LAS SANTAS ESPINAS DE ATIENZA
Por
Tomás Gismera Velasco
Entre los muchos tesoros que se encuentran
en la villa de Atienza, uno de los más misteriosos y por su origen tal vez mas
venerado, es un relicario conteniendo dos espinas y un lignun crucis de la
Pasión de Jesús.
De su fama milagrera existen multitud de
testimonios que pasaron por tradición oral hasta el siglo XVIII, en el que
fueron recogidas en un amplio documento titulado "Historia y Milagros de
las Santas Espinas", de autor anónimo, desaparecido en 1811 y del que da
cuenta el beneficiado de la iglesia de San Juan, autor de la Breve relación
Historial de la villa de Atienza, conservado
en los Archivos de la Clerecía de la Villa, éste documento,
"Historia y Milagros...", se ocultó junto al relicario y los
documentos de autenticidad y reconocimientos reales en los días previos a la
invasión francesa de 1808, permaneciendo oculto hasta 1813 en el convento de
San Francisco.
La calma que supuso la retirada francesa
devolvió al convento una parte de su antigua devoción, no obstante el edificio
conventual, que fue pasto de las llamas, quedó reducido a la mínima expresión,
penuria que aumentó con la primera desamortización de 1835, cuando en el
convento quedaban menos de una docena de frailes. Llegaron a las tres docenas,
y a éste, como a tantos más, llegó la orden de exclaustración.
Su entonces Padre Guardián se dirigió por
carta al Diputado Real de la comarca, Baltasar Carrillo, para que intercediera
por el convento, sacado a subasta en 80.000 reales, atendiendo a que en él se
conservaban "Las Santas Espinas de Nuestro Redentor Jesucristo", sin
embargo la sentencia estaba firmada y no había vuelta de hoja, a pesar de que
nadie pujó por aquellas ruinas, que siguieron perteneciendo al Estado Español
hasta finales del siglo XIX.
En 1850 se promovió un proceso de
autenticidad a instancias del Provisor del Obispado de Sigüenza, comisionando a
don Felipe Tabernero Bueno, arcipreste de la iglesia de San Gil de Atienza,
para que ante el Notario Diocesano recibiese declaración jurada de los últimos
frailes que habitaron el convento de San Francisco, recogiendo su testimonio
sobre el relicario que se les presentaba. De los ocho o diez que abandonaron
Atienza tan solo vivían ya en aquel año dos.
Ambos fueron localizados, fray Francisco
García, entonces ecónomo en Albendiego, y fray Bernabé Tejedor, vicario de las
monjas de Berlanga de Duero. Como testigos de sus declaraciones firmaron las
actas los atencinos Manuel Fernández Manrique, Evaristo López y José Canuto
Landeras.
Ambos frailes declararon que el relicario
que se les mostraba era el mismo que ellos habían conocido en su convento, y
contaron la historia oral que de unos a otros se habían trasmitido a lo largo
del tiempo, confirmando que nunca podían salir del convento si no eran
acompañadas de una licencia del Tribunal Eclesiástico, y siempre acompañadas de
dos franciscanos que en ningún momento debían perderlas de vista, y siempre
habían de regresar al convento antes de la puesta de sol. Así ocurrió en casos
señalados, como cuando fueron llevadas a Jadraque, a curar milagrosamente al
futuro rey Felipe IV.
Este proceso de autenticidad del relicario
se promovió un año antes, 1849, al fundarse en la iglesia de la Santísima
Trinidad la "Cofradía de las Santas Espinas de la Corona de Nuestro
Señor", instada por los agricultores del barrio de San Gil, con el único
fin de darles culto, y formada en sus inicios por 72 personas.
En la actualidad pertenecen a ella la práctica
totalidad de hijos de la villa, hombres y mujeres, y muy poco tiempo después de
su constitución solicitaron su entrada no solo los vecinos de la población,
sino también de los pueblos vecinos, cuyos concejos, hasta cuarenta, acudían a
los oficios con sus cruces parroquiales.
Los cargos de la hermandad quedaron
compuestos por un Priostre, un Procurador, dos Diputados, un Depositario, un
Mayordomo y un Secretario. Siete personas, en recuerdo de las Siete Iglesias
del Apocalipsis.
A estos cargos se añaden varios
"pedidores"; personas encargadas de solicitar limosnas para la
Hermandad, de las que en sus primeros tiempos había tres clases; pedidores de
puertas, que eran quienes se colocaban a la puerta de la iglesia a solicitar la limosna. Pedidores de eras,
quienes recorrían la era en tiempo de verano solicitando la voluntad en forma
de trigo, y pedidores de la villa, que recorrían las casas del pueblo para
recaudar ayudas de forma extraordinaria.
El oficio de pedidor, en cierta forma
desagradable por su dedicación, fue durante algún tiempo el único método para
acceder a cargos de mayor responsabilidad, por lo que había lista de espera.
Todos los hermanos pertenecientes a la
Cofradía estaban obligados a acompañar el Santo Relicario, así como el duelo de
cualquiera de los cofrades que falleciesen, e incluso costear los gastos de su
entierro en caso de que la familia del difunto lo solicitase por carecer de
fondos propios.
Sus constituciones y ordenanzas fueron
aprobadas por el Prior de la Diócesis de Sigüenza el 28 de julio de 1850,
estableciendo desde entonces su festividad en el 5 de mayo, día de la Santa
Cruz, (actualmente primer domingo de mayo), precedida de un novenario que ya
había sido compuesto por un religioso franciscano, y era el seguido en el
desaparecido convento, y aprobado por el Calificador de la Suprema Custodia de
la Provincia de la Purísima Concepción, Fray Francisco de la Isabela, en
Valladolid.
El Ministro Provincial, fray Bartolomé
Sarmiento, dio su autorización para celebrar la novena, firmando el acta
correspondiente el 10 de marzo de 1751,
así como para que se imprimiese aquél novenario, y el Examinador Sinodal, fray
José Escudero Alvarado, lo aprobó en la misma fecha. El siguiente 3 de abril el
Obispo de Valladolid autorizó su impresión.
El Relicario de las Santas Espinas de
Atienza, quedó como patrimonio de la iglesia de la Santísima Trinidad .
Nueve días antes de la festividad oficial
comienza el novenario, habitualmente tenido a la caída de la tarde en la
iglesia de la Trinidad, a excepción del primer día de novena, que suele ser
mediada la mañana.
Este primer día todos los miembros de la
Cofradía están obligados a asistir, lo mismo que el último, y el de la
festividad principal, ocupando banco de honor junto al altar, al lado de la
epístola.
A la entrada de la iglesia, los dos
pedidores de puertas, con su bandeja de madera, cubiertos con capa castellana,
idéntica a la que portan quienes componen la Diputación, solicitan a quienes
van entrando en el templo la correspondiente limosna, tanto a la entrada como a
la salida, con la misma cantinela: "limosna para las Santas Espinas. Las
Santas Espinas aumentan la caridad..."
El día de la festividad, junto a la iglesia,
y rememorando las fiestas de mayo, se planta el "mayo" ante la
puerta, mayo del que por la tarde colgarán roscos y ofrendas, que serán
subastados entre los fieles.
La misa mayor tiene carácter extraordinario,
en tiempo pasado a estos oficios asistían varios clérigos, habitualmente del
entorno de la población, haciendo también presencia en la iglesia las cruces
parroquiales de los pueblos vecinos, y teniendo un papel privilegiado uno de
los sacerdotes, contratado al efecto para el solemne sermón, como ocurriese con
los del novenario; curiosamente "a predicar" en las Santas Espinas,
pasaron por Atienza a lo largo del siglo XX los mas prestigiosos sacerdotes que
conoció la diócesis de
Sigüenza-Guadalajara.
Tras la misa el relicario de las Santas
Espinas, custodiado por su Cofradía, es sacado en procesión en torno a la
iglesia, portado por el abad, y bajo palio. Al término de la misa la reliquia,
acompañada por miembros de la Hermandad, y en la mano del abad, recorre el
pueblo para ser llevada a aquellos hermanos de la Cofradía que por enfermedad
no han podido asistir a los oficios, para que sea venerada por estos, siendo
recibida en las casas particulares a las que se lleva, con toda veneración.
Esa misma tarde, como ocurrirá en la mañana
de Viernes Santo, se da a adorar a los asistentes. Las dos únicas veces en el
año que se hace, en ocasiones especiales y fuera de estos días es necesaria la
licencia episcopal.
Al día siguiente celebra la Hermandad el
oficio de difuntos, y posteriormente vendrá el "echar la vara",
nombramiento de la nueva junta directiva para el año siguiente. Es en este día
cuando quienes no son hermanos pueden solicitar su ingreso en la Hermandad.
Durante todos los actos de novenario y
exposición pública, en la iglesia de la Trinidad, el relicario se sitúa en el
altar mayor, en un expositorio presidido por aquél Ecce Homo llegado a la villa en siglos pasados de la
mano de Felipe II.
Folclore, fiesta, religiosidad, esperanza..,
de todo un poco ha de haber en la celebración, de lo que no cabe duda es de que
Atienza guarda su fe para este santo misterio del que cuenta la tradición que
dos días al año, el de la Cruz y Viernes Santo, las espinas reverdecen y la
sangre parece licuarse.
Más
bibliografía sobre las Santas Espinas de Atienza, en:
-Historia
de la Villa de Atienza, de Francisco Layna Serrano. Ediciones AAche.
Guadalajara.
-Las
Santas Espinas de Atienza (Folleto editado por la Cofradía de las Santas
Espinas de la Corona de Nuestro Señor. Sigüenza 2003). Textos de Juan Jesús
Asenjo Sanz y Tomás Gismera Velasco.
-Las
Santas Espinas de Atienza, historia y origen de una devoción; de Tomás Gismera
Velasco, en Cuadernos de Etnología de Guadalajara, núm. 38. Guadalajara 2006.