NARRILLOS DEL ÁLAMO, EN LA SERREZUELA
Tomás
Gismera Velasco.
Avila: Nuestra tierra
Narrillos del Álamo se encuentra al pie de
la sierra a la que da nombre, en la Serrezuela de Avila, desde la que se divisa
una importante parte de la provincia, así como del extenso Campo Charro con sus
característicos encinares; por encima del Valle del Corneja y con la presencia
del Tormes, que se dibuja al sur junto al pantano de Santa Teresa en tierras de
Guijuelo y Alba de Tormes, que junto a Piedrahíta conforman el triángulo de las
tres poblaciones de interés histórico y cultural que se otean desde los altos
del Picarozo, Molino de Viento, Miramar o Santa Brígida, con una altitud media
que ronda los 1.250 metros .
Como la gran mayoría de las poblaciones
vecinas, sus orígenes se remontan a la repoblación llevada a cabo tras la
conquista de la tierra de Avila. El topónimo de su nombre nos da cuenta de sus
primitivos pobladores vasco navarros. Quedó incluido, junto a su anejo de
Mercadillo, en el Común de Villa y Tierra de Avila, a la que perteneció hasta
el siglo XIX, en que pasó a depender del partido judicial de Pidrahíta,
entonces de la Sierra. No obstante, con anterioridad a la llegada de estos
pobladores ya fue lugar habitado por tribus vetonas, de las que nos han
llegado, entre otros, el castro del Alto del Quemado, uno de los más peculiares
encontrados por su doble recinto amurallado.
Su historia en lo civil corre pareja en el
tiempo con la de la ciudad de Avila, hasta la abolición de los señoríos; y de
Bonilla de la Sierra en lo eclesiástico, de donde arciprestalmente dependía, y
de donde llegaban, tanto a predicar como a recibir, los franciscanos de la
villa episcopal, alguno de los cuales, tras la exclaustración, pasó a vivir a
Narrillos, en donde quedó como cura de misa y olla.
A Narrillos del Álamo se anexionaron al
menos dos poblaciones, Ventosa de la Cuesta, o de la Serrezuela, desaparecida
en el siglo XVIII, pasando a ser dehesa, y Mercadillo, con su caserío de Codes.
Igualmente, y junto a Narrillos, en época indeterminada que bien pudiera
situarse en los años finales del siglo XVI, se levantó el barrio de El Alamo.
En conjunto, y en su época de mayor esplendor, finales del siglo XIX y
comienzos del XX, llegó a alcanzar una población cercana a los 1.000
habitantes. En la actualidad apenas sobrepasa el centenar.
De su pasado agrícola y ganadero quedan los
rastros documentales en los largos pleitos mantenidos por los titulares de los
mayorazgos de los Moreta, Maldonado, Vargas de Figueroa o Dávila con los
pueblos vecinos por el uso o abuso de pastos, o por el paso de los ganados de
los unos o los otros en tiempos de trashumancia. Apellidos representativos de
los Vizcondes de Huerta; marqueses de la Coquilla, de Astorga o Velada. De
aquellos tiempos, y tras reducirse su pasado señorial, representado por un
“palacio” o casa fuerte levantada al pie de la sierra y desde donde comenzó a
crecer el pueblo a nuestros días, la agricultura ha quedado reducida a un mero
testimonio para ser, por encima de todo, ganadero; más desde que la totalidad
de la Sierra, en su día perteneciente a la Corona Real, fue cedida para su
explotación por el Concejo de Narrillos, por Real decreto de Isabel II en 1862.
De su primitiva época medieval queda la
renovada iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, levantada en el promedio de
los siglos XIII-XIV, al tiempo que la de Mercadillo, en sus orígenes con torre
vigía, y reformada en gran parte a partir de 1564, año en el que un incendio
devoró su techumbre y abatió la torre. Las nuevas obras fueron aprovechadas
para levantar una torre renacentista y dotar a la iglesia de ornamentos de los
que hasta entonces carecía, culminando la renovación en los años finales del
XVIII, cuando se la dotó de un impresionante retablo barroco adquirido en
Salamanca a Manuel Márquez, ajustado en 4.050 reales de vellón por el entonces
párroco del lugar Gabriel Mariño. Retablo tristemente desaparecido en la década
de 1960 tras ser canjeado por el actual, de escaso o ningún interés.
De su pasado etnográfico y cultural quedan
los rastros documentales de una de las más interesantes cofradías de la Vera
Cruz existentes en la provincia, a la que perteneció gran parte de la
población. Cofradía de penitentes fundada a comienzos del siglo XVI, reformada
en 1645 y unida, a partir de 1745, a la del Señor, con fundación de Misas de
Minervas, aniversarios y un sinfín de mandas más. En la Cofradía de Ánimas,
desaparecida en el siglo XIX, se encuentra el origen del rito de las “corridas
de gallos”, celebradas en sus primeros tiempos coincidiendo con las
carnestolendas invernales.
Hoy Narrillos del Álamo, como su anejo de
Mercadillo, viven del recuerdo de los buenos tiempos, pues la emigración se
cebó con ellos al igual que con tantas otras poblaciones, en las desdichadas
décadas de 1950 y 60, no obstante, queda el recuerdo de tiempos mejores a
través de sus emblemas, la casa de la Cofradía de la Vera Cruz, el edificio
actualmente más antiguo de Narrillos conforme a la documentación obtenida de
él, y su primer Ayuntamiento o Casa del Concejo, ostentando en la fachada una
de las escasas estelas funerarias discoidales que se encuentran en la provincia
o sus miliarios romanos, que señalaron algunos ramales de la Ruta de la Plata,
o tal vez, del camino del Emperador Carlos V cuando, camino de su retiro de
Yuste, pisó las tierras de Narrillos con su impresionante corte, en la jornada
que desde Alaraz le llevó a Gallegos de Solmirón, ambos pertenecientes a la
provincia de Salamanca, cuyos caminos quedaban unidos por los de Narrillos del
Álamo, en la provincia de Avila.
Sin duda, una visita al municipio, aunque
sea para otear desde sus alturas las tierras de Avila o el Campo Charro,
siempre merece la pena.