SOMOLINOS: INDUSTRIAS DEL PASADO. DE LA
FÁBRICA DE PAPEL A LA FÁBRICA DE LA LUZ, PASANDO POR EL MARTINETE DE COBRE.
Tomás
Gismera Velasco
Puede que sea la de Somolinos una de las
lagunas más conocidas de la provincia de Guadalajara, tanto por sus orígenes
como por el número de molinos que la tradición nos cuenta que se levantaron en
sus cercanías, a fin de aprovechar el beneficio de sus aguas.
Al hablar de molinos casi siempre se nos irá
el pensamiento a los harineros, sin fijarnos en otros, que los hubo, de papel y
de batir cobre, antes de convertirse en fábrica o salto de luz.
Las tres industrias ocuparon el mismo suelo
y se sirvieron de las mismas aguas, pues fueron pasando de una a otra conforme
fue también pasando el tiempo.
En 1805 ya podíamos leer en el Diario de
Madrid:
En la villa de Somolinos, tierra de Atienza,
Obispado de Sigüenza, se arrienda un martinete para elaboración de cobre; quien
quiera enterarse de las condiciones, y tratar de su ajuste, acuda en Madrid a
la contaduría del Excmo. Sr. Duque del Infantado, y en la villa de Algecilla a
D. Fernando Maynez Herreros.
La fábrica de papel por su parte venía
funcionando desde el siglo XVII. Al respecto, Gonzalo Gayoso Carreira, en su
Adición Final a los apuntes para la historia del papel en España, nos indica:
Madoz en 1846 al tratar del partido judicial de Atienza dice de
Somolinos: En él hay dos martinetes para batir el cobre que se recoge de varios
puntos, y un molino de papel descompuesto. Y por último el señor Conde de
Polentinos tiene proyectado en el mismo pueblo una gran fábrica para
elaborar hierro forjado y fundido, en la enorme cantidad de 200 a. para presentarlo después
Atienza
de los Juglares
en
distintas formas. En el año próximo pasado se han levantado los cimientos del
edificio cerca del molino de papel referido, y sería de desear que no se
malograse esta gran empresa.
De este molino (de papel) es la filigrana
número 5 que aparece en el papel de un ejemplar de Conciso de Memorias
eclesiásticas y político civiles, de Miguel Fernández de Herrezuelo, Madrid
1813.
Efectivamente así era. La fábrica o molino
de papel se había arruinado ya que los arrendadores dejaron de trabajarla por
las distancia que había entre Somolinos y Madrid, principal mercado de su
producto, que lo encarecía considerablemente.
La finca, con el molino de papel y el
martinete de cobre, puesta en venta por la Casa del Infantado, fue adquirida
por el entonces conde de Polentinos, don Felipe de Colmenares, quien tenía
inversiones en la comarca de Hiencelaencina.
Esta fábrica comenzó a funcionar poco
tiempo después, con el mineral de plata y hierro que procedente de las minas de
Hiendelaencina era allí tratado para ser enviado a Madrid, de lo que nos deja
reflejo algún que otro apunte referido a la fábrica de La Constante:
La fábrica de Somolinos ha mandado en dos
remesas 31 barras con peso de 1849 marcos, 7 onzas, 4 ochavas que a 23 rs.
Hacen 440.577 rs.
El apunte corresponde al otoño de 1853.
No son demasiadas las referencias que
tenemos en torno a la fábrica o molino de papel de que se nos hace referencia,
más si volvemos al ya citado Diario de Madrid de los inicios del siglo XIX,
volvemos a encontrarnos uno de aquellos curiosos anuncios que nos hablan del
deseo de sus propietarios por ponerlo en otras manos:
Se arrienda o vende una fábrica de papel,
situada en la ribera de Somolinos, provincia de Guadalajara, al pie de una
hermosa laguna de aguas cristalinas y abundantes, cuyo edificio se halla
perfectamente reparado, con dos tinas, doce pilas y un martillo. La persona que
quiera tratar de su compra podrá hacerlo en Madrid con Don Juan Bravo, maestro
de coches, que vive en la Carrera de San Francisco, o en dicha fábrica con el
mismo dueño.
La adquisición la hizo la Casa del
Infantado, uniendo esta a su explotación del cobre.
Sobre estas industrias se levantó en los
comienzos del siglo XX la fábrica de luz que bajo el nombre de La Eléctrica de
Santa Teresa, dio servicio de alumbrado eléctrico a toda la Serranía de
Atienza, y que estuvo en funcionamiento desde 1905 hasta 1968.
Anteriormente sus instalaciones estuvieron
ocupadas por los martinetes de cobre, hierro y plata, que llevaron el mismo
nombre, como se desprende de una información judicial de 1866:
La Gaceta de 29 de diciembre último inserta
un edicto judicial anunciando nueva subasta y remate de la fundición Santa
Teresa, sita en el término de Somolinos, provincia de Guadalajara, con una
extensión superficial de 42.783 metros cuadrados y 6 decímetros, comprendidos
en ella el edificio destinado a fábrica de función que tiene 2.228 metros
cuadrados de superficie y consiste en ocho crujías paralelas en planta baja y
dos patios, hornos de fundición, molinos, almacenes, laboratorio y demás
oficinas necesarias al objeto.
Una casa en tres crujías paralelas en planta
baja, principal y segunda, distribuidas en portal, escalera, cuadra, pajar,
habitación y almacén.
Otra en una crujía destinada al servicio del
horno.
Otra para el servicio del tejar en dos
crujías.
Y un horno de cocer ladrillos, cuyos
edificios están separados el uno del otro habiendo sido retasada la posesión en
696.000 reales.
En la primera subasta, a la que no se
presentaron pujas, se tasó en 936.916 reales; en la segunda se abarató hasta
los 747.200. La que damos cuenta era la tercera subasta.
Por su parte, la Reseña Física y Geológica
de la Provincia, anotada en 1929, nos señala al respecto de estas industrias:
La fábrica de fundición de Somolinos dispone
de unos 30 metros de caída; otros de menos consideración dan movimiento a un
martinete de cobre y algunos batanes escalonados entre aquel pueblo y
Albendiego.
Y
todavía nos apunta al respecto Manuel
Pérez Villamil en su “Viaje al Alto Rey”, publicado en 1879 en la
Ilustración Católica:
En este terreno, que hoy pertenece al conde
de Polentinos se construyó pocos años ha una magnífica fábrica para el beneficio
de los minerales de plata y hierro, fábrica que no llegó a funcionar y que
subsiste aún, si bien deteriorándose su complicada maquinaria por la acción
implacable del tiempo y las humedades. Causa profunda lástima tan grande
injustificable abandono; pues si bien es cierto que fue un error industrial la
construcción de tal fábrica en este sitio, a tres leguas escabrosas de las
minas de Hiendelaencina, y cuando ya existía a una escasa distancia la
grandiosa y bien montada de los ingleses llamada La Constante, es indudable que
tan poderosa caída de aguas debiera aprovecharse en otros usos, pues no ha
llegado la industria al extremo de despreciar el más barato motor de las
máquinas para prodigar por doquiera los motores.
Sobre todo ello volvemos a tener referencia
a través de una nueva subasta judicial, esta de 1913:
Se saca a subasta una posesión, antiguamente
fábrica de fundición denominada Santa Teresa (nos informa de que los edificios
se encuentran arruinados), cruzándolos el río Bornoba y el antiguo Camino de
Castilla.
Nos da cuenta de que sobre la finca, pero
solo en cuanto al molino de papel se refiere, existen unas anotaciones de
embargo preferentes al crédito de Doña Elisa Roldán y Sánchez Barbudo,
entendiéndose que el rematante los acepta. La subasta se fija en 40.000
pesetas.
Para entonces, cuando la fábrica de la luz
comenzó a funcionar, la finca había dejado de pertenecer al conde de Poletinos;
don Felipe falleció, pero continuaba en posesión de la familia Colmenares,
quien solicitará en 1900 el cambio de uso y el distinto aprovechamiento de las
aguas, que les será concedido en 4 de junio de 1901 a través de su solicitante,
D. Emilio de Colmenares. Podía dedicar la industria a la producción de energía
eléctrica, siempre que no alterase el cauce. En la petición, presentada en el
mes de agosto de aquel 1900 nos da cuenta de que las aguas del manantial que
entonces pretendía cambiar, habían sido utilizados en diferentes usos. El
molino de papel dejó de funcionar, lo mismo que el resto de las industrias.
Para entonces en el lugar se continuaba trabajando el cobre, pero
transformándolo en calderas que recorrían los cuatro puntos cardinales.
Por su parte, el Nomenclátor de la Diócesis
de Sigüenza de 1886, nos dice que el río Bornoba: mueve algunos molinos
harineros, el martinete, y una fábrica de aserrar madera. Antiguamente movía
una herrería y una fábrica de papel.