Acogió en la villa a los chiquillos abandonados por sus padres, o que estos no podían mantener
Contó Atienza, en la lejana Edad Media, con servicios que pocas
poblaciones fueron capaces de dar a sus naturales o visitantes, como lo fueron
los hospitales de peregrinos y transeúntes, o el más exclusivo de un orfelinato
o inclusa, como hoy lo conoceríamos, especie de hospital entonces, destinado a
la acogida de los niños huérfanos o abandonados que, de no ser atendidos en uno
de estos centros, estaban destinados a la muerte.
Pocos de estos, en la época medieval, hubo en la hoy provincia de
Guadalajara, fundándose algunos de ellos avanzado el siglo XVIII y creándose en
el siguiente, por cuenta de la primera institución provincial la Inclusa de
Guadalajara.
Esboza Francisco Layna Serrano en su ya conocida Historia de la Villa de Atienza apenas unas líneas en torno a la que
fue Inclusa o Casa de Maternidad de Atienza, de la que apenas nos han llegado
los precisos datos históricos como para conocer el origen de su fundación y,
por supuesto, el servicio que ofreció a lo largo de su historia. De Francisco
Layna tomamos los datos, a modo de introducción de esta breve reseña:
También
en el siglo XIII existía en Atienza un orfelinato –nos dice en su obra-, o casa
para niños expósitos donde se criaba a estos, que permanecían en ella hasta los
catorce años; siendo sostenidos los gastos por el Concejo, ayudado por alguna
de las numerosas cofradías existentes en la villa, así como por las limosnas de
particulares o de otros concejos vecinos. A este orfelinato o casa de
maternidad se le llamaba impropiamente hospital de San Marcos; hospital u
orfelinato que al igual que el resto de los existentes en la villa también fue
refundido en el de San Julián a comienzos del siglo XVIII.
Se encontraba, el orfelinato de San Marcos en el arrabal de
Puertacaballos, donde todavía hoy existen restos de un edificio con puerta de
medio punto y canecillos esculpidos bajo lo que fue el alero; y que hasta bien
entrado el siglo XX fue conocido, aunque ya sin serlo, como hospital de San
Lázaro. A Francisco Layna le facilitó
aquellos datos quien entonces era arcipreste de Atienza, apoyándose para ubicar la institución en una
escritura fechada en 1710, nueve años más tarde de haberse refundido en uno
sólo todos los hospitales de Atienza, excepto el de San Antón que continuó
perteneciendo a la orden de los antonianos; ese
documento manifiesta que el Concejo como patrono de aquella obra pía cambia por
ciertas tierras una casa que fue santuario de San Marcos, sita en el barrio de
Puertacaballos –apunta Francisco Layna siguiendo al arcipreste atencino.
EL VALLE DE LA SAL. LA NOVELA QUE DESCUBRE UNA TIERRA (Conócela aquí)
Si
parece ser que desde el siglo XVIII, cuando se refundaron los hospitales de Atienza
en uno sólo, pasó a depender del de San Julián, pasando poco tiempo después al antiguos
hospital de Santa Ana, en el que hubo torno para que las madres que entonces se
llamaron “descarriadas”, pudieran
dejar a los niños que no podían criar, antes de abandonarlos en la calle. Torno
que se encontraba en el portal del edificio que mantenía abiertas sus puertas
noche y día.
Fueron muchos los conocidos “incluseros”
que pasaron por la de Atienza, a algunos de los cuales se les añadió como
apellido la casa en la que desarrollaron los primeros años de sus vidas: “Expósito”.
Siendo
la de Atienza una de las más prestigiosas de la hoy provincia de Guadalajara y
que pasó, a mediados del siglo XIX, a depender de la Diputación provincial de
Guadalajara y su conocida Casa de Maternidad, que contó con lo que entonces se
llamó “Hijuela de Atienza”, es decir,
la Inclusa histórica atencina.
Fue el XIX un siglo en el que las diputaciones provinciales tuvieron que
organizar muchas cosas, las maternidades o inclusas entre ellas. La de
Guadalajara se encontró con dos o tres, aparte de la de Atienza, puesto que
también en la capital de la provincia funcionó otra, por lo que, para
atenderlas, creó en 1839 la Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guadalajara
que tenía, entre otros fines, el auxilio de la maternidad afligida. Al tiempo
aprobaba el primer Reglamento de la Casa de Maternidad, al cuidado de las
anteriores. Se trataba, sin lugar a dudas, de un servicio necesario que
salvaría cientos de vidas de chiquillos. El extenso Reglamento se ocupaba de
todo cuanto debía regularse para la educación de las criaturas, y su futuro.
Los chiquillos que pasaban a depender de la Inclusa no siempre se
educaban o criaban en la institución, sino que también había, fuera de ella, una
serie de mujeres repartidas por la provincia que admitían, previo pago de la
cantidad correspondiente a lactancia, vestimenta, etc., criar o amamantar a
aquellos chiquillos.
Se
trataba de las denominadas “amas externas”,
o amas externas de lactancia. Un
servicio para la Institución que se extendió desde Madrid.
Por
supuesto que no tenían por los incluseros el mismo cariño que por los propios
hijos, muchos de ellos fueron abandonados en los duros tiempos en los que la
provincia padeció las mortíferas epidemias de cólera que recorrieron nuestros
pueblos entre 1834 y 1885, pero al menos y salvando estas desdichas, los
chiquillos abandonados y acogidos por este medio conocían algo más que las
cuatro paredes de la institución a la que la mala suerte de la vida los había
enviado.
La Hijuela de Atienza, la Inclusa, pasó a depender de la Diputación
Provincial de Guadalajara poco después de establecerse la provincial, siendo
nombrado un Administrador que en Atienza se encargaba de que todo funcionase de
acuerdo a leyes y reglamentos aprobados en Guadalajara, encargándose al mismo
tiempo de seleccionar a las amas de lactancia y a las familias a las que se les
confiaba la crianza de los chiquillos que, en muchas ocasiones, pasaba
desapercibido para el resto de vecinos de los pueblos respectivos. Tal era el
sigilo con el que se llevaba a cabo la misión, a fin de que los muchachos,
cuando abandonasen la maternidad, no llevasen colgado el sambenito de “incluseros”. Algo que, por otra parte, y
como ya apuntamos más arriba, delataba en muchas ocasiones el apellido. La ley
de los hombres y la trampa de los hombres, con sus dos varas de medir. El pago
a las amas de cría se hacía previo anuncio oficial por parte de la institución.
El Director de la Maternidad Provincial,
aunque sólo fuese de forma representativa, solía ser el Presidente de la
Diputación, interviniendo como vocales alguno de los numerosos diputados; el de
la local el Alcalde de la Villa, asistidos ambos por los delegados de sanidad
correspondientes y, por supuesto, en el caso de Atienza, del arcipreste de la
villa, que ejercía como capellán de la Casa.
La
Casa de Maternidad y Expósitos de Guadalajara estuvo regida por diez hermanas
de la Congregación de San Vicente de Paul, en un edificio que reunía todas las
condiciones necesarias para el mantenimiento y educación de las criaturas; como
aulas, dormitorios, capilla, patios, etc. Llegando a tener en el periodo más
complicado para la historia del establecimiento a cerca de cuarenta niños
recogidos. El edificio fue bombardeado y destruido por la aviación al servicio
del general Francisco Franco en 1936.
La de Atienza, en el Hospital de Santa Ana, llegó a tener hasta dos
docenas de chiquillos antes de pasar definitivamente a la Diputación provincial
y quedar en Atienza en forma poco menos que testimonial, a raíz de uno de los
más graves escándalos municipales que se vivieron en la villa castillera, por
el que algunos respetables concejales de los más ilustres apellidos atencinos y
mejor posición económica inscribían a sus hijos como huérfanos para cobrar las
ayudas de la Diputación provincial. Sucedió en las décadas de 1910 y 1920.
El Reglamento recogía todos los extremos en cuanto hace referencia a la
atención de los chiquillos, incluso las tres comidas que se les debían de dar
cada día compuestas de almuerzo, comida y cena.
Y
el menú correspondiente. De almuerzo sopa
de ajo, chocolate, café con leche, migas y arroz. En comida sopas de
pan, sopa de arroz, garbanzos, carne y tocino.
Para cenar, judías, patatas, lentejas o
arroz, alternando con un segundo de tortilla, huevos, bacalao o merluza.
Julián Ortega Asenjo, el Alcalde de Atienza que ocupó el sillón
municipal entre 1949 y 1979 fue el último encargado de la Hijuela de Atienza, en
su calidad de Alcalde de la Villa y Diputado Provincial, antes de su
desaparición, más o menos oficial, en torno a 1965.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 20 de noviembre de 2020
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