tanto que nos invita a descubrir su pasado; o al menos dedicar unas páginas a una población que fue importante, en habitantes y arte, a lo largo de la historia, y que el avance de los siglos ha condenado al silencio y la despoblación.

   Suena el nombre mucho antes de la reconquista cristina de esta parte de la tierra de Atienza. Nombre que se irá repitiendo a través de los siglos, desde que por vez primera, o segunda o tercera, que nunca la historia, o los historiadores, se pondrán de acuerdo, en los años finales del siglo XI o en los comienzos del XII.

   De lo que no podemos dudar es de que en los diccionarios y enciclopedias, nacidas en los últimos años del siglo XVIII y que alcanzan la gloria en el siguiente, a Ujados, el hoy pequeño y  apartado municipio de la Serranía de Atienza, o de Guadalajara, ocupa su lugar.

 


 

VILLACADIMA. TIERRA DE SILENCIO

   Villacadima fue uno de los pueblos más representativos de la arquitectura ganadera serrana, que también los hay, de la provincia de Guadalajara.

   Surgió con anterioridad a la Reconquista cristiana de la tierra, como evidencia su nombre árabe, y perteneció, tras ella, a la Tierra de Atienza, antes de incorporarse poco tiempo después a la de Ayllón, en la que se mantuvo al menos desde el siglo XIV al XIX, perteneciendo durante estos a las provincias de Segovia y Burgos, pasando a la de Guadalajara en 1833.

   Población principalmente ganadera, en la que hicieron fortuna los hidalgos Sanz Merino, fue sumamente castigada durante los años de la invasión francesa y Guerra de la Independencia, al formar parte de la Junta de Defensa de Burgos el cura de la localidad; quedando establecida en su término, durante algunos años, no sólo la estructura financiera, también la imprenta de aquella Junta, hasta ser apresada en el vecino pueblo de Grado del Pico.

   El siglo XX hizo que poco a poco fuese desapareciendo la población hasta quedar totalmente deshabitada, quedando abandonada incluso una de las iglesias románicas más representativas de la hoy provincia de Guadalajara; después de que los descendientes de aquellos hidalgos serranos, cuyos restos reposan a la posteridad bajo significativas losas, se afincasen en Segovia, Riaza o Almazán, e incluso sus últimos personajes populares, como el escultor Bienvenido Martín Hergueta, tomasen el camino de la gran ciudad.

   A pesar de ello, de ser una tierra de silencio, Villacadima se asoma, todavía hoy, a los últimos pliegues de la tierra de Guadalajara, con su hoy, y con su ayer. Un ayer que se descubre, paso a paso, en las páginas siguientes.



 

 LA CASA DE PIEDRA. CRÓNICA DE UNA VOLUNTAD





   El 19 de marzo de 1907, Lino Bueno Utrilla, de 58 años de edad; natural de Esteras del Ducado (Soria), y residente en Alcolea del Pinar (Guadalajara), emprendió la tarea de tallarse una vivienda dentro de una roca en el pueblo en donde residía con su mujer e hijos. 



  Nada tenía que ver su obra con las conocidas viviendas-cueva, excavadas en la arena, en la falda de los cerros, en otros puntos de la península. 


   Durante cerca de veinte años, Lino Bueno horadó el interior de la roca, de rodezno, en la que talló basares para la cocina, escaleras o ventanas.

   Lo que sigue a continuación es parte de aquella historia; la repercusión del trabajo de un hombre que venció todas las dificultades en busca de un sueño: tener su propia casa.

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