ALCORLO Y EL BORNOVA
Memoria de un río que anegó un pueblo
El río Bornova que da nombre al
sexmo que se integró en las tierras de
Jadraque cuando se segregó de las de Atienza, tiene su nacimiento en tierras de
Somolinos, para añadir sus aguas a las del Henares en las cercanías de
Miralrío, luego de recorrer a través de la serranía del Alto Rey sesenta y seis
kilómetros, y unírsele toda una red de arroyos y arroyuelos que acrecientan su
cauce, haciendo acopio de caudales y pasando por tierras de Prádena de Atienza,
Gascueña, Villares de Jadraque, Hiendelaencina, Zarzuela de Jadraque, Alcorlo,
San Andrés del Congosto, Membrillera y Castilblanco.
A lo largo de su recorrido
recibe las aguas del río Pelagallinas, que baja de las cumbres del Alto Rey;
del arroyo del Avellano, que viene de Santotís; Retuerta y Valdecanal en
Prádena; del Barrio, Canalón y Cerezo, en Gascueña, y de tantos otros cuya
enumeración se haría interminable.
Es, sin lugar a dudas, el río
que trajo el progreso, y que con el pasar de los siglos llevará también el fin,
a una de las localidades a las que dio vida, Alcorlo.
Que sus cercanías fueron pobladas desde
tiempos prehistóricos lo podrían indicar las grandes cuevas, o cavernas, que
hasta no hace demasiados años, cuando el agua se adueñó de ellas, podían
visitarse a ambos lados del paso del Congosto. Siete principales y algunas
secundarias; la más importante, la Grande, seguida de la de Pitas, la
Torrecilla, el Caldero, la de los Pescadores, la del tío Marcelino y por
supuesto, la de los Murciélagos por los que, contaron quienes la recorrieron,
se encontraban a cientos.
Juan-Catalina García López, tan expresivo en
la historia como en el relato de sus viajes, contó que era desagradable
visitarlas porque se iba recibiendo
constantemente en cara y manos los
bofetones de los atolondrados murciélagos que en número prodigioso se albergan
por todas las resquebrajaduras.
El sexmo del Bornova comprendía
las actuales localidades de Arroyo de
Fraguas, Alcorlo, La Bodera, Bustares, Castilblanco, Carrascosa, Congostrina,
Gascueña, Hiendelaencina, Jadraque, Medranda, Membrillera, Nava de Jadraque,
Las Navas, Pálmaces, Pinilla, El Ordial, Robredarcas, Robledo, San Andrés del
Congosto, Semillas, La Toba, Torremocha, Villares y Zarzuela (como principales
núcleos de población), junto a algunos despoblados. Pasará a la historia como una de las posesiones en las que se dividieron
las tierras de Jadraque dentro de los dominios del Cardenal Pedro González de
Mendoza.
La villa de Atienza y su Común,
como posesiones reales, serán a lo largo de la historia entregadas como dote de
casamiento a algunos de los futuros príncipes o princesas, poseyendo en
repetidas ocasiones éste señorío las mujeres que más tarde ocuparán el trono
consorte del reino en virtud de matrimonio, y actuando a veces de forma
arbitraria, puesto que sus distintas poseedoras podían usar el usufructo, pero
no la propiedad; aun así entregarán lugares y tierras que serán apartadas del
Común, para formar nuevos señoríos. Se segregarán de Atienza las tierras de
Cogolludo, y más tarde las de Cifuentes; Palazuelos y una buena parte de las
serranías de Miedes y Galve de Sorbe. Unas y otras fueron a parar a manos de la
orden militar de Calatrava; a doña Mayor de Guillén; Iñigo López de Orozco y el
infante don Juan Manuel, respectivamente.
No obstante, uno de los mayores
quebrantos en cuanto a segregación de tierras del Común atencino se deberá a la
reina doña María de Aragón, mujer de Juan II, al dotar a la nieta de Pedro I el
Cruel cuando se casó con el camarero real Gómez Carrillo, con un número de
poblaciones cercano al medio centenar. Así, el 15 de noviembre de 1434, pasarán
a su posesión, entre otras, las tierras de Jadraque con sus lugares y aldeas,
algunas de las cuales irán a parar más tarde a manos de terceros por medio de
ventas y cesiones hechas por Gómez Carrillo, siempre necesitado de fondos
económicos.
La tierra de Jadraque, incluyendo en ella
los sexmos del Bornova y del Henares, quedó constituida a partir de mediados
del siglo XV por cerca de cuarenta aldeas y lugares, de los que la mayoría
pasarán a ser heredados por Alonso Carrillo de Acuña, hijo de Gómez Carrillo,
que tendrán para el futuro una historia común.
Desde que los primeros miembros
de la familia Mendoza adquirieron posesiones en la provincia de Guadalajara a
partir del siglo XIV y tras obtener Hita, junto a otros pequeños lugares del
entorno, así como otros en tierras de Galve, de Miedes, de Palazuelos y
Cifuentes, segregadas del Común de Atienza, fue una constante en ellos reunir
en torno a aquellas otras más extensas que las viniesen a ampliar, al tiempo
que iban concentrando a base de compras y trueques sus dominios en las tierras
de Guadalajara, no dejando escapar cualquier ocasión que se les pudiese
brindar, como siglos adelante continuarían haciendo, con el fin principal de
que aquellas tierras que habían sido propias continuasen en el seno familiar,
derivando al cabo de los años y los siglos en el extenso ducado del Infantado.
Al primer señor de Hita, Pero
González de Mendoza, lo heredó su hijo, Diego Hurtado de Mendoza, quien
adquirió mancomunadamente las tierras de Galve, aún a pesar de los pleitos que
su viuda, Leonor de la Vega, hubo de mantener para hacer prevalecer sus derechos
con la otra parte compradora. Y años adelante el primer marqués de Santillana,
heredero de éste y del señorío de Hita, adquiere también las tierras y castillo
de Beleña, extendiendo su autoridad desde aquí a Palazuelos.
Los extensos dominios de Jadraque
serán objeto de varias transacciones; los Gómez Carrillo, se irán deshaciendo
de distintas aldeas que van a parar a miembros de la familia Mendoza, hasta que
finalmente el Cardenal Pedro González adquiere toda la tierra con sus sexmos
mediante cambio o trueque, con Alonso Carrillo de Acuña, al que ofrece la villa
y castillo de Maqueda, así como la alcaidía mayor de Toledo por Jadraque y su
tierra.
La agricultura, y una escasa
ganadería, son las fuentes principales de sustento para Alcorlo a lo largo de
los siglos, que cultivó trigo, cebada, centeno y recogió algunas frutas y,
principalmente hortalizas que comenzarían a ser apreciadas en los mercados
cercanos de Jadraque y Cogolludo a partir del siglo XVI; disponiendo de un
molino junto a las aguas del Bornova que, como suele ser habitual, perteneció
al “Señor” de la tierra, el Duque del
Infantado a partir del siglo XVII.
El río Bornova, sin duda la
mejor fuente de vida del municipio, se convertirá, a lo largo del siglo XX, en
su mayor quebranto, hasta de alguna manera hacer que el pueblo desaparezca.
Todo da comienzo con la
construcción del Canal del Henares que ha de regar una amplia faja de terreno
en poblaciones próximas a Guadalajara, y ha de continuar en las vecinas de
Madrid. Canal que se nutrirá de las aguas del Henares pero que, con la llegada
del verano, resulta insuficiente su caudal, por lo que se mirará a las aguas
del Bornova, a fin de incrementarlas.
Las primeras noticias sobre la
construcción del embalse que terminaría por ahogar el valle nacerán con el
siglo XX. Desde Guadalajara y pueblos aledaños se pide el incremento de caudal
del Canal del Henares, y desde la prensa, conocida la noticia del Proyecto de
los pantanos, presas y embalses de Beleña, Pálmaces, y Alcorlo, se pide que
aquello se lleve a efecto, siendo uno de los abanderados del proyecto el
semanario Flores y Abejas quien a lo largo del año 1900 insistirá en que se
lleven a cabo los trabajos. El periódico madrileño El Globo, con fecha 29 de
septiembre de 1901, avanzó que las obras de los pantanos o embalses de Alcorlo,
Beleña y Muriel, con la terminación de las obras del Canal, tendrían un coste
de 2.630.000 pesetas. Sin embargo, y por extraño que parezca, los estudios
quedarán suspendidos y no volverá a hablarse del pantano hasta siete años
después, en el mes de junio de 1910; para quedar nuevamente en el olvido y
mantener así, a lo largo del siglo XX a los vecinos con el alma en vilo. Sin
saber con certeza si algún día tendrían que dejar la tierra de sus mayores, o podrían
terminar, como aquellos, descansando a la eternidad de los siglos en su suelo.
El río, que tanta riqueza dio a
la tierra y serranía de Atienza, anegó finalmente las calles del pueblo en los
primeros meses de la década de 1980, casi un siglo después de que por vez
primera alguien trazase sobre un plano lo que habría de ser riqueza para unos,
y olvido para otros.
Tanto bienestar como trajo el Bornova
para los pueblos de su entorno, y tanta sombra negra como dejó del Congosto
hacía arriba, anegando incluso aquellas cuevas o cavernas que fueron historia
viva en la comarca y a las que, cuentan, se introdujeron centenares de
toneladas de cemento, para taponar las oquedades por las que pudieran escapar
aquellas aguas.
Alcorlo y el Bornova, la triste
memoria de un río que anegó un pueblo.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 17 de julio de 2020
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