viernes, noviembre 20, 2020

MEMORIA DE LA INCLUSA DE ATIENZA

MEMORIA DE LA INCLUSA DE ATIENZA
Acogió en la villa a los chiquillos abandonados por sus padres, o que estos no podían mantener


   Contó Atienza, en la lejana Edad Media, con servicios que pocas poblaciones fueron capaces de dar a sus naturales o visitantes, como lo fueron los hospitales de peregrinos y transeúntes, o el más exclusivo de un orfelinato o inclusa, como hoy lo conoceríamos, especie de hospital entonces, destinado a la acogida de los niños huérfanos o abandonados que, de no ser atendidos en uno de estos centros, estaban destinados a la muerte.



   Pocos de estos, en la época medieval, hubo en la hoy provincia de Guadalajara, fundándose algunos de ellos avanzado el siglo XVIII y creándose en el siguiente, por cuenta de la primera institución provincial la Inclusa de Guadalajara.

   Esboza Francisco Layna Serrano en su ya conocida Historia de la Villa de Atienza apenas unas líneas en torno a la que fue Inclusa o Casa de Maternidad de Atienza, de la que apenas nos han llegado los precisos datos históricos como para conocer el origen de su fundación y, por supuesto, el servicio que ofreció a lo largo de su historia. De Francisco Layna tomamos los datos, a modo de introducción de esta breve reseña:

   También en el siglo XIII existía en Atienza un orfelinato –nos dice en su obra-, o casa para niños expósitos donde se criaba a estos, que permanecían en ella hasta los catorce años; siendo sostenidos los gastos por el Concejo, ayudado por alguna de las numerosas cofradías existentes en la villa, así como por las limosnas de particulares o de otros concejos vecinos. A este orfelinato o casa de maternidad se le llamaba impropiamente hospital de San Marcos; hospital u orfelinato que al igual que el resto de los existentes en la villa también fue refundido en el de San Julián a comienzos del siglo XVIII.

   Se encontraba, el orfelinato de San Marcos en el arrabal de Puertacaballos, donde todavía hoy existen restos de un edificio con puerta de medio punto y canecillos esculpidos bajo lo que fue el alero; y que hasta bien entrado el siglo XX fue conocido, aunque ya sin serlo, como hospital de San Lázaro.  A Francisco Layna le facilitó aquellos datos quien entonces era arcipreste de Atienza,  apoyándose para ubicar la institución en una escritura fechada en 1710, nueve años más tarde de haberse refundido en uno sólo todos los hospitales de Atienza, excepto el de San Antón que continuó perteneciendo a la orden de los antonianos; ese documento manifiesta que el Concejo como patrono de aquella obra pía cambia por ciertas tierras una casa que fue santuario de San Marcos, sita en el barrio de Puertacaballos –apunta Francisco Layna siguiendo al arcipreste atencino.


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   Si parece ser que desde el siglo XVIII, cuando se refundaron los hospitales de Atienza en uno sólo, pasó a depender del de San Julián, pasando poco tiempo después al antiguos hospital de Santa Ana, en el que hubo torno para que las madres que entonces se llamaron “descarriadas”, pudieran dejar a los niños que no podían criar, antes de abandonarlos en la calle. Torno que se encontraba en el portal del edificio que mantenía abiertas sus puertas noche y día.

   Fueron muchos los conocidos “incluseros” que pasaron por la de Atienza, a algunos de los cuales se les añadió como apellido la casa en la que desarrollaron los primeros años de sus vidas: “Expósito”.

   Siendo la de Atienza una de las más prestigiosas de la hoy provincia de Guadalajara y que pasó, a mediados del siglo XIX, a depender de la Diputación provincial de Guadalajara y su conocida Casa de Maternidad, que contó con lo que entonces se llamó “Hijuela de Atienza”, es decir, la Inclusa histórica atencina.

  Fue el XIX un siglo en el que las diputaciones provinciales tuvieron que organizar muchas cosas, las maternidades o inclusas entre ellas. La de Guadalajara se encontró con dos o tres, aparte de la de Atienza, puesto que también en la capital de la provincia funcionó otra, por lo que, para atenderlas, creó en 1839 la Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guadalajara que tenía, entre otros fines, el auxilio de la maternidad afligida. Al tiempo aprobaba el primer Reglamento de la Casa de Maternidad, al cuidado de las anteriores. Se trataba, sin lugar a dudas, de un servicio necesario que salvaría cientos de vidas de chiquillos. El extenso Reglamento se ocupaba de todo cuanto debía regularse para la educación de las criaturas, y su futuro.

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   Los chiquillos que pasaban a depender de la Inclusa no siempre se educaban o criaban en la institución, sino que también había, fuera de ella, una serie de mujeres repartidas por la provincia que admitían, previo pago de la cantidad correspondiente a lactancia, vestimenta, etc., criar o amamantar a aquellos chiquillos.

   Se trataba de las denominadas “amas externas”, o amas externas de lactancia. Un servicio para la Institución que se extendió desde Madrid.

   Por supuesto que no tenían por los incluseros el mismo cariño que por los propios hijos, muchos de ellos fueron abandonados en los duros tiempos en los que la provincia padeció las mortíferas epidemias de cólera que recorrieron nuestros pueblos entre 1834 y 1885, pero al menos y salvando estas desdichas, los chiquillos abandonados y acogidos por este medio conocían algo más que las cuatro paredes de la institución a la que la mala suerte de la vida los había enviado.

   La Hijuela de Atienza, la Inclusa, pasó a depender de la Diputación Provincial de Guadalajara poco después de establecerse la provincial, siendo nombrado un Administrador que en Atienza se encargaba de que todo funcionase de acuerdo a leyes y reglamentos aprobados en Guadalajara, encargándose al mismo tiempo de seleccionar a las amas de lactancia y a las familias a las que se les confiaba la crianza de los chiquillos que, en muchas ocasiones, pasaba desapercibido para el resto de vecinos de los pueblos respectivos. Tal era el sigilo con el que se llevaba a cabo la misión, a fin de que los muchachos, cuando abandonasen la maternidad, no llevasen colgado el sambenito de “incluseros”. Algo que, por otra parte, y como ya apuntamos más arriba, delataba en muchas ocasiones el apellido. La ley de los hombres y la trampa de los hombres, con sus dos varas de medir. El pago a las amas de cría se hacía previo anuncio oficial por parte de la institución.

   El Director de la Maternidad Provincial, aunque sólo fuese de forma representativa, solía ser el Presidente de la Diputación, interviniendo como vocales alguno de los numerosos diputados; el de la local el Alcalde de la Villa, asistidos ambos por los delegados de sanidad correspondientes y, por supuesto, en el caso de Atienza, del arcipreste de la villa, que ejercía como capellán de la Casa.

   La Casa de Maternidad y Expósitos de Guadalajara estuvo regida por diez hermanas de la Congregación de San Vicente de Paul, en un edificio que reunía todas las condiciones necesarias para el mantenimiento y educación de las criaturas; como aulas, dormitorios, capilla, patios, etc. Llegando a tener en el periodo más complicado para la historia del establecimiento a cerca de cuarenta niños recogidos. El edificio fue bombardeado y destruido por la aviación al servicio del general Francisco Franco en 1936.

   La de Atienza, en el Hospital de Santa Ana, llegó a tener hasta dos docenas de chiquillos antes de pasar definitivamente a la Diputación provincial y quedar en Atienza en forma poco menos que testimonial, a raíz de uno de los más graves escándalos municipales que se vivieron en la villa castillera, por el que algunos respetables concejales de los más ilustres apellidos atencinos y mejor posición económica inscribían a sus hijos como huérfanos para cobrar las ayudas de la Diputación provincial. Sucedió en las décadas de 1910 y 1920.

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   El Reglamento recogía todos los extremos en cuanto hace referencia a la atención de los chiquillos, incluso las tres comidas que se les debían de dar cada día compuestas de almuerzo, comida y cena.

   Y el menú correspondiente. De almuerzo sopa de ajo, chocolate, café con leche, migas y arroz. En comida sopas de pan, sopa de arroz, garbanzos, carne y tocino. Para cenar, judías, patatas, lentejas o arroz, alternando con un segundo de tortilla, huevos, bacalao o merluza.

   Julián Ortega Asenjo, el Alcalde de Atienza que ocupó el sillón municipal entre 1949 y 1979 fue el último encargado de la Hijuela de Atienza, en su calidad de Alcalde de la Villa y Diputado Provincial, antes de su desaparición, más o menos oficial, en torno a 1965.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 20 de noviembre de 2020


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