viernes, diciembre 14, 2018

SIGÜENZA: VILLANCICOS PARA UNA CATEDRAL. La catedral de Sigüenza fue cuna de los grandes compositores musicales de la provincia.


SIGÜENZA: VILLANCICOS PARA UNA CATEDRAL.
La catedral de Sigüenza fue cuna de los grandes compositores musicales de la provincia.


   Don Juan Lorenzo Muñoz Sánchez, maestro de capilla de la Santa Iglesia Catedral de Santa María de Sigüenza, no nació en la ciudad episcopal, aunque en ella murió próximo a cumplir los ochenta años de una edad metida en música de villancicos, el 16 de abril de 1838. Era natural de un entonces pueblecito de Zaragoza, hoy poblachón, llamado Ariza, y llegó a Sigüenza cuando rondaba los veinte años de edad, hacía 1780, más o menos. En Ariza había nacido el 15 de diciembre de 1760 con lo que estaríamos celebrando, de celebrarlo en estos días, su 258 cumpleaños. 



   Fue discípulo, en asuntos musicales, de don Acacio Garcilópez de la Peña, a quien se tiene por natural de Argecilla, en nuestra provincia. En realidad don Juan Lorenzo Muñoz no pasó mucho tiempo con su maestro, pues don Acacio falleció en Sigüenza el 12 de noviembre de 1781, siendo, a su vez, discípulo de otro de los grandes músicos que ha dado la catedral, el soriano don Salvador de Sancho e Iturmendi, natural de Medinaceli y fallecido, como nuestros anteriores músicos, en Sigüenza; don Salvador el 11 de agosto de 1754.

   Son tres de los mejores músicos y compositores que vivieron la Sigüenza que cabalgó a lomos de dos siglos, el XVIII y el XIX, que hablaron alto y claro en el tema musical. Los tres dejaron innumerables composiciones, como maestros de capilla que fueron.

   Un oficio como otros muchos, dentro de la gran ciudad que componía, en  aquellos tiempos, la catedral. Una especie de ciudad dentro de la propia ciudad, de la que no hay mejor testimonio que el que, referido a la de Toledo, nos dejó escrito aquel gran novelista que fue don Vicente Blasco Ibáñez en una novela que no podía llevar otro nombre: La Catedral.

   No hace demasiado tiempo que los tres nombres de nuestros maestros de música saltaron a las noticias, al programarse un concierto con lo mejor de su música. Una música, entonces como hoy, calificada de religiosa, compuesta para engrandecer los oficios litúrgicos. 



La Catedral de Sigüenza, cuna de los villancicos en la provincia de Guadalajara


   Pocos han sido los maestros de capilla de la catedral de Sigüenza que no han dejado alguna de sus composiciones para la historia. Habiendo sido Sigüenza un referente en siglos pasados en esto de dar nombres a la composición, desde estos tres a  Gregorio Bueno de la Plaza, o Manuel Sardina, que interpretó parte de la música en la honras fúnebres que tuvieron lugar en la entonces catedral de Madrid, San Isidro, en honor de los héroes del alzamiento del 2 de mayo de 1808, Daoiz y Velarde, cuando fueron trasladados sus restos  el 1º de mayo de 1814.

   Y es que también la provincia ha dado a la historia de la música española algún que otro gran nombre; desde el universal guitarrista Segundo Pastor, a los Barbero de Hita, padre e hijo, pasando por José Casado –de Cogolludo-; Joaquín García Plaza –de Guadalajara-; Ruiz de Tejada, de Hiendelaencina; o Román García Sanz, que compuso el Himno de Guadalajara con letra de Miguel de Castro.

   Era habitual, en los tiempos de los que hacemos memoria que los músicos, como la mayoría de los artesanos, enseñasen el oficio a sus hijos. Y así Miguel de Sancho fue hijo de otro gran músico, natural de Morón de Almazán, Lucas de Sancho. Con Miguel de Sancho llegaron a la catedral algunos de los instrumentos musicales que más tarde formarían parte de las grandes orquestas, los violines, violas, flautas, trombas y oboes, ya que hasta entonces la mayor parte de la música se servía mayoritaria y casi exclusivamente, del órgano.


El seguntino Urbano Aspa, uno de los mayores compositores que ha dado la provincia de Guadalajara



   La mayoría de los músicos que salieron de Sigüenza a correr los cuatro puntos cardinales de España, y no fueron pocos, se formaron en el colegio de Infantes, del que salieron nombres como Diego de las Mulas, Mateo Villavieja, Juan José de Sigüenza, Jerónimo de Yanguas, Juan Carralero o Manuel de Osete. Y todavía, la nómina de ilustres maestros de música, y de infantes de coro, se podría ampliar.

   Por supuesto que todos, cada uno a su  manera, dejó su nombre para la historia; pero quizá fuese el primero de nuestros mentados, Juan Lorenzo Muñoz Sánchez, quien más destacó en aquello de dejar señalados algunos que otros villancicos para ser cantados en la Santa Iglesia Catedral por estos días. Villancicos que, con letra y música, acompañaron los actos religiosos más solemnes.

   Los títulos de todos ellos forman, como sus composiciones, una larga relación, iniciándose con las pastorelas del nacimiento y concluyendo con la adoración de los reyes, para ser interpretados por el coro y  con acompañamiento musical, sin que nos aclare, al contrario de lo que hace su antecesor, don Acacio Garcilópez, qué clase de instrumentos han de tocarse. Don Acacio refleja, en los que compone para ser interpretados en 1780, que la música será de órgano, violines, oboes y trompas.

   En 1783 comenzó a componer la música de sus  villancicos don Juan Lorenzo Muñoz, conservándose la  mayoría de ellos, hasta los que se interpretaron en 1801, siendo quizá los que más nos suenen los que escribió para ser cantados en 1796:

    Zagales festivos, pastores alegres, celebremos el gozo, que  de Belén nos viene, tengámosle alegre el día en que nace, el Rey de los Reyes, suene y resuene, con ruido sonoro, festivo y decente, castañuela y sonaja, con el panderete…

   Por supuesto que sí. Por supuesto que don Juan Lorenzo Muñoz fue igualmente maestro de grandes músicos. En este caso no fueron hijos de nuestro hombre quienes lo siguieron. A pesar de que dos de ellos, quizá por sernos más cercanos, destacan sobre todos los demás, José Flores Laguna, natural de Las Inviernas, donde nació el 3 de mayo de 1817 y quien tras recorrer España y Europa con sus composiciones murió en Madrid el 12 de enero de 1888 después de haber fundado varias orquestas y dirigido numerosos coros y, por supuesto, don Urbano Aspa y Arnao.



Todavía vivos, se mantienen los villancicos de Juan Lorenzo Muñoz


   De don Urbano es mucho lo que queda por decir, puesto que es quizá el músico de mayor renombre que ha dado el siglo XIX a la provincia. Don Urbano fue discípulo de don Juan Lorenzo, y a su vez, maestro de Gregorio Bueno de la Plaza, que también nació en Las Inviernas, entonces Villamayor de las Inviernas, seis o siete meses después que Flores Laguna, con lo que, al final, nuestra capilla musical termina girando sobre la misma mano.

   Don Urbano dejó al morir más de trescientas composiciones musicales que administró su hijo Mariano desde el domicilio familiar en la calle de la Aduana de Madrid, cuando el maestro se fue a morir a Fuencaliente (Soria), donde entregó su alma el 28 de agosto de 1884 a los 75 años de edad; había nacido en Sigüenza en 1809.

   Y, aunque todos los escribieron y musicalizaron, son sin duda los de nuestro maestro Juan Lorenzo Muñoz los villancicos que, por estos días, más animan la Navidad:

   Buscad esta dicha, que hoy viene a buscaros, Belén es la patria, la casa un establo, la cuna un pesebre y el traje unos paños…


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 14 de diciembre de 2019

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