viernes, julio 17, 2020

ALCORLO Y EL BORNOVA


ALCORLO Y EL BORNOVA
Memoria de un río que anegó un pueblo


   El río Bornova que da nombre al sexmo que se  integró en las tierras de Jadraque cuando se segregó de las de Atienza, tiene su nacimiento en tierras de Somolinos, para añadir sus aguas a las del Henares en las cercanías de Miralrío, luego de recorrer a través de la serranía del Alto Rey sesenta y seis kilómetros, y unírsele toda una red de arroyos y arroyuelos que acrecientan su cauce, haciendo acopio de caudales y pasando por tierras de Prádena de Atienza, Gascueña, Villares de Jadraque, Hiendelaencina, Zarzuela de Jadraque, Alcorlo, San Andrés del Congosto, Membrillera y Castilblanco.



   A lo largo de su recorrido recibe las aguas del río Pelagallinas, que baja de las cumbres del Alto Rey; del arroyo del Avellano, que viene de Santotís; Retuerta y Valdecanal en Prádena; del Barrio, Canalón y Cerezo, en Gascueña, y de tantos otros cuya enumeración se haría interminable.

   Es, sin lugar a dudas, el río que trajo el progreso, y que con el pasar de los siglos llevará también el fin, a una de las localidades a las que dio vida, Alcorlo.

   Que sus cercanías fueron pobladas desde tiempos prehistóricos lo podrían indicar las grandes cuevas, o cavernas, que hasta no hace demasiados años, cuando el agua se adueñó de ellas, podían visitarse a ambos lados del paso del Congosto. Siete principales y algunas secundarias; la más importante, la Grande, seguida de la de Pitas, la Torrecilla, el Caldero, la de los Pescadores, la del tío Marcelino y por supuesto, la de los Murciélagos por los que, contaron quienes la recorrieron, se encontraban a cientos.

   Juan-Catalina García López, tan expresivo en la historia como en el relato de sus viajes, contó que era desagradable visitarlas porque se iba recibiendo constantemente en cara y  manos los bofetones de los atolondrados murciélagos que en número prodigioso se albergan por todas las resquebrajaduras.

   El sexmo del Bornova comprendía las actuales localidades de Arroyo de Fraguas, Alcorlo, La Bodera, Bustares, Castilblanco, Carrascosa, Congostrina, Gascueña, Hiendelaencina, Jadraque, Medranda, Membrillera, Nava de Jadraque, Las Navas, Pálmaces, Pinilla, El Ordial, Robredarcas, Robledo, San Andrés del Congosto, Semillas, La Toba, Torremocha, Villares y Zarzuela (como principales núcleos de población), junto a algunos despoblados. Pasará a la historia como una de las posesiones en las que se dividieron las tierras de Jadraque dentro de los dominios del Cardenal Pedro González de Mendoza.

   La villa de Atienza y su Común, como posesiones reales, serán a lo largo de la historia entregadas como dote de casamiento a algunos de los futuros príncipes o princesas, poseyendo en repetidas ocasiones éste señorío las mujeres que más tarde ocuparán el trono consorte del reino en virtud de matrimonio, y actuando a veces de forma arbitraria, puesto que sus distintas poseedoras podían usar el usufructo, pero no la propiedad; aun así entregarán lugares y tierras que serán apartadas del Común, para formar nuevos señoríos. Se segregarán de Atienza las tierras de Cogolludo, y más tarde las de Cifuentes; Palazuelos y una buena parte de las serranías de Miedes y Galve de Sorbe. Unas y otras fueron a parar a manos de la orden militar de Calatrava; a doña Mayor de Guillén; Iñigo López de Orozco y el infante don Juan Manuel, respectivamente.

   No obstante, uno de los mayores quebrantos en cuanto a segregación de tierras del Común atencino se deberá a la reina doña María de Aragón, mujer de Juan II, al dotar a la nieta de Pedro I el Cruel cuando se casó con el camarero real Gómez Carrillo, con un número de poblaciones cercano al medio centenar. Así, el 15 de noviembre de 1434, pasarán a su posesión, entre otras, las tierras de Jadraque con sus lugares y aldeas, algunas de las cuales irán a parar más tarde a manos de terceros por medio de ventas y cesiones hechas por Gómez Carrillo, siempre necesitado de fondos económicos.

   La tierra de Jadraque, incluyendo en ella los sexmos del Bornova y del Henares, quedó constituida a partir de mediados del siglo XV por cerca de cuarenta aldeas y lugares, de los que la mayoría pasarán a ser heredados por Alonso Carrillo de Acuña, hijo de Gómez Carrillo, que tendrán para el futuro una historia común.

   Desde que los primeros miembros de la familia Mendoza adquirieron posesiones en la provincia de Guadalajara a partir del siglo XIV y tras obtener Hita, junto a otros pequeños lugares del entorno, así como otros en tierras de Galve, de Miedes, de Palazuelos y Cifuentes, segregadas del Común de Atienza, fue una constante en ellos reunir en torno a aquellas otras más extensas que las viniesen a ampliar, al tiempo que iban concentrando a base de compras y trueques sus dominios en las tierras de Guadalajara, no dejando escapar cualquier ocasión que se les pudiese brindar, como siglos adelante continuarían haciendo, con el fin principal de que aquellas tierras que habían sido propias continuasen en el seno familiar, derivando al cabo de los años y los siglos en el extenso ducado del Infantado.

   Al primer señor de Hita, Pero González de Mendoza, lo heredó su hijo, Diego Hurtado de Mendoza, quien adquirió mancomunadamente las tierras de Galve, aún a pesar de los pleitos que su viuda, Leonor de la Vega, hubo de mantener para hacer prevalecer sus derechos con la otra parte compradora. Y años adelante el primer marqués de Santillana, heredero de éste y del señorío de Hita, adquiere también las tierras y castillo de Beleña, extendiendo su autoridad desde aquí  a Palazuelos.

   Los extensos dominios de Jadraque serán objeto de varias transacciones; los Gómez Carrillo, se irán deshaciendo de distintas aldeas que van a parar a miembros de la familia Mendoza, hasta que finalmente el Cardenal Pedro González adquiere toda la tierra con sus sexmos mediante cambio o trueque, con Alonso Carrillo de Acuña, al que ofrece la villa y castillo de Maqueda, así como la alcaidía mayor de Toledo por Jadraque y su tierra.

   La agricultura, y una escasa ganadería, son las fuentes principales de sustento para Alcorlo a lo largo de los siglos, que cultivó trigo, cebada, centeno y recogió algunas frutas y, principalmente hortalizas que comenzarían a ser apreciadas en los mercados cercanos de Jadraque y Cogolludo a partir del siglo XVI; disponiendo de un molino junto a las aguas del Bornova que, como suele ser habitual, perteneció al “Señor” de la tierra, el Duque del Infantado a partir del siglo XVII.

   El río Bornova, sin duda la mejor fuente de vida del municipio, se convertirá, a lo largo del siglo XX, en su mayor quebranto, hasta de alguna manera hacer que el pueblo desaparezca.

   Todo da comienzo con la construcción del Canal del Henares que ha de regar una amplia faja de terreno en poblaciones próximas a Guadalajara, y ha de continuar en las vecinas de Madrid. Canal que se nutrirá de las aguas del Henares pero que, con la llegada del verano, resulta insuficiente su caudal, por lo que se mirará a las aguas del Bornova, a fin de incrementarlas.







   Las primeras noticias sobre la construcción del embalse que terminaría por ahogar el valle nacerán con el siglo XX. Desde Guadalajara y pueblos aledaños se pide el incremento de caudal del Canal del Henares, y desde la prensa, conocida la noticia del Proyecto de los pantanos, presas y embalses de Beleña, Pálmaces, y Alcorlo, se pide que aquello se lleve a efecto, siendo uno de los abanderados del proyecto el semanario Flores y Abejas quien a lo largo del año 1900 insistirá en que se lleven a cabo los trabajos. El periódico madrileño El Globo, con fecha 29 de septiembre de 1901, avanzó que las obras de los pantanos o embalses de Alcorlo, Beleña y Muriel, con la terminación de las obras del Canal, tendrían un coste de 2.630.000 pesetas. Sin embargo, y por extraño que parezca, los estudios quedarán suspendidos y no volverá a hablarse del pantano hasta siete años después, en el mes de junio de 1910; para quedar nuevamente en el olvido y mantener así, a lo largo del siglo XX a los vecinos con el alma en vilo. Sin saber con certeza si algún día tendrían que dejar la tierra de sus mayores, o podrían terminar, como aquellos, descansando a la eternidad de los siglos en su suelo.

   El río, que tanta riqueza dio a la tierra y serranía de Atienza, anegó finalmente las calles del pueblo en los primeros meses de la década de 1980, casi un siglo después de que por vez primera alguien trazase sobre un plano lo que habría de ser riqueza para unos, y olvido para otros.

  Tanto bienestar como trajo el Bornova para los pueblos de su entorno, y tanta sombra negra como dejó del Congosto hacía arriba, anegando incluso aquellas cuevas o cavernas que fueron historia viva en la comarca y a las que, cuentan, se introdujeron centenares de toneladas de cemento, para taponar las oquedades por las que pudieran escapar aquellas aguas.

   Alcorlo y el Bornova, la triste memoria de un río que anegó un pueblo.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 17 de julio de 2020

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