GUADALAJARA.- FIESTAS, RITOS Y
COSTUMBRES.
Una de las mayores muestras del folclore
nacional, quizá la mayor, tiene lugar en las semanas previas a la Cuaresma,
dentro del ciclo invernal, en una serie de festejos relacionados
tradicionalmente con el carnaval, entendiendo como tal, todos los ritos en los
que toman parte figurantes enmascarados que animan y entretienen las fiestas de
la temporada.
Botargas, Zorras, Zarrones, Vaquillas,
Diablos y Enmascarados, desfilan por un buen número de nuestros pueblos. Ahora
bien, cabría preguntarse en que momento ven éstos la luz, cierto es también que
a lo largo de los siglos han ido desapareciendo de otros festejos tradicionales
y se han incorporado a fiestas populares perdiendo identidad.
Sin embargo, aunque someramente lo haré, no
voy a profundizar, por limitaciones de espacio, en la discusión histórica sobre
sus orígenes, capaz por sí sola de llenar unos cuantos volúmenes de exhaustivo estudio,
si bien éstos personajes, emparentados con juglares y trovadores medievales con
nombres fonéticamente semejantes e idénticos fines, vienen apareciendo en sucesivas crónicas, al menos
desde el siglo VI, y aunque por extensión y semejanza bien podrían emparejarse
con los del resto de España, o al menos las dos Castillas y una buena parte de
la Mancha, me limitaré a la provincia de Guadalajara.
Botargas y Enmascarados hoy conocidos
cumplen distintas funciones, ya descritas en los siglos XVI y XVII, como
figurantes que acostumbran a ir detrás de las fiestas y procesiones para
detener y espantar la "canalla enfadosa
de muchachos, y para más horror de éstos, los visten en hábitos y
figuras de diablos"; ésta descripción corresponde a 1611, si bien con
anterioridad, bien contratados por el clero, bien por el municipio, ya pasearon
sus dotes por las poblaciones al menos desde la Alta Edad Media.
Enlazados con el carnaval los vemos en días
y semanas anteriores, cierto es también que no hay acuerdo a la hora de
fijarlo, en el siglo pasado se coincidió en señalar su inicio el 7 de enero, en
Razbona sale éste día la Botarga, y en
Fuentelahiguera, Tortuero y Viñuelas lo hacía el día anterior, la noche de
Reyes, si bien ya en vísperas de fin de año hace su aparición en Robledillo de
Mohernando la "Botarga de los Casados", recientemente recuperada tras
cerca de setenta años de inactividad.
También en Alarilla, con el nombre de
Zarragón, aparece poco antes de las campanadas de año nuevo su Botarga, recorriendo
los parajes cercanos a la localidad, en
un gesto que trata de ser una conjura contra los malos espíritus, en éste como
en otros muchos, éstas interpretaciones no obedecen sino a creencias populares,
puesto que éstos individuos tenían bien fijados sus actividades en siglos
pasados, no obstante la herencia a ellos añadida, como resultado de ancestrales
ritos recibidos de pretéritas civilizaciones.
Pero como más tarde volveremos a encontrar
botargas y enmascarados en otros días, pasemos página momentáneamente para
fijarnos en los festejos de enero.
Es éste mes festivo por naturaleza en
lugares en los que la ganadería tuvo especial incidencia, coincidiendo con el
patronazgo de San Antón sobre los animales. En su víspera, ya anochecido, en la
murada localidad de Palazuelos hacían su entrada los pastores, haciendo sonar
los cencerros de sus rebaños, que quedaban en las cercanías en espera de la
bendición del día siguiente. En Cendejas de Enmedio, donde San Antón fué en
tiempos la fiesta mayor, su Cofradía repartía entre el público bacalao, pan,
vino y dulces, previamente recolectados, y en Moratilla de los Meleros, días
antes se organizaba el "baile del japé".
En Alustante se saltó la hoguera, pues como
en otros muchas localidades el fuego de San Antón trataba de conjurarse así al
desconocer que la enfermedad cutánea así llamada no provenía del castigo
divino. En realidad lo originaba un germen del pan. Las cenizas de éstas
hogueras eran luego esparcidas por los campos, una vez bendecidas con el fin de
fertilizarlos.
Costumbre habitual fué también la rifa de un
cerdo, el llamado en muchas localidades "cochino de San Antón",
por parte de las cofradías
correspondientes, ésta era en Cogolludo la encargada de organizar la marcha
hacia la ermita y su procesión, tres vueltas a su alrededor. En Navalpotro los
labradores engalanaban sus animales para la función, celebrada conjuntamente
con San Sebastián, en cuya festividad se reunían en el Cubillo los cofrades
para preparar la caridad del Santo, pan con anises y trozos de queso, caridad
que se convierte en vino, pan y cañamones en Castejón de Henares, y salen a la
calle ese mismo día, recientemente recuperados en Mohernando, los "Bufones
de Palacio", dos personajes a caballo entre el clásico Bufón y la Botarga.
La Virgen de la Paz se celebró en Ruguilla,
en Alovera o en Mandayona, donde existió la tradición del "ahorcado"
a similitud de otras localidades, donde un personaje elegido entre los más
desarraigados de la población cargaba con los pecados de ésta y era
"ajusticiado" por ello en representación del municipio, si aquí era
ahorcado, en Oviedo se le arrojaba a un pozo.
Y siempre la Botarga como eje central en
algunos festejos, como los de Valdenuño, Aleas, La Mierla, Montarrón, Taracena,
Mazuecos, etc. Desaparecida en algunas poblaciones y recuperada con fuerza en
otras, como heredera de aquellos personajes afines, que con trajes vistosos
hechos con paños de vivos colores, muy abigarrados, llamados mamarrachos en el
siglo XVI y botargas en el XVII, componían con su pantomima y exceso un
importante papel en la fiesta.
Una costumbre profundamente arraigada en
nuestros pueblos con motivo de sus diferentes festejos, es el reparto de la
Caridad del Santo, que adquiere tintes religiosos en la mayoría de ellos, vista
también como una forma de compartir entre las diferentes clases sociales, un
día señalado para el municipio, y con tintes fetichistas en otros, la de San
Blas para prevenir afecciones de garganta, o la de San Antón las cutáneas.
El Pan de la Virgen se reparte en Atienza
dentro de los actos de su Caballada; pan , chocolate y queso en la fiesta de Santa Brígida, en el Pozo de Guadalajara;
los rollos en Villel de Mesa; secajos en Iriépal, o pan con chorizo en
Fontanar, que es la caridad de San Blas, para cuyo reparto un hacendado local
legó su herencia al consistorio a fin de que éste lo pusiese en renta y con su
beneficio se repartiese la limosna entre los menores de 14 años. La hacienda,
conocida como Huerta de San Blas, es ahora un parque municipal, y el
ayuntamiento sigue con el reparto entre todo el vecindario.
Igualmente los animales toman parte en
diferentes festejos, principalmente gallos y cabras en los de invierno y
primavera, como residuo de gestos totémicos de anteriores culturas, tanto el
gallo como la cabra van unidos principalmente a las fiestas de mozos y mozas,
el gallo asimilado al paso de las edades y la cabra al exceso.
Las fiestas en las que el gallo es
protagonista principal suelen estar relacionadas con el carnaval, "domingo
de gallo" en Hita o Espinosa de Henares; "carrera de gallos" en
Alhóndiga, y jueves lardero, con gallo de protagonista en un buen número de
localidades.
La cabra o el cabro, macho cabrio, tuvo
relevancia en las fiestas de mozos de Ruguilla o en Membrillera, donde
recientemente se ha recuperado la costumbre; no cabe la menor duda que cada uno
de éstos ritos merecen estudio separado.
Pero siguiendo con tradiciones invernales y
pasado enero, en apenas una semana, la primera de febrero, tienen lugar la
práctica totalidad de los festejos, centrados en San Blas, la Presentación, la
Candelaria y Santa Agueda.
Si
San Blas curó a un atragantado, de ahí su patronazgo sobre las afecciones de
garganta, la Purificación seguida de Santa Agueda en la práctica totalidad del
orbe cristiano, no desmerecen en costumbres dentro del folclore provincial.
Quizá sea Albalate de Zorita donde sus
múltiples botargas, no enmascaradas, festejen a San Blas con mas tradición
popular, si bien en Peñalver la Botarga del santo, única que no viste el típico
atuendo colorista, no deja atrás su municipio; unas y otra son parte
fundamental en la fiesta, y las de Albalate, denominadas "botargas
danzantes", las únicas que subastan su vestimenta al final de la función del
día siguiente, llamado de San Blasillo.
La Purificación a través de las Candelas
sigue el antiguo rito en el que fuego y creencia comparten iguales partes.
La Presentación de Jesús en el templo y
Purificación de María, su madre, ha dado origen a toda una serie de actos
conservados en nuestros pueblos y seguidos por nuestras madres.
Hoy es raro, de no deberse a la casualidad,
el nacimiento de un niño en cualquiera de nuestros pueblos, y más raro aún que
tras la cuarentena se ofrezcan los pichones, que según lo que dispusiese el
abad correspondiente podían terminar en su puchero o alcanzando la libertad.
En Pioz el pueblo entero ofrece regalos a la
Virgen, que después, en celemines de trigo, son subastados para sufragar los
gastos de "las tortas de la Virgen", en las que se utilizan cien
kilos de harina. En Retiendas se festeja con el encendido de la hoguera de las
Candelas y la llamada "Procesión de la Luz", con la imagen de la
Virgen acompañada de velas. En Villel de Mesa se bendicen los rollos, que serán
repartidos entre los componentes del Ayuntamiento, reservando uno para la
Virgen, éste será subastado o destinado después al sacerdote. En Torrejón del
Rey la cofradía, en su "rueda", ofrece al pueblo bollos y limonada.
En Villanueva de Alcorón "tortas de miel y de nueces", que las
mujeres de la cofradía portan en la procesión, junto a los "dones",
éstos en bandejas sobre sus cabezas. Los pestiños se subastan en Archilla, y
una rosca del mismo dulce, con dos pichones, es la ofrenda de Trijueque, donde
sus vecinos acompañan a la Virgen con una vela encendida sobre sus andas, si
durante la procesión se apaga, el invierno continuará duro, si se mantiene
encendida hasta su retorno al templo, habrá pasado, costumbre enlazada con las
supersticiones que se siguen en otros
muchos municipios, como Polán, en la provincia de Toledo.
Santa Agueda
por su tortura, en la que perdió
los pechos, ha quedado convertida en patrona de madres y lactantes.
Es fiesta
en la que casi de forma exclusiva participan las mujeres, acompañadas en
muchos casos de sus hijos, como en
Valdeavellano, donde los niños recolectan los ingredientes de "Las
Patatas de Santa Agueda", o Lupiana, donde éstos meriendan la "Tortilla
de Santa Agueda".
En Galápagos las casadas se burlan de los
hombres; mandan ese día en Espinosa de Henares, Humanes, Cogolludo, Yunquera,
Malaguilla, Málaga del Fresno...y tuvo relevancia en Ruguilla, sobre cuya
fiesta "Los Aguinaldos de Santa Agueda", dejó para la posteridad un
excelente relato la pluma amiga de Sinforiano García Sanz.
Son los preludios del Carnaval oficial, que
dará paso a la Cuaresma, el recogimiento y el silencio de los meses siguientes.
Un importante ingrediente en fiestas y
festejos populares lo constituye la gastronomía. Desgraciadamente muchos y
suculentos platos típicos que en días señalados cocinaron nuestras abuelas
pertenecen al recuerdo. Anteriormente he citado algunos dulces típicos,
repartidos al pueblo en las llamadas caridades, sin embargo un surtido número
de platos componen y compusieron el menú festivo de nuestros pueblos.
En
la zona de Molina se prepararon para días especiales las tortas del alma, a
base de miel, en Loranca de Tajuña, las tortas dormidas, y en el Casar, la de
las Candelas, Las cagarrias de San Fulcito en Valfermoso de las Monjas, los
Cachos en Ruguilla, donde también se elabora un turrón especifico, herencia
árabe, el alajú, y por supuesto en casi todos los pueblos, los estofados,
calderetas y migas, con ingredientes añadidos de cada zona, nunca faltaron a la
cita festiva, como tampoco los huevos y el chorizo alas vísperas del carnaval, e incluso como
merienda infantil del jueves lardero.
Durante los días de carnaval, botargas y
enmascarados recorren las calles de los pueblos, vaquillones, zorras y
zorramangos lo hicieron en Atienza, y aunque perdidos por el paso del tiempo y
la despoblación, costumbres que
consideramos ancestrales vienen por estas fechas a visitarnos.
Sin
profundizar en el amplio campo que sobre su origen se abre, me limitaré a consignar que como tierra
que fue ganadera, en la provincia predominan e históricamente lo hicieron las
mascaradas centradas en los animales. Los Vaquillones fueron comunes en toda la
serranía de Atienza, a pesar de que en la actualidad únicamente subsisten en
Villares de Jadraque, como los diablos lo hacen en Luzón. Ambos guardan entre
si cierta relación, cencerros y cornamentas, aunque su vestimenta sea distinta,
los vaquillones se cubren con cobertores utilizados antaño como aparejo de los
animales y los diablos con una especie de sayón negro.
Mascaritas y botargas salen a las calles de
Almiruete, con caretas que representan
animales, y como en otras localidades, en Almiruete sus mascaritas,
representadas a lo largo del tiempo por mozos y mozas, al termino de la
representación por las calles del lugar se reúnen a merendar el somarro, como
en otros lugares se merendaba el gallo, el cabro, etc.
Una costumbre peculiar del carnaval
provincial, lo fué durante siglos la muerte del gallo a manos de los escolares
el jueves lardero, hoy el gallo es corrido en Hita y fué paseado y defendido de
forma galante, a garrotazos, por las mujeres de Espinosa, y aunque rescatándose
del olvido vuelven a nuestras calles peculiares costumbres, como la de los
Chocolateros de Cogolludo, este rescate a través del tiempo nunca devuelve la
forma original, pues obligadamente sufre con harta frecuencia alteraciones que
en poco favorecen el costumbrismo, pues van más encaminadas al espectáculo y la
atracción turística, perdiendo en ello fuerza expresiva y por supuesto
tradición folclórica.
Dentro de ésta pérdida de identidad han de
figurar necesariamente arraigadas costumbres tradicionales que fueron en su día
espejo público con identidad propia de diferentes poblaciones, Soldadescas y
desfiles que con tradición de siglos vivieron años de esplendor rural se
han aclimatado a días de fiesta local.
Dentro de éstas mantienen su ser las
promesas antiguas, algo desvirtuadas de
las Soldadescas en Hinojosa o Mazuecos, surgidas de antiguas promesas, como lo
fué la desaparecida de Codes.
Ha resurgido con fuerza las Mayordomas de
Alcocer, fiesta de mujeres que sigue otras de
Castilla, concretamente en Soria y Segovia, de similar estilo, que
rememoran actos tan increíbles como lejanos, y dentro de éste resurgir, Moros y
Cristianos vuelven a las calles de poblaciones como Albalate o la propia
Hinojosa.
Y más tradicionales y arraigadas, tanto como
poco estudiadas y por tanto incomprendidas y desvirtuadas por ese desconocimiento,
se encuentran dos de las Cofradías que por antigüedad e historia son señas de
identidad para dos de las poblaciones más importantes de la provincia, Molina
de Aragón y su Cofradía de Caballeros de Doña Blanca y Atienza, con la de la
Santísima Trinidad, que anualmente celebra la típica Caballada, gesta histórica
del siglo XII, con suya historia y contenido, estatutos y funciones, podrían
completarse muchas decenas de páginas de la historia provincial.
Sinforiano García Sanz dedicó un buen número
de días y de horas al estudio de una de las costumbres de su pueblo, "Las
Mozas Ramas", de Robledillo de Mohernando, una herencia más de las muchas
dejadas en la provincia por las Ordenes
Militares de Caballería. Esta costumbre del Domingo de Ramos, preludio de la
Semana Santa, no es única, en Málaga del Fresno las "Mujeres
Cuaresmales" recorren sus calles con su canto de "La Oveja
Perdida"; y en la práctica totalidad de las poblaciones es bendecido el
ramo, que según las zonas es de olivo, tomillo, acebo, cuando las condiciones
lo permiten, o de boj, como lo fué en Alustante, a donde llegaba del bujedal de
Piqueras, ramos que una vez bendecidos y a modo de talismán, colgaron de
puertas y ventanas a lo largo de los siglos.
La Semana Santa provincial está alejada del espectáculo turístico de las grandes
procesiones de afamadas ciudades españolas, y es dentro de su ser ejemplo de
fervoroso recogimiento en el que se mezclan de forma unánime recuerdos de infancia
y devociones mantenidas por cualquiera de nuestras poblaciones.
Un intenso desfilar de Crucificados recorre
nuestras calles, seguidos de una patrona, una Virgen en Soledad, reflejo de un
dolor transmitido de generación en generación.
Son decenas las peculiaridades de cada
localidad, siempre con un denominador común, la fé. En Sotillo las mujeres se
reúnen en la iglesia para rezar 33 credos, en Valverde de los Arroyos los niños
visten una parte de la indumentaria de los danzantes del Corpus, en Zahorejas
se entonan las "Cantos de la Pasión", el "Romance de Jesús
Amoroso" en Romancos, la "Salve a la Dolorosa" en Atienza...
Costumbres peculiares tienen muchas
poblaciones, en Horche se subasta el derecho a portear los pasos, como en
Sienes o Riba de Santiuste, y son muchas las poblaciones que cierran sus actos
con la quema del Judas o Pelele, Cogolludo, Navalpootro, Castilmimbre,
Sacedón...
Y Siempre con historias propias en cada
término municipal, que hablan de devoción, tradición y sentimiento; en
Sigüenza, por suscripción popular, una peseta por vecino, se compró hace unos
cuantos años el paso de "La Borriquilla", para la procesión del
Domingo de Ramos. En Sienes la urna del
Santo Sepulcro fué construida por el entonces párroco de la localidad, Higinio
Olmeda, en madera de peral, para ser luego frotada con aceite de oliva por una
vecina, Cecilia Caballero, en 1910. La lista sería interminable.
Pero si una manifestación lúdico festiva
tuvo y tiene fuerza en la primavera alcarreña, ésta es sin duda la dedicada a
la Cruz de Mayo, con múltiples representaciones a lo largo de la provincia.
Es mayo, por naturaleza y tradición, el
dedicado a ensalzar la vida que renace con todo su vigor tras el periodo
invernal.
El canto de los Mayos, el enramado de
ventanas y balcones, la plantación de la Maya, fué durante siglos una de las
muestras folclóricas de más arraigo cultural. Se mantienen en un contado número
de poblaciones, desgraciadamente la emigración ha sido la principal causa del
desarraigo de la celebración, que ha quedado reducida en un buen número de
localidades.
Valverde de los Arroyos, que mantiene un
alto nivel folclórico a través de sus danzantes de la Octava, une en una ambas
celebraciones. Fueron muy valorados los mayos de Alcoroches, Matarrubia o
Albalate, y curiosos en Esplegares, donde en la taberna del pueblo se reunían
los mozos para pujar por su pareja,
subasta que servia para descubrir intenciones, y de la que saldrían no
solo noviazgos, también un buen número
de matrimonios. Costumbre similar se mantuvo en Hontova, donde queda
"desmayada" la moza que no obtiene pareja. Aquí los emparejados
quedan unidos durante todo el mes, siendo habitual su presencia conjunta en
todos los actos sociales del pueblo y la presentación oficial a la familia de
la muchacha el día
La Maya, un árbol pelado en el tronco, de
gran altura, con todo su ritual, es colocado en muchas plazas mayores, y constituye con frecuencia un reto
para los mozos, pues han de tratar de superar en altura al del año anterior. El
de Fuentelviejo superó en 1995 los 25 metros; 24 alcanzó en 1993 el de
Cogolludo; 30 en 1997 el de Luzaga, y 42 el de Archilla ese mismo año.
Rivalidad que en ocasiones alcanza a los
pueblos vecinos, en 1821, Palazuelos y Moratilla se disputaron el mismo árbol,
que estando "plantado" en Palazuelos, fué "robado" esa
noche por los de Moratilla, para volver a Palazuelos la noche siguiente por el
mismo método.
No pocas de nuestras fiestas tienen su punto
de partida en una leyenda que el paso de los siglos ha convertido en tradición.
La leyenda de Aly Menón y su hija, la Princesa Elima, dieron pié a la
celebración en Brihuega de la "Procesión de la Cera"; la fiesta de la
Santa Cruz, en Almoguera, tiene su origen en el batallar de sus naturales en
las Navas de Tolosa, como su escudo. En Sacedón el culto a la Santa Cara de
Dios se inició en 1690 a raíz del golpe de puñal que contra una pared, en la
que apareció la reliquia, dió un mendigo. En La Yunta, la devoción al Santo
Cristo del Guijarro vino a raíz de la pedrada de un pastor; dos perros
encontraron en Albalate la Santa Cruz Aparecida; y otras muchas son debidas a
otras milagrosas apariciones en las que la fé y la pasión forman un vínculo de
unión entre pueblo e iglesia.
Gran número de romerías y advocaciones
marianas tienen su nacimiento en una milagrosa aparición, la Virgen de la
Torre, patrona de Riofrio del Llano se apareció sobre una encina a unos
pastores. La de los Remedios, en
Cogolludo, a un labrador mientras podaba sus viñas; la de la Granja, en
Yunquera fué descubierta por Bermudo, un pastor, en medio de unos zarzales
envueltos en llamas. La Reina del Señorío, la Virgen de la Hoz, es la patrona
por excelencia de Molina y su entorno desde su milagrosa aparición en Ventosa;
como la de Barbatona, que lo hizo en "el pino de la Virgen", y atrae
año tras año a muchos miles de fieles de la provincia y de fuera de ella. La de
Sopetrán tiene tras de sí una intensa historia, no menor que la de la Estrella,
en Atienza, o la de Mirabueno, que a su alrededor congrega anualmente a los
cuarenta pueblos vecinos, para cuya reunión los "emisarios de la
Virgen" recorren las tres veredas, los diferentes caminos que conducen a
cada uno de los 39 pueblos que han de sumarse con Mirabueno a los festejos; y
muchas decenas más son las poblaciones que alrededor de una ermita, una
creencia y una fé dan lugar a la reunión festiva que rememora tiempos pasados,
une familias y reencuentra amigos de infancia separados por la emigración, pues
a veces éstas manifestaciones constituyen el único vínculo de unión que queda
con la tierra madre.
En un buen número de éstas, coincidentes con
la Santa Cruz, Santa Quiteria y San Isidro, tiene lugar la tradicional
bendición de campos, reparto de cruces, como en Atienza, o situándolas en
altozanos, como manda la tradición de
Sienes.
Pero si algo tiene de llamativa la fiesta
popular son las danzas y sus danzantes. Cuando éstos intervienen ponen color y movimiento en el festejo.
Un buen número de las danzas y grupos de
danzantes que hoy se mantienen tienen su origen en las medievales y suntuosas
procesiones de la fiesta del Corpus, muchas de ellas desaparecieron siglos
adelante, sin embargo y aún contadas, quedan en la provincia muestras latentes,
los danzantes del Santo Niño en Valdenuño Fernández; los de la Octava del
Corpus en Valverde de los Arroyos; los danzantes de Majaelrayo, éstos dos
últimos con trajes similares, como sus funciones y bailes son los más
representativos en cuanto a danzantes se refiere, y algo más alejado en cuanto
a parentesco, los danzantes de Galve,
recuperados recientemente, que junto a los vecinos de Condemios guardaban entre
sí, como los dos anteriores, una gran similitud en cuanto a danzas, trajes y
funciones.
Los elementos naturales forman también en la
fiesta rural un importante aliciente como lo tuvieron en siglos pasados. Uno de
ellos, quizá el más llamativo, el fuego, forma parte inseparable de muchos
festejos, San Roque, San Blas, San Antón, San Vicente, o la Inmaculada, en
poblaciones distantes y dispares de las diferentes comarcas de Guadalajara.
A pesar de eso, si una época se lleva la
palma en cuanto a hogueras, es el solsticio de verano y las fiestas de San Juan.
Saltar la hoguera es algo común en éstas
festividades, sean las personas o los animales, unos y otros quedaban
protegidos y purificados por el fuego.
Luminarias y procesiones de la luz, recorren
en verano un número de poblaciones cada vez mayor, en cuyas hogueras se había
de quemar lo viejo, renaciendo nueva vida, populares fueron las luminarias de
San Roque, en Atienza, donde como en Budia, en su Sampedrada, se quemaban botos
y pellejos.
En Cubillo de Uceda, por San Simón, se
saltaba la hoguera con pértigas y en ella se quemaba el particular pelele, en
éste caso "el Simón"; y fiesta pastoril con fuego y saltos de
hoguera, sigue siendo "la Machada" de El Bocígano.
Pero sin desmerecer éstas y similares
manifestaciones, son las procesiones nocturnas, acompañando a la patrona con el
fuego de las antorchas o el de los rastrojos, quienes se llevan la palma.
Costumbre profundamente arraigada en muchos pueblos madrileños, y que tiene en
Humanes y su Virgen de Peñahora digna representación.
La emigración en nuestros pueblos ha dejado
en el olvido un buen número de tradicionales costumbres, la contratación
de pastores de San Miguel a San Miguel,
la de los segadores por San Pedro, la suelta de ganados a los montes comunales
por Santa Quiteria, o la llegada de los muleteros, de Maranchón o Madrigal a
cualquier feria, con su propio vocabulario, como los esquiladores, la migaña. (Si quieres conocer la Migaña, pincha aquí)
La feria fué cita obligada en las grandes
poblaciones de un gran número de vecinos comarcanos que por uno o varios días
convertían la población en cuestión en un importante centro comercial. Ferias
de importancia hubo en Atienza, Sigüenza, Brihuega o Tendilla, y éstas están en el origen de muchos de los
festejos, que desaparecidas éstas, se siguen manteniendo como recuerdo de unos
tiempos sino mejores, al menos si más entrañables, humanos y cordiales.
Muchos festejos taurinos nacieron a raíz de
las ferias, también otros se celebraron en festividades de Corpus, y son éstos
hoy en día, uno de los principales elementos de la fiesta, ante todo, de la
fiesta patronal, hasta llegarse a decir "que no hay fiesta sin toros",
afirmación que se escucha cada verano en muchos municipios. En 1996 se
celebraron en la provincia 780 espectáculos taurinos, de ellos 551 fueron
festejos tradicionales, capeas, encierros o becerradas.
La lucha con el toro, un ejercicio de valor,
es tan antiguo como la propia civilización, como también lo son los encierros,
costumbre antigua, que arranca cuando las reses era llevadas a pié desde las ganaderías hasta los pueblos y se
mantenían en los campos o prados
próximos con el fin de que mantuviesen intacto su estado salvaje hasta la hora
de la corrida. En la actualidad los llamados encierros camperos en poco se
asemejan a lo que fueron, y en general han perdido su sentido histórico, no
obstante mantenerse como mera atracción turística.
Son en muchas ocasiones el eje central de
fiestas patronales o de verano, celebradas en la mayoría de los casos al final
de la cosecha, cuando de los carros cargados de mies colgaba la calabaza
iluminada que anunciaba a los vecinos el final de la recolección por tierras de
Atienza.
Junto a los toros, novenas, misa mayor y
procesión, no han de faltar los juegos populares, "el baile del
pollo" por las parameras de Molina, los juegos de la estornija, la barra,
la chota o el hinque, y un final
espectacular, la pirotecnia, que ya se utilizó de antiguo en un buen
número de celebraciones, en Atienza se conocieron en octubre de 1755, con ocasión de la dedicación al culto de la
capilla de su patrón, entonces el Cristo
del Amparo.
Y son tantas las advocaciones marianas que
sus nombres llenarían un largo listado, La Virgen del Buen Labrado en Ablanque;
de los Albares en Algar; del Saz en Alhóndiga; de los Gavilanes en Anchuela del
Pedragal; del Madroñal en Auñón; del Lluvio en Clares; de la Muela en Driebes; de
la Escala en Escamilla; de la Cuesta en Hita; de la Oliva en Moratilla...
No menos numerosa sería la de los Cristos;
de la Agonía en Balconete, de la Expiración en Cabanillas, de la Fé en Cañizar,
del Val en Cogolludo, de las Victorias en Molina, de los Burracos en Montarrón,
el Gallardo en Marchamalo, de los Remedios en Tórtola...
Casi todos ellos tienen hermandad o cofradía
que le rinda tributo, y se encarga en
muchas ocasiones de organizar los actos de culto. Muchas de éstas hermandades
son herederas de las antiguas cofradías gremiales de las que nada o poco queda,
puede que la de Recueros y Arrieros de Atienza, bajo la advocación de la
Santísima Trinidad, sea la única que mantiene estatutos y costumbres, aunque no
el oficio, desde su origen en los comienzos del siglo XII, no obstante la mayoría, de carácter
religioso, son posteriores al Concilio de Trento, a partir de éste también un
buen número de las gremiales cambiaron estatutos.
Unas de las más curiosas y mayor sentido
espiritual fueron las cofradías de Animas, hasta siete se contaron en Atienza y
a la de Condemios de Arriba pertenecían la práctica totalidad de los hombres
del pueblo, a los que se pasaba lista en los momentos previos a un funeral. La
misión de todas ellas consistía en ejercer la caridad a la hora de la muerte,
corriendo con los gastos de entierro y funerales de quienes lo necesitaban por
falta de medios, como un gesto de humanidad y de respeto a los muertos, muchas
de ellas estuvieron en activo hasta bien entrada la segunda mitad de nuestro
siglo.
No faltan en ningún rincón de nuestros
pueblos viejas leyendas y antiguas tradiciones que salen a la luz el día de los
Difuntos, cuando en muchos lugares
tocaban las campanas a la hora de ánimas y el silencio de la noche, el
recuerdo y la añoranza reverdecian al amor de la lumbre estampas antañonas de
viejos oficios, leyendas de reyes moros, de bellas princesas que corrieron por
nuestros valles, de festejos y costumbres que fueron un día el mejor regalo que
a nuestros abuelos les legaron sus mayores. Viejas estampas que nos hablarán
por siempre de nuestra querida tierra.
TOMAS
GISMERA VELASCO.