viernes, marzo 14, 2014

Aproximación histórica a la feria de Atienza




        Los orígenes de la feria de Atienza se pierden en el tiempo, aunque es más posible que surja de alguno de los Fueros que le fueron concedidos, celebrándose la tercera semana de Cuaresma de cada año, y concretándose en un día señalado, el 19 de marzo, festividad de San José, al menos desde hace dos o tres siglos.

   Atienza, como es conocido a través de su historia, tenía una gran influencia en la comarca, al estar enclavada en los límites de las provincias de Guadalajara, Segovia y Soria, y fama tuvieron desde antiguo los arrieros atencinos que formaron Cofradía  o Hermandad propia al menos desde el siglo XI, como se reconoce en el pergamino de capitulaciones de La Caballada.

   Estos tuvieron cartas de merced otorgadas por el rey Fernando III el Santo, signada en Peñafiel el 18 de enero de 1232, confirmada por Alfonso X en 1255 y más tarde por Sancho IV el 17 de enero de 1285, quien confirmó los privilegios anteriores, concediendo a los recueros de Atienza que andaran seguros con sus mercancías y sus animales de carga, así como con cuantas cosas trajesen y llevasen por el reino.

   En el primer tercio del siglo XVI aumentó la prosperidad de Atienza, si bien la feria comenzó a experimentar algunas mermas, como la experimentaría a partir de entonces en número de habitantes, a pesar de que llegó a contar a partir del siglo XVIII con dos ferias, la antes señalada de marzo, que comenzaría a celebrarse entre el 19 y el 24 de marzo, en la que principalmente se mercadeaba con ganados, y otra que bajo la festividad del Santo Cristo se comenzó a celebrar entre el 13 y el 17 de septiembre. Feria esta que tuvo su origen el 16 de marzo de 1784, cuando el concejo de la villa elevó un memorial al Consejo de Castilla en el que hacía relación de las penurias por las que estaba atravesando “dimanados de la construcción de una fuente pública de agua dulce empezada el año 1777 a la que faltan los reparos de empedrados y calzadas tan indispensables como la misma taza o recipiente de las aguas, de cuya obra se están debiendo crecidas sumas de censos y empréstitos tomados con licencia, y varios jornales y materiales”. La fuente es la que ahora se encuentra en la plaza del Ayuntamiento, y como forma de remediar esos males se solicitaba la concesión de una segunda feria que reportase nuevos ingresos a través de los impuestos de compra y venta ya que por “medio del arbitrio se aumentarían considerablemente los propios de la Villa; podrían satisfacerse las deudas, se fomentaría el comercio interior tan útil como necesario para el aumento de la riqueza nacional, y por último no llegaría el triste caso de hacer repartimiento entre los vecinos”.


   El Consejo consultó al Rey en julio de 1785, pero no hubo contestación, hasta que el 8 de abril de 1799 volvió a insistir en su propuesta. Se alegaba en la solicitud los beneficios que obtendría Atienza, pues sus vecinos no tendrían que desplazarse a Jadraque o Torija a vender sus mulas, que fueron apreciadas en toda la provincia y fuera de ella, ya que “accediendo el Consejo a la solicitud resultarían a sus vecinos y a los de los pueblos inmediatos conocidos beneficios, por estar situada en el centro de muchos que comercian en mulas igualmente que sus naturales, criando unos y otros muchas, que se aprecian en los comercios de Jadraque o Torija, y podrían vender con más equidad en Atienza, por no tener los unos que salir de sus casas y los otros por estar a dos o tres leguas, y los que más a cuatro o cinco, y con la ventaja de hallar en la misma muchos y cómodos alojamientos, abrevaderos y abastos abundantes y baratos, cuando al ir a Jadraque, Torija u otras, tienen que alejarse demasiado de sus casas y familias, careciendo de las demás ventajosas disposiciones que por ser públicas no se cuentan”.

   La petición se cerraba señalando las fechas propicias, los días 15 al 23 de septiembre, por no haber otras en los alrededores y ser el momento más oportuno para la venta de ese ganado “que había comido los pastos u rastrojos”.

   El Consejo Real solicitó la información necesaria del Intendente de Soria, quien a su vez había hecho las averiguaciones necesarias, pidiendo al Rey que concediera esta feria franca a la villa en los días solicitados: “sin embargo de que el Consejo se halla enterado que en asunto de ferias debe conocer el de Hacienda, esto no se entiende cuando los pueblos están en administrazo, lo que no sucede con la villa de Atienza, que resulta hallarse encabezada, es de parecer que V.M. siendo servido se digne a conceder a la expresada villa de Atienza facultad y licencia para que desde el día quince al veintitrés de septiembre de cada año y perpetuamente, pueda celebrarse en ella una feria franca según acostumbran las demás ciudades, villas y pueblos de estos reinos que gozan de esos privilegios, respecto de no seguirse perjuicio alguno de esta concesión a los de muchas leguas en contorno”. No cabe la menor duda de que el Concejo de Atienza se ganó la confianza del Intendente soriano para que elevase dicho escrito.

   Cuenta Pascual Madoz que estas ferias carecían de demasiado interés ya en pleno siglo XIX, resultando lo más concurrido el mercado que en Atienza se celebraba todos los martes, y al que acudían muchos de los vecinos de los pueblos serranos.

   La feria de septiembre fue decayendo lentamente, hasta desaparecer. En ella se comerciaba principalmente con grano y productos del campo. La de marzo llegó, aunque bastante mermaba, hasta el inicio de la década de 1970, cuando la emigración y la mecanización del campo terminaron con aquellos recursos de los que vivieron gran parte de las poblaciones del entorno de Atienza, centradas en la agricultura y la ganadería, quedando el comercio ocasional reducido al mercado de los sábados, en el que, mayoritariamente, se comercializaba con cerdos, primeramente en la plaza de Mecenas, que se conoció por este mercadeo como “de los cochinos” y, finalmente, hasta la extinción de este mercado, en la plaza de San Gil.

Tomás Gismera Velasco