CIEN AÑOS,
SIN
ISABEL MUÑOZ CARAVACA.
Doña Isabel
Tomás
Gismera Velasco
Doña Isabel Estimada:
Cien años han pasado desde que nos dejó, y
parece que fue ayer, a pesar de que han sido muchas las cosas que desde
entonces se han sucedido, en Atienza, y en Guadalajara, a donde Vd., se marchó
a descansar a la eternidad de los siglos, y al recuerdo.
La hubiese gustado a Vd., conocer todos los
cambios, para bien los unos y los otros porque tenían que sucederse, que han
ocurrido de entonces a hoy. La mayoría de ellos la hubiesen alegrado, pues por
ellos luchó a brazo partido. Se llevó tantos disgustos y malas querencias y
aguantó con el pie firme y la mirada fija, a la espera de que aquellos
vaticinios previstos se cumpliesen.
Ya sabrá Vd., puesto que conoció la noticia,
que tras las infinitas obras, y tras tanto pedirlo, se levantó por fin una
nueva escuela para las niñas, donde Vd., decía. Diez años tardaron,
prácticamente, en levantar el edificio que al día de hoy ni es escuela ni es
nada. Uno de esos alcaldes con los que Vd., hubiese sido crítica hasta lo
inconcebible, con el consenso de sus ediles puso el edificio en manos particulares
y eso es hoy, propiedad particular.
Las escuelas, y los maestros. Su eterna
lucha de tantos años. Por fortuna las escuelas fueron mejorando. En Atienza
también. Tras aquella, que se hizo vieja, se levantaron otras, que tampoco son
ya escuelas ni nada. El edificio está ahí también, como el otro, pero aquel
Alcalde del que ya le hablé imaginó que mejor estaba el edificio en otras
manos… Sí, se va Vd., a reír, pero de aquellas aulas que conoció no queda en
Atienza ninguna. Todas fueron a parar a manos particulares por decisión
municipal. Aunque el Ministerio, que ya se ocupa, levantó otras. Apenas tienen
un par de docenas de alumnos, y estas docenas, reuniendo a todos los chiquillos
de los pueblos del entorno. ¡Qué tiempos aquellos, cuando en sus aulas se
juntaban cincuenta o sesenta mozuelas!
Los maestros también son mejor mirados, y
pagados, que en sus tiempos. Aunque no vaya Vd., a creer, que con los tiempos
que corren, parece que hubiese alguien que, volviendo atrás la mirada
prefiriese que eso de la educación fuese, como en otros tiempos, para unos
pocos. O mejor, para quien se lo pueda pagar, que no es todo el mundo.
Me viene a la memoria aquel su artículo, el
que tituló “Motín de Intelectuales”, para describir la situación, aunque no se
refiriese precisamente al asunto de los maestros en él. No lo llegó Vd., a
conocer, pero imagino que lo celebró igualmente. Se abolió al fin la pena de
muerte, aunque no hace demasiado. A Vd., la puedo asegurar, de haber vivido
unos años más, en Atienza o Guadalajara, se la hubiesen llevado por delante, en
Atienza se llevaron a algunos de sus amigos, en Guadalajara también, dijeron
que fueron cosa de la guerra, pero ni guerra ni gaitas, fueron venganzas de
alcaldes y concejales y… A quien dirigió los pelotones de ejecución, y ejecutó
sin miramiento, le hicieron lo que no hicieron con Vd., pusieron su hombre en
una calle, y ahí la continúa teniendo, para vergüenza de quienes conocen la
historia. Aunque los desmemoriados prefieren hacer oídos sordos a la razón. Claro
que algunos de nuestros concejales y diputados no lo son por su intelecto o su
gracia, si no porque… Ya sabe, razones que incluso, al día de hoy, se escapan.
La política, y lo que hay detrás de la política es hoy, como en sus días,
sumidero de miasmas.
Mucho se enfadó Vd., con don Benito Pérez
Galdós, a quien ahora recordamos con admiración, a pesar de que echase Vd., su
cuarto a espadas por aquello de poner a Atienza en la órbita de la novela con
palabras que no la gustaron. A nosotros nos gusta, y gusta saber que el
escritor hizo de Atienza solaz de la épica literaria. También, lo sepa, la
hicieron otros después, e incluso, por aquello de salir al mundo, a los de
Atienza nos sacaron a través del cinematógrafo, que ya Vd., lo predecía. Como
lo de los astros, a los que no se los teme como entonces. ¡Una mujer estudiando
astronomía! ¡Jesús!
Las
que debió de pasar, y cuántas lecciones dejó escritas en sus estrellas desde el
patio de la Trinidad, que sigue hoy como ayer ofreciendo el telón infinito en
el que observar la luna a la que, por cierto, dicen que llegaron a poner sus
pies en vuelo directo y sin escalas desde la tierra. Seguro que le hubiese
gustado ir en aquel viaje, por estar más cerca de los cometas que observó desde
esos rincones atencinos cuando la tomaban por, poco menos, que loca. Y ¡anda
que no sabía Vd., de cometas!, del Daniel, del Halley… y de eclipses… Que hasta
aquí se trajo al gran Flammarion desde el París de la Francia…
No la voy a decir nada en torno a la
leyenda, la del Cid, que tampoco vio Vd., con buenos ojos. Los estudios en
torno al personaje continúan y Atienza está en una de las rutas turísticas del
dicho. Ahora, en asunto de turismo, todo son rutas: del Quijote, de los
castillos, del románico, de las leyendas… Ya ve lo que son las cosas, entonces
a quienes proponían ese tipo de mejoras los tomaban por lerdos, hoy, como
quienes las proponen son los politiquillos de pueblo, engreídos y crecidos
hijos del pastor o del cabrero reconvertidos en intelectuales sin sesera adoradores
y besamanos del califa, o del cacique reconvertido en demócrata que los paga,
son adelantos en el progreso de la civilización y prosperidad de los pueblos,
que poco prosperan, al contrario doña Isabel, se nos mueren, que parece que a
los señores y señoras de los despachos oficiales no parecen interesar, porque
ni son de por aquí, ni nos conocen ni les importa otra cosa que la nómina
mensual y el voto, como entonces, los mismos perros con collar distinto.
Prefieren tener estos lugares para coto de caza y alivio dominguero propio, de
sus amistades y afines políticos. Y quien pueda mantenerse, se mantenga.
Es mucho lo que ha cambiado. Las mujeres
votan; las niñas van a la escuela con los niños; tenemos agua corriente en casa
sin necesidad de ir a la fuente, y la higiene, para bien, ha dado un vuelco;
las calles están empedradas y asfaltadas, no se degüellan gallos en los
carnavales, aunque se continúen descalabrando toros, torillos y toretes por los
cristos… ¡Ah!, no se me olvide, en Guadalajara dieron su nombre a una calle y
su Jorge, que se hizo poeta de los buenos, dedicó unas cuantas de sus obras a
Atienza. Y uno de sus admiradores, Juan Pablo Calero, escribió su biografía.
Supongo doña Isabel, que la hubiese gustado
conocer los tiempos que vivimos. Vivió los suyos, porque cada cual vive el
tiempo que le toca, lo que no es malo del todo, porque, de ser las cosas
fáciles, no tendríamos, como Vd., bien recordaba, por qué salir al diario
batallar.
Ya ve Vd., cien años después, la continuamos
recordando, y admirando, que fue mucho lo que nos enseñó y dejó para ejemplo
futuro, en Atienza, y en Guadalajara.