MEMORIA DE LA IGLESIA DE MIEDES DE ATIENZA
Fue bendecida el 21 de diciembre de 1794
Doscientos veinticuatro años se cumplen
desde que fue bendecida e inaugurada de manera oficial la iglesia de Miedes de Atienza,
después de que, tras casi catorce años de obras, fuese levantada de nueva
planta.
Aquel 21 de diciembre de1794 y el siguiente
22, la práctica totalidad de los vecinos pueblo, a excepción de una familia y
sus más allegados, hicieron las correspondientes procesiones de sus casas a la
iglesia y de la iglesia a la ermita de la Soledad y vuelta a la iglesia,
mientras repicaban alegres las campanas por la solemnidad de los días, y los
curas párrocos, don José Villavieja y don Isidro Sanz, tras las bendiciones y
la colocación en el Sagrario del Santísimo, pasaban a la historia local.
La iglesia es uno de esos monumentos del
barroco provincial, menos valorado de lo que debiera y que siempre merece, como
toda esta parte de la provincia, una visita para descubrir lo mucho que por
aquí se guarda. Es, junto a la de Membrillera, obra de uno de los grandes
arquitectos madrileños de su tiempo, Manuel Machuca de Vargas, discípulo de
Ventura Rodríguez y autor de numerosas obras en el Madrid de finales del siglo
XVIII.
Su elección como arquitecto llegó a
consecuencia de numerosas disputas, que terminaron dirimiéndose con su
nombramiento oficial por cuenta de la Real Academia de San Fernando; después de
que, contratadas las obras según costumbre con
un constructor de la comarca, uno de los obreros que con él trabajaban lo
acusó de no emplear los mejores materiales en la obra, con el riesgo que
aquello suponía para una construcción de semejante envergadura. Acusación que
se llevaba a cabo poniendo como ejemplo un suceso que tuvo lugar en Villarramiel
(Palencia), donde el 2 de febrero de 1776 se hundió la iglesia del pueblo
llevándose por delante la vida de un centenar de sus habitantes.
No eran los planes previstos para la
edificación los que finalmente se llevaron a cabo; tampoco el coste de la obra.
Pues de lo que se trataba en un principio era de adecentar lo mejor posible la
antigua iglesia románica que, como en tantos otros lugares, se caía a pedazos.
Por estos mismos tiempos se comenzaban obras en poblaciones cercanas, como
Villacadima, Cantalojas o Galve, en donde sus primitivas iglesias se
derrumbaban por falta de las
correspondientes obras de mejora.
Desde la ermita de la Soledad se trasladó el Santísimo a la nueva iglesia, el 22 de diciembre de 1794 |
La de Miedes se comenzó a levantar en 1780,
con un presupuesto inicial de 27.800 reales; cantidad de la que sin necesidad
de hipotecarse, podía disponer más o menos la iglesia. Ajustándose las obras
con el constructor seguntino Julián Armero quien comenzó a levantar las paredes
y forjar los techos hasta el día aquel en el que el cantero dichoso, Ignacio Chavarría
se llamaba, lanzó lo de que la obra se estaba llevando a cabo de manera
fraudulenta.
El miedo, que tanto poder tiene, hizo
detener las obras, hasta que los exámenes correspondientes dijesen si lo
llevado a cabo estaba mal o bien; sin que se pusiesen de acuerdo los
examinadores, por lo que finalmente, y tras meses de paro, con el deterioro
correspondiente de lo llevado a cabo, dictaminó la Real Academia. El encargado
de hacer el dictamen oficial fue el arquitecto Luis Bernasconi, quien desde su residencia
en Burgo de Osma se trasladó a Miedes en 1782 para decir que las obras,
efectivamente, no iban bien, por lo que hubo de desmontarse parte de lo
realizado, para comenzar de nuevo con mejores materiales y diseño. Siendo el
encargado de la traza y la elección de la piedra nuestro ya conocido Manuel
Machuca de Vargas, quien pidió que fuese la piedra de Somolinos, al parecer
mucho mejor que la de Tamajón con la que entonces se trabajaba.
Pasaron, desde que se interrumpieron las
obras hasta que se reanudaron nuevamente, tras los pleitos correspondientes
habidos en reclamar al constructor lo mal edificado, prácticamente diez años,
durante los cuales los vecinos de Miedes se encontraron compuestos y sin lugar
de culto, a excepción de la ermita de la Soledad, a donde se trasladó el Santísimo
cuando comenzaron los primeros desmontes de la iglesia. Ermita que no era capaz
de cobijar a la numerosa feligresía local, que seguía mayoritariamente los
oficios desde el exterior, que bien estaba en el verano, pero el invierno largo
y frío tenía sus consecuencias, por lo que un buen hacendado local, don José
Veladíez, se prestó para convertir las salas de la planta baja de su casa, en
iglesia temporal.
La casa de don José Veladíez se convirtió, por algún tiempo, en iglesia local |
Fue a la casa hoy Ayuntamiento donde, con el
beneplácito de los curas locales, se trasladó el Santísimo y comenzaron a
decirse los oficios religiosos. La sala de don José de Veladíez se amplió con
la colindante de sus familiares, con lo que quedó un local con la suficiente
amplitud como para reunir en él al pueblo entero.
Era este hombre, don José, uno de los
potentados no sólo locales, también
comarcales. Su poder casi podía decirse que no conocía fronteras en este rincón
serrano de Guadalajara, por lo que no sólo comenzó a imponer condiciones al
concejo, del que formaba parte, sino que igualmente a ordenar alguna que otra
cosa al señor cura, terminando por exigir que en la iglesia se le tendría que
dejar el mejor lugar para levantar su capilla, que pasaría a ser, con el tiempo, su panteón funerario. Capilla
y panteón que debía de rivalizar en magnificencia al de los otros hacendados
locales, los Recacha; llegando sus exigencias al punto de que el señor cura,
harto de ellas, tomó al Santísimo y se volvió de nuevo a la ermita de la
Soledad, con todos sus feligreses e incomodidades a cuestas, pero dispuesto a
no transigir.
Por fin, y tras aquellos trece años y
algunos meses de obras y suspensiones, llegó el soñado 21 de diciembre de 1794
en que se bendijo el nuevo templo; y el 22, en que se trasladó al Santísimo a
su nueva casa: a las diez de la mañana precedido de
grande repique de campanas, acompañamiento de ministros, cofradías y cuasi todo
el pueblo, y se concluyó la función con una misa solemne con diáconos y
acólitos…
Cuasi todo el pueblo, pues los Beladíez al
completo se negaron a asistir, por aquellas disputas que llevó don José hasta
el último día de su vida.
El 21 de diciembre de 1794 fue bendecida la iglesia de Miedes de Atienza |
Las obras, que habían de durar un máximo de
dos años y algunos meses se prolongaron dejando, al final, una de las iglesias
más hermosas del rincón de la sierra, aunque como la de San Juan de Atienza sin
concluir, temiendo que rematarse su interior de la mejor manera que se pudo,
pero nunca como se soñó, pues aquellos 27.800 reales del presupuesto original
se convirtieron, al final, en 300.000, que llevaron a la práctica ruina al
municipio, teniendo que recurrir a un préstamo del marqués de Velamazán, que
puso la mayor parte; otro de la iglesia de Jadraque, que añadió 8.000 reales y
un tercero de la iglesia de la Trinidad de Atienza, que aportó otros 60.000.
Más de treinta años tardó el municipio en devolver lo prestado.
Y quiso la desgracia que, quizá para
confirmar que lo labrado por el seguntino Julián Armero no estaba tan claro
como este dijo, lo único que no se tocó de su obra, la torre, se vino abajo el
31 de mayo de 1834, teniendo que ser suplida por otra de madera que finalmente,
en los inicios del siglo XX, se convirtió en la que en la actualidad, domina el
caserío.
Tomás
Gismera Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
21 de diciembre de 2018
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