RUGUILLA FUE UNA FIESTA
Memoria del Homenaje de Ruguilla a Manuel Serrano Sanz, el 11 de septiembre de 1925
El 11 de septiembre de 1925, cien años justos se cumplen en estos días, Ruguilla fue una fiesta. Ese día el pueblo se congregaba en torno a una eminencia histórica y literaria nacida en la población, Manuel Serano Sanz, quien vino al mundo el día del Corpus de 1866. Pasó por los Escolapios de Molina, el Seminario de Sigüenza, las Universidades de Madrid y Zaragoza, las Reales Academias Madrileñas o la Biblioteca Nacional; a sus espaldas cargaba con la edición de un centenar de obras literarias, y unos meses atrás, en el otoño del año anterior, la Diputación Provincial lo había nombrado Cronista Oficial de la Provincia. Motivos más que sobrados para que en su pueblo nativo se le reconociese como una de las personas más ilustres de este tiempo.
El Homenaje
Don Manuel pasó la noche en Cifuentes, en la casa de su ya fallecido hermano Félix, padre del entonces famoso abogado José Serrano Batanero.
Justo es decir que el homenaje comenzó a gestarse desde el momento mismo en el que la Diputación de Guadalajara dio a conocer que sería el nuevo Cronista. Algo que a la muerte de Antonio Pareja Serrada se propuso desde las páginas del semanario Flores y Abejas.
El catedrático del Instituto Provincial, y a su vez diputado, don Ramiro Ros Ráfales presentó la moción el 28 de octubre y en el pleno celebrado el 3 de noviembre de 1924 fue nombrado de manera oficial. Con ese motivo aparecería en la prensa de Guadalajara el primer artículo que en extensión glosaba la vida y obra de D. Manuel. Se debía a la pluma de Juan Francisco Yela Utrilla, y se publicó el día 26 de noviembre en La Palanca. Yela Utrilla, al igual que su sobrino y heredero intelectual, Francisco Layna, no dejará de ensalzarlo, a fin de que la provincia tuviese constancia de la personalidad de quien se hablaba: “Es la figura de don Manuel Serrano y Sanz tan elevada, que por su altura peligra perderse entre las nubes y no ser asequible en su justo valor sino a inteligencias privilegiadas…”
La corta distancia entre Cifuentes y Ruguilla era entonces un camino tortuoso. Estaba previsto que el viaje lo hiciese en el vehículo de su sobrino José Serrano Batanero, pero a última hora don José tuvo que salir hacía Guadalajara, en cuya Audiencia se celebraba aquel viernes un farragoso pleito entre el Ayuntamiento de Brihuega, al que representaba en la función, y unos conocidos industriales, por lo que no pudo asistir. De manera que don Manuel viajó en el coche del presidente de la Diputación, Sr. Gascón. Con don Manuel y el Sr. Presidente viajaban sus dos hijas, María y Esperanza; su hijo, José Luis, Registrador de la Propiedad con destino en Lalín (Pontevedra), entonces el Registrador de la Propiedad más joven de España, tampoco pudo desplazarse.
Un grupo de mozos se subió al cerro de Santa Bárbara, desde el que puede vislumbrarse la carretera, para avisar de la llegada de la comitiva, y, según lo convenido, al llegar los vehículos que acompañaban y traían a don Manuel a la Vega de Arriba, comenzó el volteo de campanas. Las autoridades, encabezadas por el Alcalde, D. Julián López, se reunieron ante la ermita de la Soledad. Mientras la rondalla salió a la carretera y el vecindario se agolpó a la entrada del pueblo. Don Manuel había pedido que no hubiese en el recibimiento comisiones "ni garambainas por el estilo", que fuese sencillo y sin anuncios públicos, ni autoridades provinciales y, por supuesto, sin largos discursos. Pero nadie pudo evitar que se corriesen las voces y Ruguilla se llenase de gente.
Cuando el vehículo que traía a don Manuel se detuvo a la entrada, rodeado de la ronda que rasgaba con alegría las cuerdas de sus instrumentos, estallaron en el cielo los primeros cohetes que anunciaban la fiesta, mezclados con los vítores de alegría que hicieron resbalar por las mejillas emocionadas lágrimas. Siguieron sonando las campanas cuando el prematuro anciano, acababa de cumplir cincuenta y ocho años de edad, saludó a las autoridades, amigos y conocidos. Nadie podía imaginar lo que pensaba esos momentos el ilustre ruguillano, pero quienes le conocían bien sabían que con una mirada había descubierto todo ese mundo que vivió en Ruguilla: la casa natal y la familiar, que levantó el padre, cuya huerta, tantas veces pateada, llegaba hasta el mismo lugar en el que se detuvieron. Donde tras pasar el arco floral tres chiquillas de la escuela le daban, en nombre del municipio y los alumnos, la bienvenida.
Una de ellas fue la encargada de abrir el acto recitando una poesía de bienvenida, escrita por la maestra para la ocasión: “Bienvenido sea, a nuestra humilde villa…”. Las otras dos las encargadas de entregar un ramo de flores cada una a las hijas de don Manuel.
Después, pillaba de camino, todos se dirigieron a la iglesia. La misa, además de ser de acción de gracias fue de recuerdo por los familiares difuntos, por sus padres, sus hermanos y sus sobrinos; cuando concluyó de nuevo se echaron los vecinos a la calle para, situados ante la casa natal, descubrir la placa de los pesares; mientras Alcalde, cura y algunos más, desde uno de los balcones de la casona, dirigían la palabra a los asistentes, haciéndolo en nombre de don Manuel su sobrino y diputado provincial D. Alejandro Herráiz. Don Manuel quiso todo el día evitar hablar en público porque la voz se le podía quebrar a causa de la emoción. Las humedades de algunos archivos se le habían agarrado a los huesos y lo tenían así, sin poder casi hablar ni a sus paisanos. Después de aquello, de las palabras de unos y de otros y del descubrimiento de la placa en la fachada, marcharon al Ayuntamiento.
Camino que se convirtió nuevamente en una sucesión de vítores. En él, en el Ayuntamiento, con la gala sencilla de los concejos, Juan Francisco Yela, en nombre del municipio, dio la bienvenida oficial, y en nombre de éste le hizo entrega de un pergamino en el que constaba el acuerdo nombrándole Hijo Predilecto de Ruguilla, que fue leído a viva y emocionada voz: "La Comisión Permanente del Ayuntamiento de ésta villa, en sesión ordinaria del 4 de enero último, entre otros particulares acordó el siguiente: … por unanimidad nombrar Hijo Predilecto de éste pueblo al citado don Manuel Serrano Sanz, expidiéndosele certificación del acuerdo..."
Don Manuel recogió el pergamino, y como ya estaban preparadas las mesas para el ágape, tras el agradecimiento, las ocuparon. Mesas y bancos suficientes para acoger ochenta comensales que se dieron cita para degustar una selección de platos y guisos sencillos, preparados por las mujeres del pueblo y por ellas servidos: arroz caldoso y pollo; regado, por supuesto, con vino de Ruguilla; de postre flan con miel, de Ruguilla también.
A los postres llegó el momento de las palabras que recogió Serrano Sanz con el corazón emocionado. Hablaron, primero, Yela Utrilla; después el Alcalde; el presidente de la Diputación; e incluso el juez de primera Instancia de Cifuentes, para recordar alguna que otra de las anécdotas infantiles del homenajeado. Cuando le tocó el turno a don Manuel nuevamente su sobrino tomó la palabra para en su nombre agradecer las de unos y de otros y siendo el encargado de leer, de forma oficial, el largo discurso que le salió al erudito para la ocasión, y que traía escrito en unas cuantas cuartillas: “En el atardecer de la vida, casi ya cuando el Sol poniente lanza sus últimos rayos llenos de melancolía…”
Conviene recordar la obra de los grandes hombres de nuestra tierra, a pesar del paso del tiempo.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 5 de septiembre de 2025
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